De que el nazifranquismo español goza de impunidad manifiesta (por cierto, con el beneplácito del PSOE) creo que nadie tiene dudas. Durante las últimas semanas se está dando fehacientes muestras de ello y, en realidad, siempre ha sido así. Reprimir el antifascismo mientras se protege al fascismo ha sido una realidad durante décadas; y esto ha sucedido con gobiernos del PP y también del PSOE. Ejemplos abundan por doquier.
Lo que sucede ahora es que, como consecuencia de una amnistía tan descafeinada que sólo sabe a agua, el neofranquismo ha tomado las calles. La cantidad de idioteces que hacen y dicen todos los días es impresionante. Y son mayúsculas idioteces porque afirmar que el PSOE quiere romper la “España Grande y Libre”, cuando es puntal básico de la misma (¿alguien lo duda?), pues no puede ser otra cosa.
Hace unos días, exhibieron un muñeco-Sánchez para, finalmente, darle una paliza. Este hecho, el PSOE lo ha denunciado a la Fiscalía porque, según el escrito que han presentado, “podrían haber cometido, entre otros, los delitos de injurias, amenazas, incitación al odio y contra el honor”.
El PSOE-GAL defiende que estos hechos “exceden de la crítica política” y les colocan “en el objeto de la diana de una exaltación de conductas con tintes violentos, de odio, de hostilidad y discriminación”.
Por supuesto que, en este diario, no vamos a defender la libertad de expresión de los nazifranquistas españoles, porque, en realidad, creemos incluso que, como tales, no deberían tener derecho ni a existir.
Lo que sucede es que nos llama la atención, aunque no sorprenda, cómo desde el PSOE se muestra “sensibilidad” por la paliza a un muñeco (por más que se asemejara al presidente Pedro Sánchez, no dejaba de ser un muñeco) y, sin embargo, nunca mostraran la más mínima sensibilidad por flagrantes casos de torturas a personas detenidas durante sus mandatos. Algunas, como el de Mikel Zabalza con resultado de muerte. Entonces, el ministro del Interior era José Barrionuevo (posteriormente condenado, junto a Rafael Vera, por el secuestro de Segundo Marey, reivindicado por los GAL); la presidencia del gobierno la ostentaba el señor X de dicho grupo de mercenarios, Felipe González. El PSOE, lejos de mostrar preocupación por las mismas, las negaban y encubrían.
Señalaremos otro caso, porque es muy conocido: el Unai Romano. En este, no era el PSOE quien gobernaba, pero el juez instructor fue el actual ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska. Este individuo, que ha sido señalado en varias ocasiones por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), miró para otro lado ante la evidencia de torturas sufridas por Romano. Al partido dirigido por Sánchez nunca le ha importado tamaña mancha en la toga del juez para asignarle el mencionado ministerio.
En definitiva, al PSOE le duelen los golpes que recibió un muñeco en nochebuena, pero nunca sintió el más mínimo dolor cuando sus agentes policiales golpearon a personas de carne y hueso o, para decirlo de otra manera, practicaron la tortura con no pocos de sus muchos detenidos.
Eso se le llama hipocresía, y cinismo también.