Marxismo e inmigración
La discusión en torno a la inmigración ha llegado para quedarse. Y, por tanto, cuando hay un debate social de esta magnitud, los marxistas tenemos el deber ineludible de exponer nuestra posición para avanzar en la lucha de clases.
Dicho esto, es importante saber diferenciar cómo analizamos un fenómeno, es decir, la comprensión científica de las causas que lo provocan, de la forma en que orientamos nuestra práctica política para darle una respuesta. Posteriormente, lo desarrollaré, pero antes quisiera hacer un par de consideraciones previas: desconfíe de todas aquellas fuerzas políticas que hablan de inmigración sin hablar de imperialismo y colonialismo. Combate sin miramientos todas aquellas que hablan de los inmigrantes, pero no hablan de cómo organizarse políticamente con ellos.
Estas vulgares consideraciones podríamos utilizarlas para estudiar las posiciones de todo el espectro de fuerzas políticas de la burguesía, las de derechas y las de izquierdas. En el caso de esta breve columna nos centraremos en las de izquierdas –sean o no nacionalistas catalanas–, ya que se ve menos claro porque están equivocadas.
Las podríamos dividir en dos tipos: aquellas que todavía tienen una aproximación progresista, es decir, las que intentan convencer a la sociedad de que los inmigrantes son intrínsecamente buenas personas y deben integrarse, como podría ser ERC, una mayoría de la CUP y los Comunes. Y aquellas que poco a poco van asumiendo el discurso reaccionario de que la inmigración es un problema, que está vinculada a la inseguridad oa la destrucción de la identidad autóctona, como podría ser Al mismo tiempo de Jordi Graupera y Júlia Ojeda, o incluso determinados cargos de la CUP vinculados a su línea más nacionalista. Los primeros hacen una aproximación moral al fenómeno, y por tanto impotente. Los segundos hacen una aproximación política, pero conservadora y contraproducente. En ambos casos, la falta de un análisis propio les empuja a intervenir sin tener muy claras las causas de este fenómeno. Acaban siendo subalternos en las ideas de las fuerzas reaccionarias, que sí tienen un análisis desarrollado, y consecuentemente han tenido la capacidad de imponer un marco político al resto de fuerzas.
Tal y como comentaba más arriba, en lo que se refiere al análisis, nuestra primera tarea es romper el marco de comprensión burgués. Nosotros, comunistas, sabemos que no podemos analizar una tendencia histórica y global buscando las razones y soluciones en un pequeño país sin estado como el nuestro: Cataluña. Nuestra responsabilidad exige tener un punto de vista internacional, superar las visiones que no saben mirar más lejos de la propia nación, no sólo porque son limitadas, sino porque son profundamente estériles.
El nacimiento del capitalismo se caracteriza por una revolución de los medios de producción y transporte, especialmente en el ámbito tecnológico, y por una tendencia a la expansión global. Esta tendencia a la globalización se concreta en determinadas regiones en forma de régimen colonial en las que la burguesía, por medio de la guerra de conquista y la exportación e importación de mercancías a gran escala, obtiene beneficios extraordinarios y un poder de mando nunca visto hasta entonces: estos procesos empujan grandes transformaciones que dejan atrás completamente el feudalismo a otras formas precapitalistas, concretándose en desposesión de tierras, destrucción de la economía local (y, por tanto, creación de dependencia hacia el poder colonial) y migraciones en masa, tanto del campo a las nuevas ciudades, como específicamente hacia la metrópoli. Así, la migración se intensifica como fenómeno masivo entre el nuevo proletariado, e incluso, en los casos más extremos, los desplazamientos de la población se producen bajo criterios esclavistas. Sea cual sea el caso, se consolida una lógica de desplazamiento global de mano de obra, que irá teniendo distintas especificidades regionales o históricas.
Esta constante no ha parado de acelerarse durante el siglo XX y el XXI, y seguirá incrementándose por tres principales razones: en primer lugar, porque la crisis climática hará cada vez menos habitable vastas regiones del planeta; en segundo lugar, porque el reordenamiento imperialista comporta cada vez más guerras y éstas son causa de desplazamientos masivos de la población; en tercer lugar, porque el propio proceso de acumulación de capital necesita una mano de obra devaluada en los principales países capitalistas que no puede ser proporcionada únicamente por el proletariado autóctono. En conclusión, la inmigración no tendrá freno, se acentuará en Occidente, y serán muy ilusos quienes crean que por medio de las políticas de un estado burgués se podrá dar una solución a un fenómeno histórico de alcance mundial.
