Para Fidel, el primer pensamiento este 1ro. de enero
El 1ro. de enero, día de victoria y libertad conquistada, es también un día de homenaje a Fidel, fundador de esa obra inmensa que es la Revolución Cubana, la misma que, más de seis décadas después, continúa siendo, como dijera el propio Comandante en Jefe, «motivo de fundado orgullo» y «hermosa e indestructible realidad».
Por ello este lunes, cuando Cuba celebró el aniversario 65 del triunfo revolucionario, fue para Fidel el primer pensamiento, y allí, ante la piedra monumento que guarda sus cenizas en el cementerio patrimonial Santa Ifigenia, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución Cubana, le rindió sublime tributo, y también a los padres fundadores de la nación y a héroes y mártires de la Patria.
Poco antes de presidir el acto nacional por los 65 años de aquel enero emancipador, Raúl llegó hasta el monolito con nombre de pueblo, acompañado por el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez; por los Comandantes de la Revolución y del Ejército Rebelde, Ramiro Valdés Menéndez y José Ramón Machado Ventura, respectivamente; por miembros del Buró Político, dirigentes del Partido, del Estado y del Gobierno, y por las máximas autoridades del territorio oriental.
Las flores, el saludo militar y el silencio desbordado de palabras fueron el homenaje hondo al hombre que llevó hasta Santiago el porvenir en hombros rebeldes, y que lo sigue guiando hasta nuestros días.
Casi al caer la tarde en el camposanto santiaguero, el General de Ejército y los demás participantes también rindieron honores al Apóstol. De cara al sol, en el mausoleo que lleva su nombre, habita la certeza de ser cimiento y sostén de un empeño común, con todos y para el bien de todos.
Hasta Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, el iniciador, prosiguió el tributo; y luego a Mariana Grajales, mujer semilla de quien brotó el coraje convertido en hijos.
Tampoco faltó, en el periplo de recordación, la visita acostumbrada a la bóveda familiar donde reposan, junto a sus padres, Frank País García y su hermano Josué, jóvenes asesinados por la dictadura batistiana. Su sangre inocente, lejos de amedrentar, puso bríos a la causa y afianzó la determinación de ser libres o mártires.
A pocos pasos de la tumba País García, donde se ubica el sitio de descanso de Armando Hart Dávalos, también llegó el General de Ejército, convencido de que la lealtad es un principio que merece todo reconocimiento.
Ante el monumento a Perucho Figueredo, autor del Himno Nacional, hizo un alto la comitiva, acaso para reafirmar que es perenne el llamado al combate, si de salvar la Patria se trata.
La Revolución que, como alertó el Comandante en Jefe aquel 1ro. de enero de 1959, no ha sido una tarea fácil, continúa reverenciando a sus hijos, y a la historia que, 65 años después, crece… y crecerá.
———————————————————-
«Vamos a salir de estas dificultades, como lo hemos hecho siempre, ¡combatiendo!»
Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución, con motivo del Aniversario 65 del triunfo de la Revolución, en el Parque Céspedes, Santiago de Cuba, el 1ro. de enero de 2024, “Año 66 de la Revolución”
(Versiones Taquigráficas – Presidencia de la República)
Compatriotas:
Arribamos al 65 aniversario del triunfo de nuestra Revolución socialista. Muchos han sido los retos y desafíos que hemos tenido que enfrentar para llegar hasta aquí; pero ha valido la pena, la obra de la Revolución y sus conquistas sociales, aun en medio de las dificultades, así lo corroboran.
Para Fidel ha sido el primer pensamiento de los cubanos en esta histórica conmemoración, especialmente aquí, en la heroica ciudad de Santiago de Cuba que atesora sus inmortales restos, y también para todos los caídos en el noble propósito de alcanzar y preservar la independencia de la patria.
Nos congrega el mismo lugar donde Fidel proclamó el Primero de Enero de 1959, el triunfo de la única Revolución que ha existido en Cuba, iniciada el 10 de Octubre de 1868 por Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, cuyo nombre lleva esta plaza.
Por paradojas de la historia, el entonces naciente imperio yanqui consumó la ocupación militar de Cuba el primero de enero de 1899, por tanto, duró exactamente 60 años su dominio total sobre nuestra isla.
