¿Qué le puede esperar a un país que no mira por su futuro? La pregunta aparece abstracta y genérica pero concretándola un poco más se precisaría así: ¿Tiene futuro un país que no cuida a su población y en especial a la más joven?
Sin ser futurólogo se puede adivinar que si las condiciones materiales de vida actuales (y de no cambiar, las futuras más si cabe) de la gente son deplorables y el grado de explotación laboral alto, la combinación obtenida es un país sumido en la pobreza generalizada.
Esta reflexión viene a colación de la noticia reciente que ha sido objeto de conversaciones casuales entre gente que tiene hijos, amigos, hermanos, conocidos o directamente está en edades en torno a los 30 años. El porcentaje de propietarios de una vivienda menores de 35 años ha pasado de casi un 70% de 2011 a no llegar al 32% actual. La juventud no tiene futuro si no sabe ni donde va a poder vivir en los próximos años. La pauperización de los sectores más jóvenes de la población es tangible, tanto como los esfuerzos a realizar para el pago de un alquiler o una hipoteca.
Este hundimiento en porcentaje de propietarios contrasta con otra noticia, y es que 6 de cada 10 viviendas vendidas durante el año 2023 (datos de enero a octubre) fue pagada sin necesidad de hipoteca, es decir, “a tocateja”.
Sin ser un lince, se puede ver como los grandes fondos de inversión andan detrás para generar especulación y como el gobierno no sólo no hace nada sino que celebra que así sea. Que se lo pregunten al señor Oscar Puente, que en la red social X se vanagloriaba de que BlackRock invirtiera 60.000 millones de euros en la economía española.
¿Que los jóvenes no quieren trabajar? ¿Que no quieren tener hijos? ¿Que sólo piensan en ellos mismos? Con una mayoría en empleos que les absorben tantísimo tiempo durante jornadas que no permiten tener tiempo para el descanso y el ocio a cambio de un salario que no les permite ahorrar ni un céntimo al mes, las anteriores preguntas son puro cinismo.
Sometidos como estamos a subidas de tipos marcadas por el BCE y unos fondos “Next Generation” condicionados a unas medidas que ahogarán y someterán más si cabe poniendo en jaque a toda la siguiente generación -que metafórico los de los nombres-, el devenir de la juventud es cuanto menos poco halagüeño.
Lejos de las falsas peleas de matoncillos de película como las del señor Puente contra la otra parte del hemiciclo debe hallarse la juventud, que debe mirar a cotas más altas, a luchar por un futuro digno que les permita vivir y no únicamente sobrevivir.