En Cataluña podemos observar cómo la población ha pasado en veinte años de 6 millones a 8 millones, pero ¿por qué esto debe ser necesariamente malo? ¿Por qué la migración de 2 millones de personas mayoritariamente proletarias en nuestro país –que si hacemos las tareas correctas pueden aumentar el poder de nuestra clase– es una mala noticia? ¿Nuestro objetivo es conservar la Cataluña de Pujol o construir un movimiento proletario de masas en Europa?
Este debate no es nuevo, tal y como explica Chris Ealham en «La lucha por Barcelona» mientras la CNT y la FAI tenían como premisa organizar a todo proletario llegado de Andalucía, Extremadura o Murcia en sindicatos y grupos de acción, la Generalitat de Macià llenaba trenes para organizar deportaciones masivas. También lo podemos ver durante la Transición, en la que el PSUC izaba la bandera «un solo pueblo» con cierto éxito y esto nos lleva a la actualidad a un contexto, en el que los “herederos” políticos del PSUC todavía tienen implantación en el Área metropolitana de Barcelona, por el trabajo realizado con el proletariado castellanohablante, y ERC y la CUP todavía tienen muchas limitaciones para arraigar.
Y ahora llegan al principal debate del momento. ¿Cómo debemos actuar con el proletariado árabe, subsahariano, sudamericano, asiático y del este de Europa que ha llegado a Cataluña durante los últimos veinte años? Pues, en primer lugar, no observarlos como un objeto que debe categorizarse para posteriormente decidir qué hacemos con ellos, sino comprenderlos como parte de nuestro sujeto, nuestra clase, con la que debemos organizarnos para combatir a la burguesía.
Las fuerzas políticas de la izquierda parlamentaria que ven a los inmigrantes como un objeto, en realidad le están haciendo el trabajo sucio a sus futuros explotadores. La burguesía necesita una mano de obra domesticada y asustada, y lo consigue por medio del palo y la zanahoria. La izquierda, es la zanahoria, que a todo lo que aspira es a la integración en la sociedad burguesa occidental de este proletariado migrante, apostando por su domesticación mediante una serie de instituciones de caridad como Servicios Sociales, las Oficinas de vivienda, ONG, etc., que por medio de gincanas burocráticas ejercen un control brutal que no garantiza ninguna posibilidad de emancipación futura. En definitiva, nada más que darles papeles en caso de que se lleven bien, para así poderlos explotar legalmente.
Y, por otra parte, la derecha, y ahora poco a poco las fuerzas que han asumido su marco -como Al mismo tiempo u otros sectores del nacionalismo catalán progresista- son el palo, que a través del discurso de la inseguridad y la sustitución demográfica sientan las bases del recorte de derechos políticos, la represión y en definitiva, la constitucionalización de ciudadanos de segunda. Ciudadanos que pueden ser humillados, agredidos, mutilados y asesinados en una valla fronteriza o en un centro de trabajo sin ningún tipo de protección ni garantía jurídica, y con total impunidad por parte de sus explotadores.
Nuestro punto de vista es diametralmente opuesto. De acuerdo con el breve análisis que acabamos de hacer, la respuesta política que debemos darle se resume en dos tareas diferenciadas: una primera, asociada a la lucha cultural, que consiste en generar un debate público que fomente las divisiones entre clases, la clase trabajadora contra la burguesía, y desplace todos aquellos debates que fomenten las divisiones por razón de origen, religión o etnia. Como por ejemplo, la reciente movilización de vivienda que ha cambiado totalmente el foco del debate público. Una segunda labor, de trabajo político de base, que consiste en generar las condiciones para progresivamente organizar al proletariado migrante en amplias instituciones obreras de masas bajo los principios del socialismo. La primera tarea ya la hemos desarrollado en artículos anteriores, por tanto, nos centraremos en la segunda.
Es imprescindible un trabajo político paciente con el proletariado de primera y segunda generación, que debe tener en cuenta las particularidades de cada uno. El de primera generación, llega con la cosmovisión burguesa de su país de origen, en unas condiciones muy precarias, sin saber el idioma, sin casa, sin trabajo y con la necesidad de enviar parte de su salario a su familia . Con este proletariado será más complicado realizar un trabajo ideológico desde un inicio, y por tanto serán claves las organizaciones de autodefensa de clase, como los sindicatos laborales y de vivienda para aproximarlos a la lucha por el socialismo. Los de segunda generación, nacidos y socializados aquí, con mayor estabilidad y con una experiencia mucho más similar a la nuestra, deben ser en su sección juvenil la punta de lanza de la lucha por la conquista del poder político. El proletariado migrante de segunda generación es un factor clave en la construcción del socialismo, principalmente porque serán aquellos que podrán soldar al proletariado autóctono y al proletariado migrante de primera generación en una sola clase, siendo el nodo central que puede romper la fragmentación actual.