Uno de los más vergonzosos e indignantes actos del ocupante en aquellos días fue impedir la entrada a la ciudad de las tropas del Ejército Libertador comandadas por el mayor general Calixto García, sin cuya actuación no hay duda de que los españoles hubieran derrotado en toda la línea a aquellos arrogantes, pero bastante ineptos invasores. Por eso Fidel, cuando se encontraba a las puertas de Santiago, afirmó en su alocución por Radio Rebelde: “Esta vez los mambises entrarán en Santiago de Cuba […] La historia del 95 no se repetirá”, concluyó.
Recuerdo aquella memorable noche del Primero de Enero de 1959. Como muchos saben, por decisión del Comandante en Jefe yo había llegado horas antes a Santiago con la misión de consolidar la rendición de la guarnición del cuartel Moncada, unos 5 000 hombres que estaban en esta ciudad, además de la fuerza principal de la Marina de Guerra, y me encontraba, como uno más, entre la multitud que colmaba esta plaza.
Fidel, al verme, ordenó que subiera a la tribuna y hablara a los presentes, solo dije unas breves palabras que no se conservan, pero eso no es importante. Sí están las de Fidel, que en esa ocasión nos advirtió: “La Revolución empieza ahora; la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros”. Ocho días después, tras su entrada triunfal a la capital, insistió en ello, cuando expresó: “La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil”, afirmó.
Fue su temprana alerta de no sobrestimar los éxitos y prepararse para encarar la opción más difícil, y la vida se encargó de demostrar cuánta razón tenía. El camino recorrido no ha sido fácil, hemos tenido que enfrentar la permanente y perversa agresividad del enemigo, que ha acudido incluso a la invasión militar, al terrorismo y a un despiadado y cruel bloqueo, condenado por la abrumadora mayoría de las naciones del mundo, en su intento fallido de destruir nuestra Revolución y borrar su inspirador ejemplo para otros pueblos, de que sí es posible edificar una sociedad justa y humana, con iguales oportunidades para todos.
La política de hostilidad permanente y de bloqueo del Gobierno de los Estados Unidos es la principal causa de las dificultades de nuestra economía. No tengan duda de esta realidad, aunque el enemigo invierta millones de dólares y mucho esfuerzo para ocultarla. La secundan algunos que actúan contra su propia patria, ya sea por afán de lucro o simplemente por espíritu de siervos. Otros se dejan confundir por sus mentiras, y en cierta forma le hacen el juego inconscientemente, agobiados por las dificultades cotidianas. Con estos últimos no podemos perder la paciencia, debemos escucharlos, explicarles hasta convencerlos con la poderosa arma de la verdad, que está de nuestra parte.
Lo anterior no significa en modo alguno que desconozcamos nuestras deficiencias y errores, que nunca han sido de principios. La dirección de la Revolución se ha caracterizado, a lo largo de estos 65 años, por su transparencia y espíritu autocrítico, al debatir con el pueblo cualquier insuficiencia, consciente de que únicamente entre todos seremos capaces de erradicarlas.
En el tránsito por el ignoto camino que conlleva construir el socialismo en un país pobre y sometido a constantes agresiones, nos hemos visto obligados a crear nuestras propias maneras de hacer, evidencia de que el proceso revolucionario cubano se ha caracterizado siempre por una inmensa capacidad creadora.
Hoy podemos decir con sano orgullo que ni agresiones externas, ni los golpes de la naturaleza, ni nuestros propios errores han impedido que lleguemos a este 65 aniversario. ¡Aquí estamos y aquí estaremos! (Aplausos.)
Ello ha sido posible, en primer lugar, por la demostrada resistencia y seguridad en sí mismo de nuestro heroico pueblo; por la sabia conducción del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz; por la existencia de un Partido, devenido en digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en su líder, y por la unidad de la nación.
A esta trayectoria se refirió hace unos momentos el compañero Díaz-Canel, en su repaso de la epopeya vivida por los cubanos durante estos 65 años, y que se prolonga a los difíciles e inolvidables momentos del Moncada, del Granma y de la lucha en la Sierra y el llano, hasta alcanzar el verdadero triunfo, un día como hoy.
