La larga jornada electoral del fin de la clase media
La nueva cara del bipartidismo como expresión parlamentaria de la burguesía:
El PSOE se apoya en las diversas transformaciones del espacio de Podemos y la vieja IU (UP, MásPaís, ahora Sumar), sumando también los apoyos de ERC, Bildu y Compromís en su caso. PP ha logrado fagocitar la fase ascendente de VOX, probablemente gracias al papel trumpista y carismático de Díaz-Ayuso, que ha ocupado el espacio sociológico reaccionario, pero no de ultraderecha militante, que aspiraba a seducir a VOX. Lo ha podido hacer en parte por la traba que la derrota en Andalucía y las disputas internas derivadas han supuesto a la formación de ultraderecha. Los polos parlamentarios que pretendían, por la izquierda y la derecha, romper la pelea del bipartidismo español, quedaron asimilados por sus respectivos contrincantes.
La conflictividad y los movimientos sociales que encabezaron las duras críticas y desafíos al llamado régimen del 78′, las reivindicaciones y movilizaciones del ciclo anterior, a su vez, nos dejan también un amargo balance de fracaso y reasentamiento. La vieja dialéctica, el viejo arte de la asimilación de las masas por parte del Estado, gracias a la mediación de las fuerzas socialdemócratas. Un marco fuerte se impone a la carencia de marco oa un marco difuso. Una amarga lección, en una operación doble: los artefactos políticos del populismo de izquierdas se alimentaron y fagocitaron los movimientos sociales nacidos del malestar, ya su vez, el PSOE asimiló y subordinó al populismo de izquierdas como socio de gobierno obediente. La fuerza con la que el orden parlamentario de la burguesía española se ha impuesto sobre quienes les desafiaron en la calle y en las instituciones, ha sido una lección flagrante del arte de la dominación capitalista y la imposición de subalternidad.
Coyuntura global profunda:
El hilo conductor entre todos estos procesos es una tendencia de largo calado, una visión de coyuntura global profunda: los estados occidentales están atravesados por las consecuencias ya multiorgánicas de la crisis general de valorización capitalista arrastrada desde los años 70 ‘. La espiral financiera ya no ensancha los límites de la acumulación y se ha vuelto una carrera de rapiña, a la espera del relanzamiento de nuevas vías. Y la consecuencia directa es que el objetivo primero de esta rapiña son las clases medias occidentales y sus ahorros y garantías de estabilidad. Una estabilidad, que fue a la vez garante del orden en las democracias liberales europeas. Pero como decíamos, los márgenes objetivos para ello se reducen. El orden y la estabilidad renovadas, por ejemplo, en España, afrontan un panorama social objetivo de proletarización que cada vez será más difícil de afrontar si no es por la vía represiva, policial y militar. El pacto social y la estabilidad en el estado español se basaba en su capacidad de garantizar materialmente el estabilidad de la clase media. Esto ha estallado por los aires.
Si de algo ha estado representando la coalición de gobierno PSOE-UP es de acumular hitos históricos en términos legislativos (reforma laboral, ley del Sí es Sí, Ley Vivienda), que tienen una incidencia práctica en las nulas condiciones de vida. Ya no sólo es que se hayan asimilado y bloqueado los caballos de batalla de los principales movimientos sociales del ciclo anterior, sino que las reformas de la nueva socialdemocracia, sencillamente, ya no reforman. Se habla de la entrada en una época de reformas que no reforman. Con una cara B: a más leyes sociales impotentes aprobadas, más se acentúa en paralelo un giro autoritario silencioso. Un giro que se palpa ya ahora en los barrios habitados mayoritariamente por el proletariado excluido, donde la presión policial, la ofensiva judicial contra la ocupación precaria parecen suspender el imperio de las leyes burguesas para tratar de abolir a los pobres por la fuerza.
La política parlamentaria va acortando sus márgenes de gestión y en un largo plazo, también las «próximas» administraciones locales, estarán del todo centradas en la gestión policial y represión de la miseria, así como el reclutamiento y adaptabilidad ante los requisitos de los centros de poder principales en la escalada bélica en curso. Un alcalde tenderá a ser más una mezcla entre sheriff, carcelero y reclutador de joven carne proletaria por el frente que otra cosa.