El encuadre de todos estos trabajadores migrantes en grandes instituciones de clase debe servir principalmente para iniciar un proceso de debate y formación en las propias organizaciones. Para combatir los límites que hemos identificado en base a nuestra experiencia práctica, principalmente en los sindicatos de vivienda: como las tendencias reaccionarias asociadas a la religión, que permiten el apoyo mutuo entre afectados, pero impiden la organización revolucionaria.
Así como, los prejuicios racistas tanto del proletariado autóctono contra el migrante, como aquél existente entre los migrantes de diferentes orígenes. En nuestro caso, será necesario en este proceso de lucha, debate y formación generar las condiciones para que pueda darse en una lengua minorizada como el catalán. Pero todo esto sólo será posible desde dentro de las organizaciones proletarias, luchando codo con codo contra el estado y la burguesía, nunca de forma individual o utilizando instituciones caritativas o estatales, como cree ingenuamente la izquierda parlamentaria.
En conclusión, los marxistas debemos intervenir en el terreno en el que nos encontramos para transformarlo, y de nada sirve decir cómo nos gustarían que fueran las cosas, o si antes eran mejores o peores. Las condiciones actuales son las que son, y ahora estamos en un contexto que plantea nuevos retos pero también nuevas oportunidades. Retos porque la clase trabajadora en Cataluña ahora mismo es más diferente en términos de origen, lengua y cultura entre sí que nunca, pero oportunidades porque también está más acostumbrada a la diversidad ya las diferencias que nunca. Si el objetivo es un proyecto nacional catalán o español que debe mantener una esencia inmutable, pinta muy mal, pero si el objetivo es construir un partido comunista de masas a nivel internacional, es el momento de la historia que el proletariado está más acostumbrado a convivir y trabajar con sus hermanos de otras naciones. La vieja consigna del Manifiesto Comunista “Proletarios de todos los países, únase” es más vigente que nunca.
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Marxisme i immigració
La discussió al voltant de la immigració ha arribat per a quedar-se. I, per tant, quan hi ha un debat social d’aquesta magnitud, els marxistes tenim el deure ineludible d’exposar la nostra posició per tal d’avançar en la lluita de classes.
Dit això, és important saber diferenciar com analitzem un fenomen, és a dir, la comprensió científica de les causes que el provoquen, de la manera en què orientem la nostra pràctica política per a donar-li una resposta. Posteriorment, ho desenvoluparé, però abans voldria fer un parell de consideracions prèvies: desconfieu de totes aquelles forces polítiques que parlen d’immigració sense parlar d’imperialisme i colonialisme. Combateu sense miraments totes aquelles que parlen dels immigrants, però no parlen de com organitzar-se políticament amb ells.
Aquestes vulgars consideracions les podríem utilitzar per a estudiar les posicions de tot l’espectre de forces polítiques de la burgesia, les de dretes i les d’esquerres. En el cas d’aquesta breu columna ens centrarem en les d’esquerres –siguin nacionalistes catalanes o no–, ja que es veu menys clar perquè estan equivocades.
Les podríem dividir en dos tipus: aquelles que encara tenen una aproximació progressista, és a dir, les que intenten convèncer a la societat que els immigrants són intrínsecament bones persones i s’han d’integrar, com podria ser ERC, una majoria de la CUP i els Comuns. I aquelles que a poc a poc, van assumint el discurs reaccionari de què la immigració és un problema, que està vinculada a la inseguretat o a la destrucció de la identitat autòctona, com podria ser Alhora de Jordi Graupera i Júlia Ojeda, o fins i tot determinats càrrecs de la CUP vinculats a la seva línia més nacionalista. Els primers fan una aproximació moral al fenomen, i per tant impotent. Els segons hi fan una aproximació política, però conservadora i contraproduent. En els dos casos, la falta d’una anàlisi pròpia els empeny a intervenir sense tenir molt clares les causes d’aquest fenomen. Acaben sent subalterns a les idees de les forces reaccionàries, que sí que tenen una anàlisi desenvolupada, i conseqüentment han tingut la capacitat d’imposar un marc polític a la resta de forces.