Y mientras mayores sean las dificultades y los peligros, más exigencia, disciplina y unidad se requieren. No una unidad alcanzada a cualquier precio, sino la basada en los principios que tan certeramente definió Fidel en su reflexión del 22 de enero de 2008, y cito: “Unidad significa compartir el combate, los riesgos, los sacrificios, los objetivos, ideas, conceptos y estrategias, a los que se llega mediante debates y análisis. Unidad significa la lucha común contra anexionistas, vendepatrias y corruptos que no tienen nada que ver con un militante revolucionario”. Y agregó otra idea esencial: “Debemos evitar que, en el enorme mar de criterios tácticos, se diluyan las líneas estratégicas e imaginemos situaciones inexistentes”.
Así es nuestra unidad, que no surgió por arte de magia, que hemos construido entre todos de forma paciente, ladrillo a ladrillo. En la Revolución Cubana ha tenido cabida cada patriota sincero, con el único requisito de estar dispuesto a enfrentar la injusticia y la opresión, a trabajar en bien del pueblo y a defender sus conquistas.
En esa fragua de acción y pensamiento se forjó nuestro Partido, ajeno al autoritarismo y las imposiciones, escuchando y debatiendo los diferentes criterios y dando participación a cuantos estén dispuestos a sumarse a la obra. Modestia, honestidad, apego a la verdad, lealtad y compromiso han sido la clave. En el socialismo y su obra, en la unidad y la ideología revolucionaria se sustenta nuestra capacidad de resistir y vencer (Aplausos).
La unidad es nuestra principal arma estratégica; ha permitido a esta pequeña isla salir airosa en cada desafío; sustenta la vocación internacionalista de nuestro pueblo y sus proezas en otras tierras del mundo, siguiendo la máxima martiana de que patria es humanidad. ¡Cuidemos la unidad más que a la niña de nuestros ojos! No tengo duda de que así será. Estoy convencido de que los Pinos Nuevos, nuestra combativa juventud, así lo garantizará.
La unidad formada por el Partido, el Gobierno, las organizaciones de masas y todo nuestro pueblo, y como parte de este los combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y del Ministerio del Interior, es el escudo contra el que se estrellarán, una vez más, todos los planes subversivos del enemigo, que incluyen desde el uso sistemático de la mentira hasta el terrorismo.
Hoy puedo afirmar con satisfacción que la Revolución Cubana, tras 65 años de existencia, lejos de debilitarse, se fortalece (Aplausos), y como ya dije hace una década, un día como hoy y en este propio lugar, sin compromisos con nadie en absoluto, solo con el pueblo (Aplausos).
Compañeras y compañeros:
Sé que expreso el sentir de la Generación Histórica al ratificar la confianza en quienes hoy ocupan responsabilidades de dirección en nuestro Partido y Gobierno, y en las demás organizaciones e instituciones de nuestra sociedad, desde los más altos cargos hasta las decenas de miles de dirigentes de base que están en la primera línea de combate. En circunstancias muy difíciles, la inmensa mayoría de ellos viene demostrando con su actuación la necesaria firmeza revolucionaria y voluntad para sortear las dificultades actuales y salir adelante junto a nuestro pueblo.
Quienes, por insuficiente capacidad, falta de preparación o simplemente por haberse cansado, no estén a la altura que exige el momento, deben ceder su puesto a otro compañero o compañera dispuesto a asumir la tarea.
A todos nuestros cuadros los convoco a meditar cada día sobre qué más puede hacerse para justificar la confianza y el ejemplar respaldo de nuestros compatriotas, aun en medio de tantas necesidades, a no ser ingenuos ni triunfalistas, a evitar respuestas burocráticas y cualquier manifestación de rutina e insensibilidad, a encontrar soluciones realistas con lo que tenemos, sin soñar que algo nos vaya a caer del cielo. Igualmente, dentro de las muchas tareas y retos cotidianos, encuentren tiempo para superarse, los conocimientos han sido siempre un arma esencial, y lo son mucho más en presente.
Si grandes son los retos y dificultades actuales, mayor es la obra de la Revolución, que constituye su mejor e irrebatible defensa ante las infamias del enemigo, una obra palpable en cualquier rincón de Cuba en el orden material y espiritual.
La Revolución dignificó a Cuba y a los cubanos. El concepto mismo de poder asumió una dimensión nueva cuando la política dejó ser feudo de una élite y todo el pueblo se convirtió en protagonista de su destino. Por eso tenemos que defender y llevar adelante esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes.