El momento estratégico: el privilegio explicativo y práctico de un marco firme
En las crisis se desplazan y destrozan los bloques sociales homogéneos anteriores, redefine el terreno de juego. Y lo descrito es el panorama profundo que nos lega pistas para afrontarlo. Si el margen de la política institucional se acorta y militariza, quien tendrá la ventaja no es aquella fuerza que se presente a las elecciones con un programa progresista, sino quien sepa anticipar, cabalgar y retroceder a través de los ciclos de estragos de la crisis, acumulando energías y sabiendo gorjear de manera hegemónica los estratos que van desencajándose de la sociedad de clases medias. Nosotros proponemos la independencia política del proletariado como clave de bóveda estratégica de esta capacidad de construir poder propio y mayorías sociales.
Ésta es la perspectiva estratégica que nos da ventaja explicativa y fortaleza ideológica ante quienes promulgan lo electoral como principio.
Por ejemplo: sin ir más lejos, piense en la coyuntura de la pandemia. Sólo un agente político a escala de todo el estado español tuvo la capacidad de lectura de coyuntura suficiente para tardar poco en sugerir algo mínimamente coherente ante tal panorama desde una posición revolucionaria: poner sobre la mesa la crítica a la pérdida inmediata de derechos y libertades que suponían las medidas excepcionales y los efectos prolongados que esto podía tener, iniciar acción política reactiva y de denuncia, de respuesta. El Movimiento Socialista vasco, apenas dos años de recorrido entonces. En el resto del estado, movimientos sociales y populares, algunos como los de la vivienda en Cataluña en un momento ascendente, partidos con miles de votantes, tejido social, sindicatos, etc. Una aceptación generalizada, acatada y paralizante. Y en cualquier caso, y al superar la parálisis, una acción política desplegada que ya había aceptado las normas del juego impuestas por el estado de excepción. Por no decir el nefasto papel de quienes se doblaron ideológicamente a los llamamientos a la responsabilidad sanitaria y colectiva, quedándose en casa. Un claro ejemplo de la capacidad que un marco estratégico correcto, firme y coherente, puede darte de intervención en la coyuntura, por humildes que sean tus capacidades organizativas.
En este sentido, un imperativo estratégico a destacar frente al actual panorama electoral es la necesidad de romper con la vieja cultura política: poner en evidencia que el populismo de izquierdas y las hipótesis democráticas han quedado agotadas, que la socialdemocracia es funcional y orgánica en el capital.
Hay un número creciente de problemáticas, de polémicas, de ámbitos, donde la explicación de que los políticos profesionales y el sentido común burgués es cada vez más alejada del margen real de actuación institucional de la administración del estado. Y en política no hay espacios vacíos: nos toca llenar estos agujeros, discursiva y prácticamente, y sin regalarlo al marco del partido de izquierdas.
La cultura política ligada al ciclo anterior huele a podrido en los barrios periféricos y entre las filas de la juventud. No existen bases sociales proclives a un nuevo ciclo de movimiento sociales «bisagra» con candidaturas «populares» que vehiculen. La orden reina en Berlín tras el fuego amigo de la nueva socialdemocracia. Esto significa que se abre la brecha para una nueva cultura política. Es decir, para entender que cada propuesta que hacemos desde el Movimiento Socialista pugna por establecer una cultura política socialista entre las masas. Pero no nos engañemos: sabemos que el punto de partida es una derrota histórica general que se entronca con la derrota particular del anterior ciclo. Que nuestra propuesta es aún minoritaria, que la capacidad de imponer la desidia y orden del bloque burgués dominante no debe subestimarse. Que al muerte del binomio movimientos sociales-partidos de izquierdas le pueden seguir creciendo el pelo y las uñas por largo tiempo y que existen multiplicidad decandidatos, sectas y de otras formulaciones de estos tiempos extraños esperando a hacer leña del arbrecaído de la proletarización. Por eso hay que marcar una clara diferencia, una ruptura, con la cultura política anterior y su elemento de pívot:el parlamentarismo como principio intocable.
Ahora bien, debemos ser conscientes de que no somos los únicos dispuestos a pugnar contra la vieja cultura política, que, por tanto, no podemos demorarnos demasiado en la aplicación de las ventajas estratégicas.
