Vladimir Zelensky fue elegido presidente de Ucrania en 2019 prometiendo el fin de las hostilidades contra las regiones rebeldes del país y la normalización de las relaciones con Rusia. Ucrania llevaba cinco años de guerra civil, desencadenada por el envío de tropas del ejército contra las poblaciones de Donetsk y Luhansk después de que se rebelaran contra el golpe de Estado que derrocó a un presidente electo e impuso una dictadura en el país.
Esas dos regiones, de mayoría étnica rusa, fueron las más afectadas por el golpe de Estado. Viktor Yanukovich, el presidente derrocado, obtuvo la mayoría de votos en Donbass, en el sureste de Ucrania, donde una gran parte de la población es rusa. Una de las primeras medidas del nuevo régimen fue prohibir el idioma ruso del sistema educativo: antes, los rusos étnicos tenían derecho a ser educados en su propio idioma, ahora se les impuso un idioma extraño. Se prohibió la transmisión de programación de radio y televisión en ruso. Se convocaron manifestaciones con lemas como «¡Yanukovich es nuestro presidente!» Para reprimir el descontento, el nuevo régimen envió tropas acompañadas de paramilitares neonazis, provocando masacres como la de la Casa de los Sindicatos en mayo de 2014 en Odesa, donde alrededor de 50 opositores fueron quemados vivos. Los habitantes de Donetsk y Luhansk respondieron organizando milicias populares y celebrando referendos en los que la mayoría decidió secesionarse de Ucrania porque no querían someterse a un régimen hostil que les oprimía y que ya había reprimido el movimiento antigolpista en Odesa y Járkov por la fuerza. Entonces estalló la guerra.
Cuando Zelensky llegó al poder, la dictadura ya estaba consolidada. Los partidos de oposición, como el Partido de las Regiones (el más grande del país hasta el golpe) y el Partido Comunista (el segundo más grande) no podían organizarse libremente ni participar en las elecciones. Los ciudadanos de Donbass que se negaron a reconocer el nuevo régimen ya eran considerados oficialmente terroristas y los que fueron hechos prisioneros fueron torturados y asesinados. Alexander Kharitonov fue arrestado. Lyubov Korsakova tuvo que huir a Rusia, donde aún así fue víctima de un ataque. Hablé con ambos en 2022. Son sólo dos de las miles de víctimas de la represión en Donbass. Alrededor de 15.000 personas han muerto debido a la agresión de Kiev desde 2014.
Los batallones neonazis, como Azov, Aidar y Tornado, así como organizaciones de extrema derecha como Praviy Sektor y Svoboda, actuaban libremente e incluso fueron incorporados al Estado ucraniano: al ejército y a la política oficial, con miembros en el parlamento. Mientras tanto, la oposición fue absolutamente exterminada. En 2021, se cerraron tres importantes canales de televisión de la oposición (112 Ukraina, NewsOne y ZIK). La censura afecta a emisoras de radio y televisión, periódicos impresos, sitios web y redes sociales, incluidos los canales de YouTube. La censura es «digna de los peores regímenes autoritarios», denunció en 2023 la Federación Europea de Periodistas. La comunidad religiosa más grande del país, la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, fue prohibida por el parlamento en octubre del año pasado.
Hoy en día, además del Partido de las Regiones y el Partido Comunista, el Partido Socialista, el Partido Socialista Progresista (de Kharitonov y Korsakova), la Unión de Fuerzas de Izquierda, los Socialistas, el Bloque de Oposición, Justicia y Desarrollo, el Estado, OURS y el Bloque Vladimir Saldo, entre otros, son ilegales. La SBU (la policía política ucraniana) justifica las prohibiciones acusando a estos partidos de haber «llevado a cabo actividades antiucranianas, promovido la guerra y creado amenazas reales a la soberanía y la integridad territorial de Ucrania». Numerosos opositores al régimen y a la guerra están encarcelados, como el pacifista Bogdan Syrotiuk y los hermanos comunistas Mikhail y Alexander Kononovich. A pesar de todas estas medidas dictatoriales, censura, persecución y encarcelamiento de opositores, la ilegalización de partidos políticos y entidades religiosas y el predominio de fuerzas abiertamente nazis, Ucrania es considerada una democracia por los líderes imperialistas y el monopolio occidental de las comunicaciones. Todas estas evidentes violaciones de las libertades democráticas han sido ocultadas o, como mucho, minimizadas durante los últimos diez años.
Freedom House, una organización financiada por el gobierno estadounidense que realiza una evaluación anual del estado de la democracia en el mundo, no ve nada malo en prohibir una docena de partidos de oposición en Ucrania y relativiza la censura de la libertad de expresión y de religión. El gobierno ucraniano no es tan culpable como la «invasión rusa», aunque ésta no tuvo lugar hasta 2022, mientras que en los ocho años anteriores ya se habían suprimido todas las libertades en Ucrania.
