Introducción
El fascismo, en todas sus formas y manifestaciones, es uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos los jóvenes trabajadores y la clase trabajadora en su conjunto. Supone una amenaza para ciertos sectores concretos de la clase trabajadora (migrantes, personas sin techo, LGTB…) y contra la organización política del proletariado. Por ello, debemos estudiar en profundidad dicho fenómeno, tanto las condiciones generales que lo posibilitan como sus distintas manifestaciones, y plantear hipótesis sobre cómo articular la lucha contra el fascismo dentro del programa comunista.
Contexto general: crisis y giro autoritario del Estado
El análisis sobre la cuestión del fascismo no debe reducirse al conjunto de grupos más o menos fascistas, sus discursos o acciones, sino que debemos analizar el fascismo como posibilidad que emerge de la propia relación social entre clases en un momento histórico determinado: la crisis del capitalismo y la proletarización de las clases medias.
Nos encontramos en un contexto de crisis de acumulación capitalista, de desintegración del Estado del bienestar, descomposición de las clases medias y en medio de un proceso de proletarización generalizada. La burguesía, y por consecuencia, el Estado capitalista, no tiene la capacidad de garantizar el acceso a unas condiciones dignas de reproducción al conjunto del proletariado. La posibilidad de existencia de partidos y organizaciones fascistas es consustancial al capitalismo, pero se agudiza en épocas de crisis como la que estamos viviendo. Pese a sus discursos, a veces obreristas, cumplen la función de garantizar el orden social capitalista en tiempos de crisis. El ejemplo lo podemos observar en la emergencia de grupos de carácter parapolicial como “Desokupa”, que justamente trata de garantizar el régimen de la propiedad privada de la vivienda y los espacios en un momento en el que a cada vez más capas del proletariado se le dificulta el acceso a la vivienda, o es más difícil disponer de espacios para la organización política.
El cuerpo social del que se nutre el fascismo es resultado político de la impotencia de la clase media. En este sentido, la socialdemocracia y el fascismo, pese a sus diferencias ideológicas e históricas, comparten de alguna manera el ser portadores del programa político de la clase media nacional en dos momentos históricos distintos: en época de bonanza y de crisis. La socialdemocracia cumple su programa en épocas de expansión capitalista a través de políticas sociales y redistributivas; y el fascismo emerge justamente cuando las políticas socialdemócratas se vuelven impotentes, culpando del empeoramiento de las condiciones de vida y la reducción del gasto estatal (típico del capitalismo en crisis) a un otro hostil a los intereses de la clase media nacional, sean los judíos en la época de entreguerras o los inmigrantes en la actualidad.
Pero la cuestión del fascismo no se limita meramente a los partidos u organizaciones de carácter fascista. En esta situación de crisis vivimos un proceso de fascistización del Estado (aumento del control social, de la violencia policial, de la represión, del autoritarismo etcétera), promovida también por la socialdemocracia y los partidos de izquierda, lo que puede allanar el camino del ascenso al poder gubernamental de un movimiento de carácter fascista. La ofensiva burguesa, económica y política, contra el proletariado, y la campaña mediática que la justifica, permiten la normalización de discursos fascistas en la sociedad. Ante la incapacidad de articular una respuesta efectiva a la crisis (en ausencia de una organización comunista), amplias capas de las clases medias y ciertas capas del proletariado culpan a otros sectores del proletariado del empeoramiento en sus condiciones de vida, espoleados por el discurso fascista que encuentra altavoz en muchos medios de comunicación.
Manifestaciones del fascismo
El fascismo actúa en nuestros barrios y pueblos a través de múltiples formas: grupos fascistas callejeros, algunos de ellos autodenominados revolucionarios o anticapitalistas, partidos parlamentarios de extrema derecha que promueven una profundización de la dominación del capital y el Estado sobre los distintos sectores del proletariado y la mencionada fascistización del Estado capitalista.
Frente Obrero
En ciertos momentos históricos, sobre todo en los que el proyecto socialista ha gozado de hegemonía entre el proletariado y ha sido capaz de articular su potencial revolucionario mediante la organización de las amplias masas trabajadoras, el fascismo se ha cubierto de un manto de discursos obreristas, para intentar atraer a sectores de nuestra clase: nacionalsocialismo, nacionalsindicalismo, corporativismo, etc. Esto permitía alejar a las masas trabajadoras de la lucha por su emancipación, integrándolas en organizaciones verticales donde se conjugaban los intereses de los representantes del capital y supuestos representantes de la clase trabajadora. Mediante esta estrategia, se pretendía garantizar la paz social necesaria para el correcto funcionamiento del capitalismo.
