Hoy hace 532 años, el 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón arribó a tierras americanas. Lo hizo por la pequeña isla bahamense de Guanahaní, para llegar cinco días después, el 27, a la isla de Cuba. Las perversas intenciones de los “descubridores” para con las tierras descubiertas y sus pobladores quedaron muy pronto esclarecidas: la mencionada isla que los indios llamaban Cuba fue “bautizada” por Colón con el nombre de Juana, en homenaje al príncipe hijo de los Reyes Católicos; una pequeña anécdota, pero harto significativa, sin embargo.
Este hecho, que en Europa —fundamentalmente en el Estado español— se empeñaron en llamarlo “descubrimiento” y ahora, para atenuar un poco la pena impuesta por la historia, lo llaman “encuentro” de dos culturas, no fue sino el inicio del exterminio de millones de personas y la colonización, para su saqueo, del vasto continente americano.
Hubo vencedores y vencidos; de modo que de “encuentro” de dos culturas, nada de nada. Vencedores fueron obviamente los europeos —no sólo los españoles, porque también otros países se beneficiaron del “encuentro”—, y vencidos los dueños naturales de aquellas tierras que, insisto, fueron salvajemente diezmados y desposeídos de sus inmensas riquezas —del oro y la plata, por ejemplo—. Aquellas riquezas contribuyeron de manera importante a la acumulación originaria del capital. Y es que, como dijera Karl Marx, el capital vino al mundo chorreando sangre y lodo desde la cabeza hasta los pies, por todos los poros.
Esto es algo que no se puede obviar —y muchos lo hacen— para entender la gran diferencia existente entre el llamado Primer Mundo y el Segundo.
Hoy es 12 de octubre y, como cada año, lo más granado de la reacción española se reunirá en el madrileño Paseo de la Castellana. Aquí, henchidos de cinismo y desvergüenza, celebrarán el Día de la Hispanidad, que no es otra cosa que la repugnante celebración de una conquista que, de alguna manera, todavía perdura.
No cabe la menor duda, por las venas de los gobernantes españoles y muchos de sus “opositores” sigue corriendo colonialismo a raudales. Esa es la sangre que bombea sus insensibles corazones.
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“Los descubrimientos de los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, la esclavización de las poblaciones indígenas, forzadas a trabajar en el interior de las minas, el comienzo de la conquista y del saqueo de las indias, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros, son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista (…) Las riquezas apresadas fuera de Europa por el pillaje, la esclavización y la masacre refluían hacia la metrópolis donde se transformaban en capital”.
(Marx, El Capital, Tomo 1, La acumulación originaria)