El discurso xenófobo de la extrema derecha cala entre las personas desclasadas que le han hecho ver en el inmigrante un enemigo por el simple hecho de venir de fuera y ser pobre (si aparece en un jaguar repartiendo dádivas vestido de jeque no hay problema). En esos cerebros circundados un millonario es de los «nuestros» si tiene pasaporte nacional, si recoge fresas doce horas por 25 euros es un enemigo. Lo dicho, no sobran inmigrantes, sobran fascistas.