Los límites de la cooperación obrera capitalista
Los conflictos ocurridos meses atrás en la Cooperativa Mondragon causaron revuelo. En aquella ocasión, dos empresas abandonaron la Cooperativa, Ulma y Orona, alegando la falta de autonomía que la Cooperativa les ofrecía. Según esas empresas, los principios democráticos propios del cooperativismo se rompieron por la intervención continuada de una dirección centralizada. Sin embargo, los defensores de la Cooperativa acusaron a los miembros de Ulma y Orona de haber sido ellos quienes habían roto esos principios. Ya que entre ellos se encuentran la solidaridad y la ayuda mutua, que solo se puede garantizar mediante una dirección unificada.
En ese conflicto, sin embargo, ha estado en juego algo más que mantener viva la Cooperativa. Atendiendo a los debates y a lo achacado mutuamente, el cooperativismo ha sido el tema de debate, aunque explícitamente no se haya discutido demasiado sobre él. Han hablado de principios y de ética, de valores que conducen a la cooperación y de la ruptura de los mismos, sin darse cuenta de que la realidad, la crisis que había explotado en ese momento, más que la viabilidad de sus empresas, estaba golpeando la ideología superpuesta a esa viabilidad.
El cooperativismo es más que cooperación económica. Aunque básicamente trata de la forma de articular de una empresa, ésta no es una simple organización técnico-productiva inerte. La empresa define unos objetivos que deben llevarse a cabo bajo unos principios. Las cooperativas también lo hacen, pero en sus orígenes construyen esta empresa con la intención de destinarla no solo al beneficio económico sino también al beneficio socio-cultural. Es decir, los cooperativistas no solo quieren vender una actividad económica, sino también llevar a cabo una intervención social. Tienen una política, con sus principios ideológicos.
Los cooperativistas no solo quieren vender una actividad económica, sino también llevar a cabo una intervención social. Tienen una política, con sus principios ideológicos
La intervención social no les diferencia especialmente de cualquier otro tipo de empresa. Es sabido que todas llevan a cabo una intervención social. Las cooperativas, sin embargo, venden esta intervención y, además, conciben su práctica como acción transformadora. Al fin y al cabo, en la sociedad capitalista, tras una nueva forma de hacer las cosas se encuentra un mecanismo de marketing, con el objetivo de vender mercancías. Es decir, la propia vocación de intervención social se convierte en mercancía.
Con la crisis de la Cooperativa Mondragón, eso es lo que ha quedado patente. La esterilidad de los debates abiertos con la intención de centrarse en los principios del cooperativismo ha dejado al descubierto la verdadera cara de las empresas cooperativas. Los dos bandos del debate se han acusado mutuamente de haber roto los principios del cooperativismo, pero son estos principios los que no se corresponden con la realidad. Es decir, el principio cooperativista que se han querido hacer creer mutuamente no reside en ningún valor ético superior. Por el contrario, el principio cooperativista es un artilugio ideológico adherido a la práctica capitalista de producción, con el fin de endulzarla, y ahora ha chocado con su verdadera función.
El principio cooperativista que se han querido hacer creer mutuamente no reside en ningún valor ético superior. Por el contrario, el principio cooperativista es un artilugio ideológico adherido a la práctica capitalista de producción, con el fin de endulzarla, y ahora ha chocado con su verdadera función
No hay ruptura de ningún principio en la disolución de la Cooperativa, porque les ha dividido el mismo principio que les unió: aumentar los beneficios económicos y apoyarse mutuamente en ese camino, mientras fuera beneficioso para todos. Porque nadie se une al movimiento cooperativista si éste no le va a dar beneficios económicos; y porque nadie va a seguir siendo cooperativista si eso le supone una pérdida económica.
La crisis del cooperativismo no es, por lo tanto, una simple crisis del beneficio económico. Eso no diferenciaría esa crisis de la de cualquier otra empresa. La crisis del cooperativismo es una crisis de sus principios y de su justificación ideológica, así como de su práctica política, que deja una lección evidente: la cooperación obrera, en el seno de la empresa capitalista, tiene límites y esos límites son límites del modo de producción capitalista.
