La sumisión de la Presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, en su visita a Trump para recibir órdenes del Imperio, la absoluta sumisión demostrada, no fue algo casual ni esporádico. La U.E, como polo capitalista que abraca países de cierta importancia económica mundial, no puede convertirse en un referente autónomo pese a los esfuerzos de sus capos y oligarcas.
En ese encuentro, la U.E aceptó la compra de armas a EE.UU para enviarlas a Ucrania, subiendo -vía OTAN- la cantidad de dinero destinado a la industria armamentística: Trump exige el 5% del PIB, y hacia ahí se encaminan los gobiernos prostituidos de la Unión Europea sin importarle el destrozo de lo público ni el apretón de tuercas en derechos. Pero también la alemana aceptó aranceles norteamericanos a productos europeos sin posibilidad de respuesta similar. Un escándalo mayúsculo que los propios grandes empresarios europeos calificaron como de » acuerdo calamitoso». Ambas exigencias se unían a la obligación de comprar gas caro a EE.UU, que para eso ya se había destruido el gaseoducto Nord Stream, en un evidente sabotaje destinado a impedir la entrada de gas ruso por el báltico a un precio asequible para la poderosa industria alemana..
Pero hay más. La inversión (ellos, eufemísticamente lo llaman «ayuda») en Ucrania para obtener minerales de las «tierras raras» o granos y materias primas a coste mínimo (para desesperación de agricultores polacos y rumanos), acaba de sufrir un parón definitivo. El propio Banco Central Europeo (BCE) ha estudiado la inversión (más de 100.000 millones de euros) y la ha calificado de disparate, sin retorno posible desde el punto de vista financiero y un agujero enorme para las economías de los países miembros. Ante la noticia, los capos de la U.E han recurrido a los llamados «activos rusos», esto es, en bonos gubernamentales que Rusia compró a varios países de la U.E y que a los «líderes» europeos se les ha ocurrido transferir a Ucrania porque sí. El gobierno de Bélgica se ha opuesto tajantemente porque, obviamente, se trata de un robo con consecuencias jurídicas inimaginables y, al decir de los responsables económicos, un desbarajuste para el propio euro. Sin la unanimidad que Bélgica no está dispuesta a otorgar, no hay posibilidad de que esta declaración de guerra económica contra Rusia prospere. Si a eso añadimos que las conversaciones para el final del conflicto entre la OTANUcrania y Rusia que se desarrollan en este momento, donde la U.E las mira por televisión, sin silla en la mesa, ni nada que decir, nos da un panorama de lo que es hoy la U.E, un espacio financiero de los poderosos, una trampa capitalista con espejos de colores para los más crédulos.
