Desde hace tiempo las cosas van cada vez peor para la clase trabajadora a pesar de la máscara mediática construida para hacer creer lo contrario. Frente a ello, el escarnio del aumento de las grandes fortunas1 como resultado, no de la bonanza económica, sino precisamente de la agudización de la crisis que acelera la destrucción de empresas2, al tiempo que centraliza y concentra el capital cada vez en menos manos. Es la gigantesca crisis capitalista la que determina la destrucción y la guerra como única siniestra “salida” para que la burguesía imperialista siga detentando el poder
Como la imagen repetida por los medios puede dar la impresión de que las cosas marchan razonablemente bien, que las terrazas de los bares están llenas y que más o menos todo el mundo consigue salir adelante, damos unas breves pinceladas para ilustrar una pequeña parte del desastre que se oculta bajo su “orden”.
Los datos oficiales muestran una tasa de paro general del 11, 5 % y del 26 % en menores de 25 años y el Gobierno exhibe como un triunfo que hay más afiliados a la Seguridad Social. La realidad es que se contabilizan como ocupadas las personas que trabajaron al menos una hora en la última semana del periodo estudiado y todas ellas cuentan como afiliadas a la Seguridad Social, aunque coticen por las pocas horas oficialmente trabajadas.
Hay una caída constante del número de horas trabajadas, porque la patronal suele declarar menos de las realmente trabajadas y porque desde el confinamiento hay una cantidad creciente de empresas en quiebra que afecta a toda la UE. El resultado es una gran precariedad, con largas jornadas laborales (en buena parte en “negro”) y un enorme paro real. En cuanto a las pensiones la consecuencia es que, además de los robos directos a la Caja de la Seguridad Social perpetrados por los sucesivos gobiernos, cada vez se ingresa menos aunque se trabaje más y que la inmensa mayoría de los trabajadores actuales jamás tendrán una pensión. Tras las máscaras mediáticas y las mentiras estadísticas las condiciones se endurecen y las medidas que parecieran mejorar algo no llegan a aplicarse.
El precio de lo indispensable para vivir, alimentos, energía y vivienda, se ha disparado. Millones de personas están infra alimentadas, no pueden calentar o refrigerar su vivienda, y los desahucios aumentan cada día vulnerando cada vez más la legislación vigente. Quienes cometen el crimen de dejar a familias en la calle por no poder pagar la hipoteca o el alquiler son los fondos de inversiones y los bancos. Se calcula que estos últimos, a quienes se rescató con decenas de miles de millones de dinero público, tienen en su poder dos millones de viviendas vacías. El resultado es un aumento galopante de la pobreza. 12, 3 millones de personas, un 26%, viven con menos de 10.000 euros al año. Los últimos datos oficiales muestran que el 34,5 % de los niños y adolescentes en España viven en situación de pobreza y exclusión social3, la tasa más alta de la UE.
Las luchas de la clase obrera, algunas muy firmes y valientes, siguen aisladas. La mayor parte de las huelgas continúan ‘gobernadas’ – y muchas veces traicionadas – por los ‘agentes de la patronal’, mal llamados sindicatos mayoritarios. Esa traición, además de servir a los beneficios empresariales, siembra el veneno de la desconfianza en la propia organización obrera.
El inocultable reflejo de la precariedad es el incremento de los accidentes de trabajo, sobre todo los mortales. El silencio mediático ante estos asesinatos de la patronal es casi absoluto, a pesar de que según los datos del Ministerio de Trabajo, en el primer semestre de 2024 murieron 299 personas por accidente de trabajo, 22 más que en el año anterior4. Sólo la lucha de la clase obrera rompe el confort de la burguesía y es evidente que la respuesta obrera a estos crímenes es muy débil o, peor aun, victimista, como si se tratase de desgracias inevitables. Se está rompiendo así una de las más arraigadas tradiciones del movimiento obrero: ante la muerte de un compañero se paraba inmediatamente el trabajo señalando con firmeza al autor del crimen.
El debilitamiento de la fuerza de la clase obrera en la lucha de clases, además de producir un deterioro galopante de las condiciones de trabajo, está permitiendo ataques generalizados impensables en otras épocas. No obstante, en los últimos meses, el despido de un delegado sindical de la CTA en Córdoba o la condena a prisión de los 6 de La Suiza por ejercer en nombre de la CNT la legítima actividad sindical, están suscitando respuestas solidarias importantes.
El incremento de la represión no se circunscribe al ámbito laboral. Toda la legislación antiterrorista establecida con el pretexto de ETA sigue vigente, y a ella se ha añadido la llamada Ley Mordaza que mantiene a músicos como Pablo Hasel en la cárcel y persigue a otros por expresar opiniones contrarias al orden establecido.
Como CNC viene analizando, la pandemia fue el pistoletazo de salida de medidas de control social que en aras de la “seguridad nacional” (sanitaria, climática, financiera, militar, etc.). pueden volver a repetirse en cualquier momento, ya con la correspondiente cobertura normativa. El Proyecto de Ley de Seguridad Nacional5, propuesto al Congreso por el Gobierno “progre” y actualmente en tramitación parlamentaria (y cuya atenta lectura recomendamos), es una auténtica legislación de excepción que ya está en vigor en la mayor parte de los países de la UE.
