Uno de los cuentos emblemáticos de la literatura mundial es «Alicia en el país de las maravillas», de Lewis Carrol. Dentro de él, y al margen de Alicia, uno de sus personajes emblemáticos es El Sombrerero Loco. Leedlo, releedlo o buscad por ahí algo de él. Este personaje es la plasmación de lo que es hoy el Occidente colectivo: un tipo que por intentar matar el tiempo vive permanentemente en las seis de la tarde, la hora del té. Carrol era inglés y, en su época, esta hora no era fija sino que se situaba entre las 4 y las 7. Pero como símil, vale perfectamente.
Aquí estamos ahora, en el Occidente colectivo comportándose como el sombrerero loco: desquiciado, inmóvil y celebrando lo que no se puede celebrar, como el «no cumpleaños» que hoy equivale a su hegemonía. Además, el sombrerero loco vive en un mundo donde lo que no hay es sensatez precisamente.
Una hegemonía que hace aguas cada segundo (no hay más que ver el sonoro fracaso de toda la movida estadounidense y sus cruzados navales para intentar evitar los ataques hutíes a los barcos occidentales que comercian con el IV Reich), sus «valores» son un inmenso montón de mierda y su pretendida «superioridad moral» ha quedado hecha añicos con el apoyo mostrado al genocidio y limpieza étnica del IV Reich sionista en Gaza. No es que el jardín se marchite, sino que es un erial.
A los datos económicos del otro día, sobre cómo el euro está desapareciendo como moneda de recurso en las transacciones financieras internacionales, hay que añadir ahora otro mucho más demoledor aún: el reconocimiento de que el 20% de todas las transacciones petrolíferas que se hacen en el mundo ya no son en dólares.
Lo que comenzó en 2015 de la mano de China con su comercio petrolero al poner el marcha la Bolsa de Petróleo de Shanghái, ahora ha cogido cuerpo y marcha. Una marcha hacia adelante constante. Si os molestáis en pinchar, entonces os decía que China no tiene prisa, no es como Occidente. China lo hace todo siempre a largo plazo (no en vano fue quien implementó aquello de «guerra popular prolongada»). En 2018 ya se había hecho con el control del 6% del comercio petrolífero, que no cotizaba en dólares sino en yuanes. Esa proporción ahora llega al 20% (no solo en yuanes, también en rupias indias y dirhams emiratíes, aunque en mucha menor medida)
Cuento todo esto porque desde el día 1 hay nuevos países en los BRICS, tres de ellos potencias petroleras de primer orden: Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Si se ha llegado a este porcentaje sin ellos -contando con ellos, pero sin formar parte de ninguna alianza como es el caso de ahora- ¿cuánto de rápido se aumentará ese porcentaje? Buena pregunta, para la que hay que esperar todo este año que, además, es Rusia quien preside los BRICS ampliados.
Una pista de por dónde van a ir las cosas la ha dado Putin en su discurso del 1 de enero en el que dijo que la prioridad de Rusia en la presidencia de los BRICS ampliados será “mejorar el papel de los BRICS en el sistema monetario internacional, ampliando tanto la cooperación interbancaria como el uso de monedas nacionales en el comercio mutuo”.
Esto coincide con la tendencia general del derrumbe occidental en todos los aspectos: político, cultural, militar y económico. Tras la paliza militar que está recibiendo en el país 404, antes conocido como Ucrania, y en Gaza, lo relevante es la economía. El año 2023 había comenzado con el dólar como principal moneda de referencia en cuanto a moneda de reserva mundial con el 59’79% del total de monedas de reserva en poder de los bancos centrales y en el tercer trimestre de ese año, último del que hay datos, se sitúa en el 59’17%. La perspectiva es que puede caer por debajo del 59% este último trimestre. Y eso es demoledor, aunque todavía siga manteniendo el predominio. La caída es lenta, pero es una caída constante porque son miles de miles de millones de dólares menos en circulación.
Los sombrereros locos occidentales dicen que esta tendencia, con ser preocupante, no es un indicador de la «muerte» del dólar porque «en Occidente, ninguna moneda no occidental competirá con el dólar». Cierto, Occidente en pleno es vasallo de EEUU (hasta el punto de que paga el gas que le compra, en sustitución del ruso, cuatro veces más caro y en dólares, ni siquiera en euros) y nunca enojará al jefe de la mafia. Así que siguen mirando su reloj, permanentemente situado en las seis de la tarde. Para Occidente, el mundo sigue igual. Una y otra vez. Y sigue haciendo lo mismo, una y otra vez. Y espera los mismos resultados, como el sombrerero loco echando el té una y otra vez.
El sombrerero loco tiene gente sentada a su mesa: el FMI. Presta y rauda, su presidenta, que no es liebre sino lirón, acaba de decir que «los factores geopolíticos están causando divisiones en la economía global» y que «si se permite que continúe la fragmentación económica, eventualmente causará una pérdida del 7% del PIB global, lo que equivale aproximadamente al PIB anual combinado de Francia y Alemania». Dos curiosidades de quien se sienta a la mesa del sombrerero loco: lo ha dicho un día después del discurso de Putin y toma como ejemplo a dos países occidentales.
Así que a seguir en la ceremonia del té, apretados al fondo de la mesa cuando hay sitio de sobra, insistiendo en decir cómo se tienen que hacer las cosas. Y repitiendo que siempre son las 6 de la tarde.