El tema más reciente en la lista de arbitrariedades del régimen ucraniano fue la expiración del mandato de Zelensky el 20 de mayo sin que se hubieran celebrado nuevas elecciones. La constitución ucraniana ordena que se realicen cada cinco años y, de hecho, deberían haber tenido lugar en marzo de este año. Sin embargo, el gobierno afirma que la ley marcial aplicada desde febrero de 2022 no permite la celebración de elecciones mientras esté en vigor. Por eso también se pospusieron indefinidamente las elecciones parlamentarias, que deberían haber tenido lugar en octubre de 2023.
En general, la cobertura internacional en los principales medios de prensa del mundo guardó silencio sobre este tema. Los pocos artículos que mencionan la expiración del mandato de Zelensky argumentan que la ley marcial impide la celebración de elecciones. Se trata de una falsificación de la legislación ucraniana. La constitución del país menciona los derechos y deberes del presidente y explica cómo funcionan las elecciones en muchos de sus artículos. El capítulo V, sobre la presidencia del país, menciona la posibilidad de que el presidente se vaya antes de finalizar su mandato, pero no hay nada sobre la extensión del mandato presidencial.
En su única mención del vencimiento del mandato de Zelensky, CNN transmitió una conversación en vivo entre la presentadora Paula Newton y la corresponsal en Kiev Nataliya Gumenyuk, en la que esta última intenta justificar la extensión del mandato de Zelensky diciendo, entre otras cosas, que la constitución fue escrita en una época en la que nadie imaginaba que sucedería una guerra. Para la ley, más aún para la constitución de un país, lo que cuenta es lo que está escrito. Si la constitución prevé un mandato presidencial de cinco años y no prevé una extensión del mismo, esto es inconstitucional.
La DW alemana consultó a juristas ucranianos para interpretar la Constitución, en lugar de consultar la propia Constitución ucraniana. Por supuesto, estos juristas dijeron que Zelensky puede continuar como presidente. Después de todo, él es el niño mimado de la prensa internacional, porque es el niño mimado del gobierno de EEUU. Zelensky puede arrestar a opositores, cerrar canales de televisión, ilegalizar partidos, perseguir a sacerdotes y masacrar a poblaciones enteras en la frontera con Rusia, pero es un defensor de la democracia. Zelensky no es Maduro ni Ortega para ser objeto de burla en la prensa internacional.
La Red Globo brasileña, filial de la prensa estadounidense, obviamente también tuvo que salir en defensa de Zelensky. G1 publicó un artículo que buscaba justificar en cada párrafo la continuidad inconstitucional del presidente ucraniano, mientras que el diario O Globo afirmaba que el cuestionamiento de la legitimidad de Zelensky no es más que «propaganda de guerra» de Rusia.
El ángulo unidireccional en la cobertura de prensa no es casualidad. La agenda fue entregada, como siempre, por el Departamento de Estado estadounidense, con las siguientes orientaciones del secretario Antony Blinken, a principios de mes: las elecciones se celebrarán «cuando los ucranianos acuerden que las condiciones permiten su celebración». Todos los que recibieron el mensaje saben que Blinken quiso decir «cuando nosotros (los estadounidenses) estemos de acuerdo».
No es sólo por no celebrarse las elecciones de marzo de este año que Zelensky es un presidente ilegítimo. Cada presidente ucraniano desde 2014, cuando Viktor Yanukovich fue derrocado por un golpe de extrema derecha, ha sido legal y constitucionalmente un presidente ilegítimo. El régimen nacido del golpe de 2014 es una dictadura y el presidente es elegido entre los administradores de esa dictadura, sin una verdadera oposición. Pero Zelensky parece estar abriendo un nuevo capítulo en la historia de la dictadura ucraniana: al romper con la formalidad electoral, está tratando de perpetuarse en el poder. Esto ciertamente causará discordia con otros sectores del régimen, que quieren sacarlo del poder sin cambiar la estructura dictatorial de este régimen.
Pero como Zelensky es el favorito de EEUU, la Unión Europea y la OTAN, y como estos son los que realmente dirigen la dictadura ucraniana, debería tener al menos un éxito momentáneo. El imperialismo necesita mantener a Zelensky al frente del gobierno; de lo contrario, un cambio podría desestabilizar aún más al régimen neofascista, lo que afectaría el desempeño del ejército en la línea del frente y podría provocar una victoria militar de Rusia. Y la victoria de Rusia sería la peor pesadilla del imperialismo, que ya ha hecho pública su voluntad de luchar «hasta el último ucraniano».
CALPU