No podemos descartar que frente a la polarización creciente sumada al eclipse de las capacidades de reforma e integración de los estados, la ola social reaccionaria tome la forma de un nuevo bonapartismo de corte mussoliniano. De hecho, emuladores contemporáneos de Mussolini no nos faltan, a estas alturas con paciencia su turno, el turno de remover el mostrador de juego de los viejos partidos del orden bipartidista y sus muletas.
Roberto Vaquero afina a su personaje y la deriva cada vez más claramente tercerposicionista, netamente reaccionaria y españolista, de la apuesta del Frente Obrero, con un crecimiento aún pequeño pero sostenido, capacidad mediática e insinuando ya la posibilidad de concurrir a las elecciones en un futuro no muy lejano. Por mucho que nos ríamos de su calvicie a tuitero. Daniel Estévez y Desokupa han probado en la Bonanova un primer experimento de hibridar el viejo escuadrismo con la guerra cultural y comunicativa que conecta con los pánicos morales reaccionarios de la clase media y la burguesía. No tuvieron una victoria práctica, en parte por la resistencia admirable de los centros sociales, en parte por un buen cálculo de la conselleria de interior que leyó bien la poca conveniencia por ERC de unos disturbios en la ciudad en período electoral. Pero la conclusión han sido también las primeras menciones de Desokupa como marca electoral, y eso seguro, su definitivo giro a lobi de presión comunicativo reaccionario con capacidad de movilizar fuerza bruta y aglutinar a sectores dispersos de la extrema derecha más conspirativa y friki , así como pijos reaccionarios. Empezamos a ver las orejas en el lobo y hay tendencias que no encontrarán contrapeso en el voto útil antifascista, sino en la fuerza política antisistémica que seamos capaces de desplegar. No nos sobra el tiempo para convencer a las masas ya cualquiera con una mínima conciencia antifascista del peso muerto que ha supuesto el populismo de izquierdas y el parlamentarismo hasta ahora. su definitivo giro a lobby de presión comunicativo reaccionario con capacidad de movilizar fuerza bruta y aglutinar a sectores dispersos de la extrema derecha más conspirativa y friki, así como a pijos reaccionarios. Empezamos a ver las orejas en el lobo y hay tendencias que no encontrarán contrapeso en el voto útil antifascista, sino en la fuerza política antisistémica que seamos capaces de desplegar. No nos sobra el tiempo para convencer a las masas ya cualquiera con una mínima conciencia antifascista del peso muerto que ha supuesto el populismo de izquierdas y el parlamentarismo hasta ahora. su definitivo giro a lobby de presión comunicativo reaccionario con capacidad de movilizar fuerza bruta y aglutinar a sectores dispersos de la extrema derecha más conspirativa y friki, así como a pijos reaccionarios. Empezamos a ver las orejas en el lobo y hay tendencias que no encontrarán contrapeso en el voto útil antifascista, sino en la fuerza política antisistémica que seamos capaces de desplegar. No nos sobra el tiempo para convencer a las masas ya cualquiera con una mínima conciencia antifascista del peso muerto que ha supuesto el populismo de izquierdas y el parlamentarismo hasta ahora. sino en la fuerza política antisistémica que seamos capaces de desplegar. No nos sobra el tiempo para convencer a las masas ya cualquiera con una mínima conciencia antifascista del peso muerto que ha supuesto el populismo de izquierdas y el parlamentarismo hasta ahora. sino en la fuerza política antisistémica que seamos capaces de desplegar. No nos sobra el tiempo para convencer a las masas ya cualquiera con una mínima conciencia antifascista del peso muerto que ha supuesto el populismo de izquierdas y el parlamentarismo hasta ahora.
El momento táctico: por qué, sin embargo, sí que nos importan las elecciones
Otra posibilidad es un gobierno con presencia de la ultraderecha que acelere apresuradamente el girautoritario, por ejemplo, con la proliferación de presos políticos e ilegalizaciones.
En Cataluña, en estos momentos, no es equivalente desplegar la política del socialismo revolucionario contra un municipio dominado por el PSC que contra un ayuntamiento de ERC, si bien ambos representan la pugna por ser la correa de transmisión autonómica del poder central de la burguesía española. El PSC asume sin ambigüedades la mano dura contra la disidencia, sin la necesidad de marcar un perfil de izquierdas, la defensa de la ley y el orden; ERC se dobla aún a veces, y más aún localmente, ante críticas políticas que puedan manchar su perfil social, de izquierdas. Así como los contrastes, los choques de competencias entre escalas administrativas controladas por partidos distintos, también son elementos que pueden favorecernos en conflictos inmediatos.
