Contra el auge reaccionario, respondamos como clase
Podríamos calificar la coyuntura actual como la culminación de la barbarie capitalista que, como un viento huracanado, nos arrastra violentamente hacia un futuro distópico. Todo esto mientras nosotros, simples espectadores, sólo podemos observar horrorizados cómo se acumulan los escombros de una sociedad caduca y decadente. Esta situación de máxima contradicción capitalista se expresa de diferentes formas: aumentan las tensiones bélicas anunciando una nueva coyuntura de guerra total internacional, se incrementa la situación de ecocidio generalizado hasta un punto de no retorno, se intensifica la desposesión y la explotación del proletariado en todo el globo y aumenta la crudeza de la competencia capitalista.
Es en esta coyuntura que debemos ubicar el auge de los discursos reaccionarios, que no son otra cosa que la personificación de intereses concretos de sectores sociales en lucha por su supervivencia. En esta lucha por la supervivencia dentro del sistema capitalista las distintas facciones del capital aumentan la virulencia, la tarta a repartir es cada vez más pequeña y el riesgo de la proletarización, más real. Por su parte, la clase trabajadora, con serias dificultades de mantenerse productiva dentro del mercado de fuerza de trabajo en el centro imperialista, agudiza la dinámica competencial que la fracciona y enfrenta entre sí. En definitiva, la crisis general del capitalismo está rompiendo el pacto social del ciclo anterior, de modo que se inicia un período proclive al conflicto ya la guerra del penúltimo contra el último.
El capital nacional dependiendo del Estado pugna contra los capitales transnacionales, que ya son capaces de condicionar las políticas estatales para doblegarlas a su arbitrio. La aristocracia obrera blanca ve como una amenaza la mano de obra migrante, dispuesta a aceptar peores condiciones en lo que respecta al salario directo y clara competidora por la redistribución del salario indirecto. La fuerza de trabajo masculina ve amenazados ciertos privilegios a partir de la integración en el mercado laboral de fuerza de trabajo femenina, proceso típico en situaciones de crisis capitalista. En conclusión, la competencia interna en la clase trabajadora agudizada por el proceso de proletarización da lugar a respuestas corporativistas que nutren los proyectos de las distintas fracciones del capital.
Este aumento de las tendencias reaccionarias no podría explicarse sin el fracaso de la socialdemocracia —tanto la antigua como la nueva— que en la actualidad es incapaz de integrar a buena parte de los sectores que anteriormente han conformado las clases medias. La tarta es cada vez más pequeña y las porciones se compran caras. La dinámica de competencia llega a afectar, incluso, a los sectores que pugnan por introducir sus demandas dentro de la vía institucional, de forma que se producen roturas y enfrentamientos que dejan entrever el choque de intereses. La transfobia de cierto feminismo y el obrerismo de cierta izquierda deben verse como la reacción de unas fracciones determinadas en contra del reparto de cuotas de representación. Este fenómeno llega al punto de hacer virar hacia la derecha todo el espectro político, incluida la socialdemocracia que, en tanto que estrategia política de integración de la fuerza de trabajo dentro de la dinámica capitalista, no puede hacer más que replegarla. en la defensa de los intereses de los sectores mejor posicionados de su electorado.
La impotencia de la izquierda burguesa, incapaz ni siquiera de paliar los efectos de la crisis en el proletariado, así como su progresiva disolución y similitud con expresiones políticas claramente reaccionarias, hace necesaria la generación de un marco basado en el miedo por para obtener los votos suficientes. Nos referimos al famoso «voto antifascista». Bajo la fachada del antifascismo se han ocultado las miserias de un gobierno anti-proletario, que mantiene la ley mordaza, que saca las tanquetas contra los huelguistas, que nos infiltra policías en nuestros movimientos y que financia y alimenta el genocidio del pueblo palestino. Toda lucha contra el fascismo que no parta de la necesidad imperiosa de construir un movimiento revolucionario capaz de hundir hasta el cemento la sociedad capitalista estará condenado a ser el parapeto de la izquierda burguesa en su fase decadente.
