Para la policía trasladarse fuera del entorno habitual resulta sospechoso. Eso, claro está, si el que se mueve a otro lugar pertenece a alguna organización revolucionaria. En este caso concreto, las personas perseguidas y acosadas son militantes del Movimiento Socialista; los acosadores dos agentes de la Ertzaintza.
Recientemente, dos personas pertenecientes al mencionado movimiento fueron acosados por agentes de dicho cuerpo represivo (policía vasca al servicio de la burguesía) vestidos de civiles. Uno de los militantes fue detenido en un aparcamiento. Los agentes le llamaron por su nombre. Esto sucedió después de que los militantes se registraran en el albergue. Los policías argumentaron que habían recibido un aviso, e instaron al detenido a acompañarles, a ir con ellos. El militante preguntó el motivo de su detención, pero no le dieron ninguna explicación.
Fue obligado a dirigirse a un lugar aislado, en el que se encontraba una patrulla policial. Posteriormente, el otro militante militante del Movimiento Socialista también fue trasladado al mismo lugar. Volvieron a preguntar por el motivo de su detención y la respuesta fue la misma: silencio por parte de los agentes. Si abrieron la boca sólo fue para decir que habían recibido un aviso al registrarse en el albergue. Al parecer, el “delito” era que se habían alejado de su entorno habitual, y eso resultaba sospechoso para la Ertzaintza.
Cabe subrayar que ninguno de los dos militantes tienen cargos penales pendientes. Ambos fueron registrados. La Ertzaintza les quitó los teléfonos móviles y, al parecer, intentaron acceder a datos personales de los dispositivos. dispositivos. Tras los registros, los dos militantes fueron puestos en libertad.
Se debe subrayar que casos semejantes contra militantes del Movimiento Socialista no son nuevos, pues han sido acosados en otras ocasiones, incluso para pedirles colaboración. Esto, por ejemplo, se dio a finales de 2022, cuando agentes de la Ertzaintza vestidos de civiles acosaron repetidas veces a varios militantes intentando chantajearles y pidiéndoles colaboración con el cuerpo represivo.
Esta actitud de la Ertzaintza, lejos de ser nueva, es una constante.