Lo que se plantea aquí no es una apología gratuita de la guerra, ni un desprecio por las vidas palestinas empujado por un belicismo febril. No es una fetichización de la resistencia ni de la sangre derramada.
La clave tampoco es que, como los palestinos no pueden vencer militarmente a Israel, entonces se trata de exigir exclusivamente un alto el fuego. Esa no es la cuestión.
Tampoco los vietnamitas en un comienzo derrotaron militarmente a EEUU e igualmente se exigía el fin de la masacre norteamericana, pero mientras continuase la agresión existía la obligación ética y política de apoyar a las fuerzas de liberación vietnamitas. El mismo caso era aplicable a la resistencia de Argelia, Angola o Kenia contra los opresores coloniales Francia, Portugal o Reino Unido.
Por tanto, nuestro deber es exigir el fin del genocidio, de la opresión sistémica, de la limpieza étnica y del propio régimen colonial israelí, pero mientras esto no se produzca, también es nuestra obligación exigir el apoyo material y económico a las fuerzas de resistencia palestinas y sus aliados.
Omisión de ayuda a la resistencia palestina
Hoy, como mucho, se expresa de forma más o menos balbuceante el derecho del pueblo palestino a la resistencia por todas las vías, incluida la armada.
Esto no es muy transgresor ni extremista, ya que en realidad es algo que reconoce la propia legalidad internacional (Resolución 3070 ONU y otras disposiciones).
Es triste que parezca muy audaz esgrimir una declaración rotunda de la ONU, pero en todo caso la osadía se detiene ahí y se omiten otras cosas más importantes. Se olvida lo que dice en el siguiente párrafo en el que conmina a los pueblos del mundo a dar el soporte material y de todo tipo a las fuerzas de resistencia palestinas para ayudarlas en su derecho inalienable a la liberación nacional.
Lo que casi todas las izquierdas eurocéntricas apoyaron con Ucrania, enviar ayuda militar, es lo que deberían estar haciendo con los palestinos y sus aliados regionales, pero no parece que pase por sus cabezas plantearlo.
En un acto de la izquierda española una mujer palestina defiende el derecho a la resistencia armada palestina y las dirigentes de ese partido allí presentes titubean en el aplauso, quizá les entra miedo al escucharlo. En otras expresiones de la izquierda lo que encontramos es un radicalismo pasivo, oportunista, empalagoso o hipócrita.
Los partidos del gobierno de España están instalados ahí. Compaginan gritar “¡Palestina libre!” con respaldar la doctrina colonial de los “dos Estados”.
Simultanean las plenas relaciones y comercio de armas con Israel, con validar sólo las voces palestinas que exclusivamente pidan derechos humanos o las que representan al Régimen de Vichy, llamado Autoridad Palestina.
Frente a la legalidad internacional y su llamamiento a apoyar a la resistencia nos encontramos con directrices de la UE criminalizando y persiguiendo a quienes respalden materialmente a las fuerzas palestinas
En general, la izquierda occidental ha silenciado a los sujetos políticos actuales de la resistencia. ¿Por qué se levantó el gueto de Gaza el 7 de octubre?. Porque “son terroristas”, nos han explicado incluso los partidos comunistas europeos. Sólo algunos grupos propalestinos han posibilitado que se expresen los protagonistas.
Hace poco más de 40 años los grandes sindicatos y partidos de izquierda españoles hacían campañas de recogida de fondos para la guerrilla sandinista. Hace más de 50 años grandes partidos de izquierda europeos recogían y enviaban fondos a la guerrilla vietnamita.
Retrocediendo más en el tiempo, durante los años de resistencia en España a la agresión del fascismo y nazismo, Palestina envió combatientes a defender la República española contra las tropas de Franco. Hoy por el contrario, durante la agresión del fascismo israelí a Palestina, el gobierno español que se reivindica heredero de esa República española envía armas y mantiene el soporte de todo tipo a Israel.
Cuanto más ha silenciado su apoyo material a la resistencia palestina, la izquierda más ha facilitado y reforzado la criminalización por las instituciones occidentales contra este derecho natural de los palestinos. Frente a la legalidad internacional y su llamamiento a apoyar a la resistencia nos encontramos con directrices de la UE contrarias a esa legalidad criminalizando y persiguiendo a quienes respalden materialmente a las fuerzas palestinas. Por supuesto en EEUU es aún peor.