Y justamente éste es el punto de partida que plantea la Organización Juvenil Socialista en su propuesta para combatir el auge reaccionario en la coyuntura actual: reconstruir la potencia política del proletariado organizado por sí mismo. Ésta será la única garantía para desarrollar un sujeto político que pueda hacer frente a los monstruos que crea el capitalismo porque se enfrenta de manera radical, como totalidad, y no atacando el fenómeno del fascismo como si fuera posible erradicarlo sin terminar primero con el modo de producción capitalista. Esto pasa por articularnos políticamente de forma independiente a los intereses de sectores sociales que lo que buscan es una cierta cuota de representación dentro de las instituciones, tribunos de la plebe que instrumentalizan la clase trabajadora legislatura tras legislatura. Así pues, pasa por entender la lucha contra la reacción ya favor de los derechos políticos del proletariado como un proceso de acumulación de fuerzas que nos haga avanzar en la lucha de clases, avanzar en el control progresivo del proceso social por parte de nuestra clase .
Y, como vemos, en ese claroscuro que es la crisis nacen los monstruos. Pero al igual que surgen los monstruos de la reacción, también pueden nacer las nuevas oleadas que preparan el terreno para las batallas que decidirán el futuro. Pequeñas luces que nosotros asumimos el compromiso de hacer crecer.
Tenemos el deber de reconfigurar de nuevo una fuerza que hará frente a la barbarie capitalista. Una fuerza independiente. Sin depender de la voluntad de políticos profesionales que ni son capaces de hacer frente a la crisis capitalista actual ni defenderán nunca los intereses de la clase trabajadora.
La Organización Juvenil Socialista es el primer paso en ese proceso de recomposición. Es la herramienta que nos permitirá empezar a articularnos como clase consciente e independiente, una clase organizada con capacidad de confrontar ese auge reaccionario. Una organización para dar respuesta a la miseria, para combatir a quien nos explota y oprime.
La luz que terminará con los monstruos. La fuerza que terminará con la reacción.
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Contra l’auge reaccionari, responguem com a classe
Podríem qualificar la conjuntura actual com la culminació de la barbàrie capitalista que, com un vent huracanat, ens arrossega violentament cap a un futur distòpic. Tot això mentre nosaltres, simples espectadors, només podem observar horroritzats com s’acumulen les runes d’una societat caduca i decadent. Aquesta situació de màxima contradicció capitalista s’expressa de diferents maneres: augmenten les tensions bèl·liques anunciant una nova conjuntura de guerra total internacional, s’incrementa la situació d’ecocidi generalitzat fins a un punt de no retorn, s’intensifica la despossessió i l’explotació del proletariat en tot el globus i augmenta la cruesa de la competència capitalista.
És en aquesta conjuntura que hem d’ubicar l’auge dels discursos reaccionaris, que no són cap altra cosa que la personificació d’interessos concrets de sectors socials en lluita per la seua supervivència. En aquesta lluita per la supervivència dins del sistema capitalista les diferents faccions del capital augmenten la virulència, el pastís a repartir és cada vegada més menut i el risc de la proletarització, més real. Per la seua banda, la classe treballadora, amb serioses dificultats de mantindre’s productiva dins del mercat de força de treball en el centre imperialista, aguditza la dinàmica competencial que la fracciona i l’enfronta entre si. En definitiva, la crisi general del capitalisme està trencant el pacte social del cicle anterior, de manera que s’inicia un període procliu al conflicte i a la guerra del penúltim contra l’últim.
El capital nacional depenent de l’Estat pugna contra els capitals transnacionals, que ja són capaços de condicionar les polítiques estatals per tal de doblegar-les al seu arbitri. L’aristocràcia obrera blanca veu com una amenaça la mà d’obra migrant, disposada a acceptar pitjors condicions pel que fa al salari directe i clara competidora per la redistribució del salari indirecte. La força de treball masculina veu amenaçats certs privilegis a partir de la integració al mercat laboral de força de treball femenina, procés típic en situacions de crisi capitalista. En conclusió, la competència interna a la classe treballadora aguditzada pel procés de proletarització dona lloc a respostes corporativistes que nodrixen els projectes de les distintes fraccions del capital.
