Hace muy poco celebramos el centenario de la muerte de Lenin. El hombre que llevó adelante la toma de poder por el proletariado mediante una revolución, mediante la lucha armada. Que, además, enriqueció el marxismo con la idea de que la única forma de que el socialismo y el Comunismo fueran posibles es que se convirtieran en doctrina universal, en sistemas políticos globales. Marx, antes, expuso que el socialismo solo es posible con la eliminación total de todas las formas de relación económicas propias del Capitalismo.
Díganme si estos preceptos no son radicales. Últimamente, se ha hecho de moda usar el término de «ultras», «radicales» para tildar a un sector de revolucionarios que, de forma más o menos correcta, ejercen su derecho a la crítica militante.
Quizás pudiéramos estar más o menos en desacuerdo con eso, con el uso de determinados métodos o medios para ejercerla, pero nunca, JAMÁS, debemos confundir la crítica revolucionaría con el acto contrarrevolucionario. Primero, desacredita al Socialismo y a la Revolución como una construcción popular; Segundo, condiciona los propios llamados a la Unidad a estar siempre de acuerdo con lo que digo desde la autoridad, lo cual no ayuda, precisamente a esa unidad, lo más que logra es la figuración hipócrita de un consenso que no existe; Tercero, desmoviliza a quienes, incondicionalmente, siempre han estado al lado de la Revolución.
En procesos atacados continuamente, el llamado a la cohesión, a la unidad son continuos e indispensables. Mientras más amenazada se ve una revolución, más peligroso es cualquier resquebrajamiento, disenso o crítica. Por ello, las críticas son cuestionadas a su vez, desde la propia esencia de su intención, oportunidad y contexto concretos.
La crítica verdaderamente revolucionaria no es negativa. Peligrosa es la falsa crítica, la que se disfraza como tal y solo redunda en contenidos o formas y no va a la esencia de los problemas y sus causas.
Siempre es más difícil aceptar el cuestionamiento de “ultras”, que regodearse con los aplausos de los amables centristas, de los conciliadores y los revolucionarios no extremistas. Los “ultras” siempre tratarán de “realizar escrupulosamente nuestra fantasía”, al decir de Lenin, y serán fieles al proyecto, aunque tengan que conciliar en ciertas posturas.
Los otros no están interesados en salir de su zona de confort política, por el contrario, harán cualquier cosa con tal de profundizarla, ampliarla, incluso convertirse ellos en ultras y atacar a las posiciones revolucionarias que los amenacen.
Siempre que surja la crítica de un «extremista», de la «izquierda radical», debemos preguntarnos que, en nuestro actuar o en la decisión adoptada, provoca la duda en esa persona, y si no es esa la razón, entonces debemos cuestionarnos el por qué no hemos logrado convencer a esa persona de la justeza de nuestros actos o nuestros discursos. Y si esa persona acudió a canales públicos, como las redes sociales, la pregunta entonces sería; ¿por qué obvió los mecanismos creados para satisfacer sus dudas?
“SÓLO UNOS POCOS ACERTARÁN A SOSPECHAR E INCLUSO A COMPRENDER LO QUE REALMENTE SUCEDE. PERO A ESA GENTE LA SITUAREMOS EN UNA POSICIÓN DE INDEFENSIÓN, RIDICULIZÁNDOLOS, ENCONTRANDO LA MANERA DE CALUMNIARLES, DESACREDITARLES Y SEÑALARLES COMO DESECHOS DE LA SOCIEDAD”.
Esta frase, como muchas otras, se repite tanto que terminan por saturar al público, pierden su importancia y significado, haciéndola hueca, invisible, sin contenido. Que ocurra con esta en particular del ex jefe de la CIA, Allen Dulles, es conveniente a quienes sirve su mensaje.
La lucha ideológica, ya histórica, entre fuerzas antagónicas, especialmente entre el Capitalismo y el Comunismo, deriva, por regla general, en la anulación conceptual del contrario, de sus valores, argumentos y hasta de sus formas de defenderse del ataque.
Comúnmente, las corrientes tendentes al Comunismo, usan el convencimiento, la superación ideológica y cognoscitiva de las sociedades en transformación. Así, las llamadas masas, comprenden lo criminal del capitalismo en cualquiera de sus fases o máscaras.
