Si las cifras oficiales son ciertas, cerca de 2.000 millones de personas se confiesan católicas en el mundo. La institución, que supera los 2.000 años de existencia, no se caracteriza precisamente por sus prácticas democráticas. La exclusión de las mujeres de los órganos de decisión y de la propia jefatura es una daga que deja en cuestión todo lo demás. La elección de su líder tampoco se puede decir que brille por su transparencia democrática. En el día de hoy, 135 cardenales (hombres que a su vez tampoco fueron elegidos por sus congregaciones), han elegido a un nuevo Papa, para satisfacción de los cristianos que no parecen, en su mayoría, cuestionar ni la ausencia de las mujeres, ni la pedofilia de miles de sacerdotes, ni la falta de democracia interna. Mientras, decimos eso de «habemus Papa» y es yanqui.