Hoy en día, pese a que el socialismo como proyecto histórico está profundamente denostado por la amplia mayoría de nuestra clase, la crisis capitalista ha engendrado las condiciones para el surgimiento de este tipo de discursos. El caso del Frente Obrero es, quizás, el más paradigmático, bajo un discurso pseudo-obrerista y un ropaje de folklore comunista, se esconde un proyecto profundamente reaccionario, que defiende los intereses nacionales de la burguesía nacional española y ataca a distintos sectores del proletariado (migrantes, LGTB, etc.), impidiendo su articulación como clase independiente y manteniendo al proletariado atado al Estado y al capital.
El discurso nacionalista español que defiende Frente Obrero, bajo la óptica de que primero sería necesaria una reindustrialización del Estado español y una supuesta revolución democrática de la mano de sectores de la burguesía nacional española, necesita articularse a través de un otro que criminalizar y al que señalar como culpable de los males de la nación, por eso en los últimos tiempos han intensificado su campaña en contra de la inmigración.
Espacios de socialización
A la hora de enfrentar al fascismo, resulta importante analizar la relevancia de grupos relacionados con el mundo del fútbol. Los estadios de fútbol han sido, desde los años 80, uno de los lugares donde organizaciones fascistas han encontrado un potente caldo de cultivo para propagar sus tesis, ampliar su base social y captar nuevos militantes. Por poner un par de ejemplos, estos grupos, a priori sin una gran implicación política, han nutrido con sus miembros a batallones paramilitares ultranacionalistas, por ejemplo, en la guerra ucraniano-rusa. Asimismo, algunos de los últimos muertos a manos del fascismo en el Estado español, han sido asesinados por miembros de dichas agrupaciones.
Si bien muchos de estos grupos en la actualidad no cumplen las condiciones para convertirse en amplios movimientos de masas, ya que su carácter sectario lo impide, esto no quita que sean un peligro para la organización política independiente de la clase trabajadora. Estos sectores cumplen el papel de escuadrón de choque contra las organizaciones proletarias independientes y, como tal, se les debe combatir con todo el poder de la organización militante.
Breve planteamiento estratégico
La lucha contra el fascismo es de vital importancia, puesto que permite mejorar las condiciones de vida de los sectores proletarios continuamente amenazados por éste, y porque la existencia misma del fascismo supone una traba y un riesgo permanente para el desarrollo de la política emancipadora.
Esta tarea implica, al mismo tiempo, una autocrítica con respecto a la praxis política del antifascismo. Debemos partir de un reconocimiento del esfuerzo, el sufrimiento, las muertes y la represión que ha implicado la lucha contra el fascismo en las últimas décadas en el Estado español, que ha posibilitado las condiciones para una política revolucionaria en la actualidad. Pero, al mismo tiempo, tenemos que señalar con honestidad las limitaciones del antifascismo: en muchas ocasiones, la organización al respecto ha quedado reducida a ciertas fechas simbólicas y a dar respuesta a ataques concretos; imprescindible, pero al mismo tiempo insuficiente, para atajar dicha problemática. Asimismo, y a pesar de la voluntad de ciertos sectores, el antifascismo ha mostrado dificultades para constituir un sujeto de clase independiente a la lógica de la socialdemocracia, y para articular una estrategia compartida entre los distintos agentes que lo componen. Desde el reconocimiento y la necesidad de la lucha antifascista, abogamos por la superación de los límites de los que hoy adolece, siendo la lucha contra el fascismo parte innegociable de la estrategia socialista que queremos desplegar.
Debemos combatir el fascismo en todas sus formas, de manera independiente de la socialdemocracia y el Estado. Debemos señalar la función social del mismo, sistematizar las capacidades de defensa del proletariado frente al fascismo y construir una nueva cultura militante. Debemos organizar la autodefensa con respecto al fascismo de manera integral, en relación con el proyecto comunista para la construcción del poder proletario, y a una escala territorial cada vez mayor. En conclusión, debemos construir y reforzar la organización socialista, como única vía posible para derrotar de una vez la reacción fascista.
(Crisis)