La historia nos ha enseñado con creces a dónde conducen la resignación y el derrotismo. No nos limitemos a resistir. Vamos a salir de estas dificultades, como lo hemos hecho siempre, ¡combatiendo! (Aplausos), con la misma decisión de Baraguá, del Moncada, del Granma, de Girón y con las firmes convicciones que nos inculcó el Comandante en Jefe.
Esto se traduce hoy en trabajar más y sobre todo hacerlo bien. Es nuestro compromiso con la gloriosa historia de la patria y el mejor homenaje a los caídos.
Como explicó de forma diáfana el Primer Ministro, compañero Manuel Marrero, hace solo unos días en la Asamblea Nacional del Poder Popular, en la compleja e inaplazable batalla económica es imperativo avanzar en productividad, orden y eficiencia, aunque ello implique algunos sacrificios para crear las condiciones que nos permitan salir de la actual situación y desarrollarnos.
Encontrar respuesta a estas dificultades es un deber ineludible de todos los revolucionarios cubanos. En fecha tan significativa, solicito a nuestro pueblo sumarse de forma consciente y responsable, como nos tiene acostumbrado, a este empeño que hoy exige la patria.
Reitero una convicción que expresé en el Parlamento cubano el primero de agosto de 2010: “A nosotros, los revolucionarios cubanos, las dificultades no nos quitan el sueño, nuestro único camino es proseguir la lucha con optimismo e inclaudicable fe en la victoria” (Aplausos).
En este supremo empeño, las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior, fieles y seguros guardianes de la Revolución, participarán decididamente. Si ayer de las armas victoriosas del Ejército Rebelde emergió libre, hermosa, pujante e invencible la patria nueva, hoy puedo afirmar que ante cualquier amenaza o debilidad sus combatientes no renunciarán a continuar siendo, junto al Partido, el alma de la Revolución (Aplausos).
En la velada –hermosa en su despliegue artístico y con impresionantes efectos de videomaping sobre la fachada del antiguo Ayuntamiento, desde cuyo balcón un holograma recreó a Fidel en uno de sus discursos allí–, Raúl ratificó que la unidad «es nuestra principal arma estratégica».
Queridos compatriotas:
Como afirmó el Comandante en Jefe en su mensaje al constituirse la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, hace treinta años: “…No hay contradicciones generacionales en la Revolución por una simple razón: porque no hay envidias ni ansias de poder entre sus hijos.
“Ninguno de los viejos luchadores nos aferramos a cargos ni nos consideramos acreedores de la patria por haberle prestado un servicio, y mientras nos queden fuerzas estaremos en el puesto que se nos asigne, por modesto que sea”. Hasta aquí las palabras de Fidel, que parecen dichas hoy.
En esta fecha de tanto significado puedo afirmar que nuestro mayor orgullo y satisfacción es haber estado junto a Fidel en cada momento de alegría, indignación o tristeza; haber aprendido de él la importancia decisiva de la unidad; a no perder la serenidad y la confianza en el triunfo por insalvables que parezcan los obstáculos poderosos de los enemigos o grandes los peligros; a aprender y sacar fuerzas de cada revés hasta transformarlo en victoria.
Fieles a sus enseñanzas y a su ejemplo ¡aquí estamos!, y desde la heroica Santiago de Cuba ratificamos que nos mantenemos con el pie en el estribo y listos para la carga al machete, junto al pueblo y como un combatiente más (Aplausos), contra el enemigo y nuestros propios errores, seguros de que siempre retumbará en esta tierra el grito mambí:
¡Viva Cuba libre! (Exclamaciones de: “¡Viva!”)
(Ovación.)
———————————————————-
Los mambises seguirán entrando en Santiago
Discurso pronunciado por Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, con motivo del Aniversario 65 del triunfo de la Revolución, en el Parque Céspedes, Santiago de Cuba, el 1ro. de enero de 2024, “Año 66 de la Revolución”.
(Versiones Taquigráficas – Presidencia de la República)
Querido General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución Cubana;
Heroínas y héroes de la patria;
Pueblo heroico de la heroica Santiago de Cuba;
Querido pueblo cubano:
Es un honor estar aquí hoy, 65 años después de aquella noche que la Revolución iluminó con su triunfo, como si el Sol no se hubiera escondido ese día. Es un enorme privilegio estar y compartir la celebración junto a históricos protagonistas de la gesta.