Tal com comentava més amunt, pel que fa a l’anàlisi, la nostra primera tasca és trencar el marc de comprensió burgès. Nosaltres, comunistes, sabem que no podem analitzar una tendència històrica i global buscant les raons i les solucions en un petit país sense estat com el nostre: Catalunya. La nostra responsabilitat exigeix tenir un punt de vista internacional, superar les visions que no saben mirar més lluny de la mateixa nació, no només perquè són limitades, sinó perquè són profundament estèrils.
El naixement del capitalisme es caracteritza per una revolució dels mitjans de producció i de transport, especialment en l’àmbit tecnològic, i per una tendència a l’expansió global. Aquesta tendència a la globalització es concreta en determinades regions en forma de règim colonial en què la burgesia, per mitjà de la guerra de conquesta i l’exportació i importació de mercaderies a gran escala, obté beneficis extraordinaris i un poder de comandament mai vist fins aleshores: aquests processos empenyen grans transformacions que deixen enrere completament el feudalisme a altres formes precapitalistes, concretant-se en despossessió de terres, destrucció de l’economia local (i, per tant, creació de dependència cap al poder colonial) i migracions en massa, tant del camp a les noves ciutats, com específicament cap a la metròpoli. Així, s’intensifica la migració com a fenomen massiu entre el nou proletariat, i fins i tot, en els casos més extrems, els desplaçaments de la població es produeixen sota criteris esclavistes. Sigui quin sigui el cas, es consolida una lògica de desplaçament global de mà d’obra, que anirà tenint diferents especificitats regionals o històriques.
Aquesta constant no ha parat d’accelerar-se durant el segle XX i el XXI, i continuarà incrementant-se per tres principals raons: en primer lloc, perquè la crisi climàtica farà cada cop menys habitable vastes regions del planeta; en segon lloc, perquè el reordenament imperialista comporta cada cop més guerres i aquestes són causa de desplaçaments massius de la població; en tercer lloc, perquè el mateix procés d’acumulació de capital necessita una mà d’obra devaluada en els principals països capitalistes que no pot ser proporcionada únicament pel proletariat autòcton. En conclusió, la immigració no tindrà fre, s’accentuarà a Occident, i seran molt il·lusos aquells que creguin que per mitjà de les polítiques d’un estat burgès es podrà donar una solució a un fenomen històric d’abast mundial.
A Catalunya podem observar com la població ha passat en vint anys de 6 milions a 8 milions, però perquè això ha de ser necessàriament dolent? Per què la migració de 2 milions de persones majoritàriament proletàries al nostre país -que si fem les tasques correctes poden augmentar el poder de la nostra classe- és una mala notícia? El nostre objectiu és conservar la Catalunya de Pujol o construir un moviment proletari de masses a Europa?
Aquest debat no és nou, tal com explica Chris Ealham a «La lluita per Barcelona» mentre la CNT i la FAI tenien com a premissa organitzar a tot proletari arribat d’Andalusia, Extremadura o Múrcia en sindicats i grups d’acció, la Generalitat de Macià omplia trens per organitzar deportacions massives. També ho podem veure durant la Transició, en què el PSUC hissava la bandera «un sol poble» amb cert èxit i això ens porta a l’actualitat a un context, en què els “hereus” polítics del PSUC encara tenen implantació a l’Àrea metropolitana de Barcelona, pel treball fet amb el proletariat castellanoparlant, i ERC i la CUP encara tenen moltes limitacions per a arrelar-hi.
I ara arriben al debat principal del moment. Com hem d’actuar amb el proletariat àrab, subsaharià, sud-americà, asiàtic i de l’est d’Europa que ha arribat a Catalunya durant els últims vint anys? Doncs, en primer lloc, no observar-los com un objecte que s’ha de categoritzar per posteriorment decidir què fem amb ells, sinó comprendre’ls com a part del nostre subjecte, la nostra classe, amb la qual ens hem d’organitzar per combatre la burgesia.
Les forces polítiques de l’esquerra parlamentària que veuen els immigrants com un objecte, en realitat li estan fent la feina bruta als seus futurs explotadors. La burgesia necessita una mà d’obra domesticada i espantada, i ho aconsegueix per mitjà del pal i la pastanaga. L’esquerra, és la pastanaga, que a tot el que aspira és a la integració en la societat burgesa occidental d’aquest proletariat migrant, apostant per la seva domesticació mitjançant tot un seguit d’institucions de caritat com Serveis Socials, les Oficines d’habitatge, ONG, etc., que per mitjà de gimcanes burocràtiques n’exerceixen un control brutal que no garanteix cap possibilitat d’emancipació futura. En definitiva, no res més que donar-los-hi papers en el cas que es portin bé, per a així poder-los explotar legalment.