¿Significa esto que defendemos el voto útil? No. Esto significa que a la vez que maniobramos tácticamente, tenemos la capacidad de dar sentido a fenómenos como el cierre en parte de una administración de izquierdas, tal y como ha sucedido entre los Comuns y la Massana en el Raval. Significa que maniobramos, negociamos, golpeamos, avanzamos o retrocedemos no desde la buena voluntad o el oportunismo, sino desde la solidez e independencia de nuestros principios.
En este sentido, existe una demanda inmediata del momento táctico que tiene que ver con el presente ciclo electoral: la crítica a la CUP. Los mejores tiempos de la CUP han quedado enterrados por su papel subordinado durante el proceso independentista. No es ningún secreto y épicas aparte, la misma militancia lo reconoce. Una amarga lección de los efectos de la política interclasista, de la falta de independencia política y de ser subalternos a la iniciativa de la burguesía, sea grande, nacional o pequeña.
Pero la CUP no fue sólo el partido del ala izquierda del proceso. La CUP ha sido, desde sus inicios, erigida en representante de los movimientos sociales. Una relación presentada como algo virtuoso, pero que nos ha aportado otra lección tan dura como valiosa por muchos de nosotros:si no sabes muy bien porqué trabajas, es que estás trabajando para otro. Quienes hemos formado parte de los movimientos sociales y populares difusos hemos trabajado por la CUP, fuéramos conscientes de ello o no. ¿Queremos seguir haciéndolo? El Movimiento Socialista propone un marco contrapuesto a tal lógica, donde la subordinación consciente a una propuesta estratégica tiene como principio la independencia de clase, no una difusa autonomía cuyos límites son la posibilidad de elegir entre el rol pragmático y el rol intransigente, mientras sigues siendo subalterno.
En cada nuevo ámbito electoral al que se presentaba la CUP – municipios, parlamento, congreso-, en cada concejal, diputado o gobierno municipal ganados, perdían fuerza los intentos de vincular su actividad política a propuestas que fueran más allá de lo parlamentario, por no decir a intentos estratégicos revolucionarios. A día de hoy, la CUP está dirigida por la propia lógica parlamentaria, personificada en un sistema de liberados y figuras de diputados y ex diputados, enfocados a tiempo completo en la correlación de fuerzas electorales. La crítica por parte del Movimiento Socialista en la CUP es, en este sentido, una tarea inmediata más valiosa, productiva y lógica que dos mil campañas por la abstención.
Ahora, con la esperanza de recuperar terreno tras el castigo recibido en las municipales del 19, la CUP se lanza de cabeza, y con retraso, a las ya mal envejecidas técnicas y las retóricas hegemonistas, reciclando spots de campaña del proyecto fallido de « reconquistar» el Labour inglés, con la esperanza de recuperar a los concejales en Barcelona. Veremos los resultados y los analizaremos como corresponde.
CODA: sobre maximalismo y pragmatismo
No es una discusión, en el fondo, entre maximalismo y pragmatismo, donde nosotros somos los maximalistas intransigentes y la socialdemocracia los pragmáticos posibilistas. No nos dejemos ahogar por caricaturas de poca calidad.
Lo que nosotros oponemos al ciclo electoral que se abre es, principalmente, una discusión ideológica y estratégica sobre los límites de la época, para acotar cuál es el mostrador de juego. Construir nuestra propia fuerza significa que el Movimiento Socialista intervendrá políticamente en todos aquellos ámbitos de la sociedad que piden respuestas, siguiendo criterios de astucia y priorización estratégica. Despliegue de la autodefensa socialista, luchas por subjetividades, disputa ideológica y cultural, comunicación de masas, etc. Nos acusarán de izquierdistas, pero se trata de demostrar que podemos dar respuestas a la gente desde la independencia política del proletariado. El Movimiento Socialista no puede tardar en demostrar que existen problemas cotidianos en los que puede intervenir, demostrando que tanto la efectividad inmediata como la explicación a largo plazo con la que se vincula la situación concreta, son más efectivas y deseables que lo que puede conseguir el concejal, partido o nueva ley social de turno. Con las dosis de pragmatismo, de negociación, de choque y retroceso, que hagan falta de acuerdo con nuestro desarrollo objetivo, pero siempre desde la independencia política.