Lo hemos visto en las imágenes del recuento. Y hemos recordado lo que dijo Fidel ante el pueblo eufórico por la victoria: “Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad al poder […]. Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas. Esta vez sí que es la Revolución”. Una frase con un significado extraordinario.
Por fin los cubanos éramos completamente libres, se cumplía el sueño frustrado de los mambises. Ya para siempre una sola bandera ondearía en los edificios públicos. Ningún otro poeta tendría que preguntarse, como Bonifacio Byrne, por qué “deben flotar dos banderas donde basta con una: ¡la mía!”.
Para los que no habíamos nacido aún y que supimos de la trascendencia de aquella noche por los libros algunos años después, significa mucho estar en el lugar en que Fidel habló al pueblo el primer día del primer año de la Revolución, lo cual marcaría un antes y un después en la historia de nuestra América.
Todo resulta impresionante cuando se entra en la historia de Santiago, pero hay un momento particular y único: el Primero de Enero de 1959. La fachada exhibiendo la estrella de Ciudad Héroe nos recuerda todo lo que sus hijos más generosos entregaron a la causa de la libertad. Ciudad de los Maceo, de los moncadistas; de los hermanos Frank y Josué País, de Vilma, de Asela, de Hart y de tantos nombres que harían infinito el recuento. Por sus calles marcharon las madres cubanas para que cesara el asesinato de sus hijos, y un día como hoy hace 65 años, con Fidel al frente, ¡los mambises entraron a Santiago!
Siempre que visitamos esta ciudad nos emociona mirar este balcón desde el cual, con Raúl, Almeida, Celia y otros combatientes a su lado, Fidel proclamó la victoria lograda tras más de dos años de cruenta guerra; después fue al futuro y regresó para advertir al pueblo sobre los colosales desafíos que nos esperaban,
y dijo: “la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros”.
Los 65 años transcurridos confirman su advertencia. Nada ha sido fácil para Cuba. Tampoco lo ha sido para los enemigos de la Revolución, que lo han intentado todo y en todo han fracasado, porque el odio se desintegra frente a la resistencia de un pueblo heroico y creativo que eligió el amor y la dignidad como fórmula.
Nos inspira la épica hazaña que atraviesa, como un signo de identidad inmutable, los 155 años de lucha que van desde 1868 hasta nuestros días, con un momento fundamental de enlace en esa victoria de 1959.
Fidel y su Generación del Centenario, aquí representada por Raúl, Ramiro, Guillermo, Machado y todos sus compañeros vivos o muertos, bebieron del ideario de Martí el sorprendente cúmulo de valores humanos y de principios innegociables que antes Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez y tantos líderes del mambisado legaron a las generaciones posteriores con historias personales dignas de un poema épico aún por escribirse.
La eticidad que atraviesa la historia revolucionaria cubana desde sus orígenes anticolonialistas –“ese sol del mundo moral” lo llamó Cintio Vitier– alcanza la posibilidad de realizarse plenamente en la práctica a partir del triunfo de enero de 1959 con la Revolución en el poder. Su triunfo significó libertad, dignidad y justicia verdadera para todos, desde las primeras leyes. Y no se ganó la confianza del pueblo con promesas, sino con hechos y realizaciones: obras de profundo y sostenido calado social, que en pocos años transformaron a un país pobre y atrasado en un referente mundial en educación, salud, deportes y cultura.
Esta Revolución es, en primer lugar, un acto libertario de proyección continental que no solo liberó al país de una dictadura servil, represiva y corrupta, sino que muy pronto desató los nudos de la dependencia económica de las transnacionales yanquis y liquidó las más crueles expresiones de la explotación humana, que se habían naturalizado en el seno de la sociedad cubana, como el trabajo infantil, la prostitución o la semiesclavitud de los inmigrantes haitianos.