Esto no quiere decir que la cooperación entre los trabajadores, en el sistema capitalista, no ofrezca beneficios. Esto quiere decir que la pintura ideológica que dan a esa cooperación entre trabajadores es errónea, y eso es lo que hace equivocada la cooperación y sus objetivos. Porque, efectivamente, los objetivos políticos que subyacen a la cooperación de los trabajadores en la empresa capitalista son los que determinan la función que cumple esa cooperación en el modo de producción imperante: la simple supervivencia de algunos junto con el enriquecimiento de unos pocos cooperativistas, o la instrumentalización del beneficio productivo en favor de la organización comunista.
El cooperativismo puede cumplir un papel determinante en tanto que une a los trabajadores en una empresa común, pero se haya definitivamente delimitado por los márgenes capitalistas. Primero porque esa cooperación nace ya como cooperación para producir capital, y segundo porque la propia unidad subjetiva de los trabajadores en esa empresa común depende de la producción cuantitativa del beneficio económico, esto es, su potencia como sujeto organizado está absolutamente acotada por la potencia productiva del capital. Por lo tanto, la cooperación nace para producir capital y la producción del capital pone la potencia subjetiva de la cooperación como su propia condición de existencia. Esa capacidad subjetiva, además, no es simple expresión de la objetividad social; no es una mera confirmación de la viabilidad de la producción capitalista, sino que además es determinante en tanto que producir capital no solo es reproducción material de las condiciones de producción, sino que reproducción de la subjetividad que busca maximizar beneficios, y esa es la verdadera subjetividad capitalista.
Bajo la forma de producción del capital, el sujeto de la cooperación obrera no es la clase obrera que se ha organizado conscientemente y por voluntad propia, sino el capital. La colaboración entre los obreros que se da en las cooperativas la establece el capital mismo, como la establece en cualquier otra empresa capitalista. Lo que cambia es la personificación del capital, es decir, cuál es la clase social que desempeña la función de capitalista: la burguesía o la clase obrera. Con ello se difumina la frontera entre las dos clases sociales, por motivo de la estratificación entre los trabajadores que se da en la cooperativa, dividiéndose entre cooperativistas y no cooperativistas e incluso diferenciando distintos niveles de cooperativistas.
Quienes no aceptan las limitaciones inherentes al cooperativismo encuentran las condiciones de la cooperación en lo local y en lo pequeño. Porque el cooperativismo, más allá de la cooperación, como ideología política se basa en valores morales. Desde la perspectiva de la izquierda, el declive de la Cooperativa Mondragon puede explicarse con la pérdida de su adhesión local. Es decir, las diferentes perspectivas de izquierdas asocian la decadencia de esta cooperativa, y con ella la traición al cooperativismo, al afán de expansión de la cooperativa y del cooperativismo.
Desde la perspectiva de la izquierda, el declive de la Cooperativa Mondragon puede explicarse con la pérdida de su adhesión local. Es decir, las diferentes perspectivas de izquierdas asocian la decadencia de esta cooperativa, y con ella la traición al cooperativismo, al afán de expansión de la cooperativa y del cooperativismo
La contradicción es evidente: los que vienen a cambiar el mundo mediante el cooperativismo y sus agregados (economía social transformadora…), están diciendo que la razón de no cambiar el mundo es cambiar el mundo. Según ellos, hay que crear empresas pequeñas y cercanas, influir en nuestro espacio reducido… Esto es, el mejor camino para cambiar el mundo es no cambiar el mundo. Esa es la posición política de la izquierda frente al fracaso del cooperativismo.
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Langile-kooperazio kapitalistaren mugak
Zalaparta sortu zuten hilabete batzuk atzera Mondragon Kooperatiban gertatutako gatazkek. Hartakoan, bi enpresak utzi zuten Kooperatiba, Ulmak eta Oronak, kooperatibak autonomiarik ematen ez ziela argudiatuta. Enpresa horien arabera, kooperatibismoari dagozkion printzipio demokratikoak hautsi egin ziren zuzendaritza zentralizatu baten esku-hartze jarraituaren ondorioz. Kooperatibaren defendatzaileek, baina, Ulmako eta Oronako kideei egotzi zieten printzipio horiek haustea. Izan ere, printzipio horien artean aurkitzen dira elkartasuna eta elkarlaguntza, eta hori zuzendaritza bateratu baten bitartez soilik berma daiteke.