Algún día puede volver a haber una opción electoral que anime a la clase trabajadora. Sí, no somos abstencionistas por principio. Pero de forma deliberadamente táctica, ceñida a una estrategia de poder socialista propio, a escala. No es una prioridad inmediata, podría serlo coyunturalmente en algún momento. Hoy por hoy, toca construir ese marco estratégico y organizativo no asimilable. No caeremos en la provocación ya conocida de los anteriores ciclos de olvidarnos la prioridad de esta tarea por el camino.
La llarga jornada electoral del final de la classe mitjana
Tals individus, acaben sucumbint entre indecisions, abúlies i retrets»
La nova cara del bipartidisme com a expressió parlamentària de la burgesia:
El PSOE es recolza en les diverses transformacions de l’espai de Podemos i la vella IU (UP, MásPaís, ara Sumar), sumant també els suports d’ERC, Bildu i Compromís quan s’escau. PP ha aconseguit fagocitar la fase ascendent de VOX, probablement gràcies al paper trumpista i carismàticde Díaz-Ayuso, que ha ocupat l’espai sociològic reaccionari, però no d’ultradreta militant, que aspirava a seduir VOX. Ho ha pogut fer en part per la trava que la derrota a Andalusia i les disputes internes derivades han suposat a la formació d’ultradreta. Els pols parlamentaris que pretenien, per l’esquerra i la dreta, trencar la baralla del bipartidisme espanyol, han quedat assimilats pels seus respectius contrincants.
La conflictivitat i els moviments socials que van encapçalar les dures crítiques i desafiaments a l’anomenat règim del 78′, les reivindicacions i mobilitzacions del cicle anterior, al seu torn, ens deixen també un amarg balanç de fracàs i reassentament. La vella dialèctica, el vell art de l’assimilació de les masses per part de l’estat, gràcies a la mediació de les forces socialdemòcrates. Un marc fort s’imposa a la manca de marc o a un marc difús. Una amarga lliçó, en una operaciódoble: els artefactes polítics del populisme d’esquerres van alimentar-se i fagocitar els moviments socials nascuts del malestar, i al seu torn, el PSOE va assimilar i subordinar al populisme d’esquerres com a soci de govern obedient. La força amb la qual l’ordre parlamentari de la burgesia espanyola s’ha imposat sobre els qui els van desafiar al carrer i a les institucions, ha estat una lliçó flagrant de l’art de la dominació capitalista i la imposició de subalternitat.
Conjuntura global profunda:
El fil conductor entre tots aquests processos és una tendència de llarg calat, una visió de conjuntura global profunda: els estats occidentals estan travessats per les conseqüències ja multiorgàniques de la crisi general de valorització capitalista arrossegada des dels anys 70‘. L’espiral financera ja no eixampla els límits de l’acumulació i s’ha tornat una cursa de rapinya, a l’espera del rellançament de noves vies. I la conseqüència directa és que l’objectiu primer d’aquesta rapinya són les classes mitjanes occidentals i els seus estalvis i garanties d’estabilitat. Una estabilitat, que va ser a la vegada garant de l’ordre a les democràcies liberals europees. Però com dèiem, els marges objectius per fer-ho, es redueixen. L’ordre i l’estabilitat renovades, per exemple, a l’estat espanyol, afronten un panorama social objectiu de proletarització que cada cop serà més difícil d’afrontar si no és per la via repressiva, policial i militar. El pacte social i l’estabilitat a l’estat espanyol es basava en la seva capacitat garantir materialment l’estabilitat de la classe mitjana. Això ha esclatat pels aires.