Aquest augment de les tendències reaccionàries no podria explicar-se sense el fracàs de la socialdemocràcia —tant l’antiga com la nova— que en l’actualitat és incapaç d’integrar una bona part dels sectors que anteriorment han conformat les classes mitjanes. El pastís és cada vegada més menut i les porcions es compren cares. La dinàmica de competència arriba a afectar, fins i tot, els sectors que pugnen per introduir les seues demandes dins de la via institucional, de manera que es produeixen trencaments i enfrontaments que deixen entreveure el xoc d’interessos. La transfòbia de cert feminisme i l’obrerisme de certa esquerra han de veure’s com la reacció d’unes fraccions determinades en contra del repartiment de quotes de representació. Aquest fenomen arriba al punt de fer virar cap a la dreta tot l’espectre polític, inclosa la socialdemocràcia que, en tant que estratègia política d’integració de la força de treball dins de la dinàmica capitalista, no pot fer res més que replegar-se en la defensa dels interessos dels sectors més ben posicionats del seu electorat.
La impotència de l’esquerra burgesa, incapaç ni tan sols de paliar els efectes de la crisi en el proletariat, així com la seua progressiva dissolució i similitud amb expressions polítiques clarament reaccionàries, fa necessària la generació d’un marc basat en la por per tal d’obtenir els vots suficients. Ens referim al famós «vot antifeixista». Sota la façana de l’antifeixisme s’han ocultat les misèries d’un govern anti-proletari, que manté la llei mordassa, que trau les tanquetes contra els vaguistes, que ens infiltra policies en els nostres moviments i que finança i alimenta el genocidi del poble palestí. Tota lluita contra el feixisme que no partisca de la necessitat imperiosa de construir un moviment revolucionari capaç d’enfonsar fins el ciments la societat capitalista estarà condemnat a ser el parapet de l’esquerra burgesa en la seua fase decadent.
I justament aquest és el punt de partida que planteja l’Organització Juvenil Socialista en la seua proposta per combatre l’auge reaccionari en la conjuntura actual: reconstruir la potència política del proletariat organitzat per ell mateix. Aquesta serà l’única garantia per a desenvolupar un subjecte polític que puga fer front als monstres que crea el capitalisme perquè s’hi enfronta de manera radical, com a totalitat, i no atacant el fenomen del feixisme com si fora possible erradicar-lo sense acabar primer amb el mode de producció capitalista. Això passa per articular-nos políticament de manera independent als interessos de sectors socials que el que busquen és una certa quota de representació dins de les institucions, tribuns de la plebs que instrumentalitzen la classe treballadora legislatura rere legislatura. Així doncs, passa per entendre la lluita contra la reacció i a favor dels drets polítics del proletariat com un procés d’acumulació de forces que ens faça avançar en la lluita de classes, avançar en el control progressiu del procés social per part de la nostra classe.
I, com véiem, en aquest clarobscur que és la crisi naixen els monstres. Però igual que sorgeixen els monstres de la reacció, també poden nàixer les noves onades que preparen el terreny per a les batalles que decidiran el futur. Xicotetes llums que nosaltres assumim el compromís de fer créixer.
Tenim el deure de tornar a reconfigurar una força que farà front a la barbàrie capitalista. Una força independent. Sense dependre de la voluntat de polítics professionals que ni són capaços de fer front a la crisi capitalista actual ni mai defensaran els interessos de la classe treballadora.
L’Organització Juvenil Socialista és el primer pas en aquest procés de recomposició. És l’eina que ens permetrà començar a articular-nos com a classe conscient i independent, una classe organitzada amb capacitat de confrontar aquest auge reaccionari. Una organització per donar resposta a la misèria, per combatre qui ens explota i oprimeix.
La llum que acabarà amb els monstres. La força que acabarà amb la reacció.