I, per altra banda, la dreta, i ara a poc a poc les forces que han assumit el seu marc – com Alhora o altres sectors del nacionalisme català progressista- són el pal, que per mitjà del discurs de la inseguretat i la substitució demogràfica assenten les bases de la retallada de drets polítics, la repressió i en definitiva, la constitucionalització de ciutadans de segona. Ciutadans que poden ser humiliats, agredits, mutilats i assassinats en una tanca fronterera o en un centre de treball sense cap mena de protecció ni garantia jurídica, i amb total impunitat per part dels seus explotadors.
El nostre punt de vista és diametralment oposat. D’acord amb la breu anàlisi que acabem de fer, la resposta política que li hem de donar es resumeix en dues tasques diferenciades: una primera, associada a la lluita cultural, que consisteix a generar un debat públic que fomenti les divisions entre classes, la classe treballadora contra la burgesia, i desplaci tots aquells debats que fomenten les divisions per raó d’origen, religió o ètnia. Com per exemple, la recent mobilització d’habitatge que ha canviat totalment el focus del debat públic. Una segona tasca, de treball polític de base, que consisteix a generar les condicions per a progressivament organitzar el proletariat migrant en àmplies institucions obreres de masses baix els principis del socialisme. La primera tasca ja l’hem desenvolupat en articles anteriors, per tant, ens centrarem en la segona.
És imprescindible un treball polític pacient amb el proletariat de primera i segona generació, que ha de tenir en compte les particularitats de cadascun. El de primera generació, arriba amb la cosmovisió burgesa del seu país d’origen, en unes condicions molt precàries, sense saber l’idioma, sense casa, sense feina i amb la necessitat d’enviar una part del seu salari a la seva família. Amb aquest proletariat serà més complicat fer un treball ideològic des d’un inici, i per tant seran claus les organitzacions d’autodefensa de classe, com els sindicats laborals i d’habitatge per tal d’aproximar-los a la lluita pel socialisme. Els de segona generació, nascuts i socialitzats aquí, amb més estabilitat i amb una experiència molt més similar a la nostra, han de ser en la seva secció juvenil la punta de llança de la lluita per la conquesta del poder polític. El proletariat migrant de segona generació és un factor clau en la construcció del socialisme, principalment perquè seran aquells que podran soldar al proletariat autòcton i el proletariat migrant de primera generació en una sola classe, sent el node central que pot trencar la fragmentació actual.
L’enquadrament de tots aquests treballadors migrants en grans institucions de classe ha de servir principalment per iniciar un procés de debat i formació en les mateixes organitzacions. Per combatre els límits que hem identificat partint de la nostra experiència pràctica, principalment en els sindicats d’habitatge: com les tendències reaccionàries associades a la religió, que permeten el suport mutu entre afectats, però impedeixen l’organització revolucionària.
Així com, els prejudicis racistes tant del proletariat autòcton contra el migrant, com aquell existent entre els migrants de diferents orígens. En el nostre cas, serà necessari en aquest procés de lluita, debat i formació generar les condicions perquè es pugui donar en una llengua minoritzada com el català. Però tot això només serà possible des de dins de les organitzacions proletàries, lluitant colze a colze contra l’estat i la burgesia, mai de forma individual o utilitzant institucions caritatives o estatals, com creu ingènuament l’esquerra parlamentària.
En conclusió, els marxistes hem d’intervenir en el terreny en el qual ens trobem per transformar-lo, i no serveix de res dir com ens agradarien que fossin les coses, o si abans eren millors o pitjors. Les condicions actuals són les que són, i ara ens trobem en un context que planteja nous reptes però també noves oportunitats. Reptes perquè la classe treballadora a Catalunya ara mateix és més diferent en termes d’origen, llengua i cultura entre ella que mai, però oportunitats perquè també està més acostumada a la diversitat i a les diferències que mai. Si l’objectiu és un projecte nacional català o espanyol que ha de mantenir una essència immutable, pinta molt malament, però si l’objectiu és construir un partit comunista de masses a escala internacional, és el moment de la història que el proletariat està més acostumat a conviure i treballar amb els seus germans de les altres nacions. La vella consigna del Manifest Comunista “Proletaris de tots els països, uniu-vos” és més vigent que mai.