Tras la aprobación en mayo pasado de las Enmiendas al Reglamento Sanitario Internacional, la OMS – al servicio de las multinacionales farmacéuticas y convertida en autoridad sanitaria mundial – declaró el pasado 14 de agosto “emergencia sanitaria internacional por el brote de viruela símica (mpox)”. Si bien su alcance es aún desconocido, lo que ya es un hecho es la prueba piloto para introducir en el marco de la UE el Pasaporte Europeo de Vacunas, con la participación inicial de Letonia, Grecia, Bélgica, Alemania y Portugal, y cuyo contenido se analiza en este número.
Iniciado también durante la pandemia, el control de los medios de comunicación se ha ampliado. Los gobiernos de la UE no han considerado suficientes los mecanismos de censura y coordinación existentes entre todas las agencias, grandes medios y la mayor parte de las redes sociales. Usando la táctica de Goebbels, repiten machaconamente la misma propaganda de guerra. En marzo de 2022, el Consejo de Europa, sin marco legal alguno, prohibió en todos los países de la UE los medios rusos Rusia Today y Sputnik. El argumento aducido fue “desinformación dañina” y la medida fue ratificada por el Tribunal General de la UE cuatro meses después. En octubre de ese mismo año, el Parlamento Europeo y el Consejo aprobaron el Reglamento de Servicios Digitales, que fue diligentemente convertido en Ley por el Congreso de los Diputados en menos de un mes, a propuesta del Gobierno PSOE-IU-SUMAR. La misma Ley aprobada en Francia es la que ha permitido la detención del fundador de Telegram, Pavel Durov, con acusaciones tan peregrinas como las de Julián Assange, para intentar ocultar que se trata de acabar con una plataforma que respeta la privacidad, la libertad de expresión y de información.
La persecución de periodistas, que es la persecución del derecho a la información, se ha consumado con Pablo González, preso de la OTAN en Polonia, encarcelado sin acusación alguna durante dos años y cinco meses, buena parte del tiempo aislado y sin que el gobierno español hiciera nada efectivo por su liberación. Obtuvo la libertad mediante la intervención de Rusia en un canje de prisioneros. En Gran Bretaña, en los últimos tiempos y en aplicación de la Ley contra el Terrorismo, aprobada en el año 2000 por el gobierno de Tony Blair, han sido detenidos los periodistas Richard Medhurst, Craig Murray, Kit Klaremberg y otros, por denunciar el genocidio sionista en Gaza o criticar a los servicios de inteligencia.
“El río inunda valle, pero la presa se construye en la montaña”
Hemos relatado hasta aquí, como botón de muestra, la serie de acontecimientos y situaciones que muestran inequívocamente el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo que sin duda va a continuar, empujado violentamente por una burguesía imperialista decidida a incrementar sin límites la explotación, al tiempo que alienta la destrucción de empresas mediante una voladura controlada de las menos competitivas.
Entre la clase obrera y los movimientos sociales predomina un sentimiento de impotencia que es completamente lógico si se tiene en cuenta que por este camino cualquier esperanza es un espejismo. El incremento constante de la tasa de suicidios, muchos directamente relacionados con despidos, desahucios, etc., revela de forma dramática la desesperación transformada en autodestrucción, en violencia contra uno mismo, que no ha conseguido expresarse como energía revolucionaria.
Las causas de la derrota son profundas y diversas, y aunque no nos detendremos a analizarlas aquí, hay que decir que la liquidación del movimiento obrero viene cocinándose desde antes de la Transición por la oligarquía imperialista, nacional e internacional, con la colaboración, bien pagada, de las izquierdas institucionales y los aparatos sindicales.
Pero, ¿por qué se agudiza la represión en todos los campos y se pisotean las libertades supuestamente tan queridas por la burguesía, si la resistencia obrera y popular es insignificante ante la magnitud de las agresiones y el “orden”, su “orden”, reina en las calles y en los centros de trabajo?
La escalada de la represión ejecutada por el gobierno “progre” sin apenas oposición, junto con las medidas de control social experimentadas durante el Covid y que ahora se retoman con el Pasaporte Europeo de Vacunas, camina velozmente hacia una militarización de la sociedad, en sentido estricto, mientras se prepara a los pueblos de Europa para una larga guerra contra Rusia.
Desde hace tiempo, y sobre todo desde la pandemia, las decisiones políticas se centralizan cada vez más en la UE para después ser ejecutadas diligentemente por los gobiernos de los estados miembros, independientemente del color político.
El endurecimiento de la dictadura de la burguesía que se ejerce casi invisible en el capitalismo y que vemos intensificarse progresivamente, debe entenderse como una contrarrevolución preventiva de la oligarquía ante procesos que van a ocurrir pero que todavía apenas se vislumbran. Y la comprensión integral de estos procesos requiere contemplar la interconexión de los fenómenos que se desarrollan de forma aparentemente aislada6. A su vez, este análisis general es condición indispensable para que la vanguardia de la clase obrera pueda diseñar una estrategia de resistencia y de victoria.