El Sur global también reproduce un discurso colonial
El grave problema es que esta omisión de ayuda no proviene únicamente de las izquierdas occidentales.
El 3 de marzo en La Habana se celebró con gran asistencia una jornada de solidaridad con Palestina y contra el genocidio, con el presidente cubano Miguel Díaz-Canel y gran representación política. Desde la tribuna se realizó una precisa y vibrante descripción del genocidio, pero finalmente la reivindicación fue “alto el fuego, retirada de Israel de los territorios ocupados ilegalmente y el acceso de la ayuda humanitaria”. No se acompañó de nada más, ni nada menos.
La primera y tercera peticiones se enmarcan en el ámbito estrictamente humanitario, y la segunda petición expresa la subordinación cubana al reconocimiento del Estado israelí y al fraude de los “dos Estados”. Desde La Habana se le estaba exigiendo a Israel que retirara sus tropas, colonos, ciudades e infraestructuras de los guetos de Gaza y Cisjordania. Ningún planteamiento descolonizador de todo el territorio palestino, ningún cuestionamiento a la existencia del artefacto israelí y ninguna proclama al mundo invitando a enviar ayuda militar o económica a la resistencia palestina.
Resulta incomprensible que el presidente de Argelia, Abdelmadjid Tebboune, dijera en la cumbre de la Liga Árabe de Argel en 2022: “deseamos un Estado palestino basado en las fronteras de 1967”. Argelia, que estuvo a punto de ser partida por Francia en dos Estados cuando se acercaba el fin de su colonización, uno francés y otro para los nativos argelinos, hoy con Palestina aboga por eso mismo.
Aunque Argelia esté sometida a un gran riesgo de injerencias destructivas occidentales, parece un exceso que su presidente defienda tan explícitamente un discurso colonial.
Por eso no se entiende que países con muy poco a perder, sobreviviendo bajo incontables sanciones de EEUU, como Cuba, Sudáfrica, Venezuela, etc. sigan replicando el discurso colonial de los “dos Estados” y callando una exigencia de ayuda para las fuerzas palestinas y aliadas regionales.
No se trata de que países del Sur global en sus complicadas situaciones económicas lideren ese envío de recursos o armas, como en la época del internacionalismo cubano el siglo pasado.
Se trata al menos de cambiar el relato colonial impuesto por occidente e Israel. Se trata de cambiar el paradigma discursivo por parte de países de los que cabría esperar que lo hicieran. Se trata de apoyar expresamente y de llevar a cabo las acciones necesarias para que se materialice ese apoyo.
Por el contrario, lo que escuchamos desde muchos países que están bajo asedio es una réplica del discurso de muchos partidos de izquierda eurocéntricos, e incluso un eco del discurso de líderes occidentales que alimentan el genocidio como Pedro Sánchez, Josep Borrell o Emmanuel Macron, que desesperadamente insisten con los “dos Estados”.
¿Cuál es el significado de los “dos Estados”?
La tesis colonialista de los “dos Estados”, instaurada oficialmente en 1947, es un discurso ilegítimo desde el momento en que los habitantes no fueron consultados y está muerta tras la expansión colonial israelí de los últimos 60 años. Resulta inconcebible que las izquierdas del mundo sigan repitiendo como autómatas esta base fundacional del colonialismo en Palestina, incluso en medio de un genocidio.
Las particiones de un territorio en dos siempre han buscado asegurar al colonizador al menos un trozo de lo conquistado cuando ha presentido que podía perderlo todo.
Ese fue el origen de los estudios de partición en los años 30 y 40 cuando los británicos tenían fecha de retirada de Palestina y su colonia podía fracasar, así hay que entender su imposición en los Acuerdos de Oslo para aplastar una Intifada que desestabilizaba el statu quo, y ese es hoy el insistente ruido occidental a la vista de su colonia israelí en cuidados intensivos.
El esquema muerto de los “dos Estados” sólo ha tenido el significado de afianzar la existencia de un trozo colonizado en Palestina en contra de todas las condiciones de posibilidad
Los colonos nunca se detienen voluntariamente en sus procesos invasivos ni tampoco hacen renuncias a menos que se les fuerce a ello. Por eso en EEUU, Canadá o Australia no plantearon “dos Estados” a los nativos. Por el contrario, sí lo han hecho como último recurso ante un horizonte de derrota en sus colonizaciones de Irlanda, Palestina o Sudáfrica, y por eso De Gaulle lo meditó para Argelia con desplazamientos forzosos de los argelinos.
