Es evidente que le capitalismo no atraviesa su mejor momento. La inflación en ascenso, y los precios de la energía y los productos de supermercado aparecen disparados (hay analistas que dan por hecho que la gasolina podría llegar a los 3 euros durante el verano), son muestras inequívocas del estado de las cosas. El salario no alcanza ni para alquilar una vivienda, es una frase repetida mil veces por los que padecen un situación que no tiene dentro del sistema luz al final del túnel.
En este contexto, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed, por sus siglas en inglés) se ha visto obligada a elevar en tres cuartos de punto los tipos de interés, Esto es, que el precio del dinero que se presta a los bancos será más caro, por lo que ese aumento se trasladará de inmediato a los que pidan préstamos al consumo, para mantener pequeñas empresas o para hipotecas. La razón que se esgrime desde el poder financiero es el pánico que están comenzando a padecer ante la subida permanente de los precios de los productos. La inflación le desbarata sus planes y salen a cortar el fuego. El resto se solucionará mentando a Putin en todas las ruedas de prensa como el gran culpable de todo.
El BCE
En el Banco Central Europeo corrió el pánico, sobre todo, por los países mega endeudados ante el temor a que no puedan afrontar los compromisos financieros (España, obviamente, entre ellos). Ante la situación desbocada se han sacado de la chistera el activar un instrumento que llaman “antifragmentación” para calmar a los mercados de deuda y “reinvertir con flexibilidad” (sin dar explicaciones) los bonos adquiridos en la pandemia. El miedo a la imposibilidad de pagar ha llevado al BCE a medidas extraordinarias, que no hacen otra cosa que confirmar la situación de máxima preocupación para economías como la española. Tic toc.