Apoyar al PSOE en las instituciones, admitirlo como el hermano mayor del progresismo, tiene un coste elevadísimo para los que practican esta insana y desastrosa estrategia.
En los comienzos de la Traicisión el PCE de Carrillo consignaba el «Juntos Podemos», el dar los votos de concejales en todo el territorio para que saliesen alcaldes socialdemócratas a cambio de unos pocos del PCE, y avanzar en esa senda de unidad familiar «progresista». Lo cierto es que muy poco tiempo después, el PCE quedaba barrido electoralmente por esa colaboración, y el felipismo fortalecido, para desgracia de la izquierda, y agrado sumo del poder.
Casi 50 años después todo sigue igual. Hace unos días en las elecciones en Catalunya tanto ERC como Comuns sufrieron una pérdida importante de votos y escaños en el Parlament, mientras el PSC subía. Favorecer, pues, en el Congreso de los Diputados de Madrid o en cualquier otra institución al PSOE pasa factura. El posterior voto útil y el para qué votar al hermano chico si el mayor puede ganar las elecciones se convierte en argumento en miles de electores.
Pese a ello, no hay cambios estratégicos, el nuevo Coordinador General de IU, Antonio Maillo, declara que ni en sueños quitarán el apoyo a Sánchez. Y la pregunta inocente resulta obvia, ¿Por qué, si saben que ese apoyo le resta electores, sigue haciéndose? La respuesta tiene que ver con sillones, sueldos, liberados, micrófonos y platós. Todo, eso sí, envuelto en «influencia» en los gobiernos, léase: ruptura de relaciones con Israel, salida de la OTAN y la U.E, fin de la monarquía y el IBEX, de colegios concertados y de la Ley Mordaza. Perdonen la ironía.