La obra de 65 años es inmensa y sería tan difícil desconocerla como resumirla en pocas palabras. Esta es la Revolución, genuina y profunda, de la Reforma Agraria y de la Reforma Urbana, que empoderó al pueblo al nacionalizar y poner al servicio de los intereses populares la tierra, las industrias, los bancos, las comunicaciones, las grandes construcciones e inversiones, el transporte, el comercio exterior e interior. La que eliminó el desempleo, garantizando a mujeres y hombres el humano derecho al trabajo. Y es la que levantó cientos de miles de apartamentos para trabajadores y campesinos hasta en las más apartadas zonas del país.
Esta es la Revolución que, después de haber perdido 3 000 médicos por un éxodo políticamente inducido en la década del 60 del pasado siglo, construyó uno de los más formidables y prestigiosos sistemas de Salud de nuestra época y hoy cuenta con medio millón de trabajadores en todos sus niveles, que garantizan cobertura universal y asistencia gratuita para todas las cubanas y cubanos.
Paralelamente, durante estas seis décadas, 600 000 profesionales de la Salud cubanos han prestado colaboración en 165 países. Y más recientemente, en el periodo pandémico de COVID-19, unos 3 000 integrantes del Contingente Henry Reeve brindaron servicios en 40 de ellos.
Unos 27 000 jóvenes de un centenar de naciones se han graduado en la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas (ELAM), y más de 4 millones de personas de bajos ingresos de nuestra región y de África recuperaron la visión con la Operación Milagro. Esta es también la Revolución: la coherencia con el ejemplo de Ernesto Guevara, el querido Che, la voluntad permanente de practicar la solidaridad y compartir lo que tenemos, con la convicción profunda de que son médicos y no bombas, cooperación y no sanciones, lo que los pueblos necesitan.
Todo ello ha sido posible gracias a que primero se nacionalizó la enseñanza, se liquidó el analfabetismo y se ha desarrollado una profunda revolución en la educación, que garantiza el acceso universal y gratuito a todos los ciudadanos.
Con el programa cubano de alfabetización Yo sí puedo, implementado en 30 naciones, se han alfabetizado más de 10 millones de personas de prácticamente todos los continentes. Más de 70 000 estudiantes extranjeros se han graduado en Cuba y actualmente más de 3 000 realizan estudios en nuestra isla.
La educación superior, la ciencia, la innovación, la biotecnología, la preservación del medio ambiente y el desarrollo sostenible son otras áreas destacadas por las investigaciones y aportes del talentoso ser nacional al esfuerzo por remontar los obstáculos que nos imponen el bloqueo, la condición de país pequeño y nuestras propias limitaciones. En las potencialidades infinitas de esas fuerzas combinadas, se basa el Sistema de Ciencia e Innovación en la gestión de Gobierno.
Creemos firmemente en la capacidad revolucionadora y transformadora de la mente humana para hacer realidad los sueños más grandes. Es una de las enseñanzas de Fidel que podemos practicar en todos los ámbitos hoy porque antes hubo una revolución en la educación, en la ciencia e incluso en las políticas de desarrollo de la mujer, que hoy es mayoría determinante en los avances que describimos.
Por supuesto que esta es también la Revolución que ha garantizado el derecho de todo el pueblo al deporte, y las condiciones sociales radicalmente nuevas en que se desenvuelve la educación física y la actividad deportiva, así como su masividad, han permitido obtener importantes éxitos y ocupar los primeros lugares en numerosos certámenes a nivel internacional, a pesar del número relativamente pequeño de la población cubana.
Nuestra cultura, reconocida internacionalmente en sus diversas manifestaciones, está al servicio del pueblo, eliminando el carácter elitista de otras épocas para desarrollar a plenitud lo más auténtico de la cultura nacional junto a los continuos aportes de la cultura universal.
Se ha desarrollado el proceso de industrialización, se incrementó la generación de electricidad, se han construido más carreteras y caminos que en toda la historia anterior del país.
Esta es la Revolución que ganó las libertades democráticas para todos los trabajadores al poner en sus manos la propiedad de los medios fundamentales de producción, lo que se manifiesta en la participación popular creciente en la gestión económica y en la toma de decisiones en las cuestiones del desarrollo económico-social del país.
Esta es la Revolución que liquidó el orden jurídico burgués para establecer un nuevo derecho, basado en la legalidad socialista, refrendado por la participación activa del pueblo en la elaboración y discusión de leyes. Y la que a lo largo de los años ha fortalecido y perfeccionado el nuevo Estado socialista y establece sus órganos de Poder Popular acordes con los intereses del pueblo trabajador.
