No iba a escribir, llevo días resistiéndome a la idea, porque cada vez se me hace más doloroso este ejercicio y solo logra retrotraerme aquella fatídica madrugada, cuando el ministro, desgarrándose por dentro, nos dio la – en ese instante y para siempre- mala nueva…
No me repetiré recordando el dolor y las lágrimas de toda la familia, las más lacerantes fueron las de mi hijo y mi hija, acurrucados en la cama junto a su madre y a mí, cual si ese fuera el lugar más seguro del mundo; aquellos primeros minutos me resultaron una eternidad… antes de levantarme, vestirme, darle un beso a los tres y decirles la peor de las mentiras: vamos a estar bien.
¿Cómo estar bien sin ti? Ya el poeta lo diría: no me sueltes de la mano…
En fin, hemos sobrevivido, no estamos bien, estamos vivos y, para mí y otros millones de compatriotas, esta es la precondición esencial para seguir luchando por tus sueños, que son los sueños de los cubanos agradecidos y de cientos de millones de seres de este mundo que el imperio se empecina en despedazar.
Por ello, te sigo viendo vivo y presto para el combate, ¿recuerdas, en los días de Girón, cuando el Che te pidió que te preservaras, que tú eras la bandera? ¿Recuerdas que, antes de salir para la zona de los combates, le llamaste a Pinar del Río, y le dijiste: Che, se jodió la bandera, en alusión directa a tu decisión de estar allí, junto a tus milicianos, bajo el fuego de las balas y las bombas?
Pero el Che solo se hacía eco de lo ya sentenciado, antes del asalto al Moncada, por Abel: el que debe vivir es Fidel; y, años después, fue eso mismo lo que le pediste a Chávez: no te inmoles, tú debes preservarte… y tu hijo, Chávez, te hizo caso, y la historia fue hermosa, tras esa nueva victoria.
Entonces, has de aceptar que sigues siendo nuestra bandera, la más hermosa, y por ello te lloramos, con impotencia y dolor, pero con esa fe inquebrantable en la victoria que sembraste en nuestros corazones.
¡Nos vemos cuando pases revista a las tropas!
¡Hasta siempre papá!
¡Un beso grande!