El Capitalismo, por su parte, usa todos los mecanismos a su disposición, incluso, ser de izquierda: desde el New Deal, de Roosevelt y las políticas Keynesianas, la Fundación Ford como tapadera de la CIA para financiar el Congreso por la Libertad de la Cultura, y el Arte liberal y antisistema; el Plan Marshall y la Alianza para el Progreso, el Estado de Bienestar, hasta llegar a los financiamientos de Soros, Rockefeller, o la propia Ford a las luchas raciales, feministas, de género.
El Capitalismo no solo usurpa los espacios de reclamo de la lucha comunista, sino que lo hace tan bien que hacerlo mejor que ellos se convierten en algo inaceptable.
Ser «ultra», en algunos momentos de la historia de las revoluciones fue convertido, para bien de la reacción contrarrevolucionaria, en un sinónimo de extremista, chovinista, de persona ajena a cualquier entendimiento y la mejor forma de descalificar a un criterio divergente. Y, en todos los casos, sirvió a los propósitos del Imperialismo.
Según el RAE, “ultra”, es lo que va más allá. O sea, ser un “ultra” en el socialismo, vendría siendo la quintaesencia del comunista.
Según la Universidad de Oxford, “ultra”, se refiere a quien es de ideología política extremista, especialmente de extrema derecha, y que normalmente actúa con violencia y radicalidad. Y es interesante que la reputada universidad inglesa y su diccionario, no asuman el radicalismo como una corriente socialista, ¿Por qué? Porque ya lo es en sí.
Los procesos revolucionarios socialistas son cataclismos; destrozan todo a su paso, transformando todas las realidades, destruyendo todos o casi todos los rezagos de la sociedad capitalista, lo hacen incluso cuando, por necesidades de su continuidad entran en períodos de supuesta calma, de organización, de institucionalización.
“FIDEL FUE HIJO DE UNA TRADICIÓN QUE ES FUNDAMENTAL DENTRO DE LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO REVOLUCIONARIO CUBANO: LA CORRIENTE RADICAL, QUE HA TENIDO PUNTOS EN COMÚN Y HA ESTABLECIDO UNA TRAYECTORIA SINGULAR. ESOS RADICALES SE FUERON POR ENCIMA DE LAS RESPUESTAS POLÍTICAS QUE PARECÍAN POSIBLES FRENTE A LOS CONFLICTOS DE SU TIEMPO Y SU CIRCUNSTANCIA, Y LAS PROPUESTAS QUE ELLOS HICIERON ERAN LLAMADOS A VIOLENTAR LA REPRODUCCIÓN ESPERABLE DE LA VIDA SOCIAL. ENUMERO SOLAMENTE A HITOS DENTRO DE ESA PLÉYADE, COMO SON CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES, JOSÉ MARTÍ, JULIO ANTONIO MELLA Y ANTONIO GUITERAS”.
Martínez Heredia, Fernando. Conferencia inaugural en el XXII Encuentro Nacional de Solidaridad con Cuba, del Movimiento Mexicano de Solidaridad con Cuba. 18 de marzo.2017.
No por casualidad, la propaganda capitalista intenta imponer que el Comunismo y el Fascismo son análogos, aquello de los extremos que se unen, acuñado por el filósofo y escritor francés Jean-Pierre Faye, en la «Teoría de la Herradura», obviando que esa simplificación de los extremismos políticos, va a generalizaciones simplificadas, casi burlescas y más fáciles de desacreditar, y solo favorece a las posturas más centristas, tolerantes y menos confrontacionales de pensamiento que juegan muy bien con la socialdemocracia y el posmarxismo o socialismo libertario.
El catalogar a la izquierda o a los socialistas en «radicales», «extrema izquierda», «ultra-izquierda», estalinistas, guevarianos o maoístas, es una estrategia comunicacional norteamericana que se aprovechó muy bien de las propias políticas revisionistas del gobierno de Nikita Jrushev respecto a Stalin, y de Den Xiaoping, respecto a la Revolución Cultural de Mao Sedong. Que un funcionario cubano use esos términos es algo aberrante y demuestra, como mínimo, un desconocimiento total de la historia del marxismo-leninismo y de su confrontación con el Imperialismo.
“SUBSISTEN EVIDENTES DEFICIENCIAS Y FALLAS QUE DEBEMOS SEÑALARLAS POR SU NOMBRE Y COMBATIRLAS CON TODA ENERGÍA. ¡SOLO ASÍ SEREMOS DIGNOS DE LLAMARNOS COMUNISTAS!”, COMANDANTE EN JEFE, FIDEL CASTRO RUZ. INFORMA AL III CONGRESO DEL PCC. 1987.