Todo lo que publican los grandes medios de comunicación, desde la primera letra a la
última, y hoy más que nunca, es propaganda de guerra. Sabemos, o deberíamos saber, que
sus propietarios son los grandes fondos de inversión, las empresas multinacionales y los
principales bancos, todos ellos en gran medida penetrados por el gran capital sionista.
Por otro lado, los medios alternativos, muchos de ellos bienintencionados, dan crédito a
bulos propagados por aquellos mismos medios, o a falsos análisis que contribuyen a
extender la confusión y, en definitiva, a intentar socavar la solidaridad con Palestina.
Esas “noticias” se centran hoy en atribuir exclusivamente a Hamás – organización islamista y
por tanto “poco confiable” – las acciones militares palestinas del día 7 de octubre contra el
estado sionista, y en difundir que el gobierno de Netanyahu estaba al tanto de todo y que
habría facilitado el ataque para distraer la atención de sus dificultades internas.
La confusión que subyace en estos análisis es consecuencia de esa tendencia tan extendida
de analizar los sucesos a partir de la instantánea del momento, ignorando u obviando los
procesos históricos que los explican.
La línea general que ha venido forjando el plan político implementado por el imperialismo
sionista en Oriente Próximo, ha sido aplicar el “divide y vencerás” para someter y dominar a
sus pueblos. Su instrumento ha sido la instigación de las diferencias religiosas, étnicas o
estatales, en virtud, estas últimas, de fronteras diseñadas por las potencias coloniales.
Junto a ello, su nueva estrategia ha sido armar, organizar y poner a su servicio al islamismo
más integrista y retrógrado (Al Qaeda, ISIS, Boko Haram, etc.). Estas organizaciones han
funcionado como milicias subcontratadas para destruir y saquear esos países. Esta
estrategia se aplicó en la guerra de Irán–Iraq, en la ocupación de Iraq, Libia, Yemen, Siria,
mucho antes en Yugoslavia y ahora en Ucrania.
La victoria de Líbano, la primera de un país árabe contra Israel, en el año 2006, marca un
punto de ruptura. Hezbolá fue capaz de promover una alianza con fuerzas cristianas,
comunistas y de otros credos e ideologías para confrontar y vencer al estado sionista.
Además, empezó a erigir, sobre la base de esta histórica victoria, el Eje de la Resistencia
Antiimperialista y Antisionista, como Bloque Histórico – explícitamente lo relacionaron con
el concepto de bloque histórico gramsciano – laico, a escala regional. Lo hicieron sobre la
base, profundamente inscrita en el sentimiento árabe y musulmán, de considerar la lucha
del pueblo palestino contra el estado sionista, como columna vertebral de toda su
estrategia.
Sobre esos cimientos, estrictamente políticos, se empezó a articular el Eje de la
Resistencia. Este posicionamiento político le llevó a apoyar militarmente a Siria, a Yemen y a
cualquier pueblo, sobre todo al palestino, actuando como un frente común desde el cual se
luchaba contra el imperialismo sionista. Este proceso permitió en Palestina algo inédito que
se fue forjando a lo largo de los años.
Fuerzas que se habían enfrentado, incluso militarmente, como Hamás, la Yihad islámica o el
Frente Popular para la Liberación de Palestina, fueron superando sus diferencias para
conseguir articular un frente común contra el enemigo sionista y a desenmascarar la
complicidad con el ocupante, de la Autoridad Nacional Palestina plagada de corrupción.
Es esta nueva perspectiva histórica la que ha permitido esta nueva victoria de la Resistencia
Palestina. La unidad política y militar de la Resistencia es el producto necesario del
desarrollo de este camino de confluencia árabe y musulmana, antiimperialista y antisionista
que, obviamente, se ve favorecido por los cambios en el escenario internacional que
representan el apoyo de Rusia al gobierno sirio o la nueva incorporación a los BRICS de Irán
Egipto o Emiratos Árabes Unidos. Al igual que ocurrió en 2006, y como ocurre en
cualquier victoria de un pueblo contra un enemigo potencialmente más poderoso, la
capacidad de la Resistencia Palestina para llevar a cabo acciones de la envergadura de
las que hemos visto representa, sobre todo, el derrumbamiento del mito de la
invulnerabilidad del enemigo. La demostración práctica de que es posible vencer al
ejército más poderoso de la región, y uno de los más fuertes del mundo, es la mayor
potencia que estructura e incorpora a la lucha a las masas, antes anonadadas por el
sentimiento de impotencia.
Pero cualquiera que adopta la determinación de luchar frente a una fuerza
incomparablemente más grande, no lo hace a pecho descubierto, frontalmente. Uno de
los elementos fundamentales es conocer las contradicciones internas del enemigo y
atacar cuando su debilidad es mayor. El ataque de la Resistencia Palestina preparado
desde hace tiempo, que también tiene sus servicios de inteligencia, se ha producido en
el momento más adecuado, cuando el Estado de Israel estaba más debilitado.
La salvaje masacre desencadenada por el estado de Israel sobre la población civil de
Gaza que le siguió, se ha acompañado del infame apoyo al estado sionista por parte de
EEUU y de la UE, y de todos los medios de comunicación “occidentales”.
Durante 75 años con su apoyo cómplice, el estado de Israel ha martirizado al pueblo
palestino, a pesar de que el 60% de las Resoluciones de la Asamblea de la ONU desde
1948 son de condena al estado sionista y de apoyo a los derechos del pueblo palestino,
incluido su derecho a la defensa militar. Ninguna se ha cumplido, pero sí se cumple el
infame Acuerdo Comercial Preferente entre la UE e Israel de 1997, supeditado en teoría
al respeto de los Derechos Humanos del pueblo palestino.
El pueblo palestino y sus organizaciones han comprendido que el derecho internacional
no existe y que sólo su unidad, su determinación de combatir a cualquier precio, y su
inscripción en un proceso más amplio de lucha regional contra la dominación y el
saqueo de sus recursos, abre caminos de victoria.
La respuesta solidaria que está teniendo lugar en todos los países del mundo y, sobre
todo en los pueblos árabes y musulmanes, es una sacudida y una amenaza contra los
gobiernos sobornados cómplices del imperialismo sionista. Ahora no se trata sólo de
denunciar las reiteradas masacres y de solidaridad con las víctimas. Sobre la base de la
demostración de que es posible llevar a cabo ataques como los que ha llevado a cabo la
Resistencia Palestina, que muestra que el supuestamente todopoderoso enemigo no es
invulnerable, la solidaridad internacional tiene un nuevo alcance. Es el apoyo a la lucha
armada de un pueblo contra la ocupación.
Comprender en su conjunto, en su integralidad, los procesos históricos, es condición
indispensable para que los pueblos no seamos cómplices, involuntarios o no, de la
propaganda del enemigo. Los tiempos están cambiando. Regados con la sangre de los
mártires de los pueblos que han demostrado a lo largo de tantos años de lucha y de
resistencia, el palestino sobre todo, pero también los de otros lugares, se están
abriendo caminos de esperanza que solo son posibles mediante la lucha decidida,
también frente a su propaganda, contra el imperialismo sionista.
Octubre 2023
COORDINACIÓN DE NÚCLEOS COMUNISTAS