Todo lo que he listado y mucho más es obra de la Revolución, que ha logrado sobrevivir a una política de persecución, acoso y desgaste, de guerra económica que antes fue guerra militar también, porque ha desarrollado, sin descuidarla jamás, la capacidad defensiva de sus gloriosas Fuerzas Armadas Revolucionarias y mantiene alertas sus órganos de Seguridad del Estado y Orden Interior para aplastar todo asomo de agresión imperialista.
Esta es la Revolución que creó y practica una política internacional independiente –lo que todavía es un sueño para naciones de similar desarrollo–; una política internacional independiente, de amistad fraternal, en estrecha colaboración con la mayoría de los países del mundo, de acuerdo con los principios del internacionalismo socialista; la integración con los países de América Latina y del Caribe; la amistad entrañable con los pueblos de Asia, y de cooperación con todos los países que respetan nuestra soberanía nacional.
En esa política ocupa un lugar central la relación con los pueblos de África, donde varios de los mejores hijos de la Revolución han escrito incontables páginas de heroísmo junto a sus compañeros de armas africanos, que consolidaron la independencia de Angola, otras naciones africanas y fueron determinantes para el fin del apartheid.
Si la contrarrevolución de origen cubano, financiada, armada y entrenada por la CIA, no ha podido vencer a Cuba en ningún terreno, a lo largo de estos años, esa es la obra de la Revolución en sus organismos y órganos de inteligencia y defensa de la Seguridad del Estado. Y esa es una de las mayores razones por la que hemos derrotado tantas veces al poderoso enemigo de la pequeña Cuba, en lo político, lo económico, lo ideológico y lo militar, convirtiendo al socialismo cubano en un hecho histórico irreversible.
Con genuinas organizaciones de masas y todas las vías posibles abiertas a la participación en el proceso revolucionario, se ha forjado la sagrada y esencial unidad de los revolucionarios dentro del Partido Comunista de Cuba y en torno a él.
Esta es la Revolución, un hecho fundamental, a veces indescriptible, que nos trasciende a todos en todos los órdenes, pero al mismo tiempo nos incluye en lo individual y lo colectivo, porque la Revolución somos todos, más allá de lo mucho que ha representado la Revolución en el orden material, aunque algunos lo olviden en la intensidad de las carencias actuales.
Es una alta conciencia política en la mayoría del pueblo, que siente profundamente a la Revolución, que la comprende, que entiende las dificultades y los errores y lucha por vencerlos; que no ha perdido el entusiasmo revolucionario y que está impregnado de un extraordinario sentimiento internacionalista.
La Revolución es el camino a un hombre y una mujer nuevos al proclamar y garantizar los derechos a la igualdad social de la mujer, creando premisas para su liberación total y trazando la política adecuada para alcanzar plenamente ese objetivo, al proponerse el desarrollo feliz de la niñez y favorecer las mayores posibilidades de crecimiento material y espiritual para la juventud. Velando siempre porque desaparezcan definitivamente todas las expresiones prácticas o solapadas de discriminación o exclusión por el color de la piel, orientación sexual o prejuicios incompatibles con la condición humana.
Sé bien que no agoto con estas palabras la reseña mínima de la obra de los 65 años transcurridos. Quedan muchas batallas por contar, muchos méritos que destacar, incontables proezas que quizás jamás conoceremos. En una Revolución bajo asedio perpetuo, el silencio también es un arma, y la modestia una escuela.
Los hacedores principales de esta colosal obra, los que la han traído invicta hacia nosotros, merecen el mayor de los reconocimientos, que será, sin duda, ver que las generaciones siguientes son leales a la historia.
Cuando hacemos el recuento, aunque sea mínimo, de lo logrado en condiciones de bloqueo genocida, siempre resistiendo y superando adversidades, siempre creciendo moral y dignamente, pero con mil sueños detenidos y con infinitas aspiraciones postergadas, salta entonces una pregunta: ¿cuánto más inmensa sería la obra sin ese cerco atroz bloqueándonos?
La mayoría del pueblo cubano sabe que solo la unidad en torno al Partido y la Revolución permitirá preservar la nación cubana y las conquistas económico-sociales. Esa certeza y la llegada del año 66 de la Revolución dan fuerzas que nos oxigenarán en el avance hacia nuevas y desafiantes metas.
