En la sociedad estamental del Medioevo, estaban los que guerreaban (la nobleza), los que rezaban (el clero) y los que trabajaban (el pueblo campesino); y por encima de todos ellos, el rey (el mayor de los nobles).
Leemos en prensa, en un día de la marmota que se repite continuamente, que las autoridades europeas de Bruselas “advierten” a España, como un padre que regañara a sus hijos por sacar malas notas, que “será necesario” (¿no es un lenguaje mafioso?) reducir “claramente” (¿?) el déficit público. ¿Y cómo?
Según ellos, hay que “abordar las presiones presupuestarias por el lado del gasto…” (es decir, bajar el presupuesto). ¿Y en qué partidas? La Comisión Europea, muy atenta a que sus hijos traviesos no se equivoquen, lo deja bien claro: “… por el lado del gasto relacionadas con el envejecimiento de la población, así como con la sanidad y los cuidados de larga duración». En román paladino, la UE, sin necesidad de que nadie lo vote, ordena a España hacer recortes en el presupuesto de sanidad, pensiones y dependencia.
Bruselas dice lo que hay que hacer y, casualmente, lo que hay que hacer es siempre recortar en los derechos conquistados por los trabajadores, deteriorando lo público hasta destruirlo (intenten, si no, pedir cita con su médico de cabecera) y obligando a la gente a gastar lo poco que tiene en sanidad privada, pensiones privadas y educación privada (que es lo que los lobbies oligárquicos quieren).
Pero entonces, si Bruselas dice lo que hay que hacer, ¿para qué votamos? ¿De qué sirve elegir a un gobierno u otro? Solo para que emulen el papel de los curas y los padrenuestros en el anterior Medioevo: engañar y distraer a la gente. Así, para el PSOE la culpa de los recortes es “de la derecha” y para el PP la subida de los impuestos (curiosamente, nunca especifican a quiénes se les suben o se les bajan) es culpa “de la izquierda”. Para Vox y Vaquero, por su parte, será “de los inmigrantes”; para los nacionalistas, “de España”; para Sumar, también “del PP” y para Podemos, “de Sumar”.
Pero nadie señalará a Bruselas, que es quien ordena recortar en lo público y subir los impuestos (y no precisamente a los ricos) para “reducir el déficit”. Así, en esta nueva Edad Media europea, tenemos a los que dictan (Bruselas), los que nos distraen (los políticos) y los que pagamos (el pueblo: los trabajadores y los autónomos); y, por encima de todos ellos, el lobbie (la oligarquía financiera). ¿Hará falta que vuelva Robespierre, que el pueblo tome la Bastilla y que haga realidad, esta vez sí, aquello de la libertad, la igualdad y la fraternidad?