Gatazka horretan, ordea, Kooperatiba bizirik mantentzea baino gehiago egon da jokoan. Eztabaidei eta elkarri leporatutakoei erreparatuta, kooperatibismoa izan da eztabaidagai, nahiz eta esplizituki ez den gehiegi eztabaidatu horren inguruan. Printzipioen inguruan eta etikaz mintzatu dira, kooperaziora eramaten duten baloreez eta horien hausturaz, baina ez dira ohartu errealitatea, hau da, une horretan eztanda egin zuen krisia, haien enpresen bideragarritasuna baino gehiago, bideragarritasun horri gainjarritako ideologia ari zela kolpatzen.
Kooperatibismoa kooperazio ekonomikoa baino gehiago da. Funtsean oinarria enpresa bata artikulatzeko modua izatea bada ere, enpresa hori ez da antolakuntza tekniko-produktibo bizigabe bat. Enpresak helburu batzuk zehazten ditu, printzipio batzuen pean gauzatu beharrekoak. Kooperatibek ere hala egiten dute, baina, euren jatorrian, enpresa hori etekin ekonomikoaz gain etekin sozio-kulturalera bideratzeko asmoz eraikitzen dute. Bestela esanda, kooperatibistek ez dute jardun ekonomiko soila saldu nahi: interbentzio soziala ere gauzatu nahi dute. Politika bat dute, printzipio ideologiko batzuekin.
Kooperatibistek ez dute jardun ekonomiko soila saldu nahi: interbentzio soziala ere gauzatu nahi dute. Politika bat dute, printzipio ideologiko batzuekin.
Interbentzio sozialak ez ditu gehiegi bereizten beste edozein motatako enpresetatik. Jakina da denek esku hartzen dutela sozialki; kooperatibek, ordea, interbentzio hori saldu egiten dute, eta, gainera, ekinbide eraldatzailetzat daukate euren praktika. Azken batean, gizarte kapitalistan, gauzak egiteko modu berri baten atzean, merkantziak saltzeko helburua duen marketin mekanismo bat egoten da, alegia, interbentzio sozialerako bokazioa bera bilakatzen da salgai.
Mondragon Kooperatibaren krisiarekin hori da agerian geratu dena. Kooperatibismoaren printzipioetan zentratzeko asmoz irekitako eztabaiden antzutasunak agerian utzi du enpresa kooperatiben benetako aurpegia. Bi bandoek elkarri leporatu diote kooperatibismoaren printzipioei traizio egin izana, baina printzipio horiek ez datoz bat errealitatearekin. Elkarri sinetsarazi nahi izan dioten printzipio kooperatibista ez da oinarritzen inolako balore etiko gorenetan. Kontrara, printzipio kooperatibista ekoizpen praktika kapitalistari atxikitako trikimailu ideologikoa da, hura eztitzeko asmoa duena, eta bere benetako funtzioarekin egin du talka orain.
Elkarri sinetsarazi nahi izan dioten printzipio kooperatibista ez da oinarritzen inolako balore etiko gorenetan. Kontrara, printzipio kooperatibista ekoizpen praktika kapitalistari atxikitako trikimailu ideologikoa da, hura eztitzeko asmoa duena, eta bere benetako funtzioarekin egin du talka orain.
Ez dago inolako printzipio-hausturarik Kooperatibaren desegitean, batu zituen printzipio berak banatu dituelako: etekin ekonomikoak handitzea eta elkarri laguntzea bide horretan, denentzat onuragarria zen bitartean behintzat. Inor ez baita batzen mugimendu kooperatibistara horrek etekin ekonomikoak emango ez badizkio, eta inork ez baitu kooperatibista izaten jarraituko horrek galera ekonomikoa badakarkio.
Kooperatibismoaren krisia, beraz, ez da etekin ekonomikoaren krisi soila. Horrek ez luke krisi hori beste edozein enpresaren krisi batetik desberdinduko. Kooperatibismoaren krisia bere printzipioen eta justifikazio ideologikoaren nahiz praktika politikoaren krisi da, eta irakaspen nabarmena utzi du: langile-kooperazioak, enpresa kapitalistaren barruan, muga batzuk ditu, hain justu, ekoizpen modu kapitalistaren muga horiexek.
