En ningún lugar del universo la izquierdecha puede derrotar a la derecha, eso es antinatural, lo natural es que le abra el camino.
Una izquierdecha al servicio del capital, orgánica del capitalismo, diseñada para dividir, confundir a las bases de la izquierda, no puede hacer nada por los trabajadores a los que desprecia.
Además, con genuflexiones no se gana el poder, mucho menos se defiende.
Overoles de trabajo, ropa de campesino, botas de minero, con sandalias de cura, todo bien diseñado por Zara, para estar a la moda zurda, pero con el alma prendida a las vidrieras y con sueños húmedos de nuevos ricos, de aspirantes al barrio alto y la limusina.
La izquierdecha fue elaborada durante años de duro trabajo en las panaderías de Washington, con la mejor harina, la más insípida y purificada, lista para la garganta selecta de la aristocracia servil del Continente.
No, no nos asombremos, está hecha para perder, para dañar a la izquierda, para cerrar el paso al bolchevique, para intentar borrar la resistencia popular con sus migas de pan suave recién salido del horno.
Lo que no puede hacer la derecha por las malas lo hace la izquierdecha por las buenas.
