La organización surgida de las movilizaciones del 15M, es hoy una caricatura de lo que fueron sus comienzos hace ocho años. Los dirigentes que se colocaron al frente están hoy en su casa, fundaron otras organizaciones o andan rebañando las últimas alegrías de las instituciones. Y lo que debería ser peor, que la militancia que tuvo ha dado un paso al costado y sus actos apenas congregan desmoralizados adeptos.
Un viaje de ocho años que se comenzó con la idea de asaltar los cielos y crear un polo al margen del bipartidismo imperante («PSOE/PP, la misma mierda es», ¿recuerdan?), pero que fue absorbido por las instituciones, las peleas internas, el dichoso chalet del líder pero, sobre todo, en la constatación que es perfectamente inútil tener varias organizaciones socialdemócratas que defienden el mismo tipo de parcheo al sistema.
Como era imaginable en este período fueron masacrados por la prensa del Régimen, que necesitaba ver en ellos a peligrosos leninistas (que obviamente no son) para alimentar el ascenso de la extrema derecha, tan necesaria para el capitalismo cuando atraviesa crisis. Y también por el partido de la Justicia, que admitía una y otra vez querellas que acababan en nada pero cumplían con la labor de hacer ver que el «Sí se puede» es una frase alejadísima de la realidad dentro de este marco del 78.
Es fácil percibir que Podemos se agarrará al yolandismo para mantener lo que se pueda, dada que la ministra puede tener más tirón electoral que la propia organización. Ir de la mano del PSOE es su presente pero también su futuro. Nacieron para eso.