Hace tiempo que parece que el independentismo ha perdido el rumbo. Y más, a raíz de la nueva presidencia de Salvador Illa en la Generalitat de Catalunya. ¿Cómo debe actuar a partir de ahora el independentismo? ¿Qué hacer desde la calle y las entidades? ¿Podemos esperar algo de los partidos? Lo analizamos con el presidente de la Assemblea Nacional Catalana, Lluís Llach .
— Desde el principio habéis dicho que la Asamblea debía hacer todo lo que estuviera en sus manos para que Salvador Illa no fuera presidente. Ya hace una semana que lo es. ¿Ahora qué?
—El trabajo de la Asamblea es siempre el mismo, trabajar por la independencia. Es evidente que con el señor Isla tendremos problemas de todo tipo, pero también tendremos algunas ventajas. Habrá cosas que ya no será necesario denunciar porque serán evidentes. Ahora teniendo en cuenta que su sombra sobre Catalunya debe durar cuatro años, creo que la Asamblea tiene mucho y mucho trabajo por hacer.
— ¿Qué trabajo?
—Debe ser beligerante porque de las instituciones, visto el gobierno que se ha formado, no podemos esperar demasiado. Al final, las ideas siguen siendo muy parecidas. La primera necesidad, para mí y mucha gente de la Asamblea, es renacionalizar al país. Rehacer todos los parámetros de convivencia nacional: lengua, cultura, estructuras… Realmente estamos en una situación crítica, el expolio fiscal ha hecho que el empobrecimiento de las estructuras autonómicas sea una emergencia, de la sanidad a la educación. Todo está hecho añicos. La Asamblea tiene mucho trabajo en este aspecto. Y es que el objetivo de la independencia necesita también de una nación fuerte.
— ¿Pero esto quiere decir que la Asamblea opta por reconstruir la nación y no la independencia?
—No, lo que nosotros queremos es facilitar la llegada a la independencia lo más rápidamente posible. Pero después trabajamos en un país donde las circunstancias reales condicionan nuestras acciones. Nos encontramos con que queremos la independencia en un país donde los parámetros nacionales se han debilitado mucho por culpa de una política errónea de los últimos seis años. Esto hace que mientras buscamos el camino más rápido para llegar a la independencia, debamos ayudar a rehacer los aspectos fundamentales que definen a un país. El problema es que ahora somos una colectividad disminuida. Por tanto, nosotros debemos trabajar por la independencia, trabajando por la lengua y las estructuras de país, para que la gente pueda ir a trabajar con unos trenes que funcionen, que las empresas y los autónomos tengan empresas que los favorezcan… Estamos así porque los partidos lo han hecho mal en los últimos años. El drama de todo ello es que la calle no ha fallado, lo que ocurre es que se ha cansado de ver la mediocridad. Unos votan con la pinza en la nariz, otros se abstienen, otros votan otras opciones… Esto debe rehacerse y picar piedra, y debemos exigir a los políticos que se pongan las pilas en unas circunstancias muy difíciles. No sé si lo harán, sinceramente.
— Estos días algunos políticos afirmaban que había terminado el proceso. ¿Comparte esta visión?
—El camino hacia la independencia no es como lo previmos en el 2012. El proceso no ha terminado, sólo acabará con la independencia. Todo lo demás son especulaciones y utilización del lenguaje. En 2017 aprendimos que el proceso sería más largo y difícil de lo que pensábamos, porque los recursos democráticos no son suficientes. Debemos intentarlo dentro de la democracia, pero con unos aspectos menos liristas y más partidarios del cactus. Debemos probar la desobediencia y la confrontación con el estado. Debemos poner en evidencia las carencias democráticas y sociales. Todo ello se ha convertido en un problema de supervivencia y, por tanto, el proceso es más necesario que nunca. El problema es que al mismo tiempo tenemos la esquina institucional totalmente desarbolada, por culpa de renuncias y contradicciones de los partidos, el señor Illa es presidente gracias a la señora Marta Rovira. Hace un mes era impensable, teniendo en cuenta qué decía ella misma. Claro, en una semana se cambia de objetivo, de semántica y de principios… Y de repente, todo va al revés. Es muy difícil de entender.