Si d’alguna cosa ha estat representant la coalició de govern PSOE-UP és d’acumular fites històriques en termes legislatius (reforma laboral, llei del Sí és Sí, Ley Vivienda), que tenen una incidència pràctica en les condicions de vida nul·les. Ja no és només que s’hagin assimilat i bloquejat els cavalls de batalla dels principals moviments socials del cicle anterior, sinó que les reformes de la nova socialdemocràcia, senzillament, ja no reformen. Es parla de l’entrada a una època de reformes que no reformen. Amb una cara B: com més lleis socials impotents aprovades, més s’accentua en paral·lel un gir autoritari silenciós. Un gir que es palpa ja ara als barris habitats majoritàriament pel proletariat exclòs, on la pressió policial, l’ofensiva judicial contra l’ocupació precària semblen suspendre l’imperi de les lleis burgeses per mirar d’abolir els pobres per la força.
La política parlamentària va escurçant els seus marges de gestió i en un termini llarg, també les «pròximes» administracions locals, estaran del tot centrades en la gestió policial i repressió de la misèria, així com el reclutament i adaptabilitat davant els requisits dels centres de poder principals en l’escalada bèl·lica en curs. Un alcalde tendirà a ser més un barreja entre xèrif, carceller i reclutador de jove carn proletària pel front, que una altra cosa.
El moment estratègic: el privilegi explicatiu i pràctic d’un marc ferm
En les crisis es desplacen i destrossen els blocs socials homogenis anteriors, es redefineix el terreny de joc. I el descrit és el panorama profund que ens llega pistes per afrontar-lo. Si el marge de la política institucional s’acurta i es militaritza, qui tindrà l’avantatge no és aquella força que es presenti a les eleccions amb un programa progressista, sinó qui sàpiga anticipar, cavalcar i retrocedir a través dels cicles d’estralls de la crisi, acumulant energies i sabent refilar de manera hegemònica els estrats que van desencaixant-se de la societat de classes mitjanes. Nosaltres proposem la independència política del proletariat com a clau de volta estratègic d’aquesta capacitat de construir poder propi i majories socials.
Aquesta és la perspectiva estratègica que ens dona avantatge explicatiu i fortalesa ideològica davant dels qui promulguen allò electoral com a principi.
Per exemple: sense anar més lluny, penseu en la conjuntura de la pandèmia. Només un agent polític a escala de tot l’estat espanyol va tenir la capacitat de lectura de conjuntura suficient per a trigar ben poc a suggerir quelcom mínimament coherent davant de tal panorama des d’una posició revolucionària: posar sobre la taula la crítica a la pèrdua immediata de drets i llibertats que suposaven les mesures excepcionals i els efectes prolongats que això podia tenir, iniciar acció política reactiva i de denúncia, de resposta. El Moviment Socialista basc, amb prou feines dos anys de recorregut aleshores. A la resta de l’estat, moviments socials i populars, alguns com els de l’habitatge a Catalunya en un moment ascendent, partits amb milers de votants, teixit social, sindicats, etc. Una acceptació generalitzada, acatada i paralitzant. I en tot cas, i en superar la paràlisi, una acció política desplegada que ja havia acceptat les normes del joc imposades per l’estat d’excepció. Per no dir el nefast paper dels qui van doblegar-se ideològicament a les crides a la responsabilitat sanitària i col·lectiva, quedant-se a casa. Un exemple clar de la capacitat que un marc estratègic correcte, ferm i coherent, et pot donar d’intervenció en la conjuntura, per humils que siguin les teves capacitats organitzatives.
En aquest sentit, un imperatiu estratègic a destacar davant de l’actual panorama electoral és la necessitat de trencar amb la vella cultura política: posar en evidència que el populisme d’esquerres i les hipòtesis democràtiques han quedat esgotades, que la socialdemocràcia és funcional i orgànica al capital.
Hi ha un nombre creixent de problemàtiques, de polèmiques, d’àmbits, on l’explicació que donenels polítics professionals i el sentit comú burgès és cada cop més allunyada del marge reald’actuació institucional de l’administració de l’estat. I en política no hi ha espais buits: ens tocaomplir aquests forats, discursivament i pràcticament, i sense regalar-ho al marc del partit d’esquerres.
