De nuevo otra explosión de democracia en estado puro. ¿Recordáis lo que se decía de Irán hace un año, eso de «levantamiento revolucionario del valiente pueblo de Irán» por las manifestaciones por la muerte de una mujer en una comisaría? No, qué vais a recordar. La memoria occidental no supera los cinco segundos, y la retención de las cosas ni siquiera llega a ese tiempo. El muy democrático Occidente comenzó a sancionar a Irán por la «represión», (y acaba de volver a hacerlo por «continuar con la violación de los derechos humanos»). Entre medias, el bocazas que funge de Alto Comisionado de Política Exterior de la UE habló del «jardín» occidental frente a la «jungla».
El «jardín en flor», como dijo el bocazas Borrell, se está secando mientras la jungla es la que florece.
En Alemania se está discutiendo la posibilidad de ilegalizar a Alternativa para Alemania porque no solo están arrasando en las encuestas, sino que ya ganan elecciones pese al «cordón sanitario» de todos los demás, como ha ocurrido en Sonnenberg (Turingia). El «todos contra ellos» no ha funcionado. Es de locos este argumento, que está llevando a que todos se alíen contra el enemigo «porque ataca la democracia». Ni una autocrítica, por supuesto. Ni siquiera en la pretendida izquierda de Die Linke, que se hunde y se hunde sin remisión apoyando esta estrategia y apostando por los candidatos democratacristianos como «mal menor» como fue el caso de Sonnenberg.
Es la renuncia constante, la dejación, el miedo de Die Linke lo que les lleva a esta situación y el camino que han abandonado lo ha recogido Alternativa para Alemania. Tienen planteamientos de extrema derecha, cierto, pero arrasan en los barrios obreros. El por qué es una pregunta incómoda para la progresía, cómoda en los sillones y sin tener en cuenta las inquietudes de «los de abajo», como bien expresó la niñata de Los Verdes que ejerce de ministra de Exteriores en su visita a Brasil porque no se apoya a los neonazis del país 404, antes conocido como Ucrania. Vivir para ver, porque Alternativa para Alemania se opone al armamentismo y a la entrega de armas a los neonazis del país 404 «porque está empobreciendo a nuestra gente». Y tan importante como eso es que abogan por abandonar el zombi de la Unión Europea. Dos señas de identidad que ha abandonado la pretendida «izquierda», tipo Die Linke.
En Gran Bretaña se acaba de conocer un informe demoledor que dice que uno de cada siete británicos pasó hambre en 2022. El informe menciona el eufemismo de «pobreza alimentaria» (se es pobre no solo en alimentos, pero esa es la neolengua políticamente correcta de la progresía) y habla de que 11’3 millones de británicos (la población total es de 67 millones) «experimentaron inseguridad alimentaria en 2022«. Traducido: se quedaron sin alimentos, o no pudieron pagarlos, o comieron menos, o perdieron peso. Pero hubo y hay dinero para las armas de los neonazis del país 404. Y dice algo que es tremendo: «es mucho más probable que los adultos en edad laboral necesiten recurrir a un banco de alimentos antes que los jubilados».
Súmese a ello que el 26% de esa población «en pobreza alimentaria» no enciende las luces porque no puede pagar la factura, o que el 38% no enciende la calefacción para combatir el frío. O sea, que están también en «pobreza energética», siguiendo es esperpento del lenguaje políticamente correcto de los «progres» y su miedo atávico a decir, simplemente, que son pobres, que la pobreza aumenta y se extiende en toda Europa.
Y está Francia y su enésima revuelta. No veréis ni oiréis nada sobre el «levantamiento revolucionario del valiente pueblo de Francia», por supuesto. Así es la lógica occidental, que lleva hasta el absurdo de celebrar una «cumbre por la democracia en Irán» cuando Francia arde.
Os lo he dicho muchas veces: Occidente no tiene remedio, es irrecuperable.
Porque es sabido que lo que hay en Francia son «hordas salvajes», al contrario que en Irán donde «un pueblo valiente lucha por su libertad».
Esto es el comunicado oficial de la policía, la muy democrática policía francesa. Lo que hay son «hordas salvajes» y «minorías violentas». «Plagas» a las que hay que combatir.
Fijaos cómo termina, dando toda una lección aún mayor de democracia que la dada en el texto anterior: «Hoy la policía está en combate porque estamos en guerra. Mañana estaremos en resistencia y el gobierno tendrá que tomar conciencia de ello”. Como veis, la negrita es suya. Están pidiendo, lisa y llanamente, una mayor licencia para matar y amenazan abiertamente si no lo consiguen. Democracia pura, estilo occidental. La fascistización de todo. Por eso Macron dio carta blanca a la represión de la revuelta «sin tabúes».
Y frente a esto, la progresía hace un «llamamiento a la calma» haciendo el juego al sistema sin tener en cuenta que el sistema no paga traidores. Son el Partido Comunista, el socialista y Los Verdes, todos ellos integrantes de La Francia Insumisa que, como tal, mantiene silencio y no condena las protestas y eso ha llevado a Macron a acusar a esta fuerza de «explotación inaceptable» de la revuelta.
La progresía, sí o sí, le hace el juego a Macron y refuerza la represión policial. Más tras el comunicado policial anterior al que, por cierto, ni siquiera mencionan. ¿Hace falta recordar, también, que en el estado canalla, más conocido como España, «el gobierno más progresista de la historia» no ha derogado la Ley Mordaza, que otorga poderes ilimitados a la policía? En Francia, el PCF se justifica diciendo que «hay que defender los servicios públicos, no atacarlos» para terminar diciendo lo de siempre «condena de la violencia, venga de donde venga». Un discurso que pone al mismo nivel la explosión de ira contra la violencia policial y el racismo que la represión. Porque no son hechos aislados, sino que es una constante en el comportamiento policial. Véase, si no, como actuó la policía contra los «chalecos amarillos».
El gobierno francés, que ya desoyó y reprimió no solo a los «chalecos amarillos» sino a los huelguistas contra la subida de la edad de jubilación, es, pese a ello, débil y terriblemente impopular. Pero no será la pretendida izquierda quien se beneficie de ello, sino la extrema derecha. Es una norma del capitalismo occidental enfrentar la escasez de mano de obra con trabajadores extranjeros, a los que discriminan, mantienen en la pobreza y relegando a guetos. Tienen salarios más bajos, peores condiciones laborales y más paro. Si a eso se le añade el racismo, el cóctel está servido. De cosas como esas son de las que se está aprovechando Alternativa para Alemania. Y está, además, el irracional servilismo y vasallaje europeo a EEUU que está en el origen del empeoramiento de la situación económica de Europa debido a la crisis del país 404.
Pero hay un pero. Es un acto espontáneo de rabia, no es una revolución. La «clase política», sin excepción, teme que las protestas se extiendan fuera del marco étnico y cultural de los inmigrantes y se conviertan en una guerra de clases sin cuartel, que hasta ahora ha logrado posponer pese a la resistencia generalizada al aumento de la edad de jubilación. La pretendida izquierda no solo está al margen, sino que lo combate. La otra, ni se sabe. Sin fuerza organizada alguna, la revuelta se extinguirá aunque antes está demostrando que «el jardín occidental en flor» se quema. Literalmente.
Una pregunta: ¿dónde está toda esa solidaridad mundial con Francia? ¿o no tiene nada que ver con la moda del Black Lives Matter y las vidas musulmanas e inmigrantes no importan?