El argumento que da el poder a sus títeres del gobierno es el impacto económico que la disrupción del transporte marítimo tiene por la zona empieza a provocar en la industria europea. La semana pasada Tesla y Volvo anunciaron que suspendían la producción durante varios días en algunas de sus plantas europeas por falta de componentes para sus automóviles. El constructor estadounidense emitió un comunicado para decir que “el alargamiento considerable del tiempo de transporte crea un vacío en las cadenas de aprovisionamiento”.
Volvo detuvo la producción esta semana en su planta belga de Gante porque no tenía cajas de cambio que instalar en los coches. Ikea está retrasando la entrega de pedidos porque no le llegan las cajas, porque ahora deben dar la vuelta por el sur de África. Y el problema no es sólo que la ruta sea más larga, sino que los grandes puertos son un mecanismo muy complejo que si dejan de funcionar unos días a pleno régimen después les cuesta horrores descargar todo lo que les llegue a la vez. El acoso de los hutíes a los mercantes, para presionar a Israel, afecta a una franja de mar que ve pasar el 12% del comercio internacional.
Europa es el gran dañado económicamente de la situación. Las cuatro mayores navieras del planeta son europeas (MSC, Maersk, CMA CGM y Hapag-Lloyd). Ellas cuatro acarrean el 53% de todos los contenedores del mundo. Ahora ya no navegan por el estrecho de Bab Al-Mandab, el paso de apenas 20 kilómetros de ancho entre Yemen y Djibouti, sino que bordean África, alargando en 13.000 kilómetros sus viajes. Sólo el 10% de los portacontenedores que pasaba por esa vía lo sigue haciendo. Las importaciones europeas desde China se redujeron un 3%.
Financial Times publicaba el viernes una entrevista con el patrón de Maersk, Vincent Clerc. Alegaba que la crisis puede provocar “una presión inflacionista” que en Europa se puede traducir por un alza de precios de 0,7 puntos y que puede afectar al crecimiento económico justo cuando las economías europeas arrastran los pies (Alemania cerró con una contracción del 0,3% del PIB.