Horrek ez du esan nahi, ordea, langileen arteko kooperazioak, sistema kapitalistan, onurarik ez dakarrenik. Horrek esan nahi du langileen arteko kooperazio horri ematen dioten margo ideologikoa okerra dela, eta horrek egiten ditu oker kooperazioa eta haren helburuak. Izan ere, enpresa kapitalistan, langileen lankidetza sustatzen duten helburu politikoek zehazten dute zein den lankidetza horren funtzioa indarrean den ekoizpen-moduan: batzuen biziraupen soila eta kooperatibista gutxi batzuk aberastea edo ekoizpen-onura antolakuntza komunistaren mesederako instrumentalizatzea.
Kooperatibismoak funtzio erabakigarria izan dezake langileak eginkizun komun batean batzen dituelako, baina erabat baldintzatzen dute muga kapitalistek. Lehenik eta behin, kooperazio hori Kapitala ekoizteko kooperazio gisa sortu delako, eta, bigarrenik, eginkizun komun hori aurrera eramateko antolatu den langileen batasun subjektiboa irabazi ekonomikoaren ekoizpen kuantitatiboaren mende dagoelako, edo bestela esanda, subjektu antolatu gisa duen potentzia Kapitalaren ekoizpen-potentziak zedarritzen duelako erabat. Beraz, kooperazioa Kapitala ekoizteko sortzen da, eta Kapitalaren ekoizpenak kooperazioaren indar subjektiboa jartzen du bere existentzia-baldintza gisa. Gainera, gaitasun subjektibo hori ez da objektibotasun sozialaren adierazpen soil bat, eta ez da ekoizpen kapitalistaren bideragarritasunaren baieztapen huts bat: erabakigarria ere bada. Izan ere, Kapitala ekoiztea, ekoizpen-baldintzen erreprodukzio materiala izateaz gain, onurak maximizatu nahi dituen subjektibotasunaren erreprodukzioa da, eta hori da benetako subjektibotasun kapitalista.
Kapitalaren ekoizpen-moduan, langile-kooperazioaren subjektua ez da kontzienteki eta borondate propioz antolatu den langileria, Kapitala bera baizik. Kooperatibetan izaten den langileen arteko elkarlana Kapitalak berak ezartzen du, beste edozein enpresa kapitalistatan ezartzen duen bezala. Aldatzen dena Kapitalaren pertsonifikazioa da, hau da, zein den kapitalistaren funtzioa betetzen duen klase soziala: burgesia edo langileria. Eta, horrekin batera, bi klase sozialen arteko muga lausotzen da, kooperatiban gertatzen den langileen arteko estratifikazioa dela eta. Kooperatibistak eta ez-kooperatibistak banatzen dira, eta kooperatibista maila desberdinak bereizten dira.
Kooperatibismoari berezkoak zaizkion mugak onartzen ez dituztenek tokikotasunean eta txikitasunean aurkitzen dituzte kooperazioaren baldintzak. Kooperatibismoa, kooperazioaz gaindi, balio moraletan oinarritzen da ideologia politiko gisa. Ezkerreko ikuspegiaren arabera, Mondragon Kooperatibaren gainbehera tokiko atxikimenduaren galerarekin azaldu daiteke. Beraz, ezkerreko ikuspegi desberdinek kooperatiba horren gainbehera, eta, horrekin batera, kooperatibismoari egindako traizioa, kooperatiba eta kooperatibismoa hedatu nahiarekin lotzen dute.
Ezkerreko ikuspegiaren arabera, Mondragon Kooperatibaren gainbehera tokiko atxikimenduaren galerarekin azaldu daiteke. Beraz, ezkerreko ikuspegi desberdinek kooperatiba horren gainbehera, eta, horrekin batera, kooperatibismoari egindako traizioa, kooperatiba eta kooperatibismoa hedatu nahiarekin lotzen dute.
Kontraesana agerikoa da: kooperatibismoarekin eta bere eranskinekin (ekonomia sozial eraldatzailea eta abar) mundua aldatzera datozenak esaten ari dira mundua ez aldatzearen arrazoia mundua aldatzea dela. Haien arabera, enpresa txikiak eta gertukoak sortu behar dira, eta nork bere espazio murritzean eragin. Mundua aldatzeko biderik onena mundua ez aldatzea da, alegia. Horretan datza ezkerrak kooperatibismoaren porrotaren aurrean hartu duen posizio politikoa.