El mismo día en que Francia estrenaba nuevo Primer Ministro en la figura del “centrista” François Bayrou, la agencia de calificación Moody’s rebajó en un escalón la calificación del país, que ahora se sitúa en Aa3 con perspectiva estable, frente a Aa2 con perspectiva negativa anteriormente.
De esta manera, Moody se autoinvita en la vida política francesa y censura la falta de aprobación del proyecto de ley de finanzas de 2025, como consecuencia de la reciente dimisión del efímero Michel Barnier tras ser reprobado en la Asamblea Nacional.
Según la agencia de calificación, «las finanzas públicas francesas se debilitarán sustancialmente en los próximos años», debido a que «la fragmentación política probablemente impedirá una consolidación fiscal significativa». Ello implicará un aumento de los costos de financiación, ya que «existe una probabilidad muy baja de que el próximo gobierno reduzca de manera sostenible el tamaño de los déficits presupuestarios más allá del próximo año (…) lo que podría crear un círculo negativo entre mayores déficits, una mayor carga de deuda y mayores costes de financiación”.
Ante todo ello, el nuevo primer ministro ha comenzado su andadura parafraseando a François Mitterrand diciendo aquello de que “por fin empiezan los problemas”. Ya durante su nombramiento destacó el “Himalaya fiscal” que queda por escalar y estimó que “los déficits y la deuda plantean un… problema moral” (sic).
Entretanto, según una encuesta encargada por el periódico Les Echos, 9 de cada 10 franceses se declaran inquietos por la degradación de la situación económica y describen la actual situación política como “caótica”.