La cultura política lligada al cicle anterior fa olor de podrit als barris perifèrics i entre les files de lajoventut. No existeixen unes bases socials proclius a un nou cicle de moviment socials «bisagra»amb candidatures «populars» que vehiculin. L’ordre regna a Berlín després del foc amic de la novasocialdemocràcia. Això significa que s’obre l’escletxa per a una nova cultura política. És a dir, perentendre que cada proposta que fem des del Moviment Socialista pugna per establir una culturapolítica socialista entre les masses. Però no ens enganyem: sabem que el punt de partida és unaderrota històrica general que s’entronca amb la derrota particular de l’anterior cicle. Que la nostraproposta és encara minoritària, que la capacitat d’imposar la desídia i ordre del bloc burgèsdominant no s’ha de subestimar. Que al mort del binomi moviments socials-partits d’esquerres lipoden continuar creixent els cabells i les ungles per llarg temps i que existeixen multiplicitat decandidats, sectes i d’altres formulacions d’aquests temps estranys esperant a fer llenya de l’arbrecaigut de la proletarització. Per això cal marcar una clara diferència, un trencament, amb la culturapolítica anterior i el seu element de pivot: el parlamentarisme com a principi intocable.
Ara bé, hem de ser conscients que no som els únics disposats a pugnar contra la vella culturapolítica, que, per tant, no podem demorar-nos massa en l’aplicació dels avantatges estratègiques.
No podem descartar que davant de la polarització creixent sumada a l’eclipsi de les capacitats dereforma i integració dels estats, l’onada social reaccionària prengui la forma d’un nou bonapartismede tall mussolinià. De fet, d’emuladors contemporanis de Mussolini no ens en falten, a hores d’araesperant amb paciència el seu torn, el torn de remoure el taulell de joc dels vells partits de l’ordrebipartidista i les seves crosses.
Roberto Vaquero afina el seu personatge i la deriva cada vegada més clarament tercerposicionista, netament reaccionària i espanyolista, de l’aposta del Frente Obrero, amb un creixement encara petit però sostingut, capacitat mediàtica i insinuant ja la possibilitat de concórrer a les eleccions en unfutur no molt llunyà. Per molt que ens riguem de la seva calvície a tuiter. Daniel Estévez i Desokupa han provat a la Bonanova un primer experiment d’hibridar el vell esquadrisme amb la guerra cultural i comunicativa que connecta amb els pànics morals reaccionaris de la classe mitjana i laburgesia. No van tenir una victòria pràctica, en part per la resistència admirable dels centres socials,en part per un bon càlcul de la conselleria d’interior que va llegir bé la poca conveniència per ERC d’uns disturbis a la ciutat en període electoral. Però la conclusió han estat també els primers esments de Desokupa com a marca electoral, i això segur, el seu definitiu gir a lobby de pressió comunicatiu reaccionari amb capacitat de mobilitzar força bruta i aglutinar a sectors dispersos de l’extrema dreta més conspirativa i friqui, així com a pijos reaccionaris. Comencem a veure les orelles al llop i hi ha tendències que no trobaran contrapès en el vot útil antifeixista, sinó en la força política antisistèmica que siguem capaços de desplegar. No ens sobra el temps per convèncer a les masses i a qualsevol amb una mínima consciència antifeixista del pes mort que ha suposat el populisme d’esquerres i el parlamentarisme fins ara.
El moment tàctic: per què, malgrat tot, sí que ens importen les eleccions
Una altra possibilitat és un govern amb presència de la ultradreta que acceleri precipitadament el girautoritari, per exemple, amb la proliferació de presos polítics i il·legalitzacions.
A Catalunya, a hores d’ara, no és equivalent desplegar la política del socialisme revolucionari contra un municipi dominat pel PSC que contra un ajuntament d’ERC, per bé que ambdós representen la pugna per ser la corretja de transmissió autonòmica del poder central de la burgesia espanyola. El PSC assumeix sense ambigüitats la mà dura contra la dissidència, sense la necessitat de marcar un perfil d’esquerres, la defensa de la llei i l’ordre; ERC es doblega encara a vegades, i més encara localment, davant de crítiques polítiques que puguin tacar el seu perfil social, d’esquerres. Així com els contrastos, els xocs de competències entre escales administratives controlades per partits diferents, també són elements que ens poden afavorir en conflictes immediats.
Això significa que defensem el vot útil? No. Això significa que a la vegada que maniobrem tàcticament, tenim la capacitat de donar sentit a fenòmens com el tancament en banda d’una administració d’esquerres, tal com ha succeït entre els Comuns i la Massana al Raval. Significa que maniobrem, negociem, colpegem, avancem o retrocedim no des de la bona voluntat o l’oportunisme, sinó des de la solidesa i independència dels nostres principis.
