La paradoja de la amnistía de octubre de 1977 es que tuvo la exigencia de que se aceptara como si fueran un mismo plano: al torturador franquista que a los militantes antifascistas. Una especie de tabla rasa que contenía en su interior una tragedia histórica: dejar impune al fascismo y sus hacedores.
La palabra amnistía resuena ahora en los parlantes de la derecha más casposa con ira. Intentan hacer ver a la ciudadanía que los que auspiciaron un referéndum para que la gente que vive en Catalunya decidiese su futuro, y en función de ello avanzar hacia una república independiente, son criminales y no merecen perdón. Hay más de 1400 personas implicadas en «delitos» contra el Estado por el 1-O, pero los PP/Vox necesitan resumirlo (sus huestes nunca fueron especialmente lucidas) en una palabra: Puigdemont.
Así que han tirado de autobuses, bocadillos y banderas para rejuntarse en Madrid y aplaudir como se merecen a los Aznar (el mismo que quiso invadir Iraq y causar miles de muertos) y Ayuso, que para eso sus medios lo transmiten en directo. El PP ha encontrado un filón electoral en el anticatalanismo y van de apoyar el «a por ellos, oé» cuando partía la tropa a reprimir en Catalunya a la «amnistía no» y «Puigdemont a prisión». Erre que erre.
Consultamos las hemerotecas para ver si cuando el intento de golpe (este sí real) de Tejero y sus guardias civiles, la derecha salió a la calle para negarse a que los golpistas saliesen de prisión. Y no encontramos más que silencio cuando no comprensión, y el consabido hay que pasar página. ¿Será que la hipocresía también es una cuestión de clase?