— ¿Qué no entiende?
—Es contradictorio con lo que piensan en principio. Hasta ahora, no he dudado de que sus dirigentes, sobre todo Marta Rovira, y más gente que conozco, sean independentistas, pero eso que hacen es un desaguisado para el independentismo. En el momento que estamos, el independentista no es quien se define, sino quien lo practica. En ese momento de confusiones absolutas, podemos decir que ERC se define como independentista, pero no lo practica. Han permitido la llegada del presidente más españolista que se ha tenido nunca en Catalunya, y de creencia absolutamente derechista. Es un desaguisado absoluto y, perdona que me repita, aquí los únicos que no fallan es la gente en la calle. Los independentistas siguen siendo independentistas, aunque haya una abstención enorme. Hay un desengaño de la gente que antes votaban a izquierdas y ahora ya no se sabe qué votan.
— Por tanto, ¿qué debe hacer la gente de la calle?
—Unirnos, mirarnos a los ojos y continuar. La Asamblea tiene más trabajo que nunca. Y como es la única entidad que trabaja exclusivamente por la independencia, sin matices –como quizás tienen otros compañeros de viaje que, a pesar de ser independentistas, deben matizar porque tienen otras funciones sociales–, a nosotros nos tocará picar piedra .
— Según esto, ¿entiendo que ha dejado de contar como independentistas los votos de Esquerra Republicana?
—Hombre, mientras no practiquen el independentismo, no sé cómo podemos considerarlos. Primero es un partido con los votos muy divididos. Y segundo, con sus votos, en la práctica, mantienen un gobierno con nombres como Jaume Duch y Ramon Espadaler. ¿Cómo se entiende esto? Esto no es un gobierno independentista en modo alguno, más bien lo contrario.
— Ha sido muy duro con Esquerra Republicana estos días. ¿Ha hablado con alguno de los dirigentes? Siempre ha tenido mucha relación con Marta Rovira.
—No, no hablo, no. Hablé con Marta Rovira y la abracé muy fuerte cuando llegó del exilio, pero como después no lo entiendo y le aprecio mucho, humanamente, no me atrevo a hablar porque le debería decir que no lo entiendo y que lo que ha hecho es un desastre absoluto. Yo la veía a ella como una esperanza para corregir estrategias equivocadas de quien era presidente, y resulta que al final casi peor. Tienen que arreglarlos ellos, yo sólo opino. Yo no entiendo nada… Como no entiendo lo que ocurrió en el Ayuntamiento de Barcelona. La gente fue a votar, y entonces lo anulan, y no vuelven a votar más. Pero, en cualquier caso, éste es su problema. Nosotros lo que debemos hacer es picar piedra.
— Pero puede haber gente que es de Esquerra Republicana y de la Asamblea y cuando os oye hablar en un discurso tan crítico hacia su partido, se siente excluido.
—Espero que no, porque para nosotros, en la Asamblea, los demás colectivos no son trascendentes. Piensa que nosotros tenemos secretarios nacionales que son de ERC. En la ANC nunca se pregunta a quién votas… Lo importante es que sean fieles a los estatutos y objetivos de la Asamblea. Yo parto de la base de que el ciudadano considera a los partidos como herramientas de transformación. No comparto la visión que en ocasiones tienen los militantes, que se crean unas cúpulas, unas burbujas en las que hay muchas complicidades y ambiciones. Todo esto religa y al final la herramienta acaba siendo una finalidad en sí misma. Esto es un gran error, entre otras cosas promocionadas por una ley electoral espantosa. Que esta gente del partido, herramienta, es más importante que la finalidad, quizá se sientan ofendidos, pero un independentista de ERC que quiere que su partido actúe como independentista entenderá mis palabras. Necesito que alguien me explique por qué lo han hecho, porque entonces entenderemos qué ocurre en ERC, pero de momento no entiendo nada. ¿Esquerra Republicana ha dejado de ser independentista para convertirse en federalista? ¿Y esto, dentro de veinte años o cuarenta, llevará a la independencia? Quizá sea su opción, pero que lo digan. Lo que no puede ser es declararse independentista, decir que vienes a terminar el trabajo, y encontrarte con esto.