La entrega absoluta de los próceres y sus continuadores de la Generación del Centenario a la causa de la libertad de los cubanos y la independencia definitiva de la patria siguen calando profundamente en la juventud cubana de esta época, en los muchos que están aquí y también en la mayoría de los que se van.
Nuestros jóvenes siguen poniendo el pecho a las balas de la guerra económica y están haciendo cosas admirables, convencidos de que sí se puede derrotar a un mismo tiempo la agresión externa y los frenos internos.
Este es un día de hondo significado para la nación, que tradicionalmente dedicamos a celebrar, como lo haría Camilo Cienfuegos, con la alegría ganada en el sacrificio, la suerte de seguir unidos y leales a esa herencia de valor supremo.
Hoy estamos convocados a salvar la dignidad del futuro, evitando el error y empeñados en el acierto, con todas las armas de la inteligencia humana que distinguen al cubano y el máximo esfuerzo, que todavía falta, puestos en función de resultados positivos inmediatos, conscientes de que lo que hagamos tarde ya no será útil.
Me atrevo a decir, en nombre de todos los que tenemos la responsabilidad de lograrlo, que asumimos el compromiso conscientes del riesgo que supone enfrentar cualquier cambio o transformación económica y social en un país bloqueado con saña y en un contexto internacional minado por la incertidumbre, la injusticia, el abuso y la indiferencia de los poderosos.
No nos cansaremos de demandar el levantamiento del bloqueo y el fin de la guerra económica. Es un derecho legítimo enfrentarnos al hostil y arbitrario orden económico internacional en igualdad de condiciones con el resto de las naciones, sin acoso ni persecución financiera. Y a quienes dicen que lo usamos como pretexto para nuestra ineficiencia, una vez más les decimos: quítennos el pretexto.
Con las manos y los pies atados no se vale. Juego limpio, señores imperialistas, y vamos a ver quién gana.
Pero si prefieren ser condenados por la historia a cuenta de ese crimen de lesa humanidad que es pretender la rendición de un país por hambre y necesidad, si no quitan el bloqueo, Cuba encontrará el modo de resolverlo.
Este país cuenta con dignidad, talento y voluntad suficientes para levantarse con sus propios esfuerzos por encima del cerco y saltarlo. No será en un día, ¡pero lo haremos!
La prepotencia imperial, que ha convertido su política arbitraria de sanciones unilaterales en una especie de epidemia global, será derrotada más temprano que tarde, con la articulación de fuerzas y esfuerzos de otros pueblos y gobiernos injusta e irracionalmente condenados como el cubano por no aceptar sus imposiciones y designios.
A diferencia del imperio estadounidense, cada vez más desmoralizado por sus pretensiones hegemónicas, Cuba es respetada y admirada en el mundo por su permanente disposición a la cooperación, la solidaridad, el intercambio justo, todo lo que la humanidad necesita hoy para revertir las peligrosas tendencias a su desaparición como especie.
Compatriotas:
Queda mucho por decir, pero queda más aún por hacer. Ante la hermosa bandera que cada 1ro. de enero nos trae augurios de cómo será el año que empieza, traemos el compromiso de trabajar sin descanso para que siga ondeando con fuerza la voluntad de hacerlo mejor.
Ante la piedra que guarda las sagradas cenizas de Fidel; ante el General de Ejército y líder de la Revolución, Raúl Castro Ruz; ante la Generación Histórica, que sigue de pie a nuestro lado; ante la memoria de todos los que cayeron o vencieron combatiendo por la definitiva independencia de Cuba y le ganaron a Santiago de Cuba el título honorífico de Ciudad Héroe, ratifiquemos el compromiso de cambiar todo lo que tenga que ser cambiado, sin renunciar a un solo principio de la Revolución.
Cubanas y cubanos:
Los mambises seguirán entrando en Santiago.
Como Raúl en el aniversario 60, hoy podemos expresar que después de 65 años de lucha, sacrificio y victorias, vivimos en un país libre, soberano y justo.
¡Viva por siempre la Revolución Cubana! (Exclamaciones de: “¡Viva!”)
¡Patria o Muerte!
¡Socialismo o Muerte!
¡Venceremos!
(Ovación.)
(Diario Granma)