LNo es nada nuevo, este esquema muerto de los “dos Estados” sólo ha tenido el significado de afianzar la existencia de un trozo colonizado en Palestina en contra de todas las condiciones de posibilidad. Al margen y de forma subalterna quedaría por ver si los nativos tendrían derecho a sobrevivir bajo un Régimen de Vichy, bantustanes, reservas indias, o un gigantesco Guantánamo como se construye hoy en Gaza.
Sólo hay una entidad geopolítica entre el río Jordán y el mar Mediterráneo que gobierna desde hace décadas las vidas de todos los habitantes, y es la entidad colonial israelí.
Su blanqueamiento por occidente no logra ocultar que es una entidad colonial, creada en el crimen, saqueo y limpieza étnica de los nativos, y sin embargo cuesta mucho escuchar desde el Sur global un alegato por su desaparición y su reemplazo por otra entidad política diferente para todo el territorio. Y por supuesto, lo que de ninguna manera se escucha es el alegato de enviar apoyo militar y de todo tipo a la resistencia de los nativos y a sus vecinos aliados.
Israel debe sentirse muy tranquilo ante esta confluencia del discurso de las izquierdas planetarias que básicamente le plantea un apaciguamiento. Nadie exige apoyar la legítima respuesta a la violencia israelí. Muy pocos exigen el derribo de la entidad colonial.
Ha tenido que venir de otras coordenadas el recordatorio internacional de que el pueblo palestino tiene derecho a la lucha armada y que no es terrorismo. Es lo que hizo el representante de China en la Corte Internacional de Justicia, Ma Xinmin, en su turno de intervención durante las sesiones en el proceso contra Israel.
Es interesante el paso, y habrá que ver si China adopta el mandato de respaldar militar y económicamente a las fuerzas palestinas y sus aliados tal como hizo en el pasado, y dejar de apoyar la partición de Palestina, especialmente dado que China no tolera tal cosa con Taiwan.
La izquierda occidental rezuma una mezcla de herencia sionista y prejuicios sobre los movimientos de liberación nacional nativos que no encajan en los corsés ideológicos eurocéntricos
A la izquierda occidental no le gustan las fuerzas de resistencia
De momento el apoyo material a la resistencia palestina se realiza entre una alianza heterogénea en sus ideologías y capacidades desde Yemen, Iraq, Irán, Líbano o Siria. Es curioso cómo se parece esta alianza a la que cien años atrás propuso Lenin en su Congreso de los Pueblos del Este.
A este encuentro asistieron líderes tribales conservadores, sheikhs religiosos, intelectuales o revolucionarios marxistas de Asia, porque el líder soviético entendió que la lucha anticolonial heterogénea era el Talón de Aquiles del imperialismo, y no cabía esperar ninguna revolución dentro de la metrópoli colonizadora europea.
En ese punto seguimos, en el que la centralidad del conflicto sigue estando entre los pueblos empobrecidos a lo largo del planeta y los opresores que parasitan sus recursos y tierras. Y en ese mismo punto continúa la izquierda occidental: rezuma una mezcla de herencia sionista y prejuicios sobre los movimientos de liberación nacional nativos que no encajan en los corsés ideológicos eurocéntricos.
Sumemos la arabofobia y la islamofobia y tenemos la explicación de por qué estas alianzas heterogéneas con la resistencia palestina no son dignas de la solidaridad selectiva occidental.
Junto a esto, la profunda imbricación de la izquierda en las estructuras de las potencias colonizadoras, hace que quizá sólo mantiene como expectativa gestionar, de forma progresista, los réditos que proporciona a Occidente tener en Palestina una colonia y unos regímenes árabes adláteres.
A todo el mundo nos repugnan los conflictos armados, pero aún más a los pueblos oprimidos que se ven obligados a entablarlos y a resistir precisamente para vivir con dignidad y paz.
Y la representación de esos pueblos está en quienes resisten, a quienes hay que dar voz, y no en los que se someten, como es la sección indígena del ente colonial, la llamada Autoridad Palestina. Ya se encargan los poderes coloniales de darle voz.
Si las izquierdas europeas comprometidas no son capaces de tirar abajo el colonialismo, al menos que sean osadas defendiendo la legalidad internacional y envíen armas y recursos a la resistencia palestina y sus aliados.
(Observatorio Crisis)