El recrudecimiento del control social, que adoptará cada vez más el pretexto de la “seguridad nacional”, forma parte indispensable del proyecto de guerra y destrucción al que la burguesía imperialista se ve abocada para intentar gobernar la crisis capitalista conjurando probables procesos revolucionarios. Y la guerra abierta y a gran escala que preparan, será la guerra de la OTAN contra Rusia y China.
Los Estados de la UE, y el Reino de España especialmente, actúan cada vez más como potencias subalternas del imperialismo anglosajón a cambio de que sus burguesías obtengan beneficios residuales de la cadena trófica del imperialismo. Los gobiernos europeos, con la excepción por ahora de Hungría y Eslovaquia, le rinden pleitesía – aun en contra de sus intereses nacionales – y ejecutan las órdenes de la OTAN aprestándose a servir a sus objetivos imperiales de dominación económica, cultural, y muy especialmente militar. Vale la pena recordar al respecto el sometimiento sin resistencia de la inmensa mayoría de los gobiernos europeos a la Alemania nazi, hasta que se topó con la insobornable voluntad de lucha y de victoria de la URSS.
La economía de guerra, en realidad estado de guerra, de la que hablan cada vez con más desparpajo los gobiernos, significa preparación para una guerra larga, en suelo europeo y con la juventud de la clase obrera como carne de cañón. Es decir:
- “Reindustrialización” con fábricas de armas propiedad del complejo militar industrial del imperialismo.
- Recorte, aun mayor, del presupuesto social subordinado al gasto militar.
- Reintroducción del servicio militar obligatorio y preparación del ejército para una guerra larga, primero contra Rusia y luego contra China, bajo mando de la OTAN, por supuesto.
Frente al futuro que hoy ya se está construyendo ante nuestros ojos, ¿esperaremos a tomar decisiones a que se cancelen las pocas libertades y derechos que aún tenemos, a que prohíban organizaciones políticas, sindicales y sociales y se detenga a sus dirigentes, a que nos arranquen los medios de comunicación que en realidad siempre han estado en sus manos? Sería suicida hacerse la ilusión de que esto aquí no pasará. Cuando suceda será demasiado tarde.
Los inconmensurables crímenes del sionismo contra el pueblo palestino, que a su vez se parecen a los de la Alemania nazi, a los de los fascistas ucranianos y a los cometidos por las dictaduras burguesas para aplastar revoluciones populares, no son privativos de Israel. La estrecha relación del imperialismo con el nazismo y el sionismo no debe entenderse como una alianza circunstancial sino como expresiones de un mismo fenómeno, como lo es el fascismo con respecto al capitalismo. Lo que los explica, en última instancia, es una crisis gigantesca del capitalismo en la que la humanidad se juega la dignidad y la vida en una lucha a muerte entre la ley del valor y la primacía de las necesidades humanas; en definitiva, entre capitalismo y socialismo.
Como decíamos “el río está ya inundando el valle” y sus manifestaciones son muy diversas, pero ¿sería lógico correr a tapar una a una las múltiples bocas de la riada? o, más bien, ¿no es lo prioritario, sin dejar de ayudar a intentar achicar la crecida, la construcción de la presa, bien alto en la montaña, porque de su fortaleza depende nuestra vida?
Y para la construcción de la presa, sobre todo al comienzo, es necesario juntar a los mejores compañeros y compañeras, a quienes ven más claro, a los más valientes. La reconstrucción del movimiento obrero – y los difíciles primeros pasos están ya dándose – es indispensable. La clase obrera es la única que tiene poder real para acabar con el monstruo. También en su seno tiene que engendrarse la organización política comunista capaz de construir los planos para hacerlo. Poca gente percibirá al principio lo que se está forjando y sin duda es mejor así. Los procesos revolucionarios se manifiestan en los callejones sin salida, pero se estrellan contra un muro si no hay una fuerza política surgida de las mismas entrañas de la clase obrera, que haya previsto cómo demolerlo y pueda indicar el camino para hacerlo.
1https://www.abc.es/economia/lista-forbes-ricos-espana-amancio-ortega-cabeza-20231106145610-nt.html
2https://www.eleconomista.es/opinion/noticias/12059839/11/22/Mayor-destruccion-de-empresas-en-2023.html
3https://www.eapn.es/estadodepobreza/ARCHIVO/documentos/Informe_AROPE_2024_completo.pdf
4https://www.mites.gob.es/estadisticas/eat/eat24_06/ATR_06_2024_Resumen.pdf
5https://www.congreso.es/public_oficiales/L14/CONG/BOCG/A/BOCG-14-A-91-1.PDF
6Estos aspectos son analizados detalladamente en el Informe político de CNC que lleva por título “Crisis capitalista, pandemia, militarización y guerra. El imprescindible análisis de totalidad de la ofensiva capitalista contra la clase obrera”. https://cncomunistas.org/wp-content/uploads/2022/12/analisis-de-totalidad-imprescindible-cnc-diciembre-2022.pdf
- Editorial de la revista n.º 4 Con-Ciencia de Clase