Cristian Díaz es uno de los nombres de la solidaridad argentina con Palestina. Si no han sentido hablar de él, es sencillamente porque en este tipo de sociedades se intenta invisibilizar a todos aquellos que ponen el cuerpo o el intelecto al servicio de una causa justa. Recordemos: hace exactamente 8 meses, que Cristian está detenido en el penal de Marcos Paz acusado ni más ni menos que de “odio racial”. Y está allí en contra de toda lógica judicial ya que una y otra vez se rechazó el pedido de sus abogados de la Gremial para que durante la espera del juicio al que será sometido, pueda gozar de libertad, o en última instancia, cumpliendo prisión domiciliaria. Pero eso solo ocurre en la imaginación de un país donde los derechos humanos tengan un valor sustancial. Argentina actual está lejos de esos parámetros, ya que todos los días vemos como genocidas de la dictadura militar, salen libres, o siguen “presos” en sus domicilios, donde se dan el lujo de hacerse alguna “escapada” veraniego u organizar festicholas por todo lo alto, donde además de divertirse, conspiran. La pesadilla de Cristian, que ahora lo ha convertido en preso político, comenzó cuando el pasado 14 de junio, un grupo de policías, varios de ellos encapuchados, atendiendo la denuncia presentada por el jefe de Seguridad de la Embajada de Israel, irrumpió en su domicilio, ostentando todo tipo de armamento, como si fueran a detener al peor de los asesinos. Como suele pasar en estos casos, ese “grupo de tareas” que respondían al “progresista” ex ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, aplicaron toda la violencia posible en su incursión, y después de dar vuelta por completo la vivienda, solo encontraron una bandera palestina (algo muy habitual en quienes reivindican la causa noble y heroica de ese pueblo) y un par de anotaciones en árabe, idioma que Cristian estudiaba desde hace tiempo, cuando su trabajo como obrero metalúrgico se lo permitía. Con todo ese “arsenal”, se “montaron” las pruebas que en realidad no necesitaban, ya que desde que el hombre del Mossad “marcara” a Cristian como un enemigo, primero la policía y luego la Justicia, no hicieron otra cosa que subordinarse a tal reclamo. Vale recordar que eso ocurría en tiempos “nacional y populares”, algo que en este presente en que gobierna un hombre partidario de las relaciones carnales con Israel, adquiere mayor gravedad.
Cuando este viernes pasado nos encontramos con Cristian en el locutorio del Penal, como parte de una visita organizada por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, la primera sensación fue la de comprobar una vez más la liviandad perversa con que se envía a prisión a quienes no piensan ni opinan como el régimen autoritario -disfrazado de democracia- impone a la población. Ya han pasado ocho meses desde que Cristian llegó allí, solo porque los estamentos de la Justicia que tienen que realizar el peritaje de un celular que le pertenecía, lo vienen postergando de manera indefinida. Obviamente, a ese tipo de individuos al servicio de un poder violento, poco les importa la persona que sufre las consecuencias de sus decisiones. A todo esto, Cristian ha perdido su trabajo y también su vivienda, está muy mal económicamente y si no fuera por la solidaridad de la Gremial de Abogadxs y las y los compañeros del Comité de Solidaridad con el Pueblo Palestina, la APDH y la Liga por los Derechos Humanos, que le hacen llegar alimentos, el castigo sería aún mayor.
En la charla que mantuvimos, más allá de lo doloroso que siempre resulta estar en prisión por defender la libertad de pensar y opinar, y a la vez ser solidario con todo aquel que sufre una injusticia, sentimos que Cristian irradia fuerza y confianza en que no van a poder doblegarlo. Al igual que sostenía el Che, que ostentaba en su camiseta roja, ser consecuente con las ideas puede traer dificultades y hasta dolores profundos, pero a la vez nutre de dignidad a quien las lleva a la práctica. Por eso, en varios momentos de la conversación, su rostro se ensombreció hablando de los miles de niños y niñas asesinados por la ocupación en Gaza, por las madres desesperadas huyendo de las bombas de fósforo, haciendo lo posible para proteger a sus bebés, pero también insistió, en el amor a la tierra y a todo lo que ella significa para un pueblo que hace más de 75 años lucha por su independencia.
Conmueve escuchar a un Cristian humanista, sensible y de enorme seriedad en sus planteos, pero también descubrir a ese hombre de cuarenta y pico de años, que sabe muy bien de su inocencia y no se resigna a dejar de pelear por su libertad, acompañado por todos y todas las gentes solidarias. Corren tiempos difíciles, qué duda cabe, aquí, donde el fascismo busca hacerse un lugar en las instituciones, e incluso entre franjas no pequeñas de la población. Aquí, donde, el hambre de nuestra gente avanza aceleradamente. Ni qué decir de Palestina, donde la cifra de más de 30 mil asesinados y asesinadas por la crueldad imperialista, nos generan permanente impotencia. A la vez, son momentos de prueba para nuestras ideas rebeldes de siempre. Parte importante de las mismas tienen que ver con la necesidad de abrazar a nuestros presos y presas por luchar. Cristian es uno de ellos, y hay que hacerle sentir que no está solo en la batalla por demostrar que las ideas no se encarcelan. Aún así, siguen fluyendo, intactas, por amor a Palestina.
(Resumen Latinoamericano)
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