El término «caos constructivo» fue acuñado en 1994 por el político estadounidense Edward Luttwak quien, con ínfulas de académico, buscó establecer una estrategia de política exterior, según la cual es pertinente generar caos en aquellos países considerados como adversarios, y cuyos gobiernos deben ser removidos.
Ya se sabe, Luttwak buscó adornar una vieja y tradicional expresión de la forma de actuar de EE. UU., en tanto imperialismo, recurriendo a bloqueos y guerras económicas, desestabilización, subversión y campañas mediáticas implementadas para aislar internacionalmente al enemigo de ocasión.
Como tal, el concepto fue defendido y aplicado entusiastamente por el exasesor de seguridad nacional Zbigniew Brzezinski, quien le dio mayor realce, dada la notoriedad del personaje.
¿EL CAOS EN WASHINGTON?
El caos, desde luego, no estaba previsto para que se manifestara en el propio Washington, pero era un asunto de tiempo que provocarlo en otros lados, terminara por difuminarse cual veneno en la realidad doméstica estadounidense, afectando al mismísimo establishment.
Concurren varias razones, algunas estructurales asociadas a la manifiesta decadencia del capitalismo, que en su natural afán concentrador de la riqueza acumula víctimas, frustración y contradicciones, todo agravado por la pandemia de la COVID-19, de las drogas, del armamentismo descontrolado y otros males.
En ese contexto, los cortafuegos, y en general la tradición liberal terminó por resquebrajarse con la caótica, valga la reiteración, administración Trump. En cualquier caso, este personaje más allá de sus singularidades, resulta ser una expresión del momento histórico, mostrando que el asunto ha llegado para quedarse.
LA ADMINISTRACIÓN BIDEN
Biden ganó las elecciones en 2020, al contagiar al electorado de una promesa de mayor paz y estabilidad, pero con el tiempo esa expectativa quedó desafiada, en particular en la esfera internacional, que se expresó en la implementación de una de las políticas exteriores más fallidas de que se tenga memoria.
En todo caso, al actual inquilino de la Casa Blanca, con un prontuario guerrerista conocido, le tocó lidiar con el resquebrajamiento inexorable, poco a poco, como suele ocurrir en la historia, de aquella época de plena hegemonía imperialista.
A la vista se atropellan los acontecimientos, que obligan al águila imperial a planear contra vientos huracanados, para no desplomarse.
En apretado recuento, se puede destacar el afianzamiento de potencias competitivas como China y Rusia, la existencia del Brics vs. el g7, la obstinada resistencia de proyectos antimperialistas en Nuestra América, así como los promisorios vientos de soberanía, en modo segunda independencia, en el Sagred, al sur del Sahara, en el corazón de África. Son solo algunos ejemplos de un listado que se actualiza cada día, con el multilateralismo como horizonte posible.
Sumado a lo anterior, está la expresión bélica de estos esténtores, que comenzó con la estampida en Afganistán, recordando a Vietnam, el empantanamiento, que puja por reabrir negociaciones, ojalá para una paz duradera y justa, en la confrontación en Ucrania, y la debacle moral, civilizatoria puede decirse, inducida por el apoyo multimillonario al genocidio en Gaza.
LOS HALCONES SE DESPLIEGAN
Ahora, con estos antecedentes, en medio de uno de los procesos electorales más complicados, prospera la percepción de que el Gobierno en Washington parece acéfalo por momento, que algunos asocian al cada vez más evidente déficit cognitivo del mandatario; también concurre probablemente otra razón más retorcida: que se dé luz verde a las agendas más agresivas, en medio de este aparente desgobierno.
Sea por lo que sea, ciertamente tal escenario alienta a los halcones, que se despliegan sin mayor control ni sentido de futuro, aprovechando además el impasse de este momento, de recambio de mando en el ejecutivo.
Como una novedad de este tiempo, protagonizan la lista publica de halcones, figuras como el inefable Elon Musk, que desde su plataforma x codirige las operaciones mediáticas contra el progresismo internacional, o el criminal con licencia Erick Dean Prince, fundador de Blackwater Worldwide, empresa dedicada a exportar asesinos, quien impúdicamente expone sus planes públicamente. Tras bambalinas, los servicios especiales estadounidenses.
Aplicar el caos constructivo se monta en determinadas circunstancias políticas locales. La Venezuela poselectoral, partiendo de un meticuloso pero condenado al fracaso, plan concebido previamente, es sometida una vez más a una guerra no convencional, incluido el empleo de mercenarios extranjeros, expertos en magnicidios. Por su parte, se alinean las acciones para destituir o asesinar –según la Administración de Control de Drogas (dea, por su sigla en inglés)– al Presidente colombiano y la primera mujer mandataria de Honduras, denuncia la pretensión de EE. UU. de imponer el mismo recetario que enfrentó su esposo en 2009,
y que dejó una estela de muertes y mártires de la resistencia.
Aquella frase icónica sobre las circunstancias geográficas de México, «tan lejos de dios y tan cerca de los norteamericanos», se redimensiona y el Gobierno de amlo debe enfrentar una arremetida que buscó evitar, sin éxito, una reforma del sistema judicial, concebida para democratizarlo.
LA ULTRADERECHA Y EL CAOS
En medio de este clima contaminado y enrarecido, la «libertad avanza» dice el mandatario argentino, provocando una colosal y precipitada redistribución de la riqueza en su país, a favor de los sospechosos habituales, súper ricos que cotizan en la bolsa de Nueva York.
Un país con enormes reservas energéticas y de alimentos clama por un millón de infantes que languidecen de hambre, en espera de que termine el crudo invierno allí.
Y a propósito de lo anterior, mucho se habla, algunos horrorizados, de los progresos de la ultraderecha, tanto en nuestra región como en Europa. Y es bueno mencionarlo, porque la narrativa procaos forma parte de la retórica política de estas expresiones.
Es un hecho, la realidad muestra el ocaso de las variantes neoliberales, que dejó a las derechas tradicionales sin capacidad de concebir un proyecto colectivo, mucho menos para convencer lo que sea que estén haciendo. En la práctica, unas derechas se mimetizan con las otras, salvar al capitalismo es la orden a como sea. Mientras, el fascismo 2.0 pulula en los pasillos cibernéticos de las redes sociales digitales, donde impera la consigna: ¡solo nos interesan las emociones manipulables y no el razonamiento crítico y liberador!
¿QUÉ HACER?
En semejante clima de confusión y crueldades sin límites, en el cual las reglas universales de convivencia vuelan en pedazos, como cada niño palestino despedazado por una bomba made in usa, se vuelve un asunto de supervivencia la unidad de los que, aun con todo lo que está pasando, creen en un mundo mejor.
Ya no hay espacio para veleidades ni medias tintas, no hay posibilidades de quedar bien con Dios y con el diablo. De un lado el «caos constructivo», del otro el destino de la humanidad.
Solo se requiere valentía política para tomar partido, y no hay que ir al cosmos para encontrar un ejemplo. Ahí está la mil veces heroica Revolución Cubana, que enfrenta y ha salido victoriosa de prácticamente todas las variantes de agresión.
(Diario Granma)