La semana pasada los grupos municipales aprobaban por unanimidad en el pleno del Ayuntamiento de Pamplona un ‘Manifiesto Social por la convivencia en Sanfermines’ a propuesta del alcalde Joseba Asirón (EH Bildu). En el mismo se resaltaban los “principios irrenunciables de convivencia, inclusión y escrupuloso respeto por la ciudad y sus gentes” así como la necesidad de evitar “cualquier menoscabo en los derechos y las libertades de nuestros vecinos”. Durante todas las fiestas pero “incluyendo por supuesto la procesión del 7 y, de forma particular, el tránsito por la calle Curia”. Más tarde, el propio Asirón afirmaba en otro artículo que “el irrenunciable derecho a la crítica, también a la crítica política, no tiene por qué agredir ni poner en riesgo dichos derechos y dichas libertades”.
Tras semejante muestra de sensibilidad por las libertades de los pamploneses durante las fiestas, cabe preguntarse en qué vulneraciones de derechos estarán pensando. ¿En los abusos que sufren los trabajadores explotados hasta la extenuación? ¿En los migrantes que viven situaciones aún peores? ¿En el problema de la vivienda acrecentado por la ola turistificadora? ¿O quizás en la persecución y censura sistemática de la propaganda política, la militarización de las calles, los montajes policiales o la reglamentación hasta el absurdo de las antaño fiestas populares?
Sabemos que no se refieren a nada de ello. Los distintos representantes del partido del orden nos pretenden aleccionar hablando de convivencia y respeto, derechos y libertades. Pero no, no podemos convivir respetuosamente con empresarios, rentistas, policías o profesionales de la política cuyos intereses, también del 6 al 14 de julio, son contrapuestos e irreconciliables con los de la clase trabajadora que sostiene desde abajo esta ciudad y sus fiestas.
Hay que decir también que se les ve el plumero al dar semejante importancia a la procesión a diferencia de todo lo anterior. Haciendo una defensa victimista de unas autoridades civiles y eclesiásticas que parecen intocables a la hora de hacer ostentación de su poder sin sobresaltos en uno de los momentos centrales de la fiesta. Una vez más, en nombre del interés general nos pretenden colar la defensa de sus intereses particulares, en la que casualmente coinciden todos ejerciendo de verdadero partido único. Extrema sensibilidad y piel muy fina la de nuestros políticos para unos pocos minutos de mal rato que pueden pasar al año, que contrasta insultantemente con una realidad de empobrecimiento y autoritarismo crecientes de la que no hablan y de la que de hecho son corresponsables. Respecto a la cuestión de la procesión, es especialmente grave el intento criminalizar y disciplinar a la calle, aislando a quien no pase por el aro. Una batalla ideológica en la que los poderosos pretenden ser juez y parte para establecer cuándo y cómo es legítima o no la reivindicación. Y una gran irresponsabilidad especialmente en el caso de EH Bildu, ya que su estrategia de homologarse como partido de orden y gobierno se está haciendo a costa de que el margen para la protesta sea cada vez más estrecho, dejando una tierra quemada que allana el camino a la represión sin vuelta atrás. Más aún teniendo en cuenta el precedente de los últimos años.
- Dani Askunze es militante de Kontseilu Sozialista Iruñerria
(Ahotsa)