— Afirme que ahora lo más importante es que la calle se vuelva a activar. ¿Es importante que lo haga unido? Esta Diada las entidades han dado un paso adelante y organiza la manifestación conjuntamente.
—Es muy importante la Diada. Cabe recordar que la calle es quien no falla. Los políticos se atreven a decir que la abstención no es su fracaso, sino que es culpa de los votantes. Es surrealista. Ahora resultará que los abstencionistas y los que votamos equivocados, jodemos al aire al país. No, la cosa es el revés. Los votantes votan las herramientas que creen que les llevan a sus objetivos sociales. Y, por tanto, estamos no sé cuántos, cientos de miles, buscando a alguien que nos vehicule hacia nuestros anhelos colectivos como independentistas. Y mientras no haya esa gente, es necesario que las entidades seamos fuertes. Nosotros somos capaces de movilizar a mucha gente, en cambio, esto no tiene ninguna correspondencia en las instituciones.
— Por tanto, ¿podemos decir que después de unos años complicados, se han podido rehacer puentes entre las entidades?
—Sí, se ha logrado, ha habido un cambio. Y creo que es importante porque creo que parte del desánimo que hay entre la gente es que veían que el Consejo de la República, Òmnium Cultural, AMI y ANC iban cada uno por su lado. Parecía que el proyecto de uno no era admisible para los demás. Por tanto, lo primero que teníamos que hacer era recosir. Eso sí, lo que debemos saber es que a veces el militante de la ANC encontrará que cuando hacemos un comunicado conjunto con una entidad municipalista, por ejemplo, que es gente de partido, deberemos cuidar el lenguaje. Creo que esto no debe ser ningún problema mientras sea algo de lenguaje. Lo importante es que todo el mundo entienda en el trasfondo el trabajo de cada uno, porque sólo así somos fuertes, porque abarcamos un aspecto muy amplio del independentismo. Todos debemos entender que cada uno tiene su función, y que esto no significa estar peleado permanente con el otro. Habrá momentos en los que la colaboración será fácil, ya veces no será posible, pero sí debe existir el respeto de entender cuál es la función de cada uno. Por ejemplo, Òmnium siempre ha intentado tejer entendimientos. Recuerdo con mucho amor cómo Cuixart intentaba convencer a Colau. Entiendo que esta seguramente era su obligación, aunque también entiendo a los más radicales que le decían que cuando convenciera a Colau ya la habría ganado. Estoy convencido de que el ensanchamiento no vendrá por la convicción ideológica, sino por la práctica. ¿Cuánto cuesta a los catalanes ser españoles? Esto es lo que debemos explicar. ¿Cuántos miles de millones nos cuesta cada año. Cataluña es tratada como una colonia, todos los datos lo dicen. Y no sólo Cataluña, también la Comunidad Valenciana y las Islas.
— De hecho, ésta es la idea de esta Diada…
—Nosotros tenemos tres motivaciones para hacer la manifestación de la Diada que hemos pensado este año, que es descentralizada. La primera es que no hace falta que nos contemos, los independentistas somos muchos, y el Onze de Setembre debe ir mucho más allá de eso. Ya nos hemos contado. E incluso cuando preveían que iba a ser un desastre, no lo ha sido. Somos muchos y muchos y muchos. No debemos ponernos a prueba cada año. Que en Cataluña hay un porcentaje altísimo de independentismo, lo sabe New York Times, el Político y todas las cancillerías europeas, ¡no jodamos! Por tanto, ¿por qué debe servir el Once de Septiembre? Debe servir para que la gente que está desmovilizada, que es mucha, se sienta útil.
