En la actualidad no existe Cese el Fuego entre el ELN y las Fuerzas Armadas del Estado colombiano, por tanto es lícito, o más exactamente normal, que se den acciones u operaciones militares entre las dos partes.
Eso permitiría verlo con más realismo, más objetividad y por tanto se allanaría el camino hacia la paz. Pero cuando se ve que las acciones de un lado son «buenas», por el hecho que las hacen «instituciones legales» y las de la otra parte «malas», porque las hace una organización rebelde que se dice es «ilegal», pero legítima.
Estaríamos, entonces, ante un debate de lo que es «legal» o «ilegal»; por tanto, habría que buscar la verdadera fuente de la «legalidad», qué la da, qué la interroga y qué la niega. Quizá sea el verdadero fondo marino sobre el que está, en estos tiempos, encallado el barco de la paz.
No vamos a meternos, ahora, en las profundidades de ese debate, en otra oportunidad lo podremos hacer. Ahora, lo que me interesa es resaltar la incapacidad que se observa para entender que si yo ataco a un enemigo, de lógico debo prepararme para recibir golpes iguales o mayores a los que yo propino. En la lógica de la guerra, ambos serían «legales», pues se está entre enemigos, aquí y en cualquier parte del mundo.
Pero en Colombia, cuando el ELN es golpeado militarmente, tanto los funcionarios del gobierno, policías, militares, agentes de seguridad; como las empresas de la comunicación funcionales al Estado festejan y dicen que es un gran logro; pero cuando quien golpea a las Fuerzas Armadas del Estado es el ELN, entonces si estamos ante «criminales de todas las calañas». Todos somos seres humanos y colombianos, que por razones de orden político y social estamos enfrentados. Pueden seguirse inventado mil argumentos, pero la realidad no cambiará.
Hemos dicho que el Estado y también este gobierno no tienen ni política ni estrategia de paz, pues siguen persistiendo en que la «paz es la desmovilización y el desarme del ELN», y no lo que hemos pactado en la Mesa de conversaciones, donde la Paz son transformaciones estructurales para el bien de los colombianos.
Entonces todo el diseño es el manejo de una matriz mediática, donde se dice que el ELN «está dividido», que «no cumple», «que no tiene unidad de mando»; mientras en la realidad las Fuerzas Militares y de policía se la pasan a sus anchas coordinando con los paramilitares para avanzar en el control territorial y en la destrucción del tejido social de las comunidades, a lo que el gobierno llama: «alivio humanitario».
La Mesa de diálogos, para Otty Patiño, es un simple distractor, mientras en la práctica ellos buscan desestabilizar los frentes guerrilleros en las regiones coordinando con los paramilitares para abrirle espacio a una supuesta «Paz territorial», que en últimas es el rompimiento y destrucción del tejido social.
Vale la pena revisar por qué el único proceso que está funcionando y con desmovilización a bordo, es el del grupo de bandidos de HH. Eso es posible por cuanto es un grupo dirigido por agentes infiltrados de la inteligencia Militar del Estado; Otty le dice a sus amigos, que es la estrategia para «quitarle la base social al ELN», es el mismo lenguaje de la doctrina contrainsurgente, que opera en Colombia por orden de los gringos desde 1962.
Esta estrategia va más allá de la coordinación de las Fuerzas Armadas con los paramilitares para «recortarle» el territorio al ELN, sino que también existe todo tipo de coordinaciones con los grupos de Ex-Farc, sean de «Mordisco», «Calarcá», «2 Marquetalia». Según Otty, se trata de llevar la máxima confusión a los teatros de operaciones, según esto no les interesa que esos procesos evolucionen para nada. Sabemos que hay militares activos, de las FFAA del Estado, en la mayoría de estos grupos, como son los casos concretos de los grupos de Medina y Pescado.
El Estado colombiano no ha abandonado el objetivo de derrotar militarmente a la insurgencia, y desde siempre ha mantenido planes militares en medio de las conversaciones de paz con dicho propósito, por tanto activa las operaciones de inteligencia. Para los mandos militares del Estado, la paz es viable si la insurgencia hace de manera previa el compromiso de desmovilización y dejación de armas. Luego que exista ese compromiso firmado se puede pasar a firmar acuerdos de promesas sobre cambios en la sociedad. A las Ex-Farc le sacaron un preacuerdo de desmovilización antes de firmar ningún acuerdo, ya desde la agenda estaba aceptada la desmovilización y el desarme.
Es por eso que Otty Patiño sigue repitiendo hoy, que ahí está la Fuerza Pública y todos los instrumentos para obligarnos por la vía del sometimiento.