La crisis se agrava y a diferencia de ocasiones anteriores en las que el epicentro se situaba en países
periféricos, ahora se ceba preferentemente en las economías centrales del imperialismo, es decir, en
Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Francia; y más temprano que tarde sacudirá al resto de
las economías de la UE. Eso no significa que no estemos ante una crisis general del sistema
capitalista o que otros países se vean menos menos afectados como China, India o Rusia, porque no
sean potencias capitalistas, sino que, como demuestra J. M. Olarieta en su artículo sobre el
desarrollo desigual del capitalismo en crisis1, la profundización de la crisis en unos, abre ventanas
de oportunidad para otros.
De lo que no cabe ninguna duda, es de que la agudización de la crisis disciplina los alineamientos.
Los competidores económicos de las potencias centrales que ven hundirse sus economías, son
convertidos en enemigos militares a los que hay que destruir a toda costa. Las ínfulas soberanistas
de la UE, que ya sufrieron un duro golpe con el Brexit, han cumplido el sino de subordinación a
EE.UU que les fue marcado por el Plan Marshall y por la OTAN nada más finalizar la II Guerra
Mundial; y el hundimiento de la URSS, lejos de ser la oportunidad dorada de la gran Europa
capitalista como potencia “autónoma”, aceleró su sometimiento al imperialismo anglosajón.
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