— ¿Y cómo se hace esto?
—Primero, trabajando el país, la tierra, la comarca… Preguntándose por las necesidades del entorno más cercano y trabajar por conseguirlas. Por eso, hemos hecho que esta Diada haya cinco puntos, y en cada uno hemos intentado encontrar motivaciones que les afectan directamente. Por ejemplo, en Tortosa saldremos a la calle por el agua y las estructuras de país. Creo que este tipo de objetivos pueden motivar a las asambleas locales. Y por último, queremos denunciar el robo. Queremos denunciar que somos una colonia de una España en matriz castellana que conquistó toda la periferia y que la ha colonizado. Debemos poner de relieve esta frase que digo muy a menudo: ¿Cuánto nos cuesta ser españoles a los catalanes?
— Estos años lo hemos contado poco. ¿El independentismo, con la represión, ha echado muchos sentimientos?
—Poner el independentismo a nivel sentimental es un error. Nos ocurre esto porque nos destrozan el país con el 155. Y convierten a la Generalitat en una herramienta de dominio colonial. Antes quizás también lo era, pero de una forma más disimulada, ahora no. Y, por tanto, pese a que los partidos independentistas pactan, tienen por delante a una Generalitat que no puede hacer nada. El problema no es sentimientos. La cosa es que nos hemos dedicado a sobrevivir. Es que nos las pegan por todas partes: ¡mira las escuelas, venga sentencias! ¿Y qué hacemos? La Generalitat no tiene la capacidad para mirar y controlar cómo funciona la inmersión lingüística en las escuelas. Es así de triste. Y esto ocurre con todo. Ahora mismo hay una situación desastrosa, no sirven ni para detener al presidente Puigdemont, ¡es fantástico! [Ríe]
— En todo lo de Puigdemont, se ha dicho que la Asamblea tuvo un papel importante. ¿Es cierto?
—¡Tanto como pudimos! ¿Qué pasa algo? Defendimos a un presidente en el exilio, que además es diputado y quiere volver. Me inculpo de haberlo hecho con muchos compañeros de la Asamblea. ¿Cómo detener a un diputado electo sin ir contra la ley del propio parlamento? Porque hay unos jueces prevaricadores. ¿A quién debemos obedecer? ¿A los jueces prevaricadores? ¿O en el parlamento? Los Mossos parecen tenerlo claro. Como decíamos, se han convertido en una herramienta colonial y, por tanto, es necesaria una reforma de la Generalitat absoluta.
— ¿ Sabías qué iba a pasar aquel jueves?
—No, nadie lo sabíamos. Se dio por entendido que quien decidiría en el último momento qué se haría sería el presidente Puigdemont. La previsión no era lo que acabó ocurriendo. El presidente Puigdemont venía para entrar en el parlamento, hacer su debate parlamentario ya partir de ahí verían lo que habría pasado. Ahora, es un diputado electo que llega aquí y se encuentra cuatrocientos policías… Y resulta que puede escabullirse. Parece lo de las Galias de Astérix y Obélix.
— El jueves, los Mossos d’Esquadra arrojaron gas pimienta contra los manifestantes. La Asamblea ha pedido que la gente le haga llegar sus experiencias…
—Tantas denuncias, tantos vídeos, tantos materiales fotográficos o testimonios personales como sea posible, por favor. Porque ya está bien. No entiendo el comportamiento de una policía que sabe que mayoritariamente la gente es mayor y que les ataca con un gas que puede causar problemas respiratorios gravísimos. Piensa que había gente de setenta años y ochenta. Gasearon a sus abuelos y padres. Quizás no estaban personalmente, sus familiares, pero simbólicamente sí. Por tanto, pedimos todo el material que se pueda para poner una denuncia a los tribunales. Que se pongan en contacto con la Asamblea.