Durante estos años la pequeña burguesía ha gritado, ha gesticulado, ha protestado, ha amenazado, se ha quejado y ha soltado todo tipo de exabruptos, pero cuando ha llegado la hora de la verdad, el momento de tomar una decisión trascendental ha preferido agachar la cabeza y dejar que manden los que han mandado siempre. Desde su punto de vista, han protestado lo necesario y probablemente más de lo que se podían llegar a imaginar, se han convertido en los verdaderos vencedores morales. De todos modos, los trabajadores debemos entender que ellos se le han jugado mucho, que además ellos tienen mucho que perder, y que, por tanto, merecen la amnistía más que nadie.
Ésta no es la dinámica concreta de las clases medias durante el proceso independentista, sino que es la dinámica histórica de la pequeña burguesía respecto a la cuestión nacional en Cataluña. Es Pi i Margall posicionándose en contra de la proclamación del Estado Catalán en 1873, es Francesc Macià claudicando ante los ministros de la República en 1931 después de proclamar la República Catalana, es Lluís Companys negándose a entregar las armas a la Alianza Obrera en 1934 y librándose sin resistencia al ejército y es Puigdemont anunciando la República de los 8 segundos en octubre de 2017 y volviendo del exilio por la disputa partidista de las rentas electorales del último ciclo ya cerrado . Es la dinámica social de una clase social que interviene en el contexto, pero sin entender por qué suceden los hechos.
Dani Cornellà de la CUP en una reciente entrevista en Vilaweb en la que le preguntan cómo reavivar el movimiento independentista responde: «Volviendo a empezar desde la calle, volviendo a ilusionar a estos miles de personas que han dejado de votar el independentismo porque se han desengañado y frustrado. Dejando de engañar a la ciudadanía y volviendo a tender puentes con la sociedad civil y entre los partidos políticos». Que no es algo diferente de Pep Guardiola diciendo «Si nos levantamos temprano y sin reproches, somos un país imparable».
Porque al final éste es el pensamiento fantasioso y ahistórico de la pequeña burguesía, que cree que, como en su negocio, todo es una cuestión de esfuerzo; que el contexto es irrelevante y que, aunque el mundo se hunda, si abre la tienda los domingos y festivos todo irá bien.
Ante los delirios es importante que los comunistas aportemos una dosis de realidad, por dura que sea, y esto consiste en explicar al proletariado catalán que sus preocupaciones respecto a la opresión nacional son irresolubles si los sujetos en conflicto son los catalanes cargados de democracia y razones morales contra los reaccionarios y retrógrados españoles. Esto fracasó en 1873, 1931, 1934, 2017 y volverá a fracasar de forma ininterrumpida.
Sería una irresponsabilidad por nuestra parte seguir abandonando un elemento tan importante de la lucha de clases en nuestro país como es la lucha contra la opresión nacional en la dirección política de unas clases medias en completa decadencia. Por tanto, es necesario que los comunistas démos un paso al frente y situemos las tareas fundamentales del momento actual respecto a esta cuestión.
Esto pasa por un rearme ideológico que pueda abrir un resquicio en la estrechez de miras de la pequeña burguesía nacionalista, que cree que sólo podemos hacer política –en el más ambicioso de los casos– de Salses a Guardamar y de Fraga a Maó. Nuestro deber como comunista es generar las condiciones de posibilidad para dar respuesta a los problemas que nos enfrentamos. En este caso, significa explicar claramente que la única manera de acabar con la opresión nacional consiste en construir un Partido Comunista de masas con el proletariado del resto del Estado y del resto de países de la UE que tenga como uno de los puntos centrales el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas. Concretamente en el Estado español, situar al proletariado catalán como la punta de lanza no de sólo las reivindicaciones nacionales catalanas, sino de la lucha del proletariado español contra el nacionalismo español. El fin de la opresión nacional sólo puede ser también el fin del capitalismo.
Es el momento de librar la batalla ideológica sin contemplaciones, de comprender la subjetividad actual de las masas proletarias para transformarla, de organizar a los trabajadores independientemente de la adscripción nacional, de difundir el programa comunista en cada centro de estudio y en cada centro de trabajo. De nada sirve seguir haciendo proclamas vacías de volver a las calles sin credibilidad alguna y sin plan consistente. La sociedad catalana es una sociedad exhausta, donde después de una década de movilizaciones, la población sólo ha visto cómo sus condiciones de vida han empeorado y las fantasías de diputados como Dani Cornellà no hacen más que causar confusión.
Lo hemos explicado varias veces, pero creemos que es importante remarcarlo: El 1-O no podía ser de otra forma de cómo fue, porque la dirección del conflicto estuvo en manos de los partidos que representan los intereses de la pequeña burguesía. El Movimiento Socialista en Cataluña nacemos como respuesta a esta impotencia, con una idea fundamental: el proletariado debe participar de la lucha de clases con voz propia, organizándose al margen de la pequeña burguesía, bajo la premisa de la independencia política.
Actualmente esto significa proclamar que no es sólo que el Proceso esté muerto, sino que se ha convertido en un cadáver putrefacto al que crecen las uñas y el cabello. La posible vuelta de Puigdemont mañana no es más que intentar reanimar este cuerpo lleno de gusanos. Después de este hecho, regresaremos a la casilla de salida, donde todo empezó, con un gobierno del PSOE en España y en Barcelona y un tripartito en Cataluña, pero donde los Zapatero, Montilla y Hereu, son los Sánchez, Isla y Collboni en medio de una ola reaccionaria mundial. Cuando esto suceda, será necesario difundir entre el proletariado uno de los aprendizajes principales de la última década y media: lo contrario de ser de derechas o unionista no es ser de izquierdas o independentista , es ser comunista, es ser revolucionario.
(Horitzó Socialista)