El 4 de octubre de 1957 pasó a la historia como el “momento Sputnik” que inició la carrera espacial entre Estados Unidos y la URSS. Todo esto se debe al lanzamiento del primer satélite artificial Sputnik 1 por parte de los soviéticos; un hecho que puso en tela de juicio la superioridad tecnológica de Estados Unidos. Casi setenta años después, parece que la historia está a punto de repetirse.
El nuevo campo de desafío es el de la Inteligencia Artificial en el que Estados Unidos ha dominado desde el nacimiento de esta disciplina que se produjo en 1956 con la famosa conferencia en el Dartmouth College en la que participaron los grandes estudiosos de la época en este campo, como Shannon, Minsky, Simon, Newell y McCarthy (perdón si me extiendo demasiado con demasiadas citas, pero a veces es realmente difícil excluirlas).
Sin embargo, a pesar de que Estados Unidos comenzó con una ventaja cuantificable sobre otros países en el orden de décadas, hemos llegado al punto en que ha surgido un formidable competidor para los grandes gigantes estadounidenses de alta tecnología; el Reino Medio, China.
Este desafío, que ya lleva años en marcha, ha tenido sin embargo una aceleración espectacular en tan solo una semana. Apenas el 21 de enero de 2025, Donald Trump anunció a bombo y platillo el lanzamiento del proyecto Stargate, que tiene la ambición de crear la infraestructura más avanzada (desde Centros de Datos hasta Supercomputadoras) y darle así a EEUU una ventaja insalvable sobre el resto. del mundo en el campo de la Inteligencia Artificial.
El proyecto tiene un presupuesto estelar de 500 mil millones de dólares durante cuatro años e involucra a actores del calibre de OpenAI, Oracle y SoftBank; suficiente para dejar al mundo sin palabras… al menos hasta que se demuestre lo contrario.
Y la prueba de lo contrario, de hecho, llegó muy rápidamente: el primer medio occidental en informar que algo muy importante en el campo de la Inteligencia Artificial venía de China fue el semanario inglés The Economist que, en un artículo del 23 de enero, advertía que China estaba dando grandes pasos en Inteligencia Artificial de bajo coste, creando modelos LLM (Inteligencia Artificial Generativa) baratos y efectivos capaces de acercar al Celeste Imperio a la creación de una superinteligencia y por tanto aumentar su influencia militar y política sobre el resto del mundo. mundo. política.
Por cierto, en el artículo en cuestión, The Economist también menciona (por delante del resto del mundo) la start-up DeepSeek, definida como “un éxito”.
No ha pasado ni una semana desde que se publicó el artículo y la predicción de The Economist ha resultado correcta: el mundo entero ha reparado en DeepSeek y su potencia geométrica que parece haber derrotado a todos sus competidores, empezando por los estadounidenses.
Según los expertos, la inteligencia artificial de DeepSeek parece superar a la de las principales empresas de alta tecnología de Estados Unidos. Pero la fortaleza fundamental es el hecho de que se basa en una lógica totalmente opuesta, de hecho se centra en el software y sus cualidades intrínsecas que le permiten operar con la necesidad de menor potencia de cálculo. Esto es exactamente lo opuesto a las mejores IA de la competencia, como o1 de OpenAI, GPT-40 y Llama 3.1 de Meta, que en cambio basan todo en un software que requiere microchips con enorme poder computacional (y costos exorbitantes).
Otro elemento clave, que da a China una enorme ventaja competitiva, es que el software DeepSeek R1 (este es el nombre completo de la IA) es completamente de código abierto, a diferencia del software altamente protegido de sus rivales. Esta característica permite a los usuarios tener una idea clara de lo que están instalando en su computadora y también permite a aquellos con necesidades específicas modificar el software en sí como lo deseen.
Como es de suponer, una demostración de fuerza de tal magnitud no podía dejar de tener consecuencias inmediatas también en los mercados financieros, donde las empresas de alta tecnología han sufrido pérdidas repentinas en sus cotizaciones bursátiles, empezando, por ejemplo, por Nvidia (líder mundial en microprocesadores). que perdió más del 17% en Wall Street, seguida de cerca por muchas otras empresas de alta tecnología como Broadcom con su -16,5%, Arm -10% y AMD -6%. Al fin y al cabo, ¿de qué sirven los carísimos supermicroprocesadores si los chinos son capaces de producir software que funciona con microchips que hasta ayer se consideraban obsoletos, obteniendo resultados incluso superiores a la mejor IA americana?
Está claro que -en este punto- los estadounidenses tendrán que repensar por completo tanto su estrategia industrial en IA, basada en la superioridad en la producción de microchips con enormes capacidades computacionales, pero también su estrategia financiera, donde será muy difícil inflar todavía. Otra burbuja especulativa, para permitir a los especuladores aparcar en sectores de “alto rendimiento” (llámenlo burbuja, si quieren…) permitiendo así obtener ganancias fáciles.
El momento Sputnik se completó con el anuncio del South China Morning Post de que Chang Guang Satellite Technology Co., propietaria de Jilin-1, la constelación de satélites comerciales de teledetección de tamaño submétrico más grande del mundo, ha logrado una velocidad de transmisión de datos de imágenes ultrarrápida de 100 gigabits por segundo en pruebas realizadas a finales de diciembre.
Se trata de un auténtico avance en las comunicaciones láser entre satélite y Tierra que podría allanar el camino para la tecnología 6G y otras aplicaciones, incluidas la teledetección de ultraalta resolución y la tecnología de posicionamiento por satélite de última generación. Y lo más importante, es un anuncio que elimina a Starlink de Elon Musk de su papel como líder indiscutible en el sector de las comunicaciones por satélite.
Hay que decir que, con esta situación, el despertar para Occidente será bastante abrupto del sueño de que el siglo actual será un nuevo siglo euroamericano.
(Observatorio Crisis)