En aquest sentit, hi ha una demanda immediata del moment tàctic que té a veure amb el present cicle electoral: la crítica a la CUP. Els millors temps de la CUP han quedat enterrats pel seu paper subordinat durant el procés independentista. No és cap secret i èpiques a part, la mateixa militància ho reconeix. Una lliçó amarga dels efectes de la política interclassista, de la manca d’independència política i d’ésser subalterns a la iniciativa de la burgesia, sigui gran, nacional o petita.
Però la CUP no ha estat només el partit de l’ala esquerra del procés. La CUP ha estat, des dels seus inicis, erigida en representant dels moviments socials. Una relació presentada com quelcom virtuós, però que ens ha aportat una altra lliçó tant dura com valuosa per molts de nosaltres: si no saps ben bé perquè treballes, és que estàs treballant per algú altre. Els qui hem format part dels moviments socials i populars difusos hem treballat per la CUP, en fóssim conscients o no. Volem continuar fent-ho? El Moviment Socialista proposa un marc contraposat a tal lògica, on la subordinació conscient a una proposta estratègica té com a principi la independència de classe, no una difusa autonomia els límits de la qual són la possibilitat d’escollir entre el rol pragmàtic i el rol intransigent, mentre continues sent subaltern.
A cada nou àmbit electoral al qual es presentava la CUP – municipis, parlament, congreso-, a cada regidor, diputat o govern municipal guanyats, perdien força els intents de vincular la seva activitat política a propostes que anessin més enllà d’allò parlamentari, per no dir a intents estratègics revolucionaris. A dia d’avui, la CUP està dirigida per la mateixa lògica parlamentària, personificada en un sistema d’alliberats i figures de diputats i exdiputats, enfocats a temps complet en la correlació de forces electoral. La crítica per part del Moviment Socialista a la CUP és, en aquest sentit, una tasca immediata més valuosa, productiva i lògica que dues mil campanyes per l’abstenció.
Ara, amb l’esperança de recuperar terreny després del càstig rebut a les municipals del 19, la CUP es llença de cap, i amb retard, a les ja mal envellides tècniques i les retòriques hegemonistes, reciclant espots de campanya del projecte fallit de «reconquerir» el Labour anglès, amb l’esperança de recuperar els regidors a Barcelona. Veurem els resultats i els analitzarem com pertoca.
CODA: sobre maximalisme i pragmatisme
No és una discussió, en el fons, entre maximalisme i pragmatisme, on nosaltres som els maximalistes intransigents i la socialdemocràcia els pragmàtics possibilistes. No ens deixem ofegar per caricatures de poca qualitat.
El que nosaltres oposem al cicle electoral que s’obre és, principalment, una discussió ideològica i estratègica sobre els límits de l’època, per delimitar quin és el taulell de joc. Construir la nostra pròpia força vol dir que el Moviment Socialista intervindrà políticament en tots aquells àmbits de la societat que demanen respostes, seguint criteris d’astúcia i priorització estratègica. Desplegament de l’autodefensa socialista, lluites per subjectivitats, disputa ideològica i cultural, comunicació de masses, etc. Ens acusaran d’esquerranosos, però es tracta de demostrar que podem donar respostes a la gent des de la independència política del proletariat. El Moviment Socialista no pot trigar a demostrar que hi ha problemes quotidians en els quals pot intervenir, demostrant que tant l’efectivitat immediata com l’explicació a llarg termini amb la que es vincula la situació concreta,són més efectives i desitjables que allò que pot aconseguir el regidor, partit o nova llei social de torn. Amb les dosis de pragmatisme, de negociació, de xoc i retrocés, que calguin d’acord amb el nostre desenvolupament objectiu, però sempre des de la independència política.
Algun dia hi pot tornar a haver una opció electoral que engresqui a la classe treballadora. Sí, no som abstencionistes per principi. Però de manera deliberadament tàctica, cenyida a una estratègia de poder socialista propi, a escala. No és una prioritat immediata, ho podria ser conjunturalment en algun moment. Ara per ara, toca construir aquell marc estratègic i organitzatiu no assimilable. No caurem en la provocació ja coneguda dels anteriors cicles d’oblidar-nos la prioritat d’aquesta tasca pel camí.