Antes de nada, se debe subrayar que quienes han estado y todavía están ejerciendo la resistencia política y armada (Hamás, la Yihad Islámica Palestina -YIP- y el Frente Popular para la Liberación de Palestina -FPLP-) están en absoluto desacuerdo con el plan imperialista impulsado por Donald Trump y el propio Estado genocida de Israel. Y lo están, fundamentalmente y entre otras cosas, porque dicho plan, que aprobó el Consejo de Seguridad de la ONU, lo consideran como una “nueva forma” de tutela extranjera diseñada para imponer lo que Israel no logró durante su genocidio en Gaza. Todo parece indicar que tienen sobrados motivos para rechazarlo.
Son las mencionadas facciones, y no precisamente la Autoridad Nacional Palestina (ANP), quienes tienen la autoridad moral y, en verdad, representan al pueblo palestino. Sin embargo, China y Rusia no las tuvieron en cuenta, como no las han tenido en cuenta en los más de los dos últimos años.
No es casualidad que la ANP, presidida por el corrupto y entreguista Mahmud Abbas, (que pretende obtener un crédito político que en ningún momento se lo ha otorgado el pueblo palestino) y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, coincidan en la defensa del plan. El genocida sionista expresó al respecto que “el plan de Trump llevará a la paz y la prosperidad”, y también “a una mayor integración de Israel y sus vecinos, así como a una expansión de los Acuerdos de Abraham”.
A todo eso, ¿cómo entender la abstención de China y Rusia en la votación del plan en el Consejo de Seguridad? No está de más subrayar que desde el 7 de octubre de 2023, ambos países no han hecho absolutamente nada por el pueblo palestino, ni contra el genocidio sionista que aún sigue padeciendo. Esto no es una suposición, sino un hecho irrebatible.
China y Rusia, junto a Francia, Reino Unido y Estados Unidos, tienen derecho a veto en la ONU; un derecho antidemocrático que no ejercieron, facilitando la aprobación del plan imperialista para Gaza. Se abstuvieron, quizás para tratar su ocultar la infamia, igual que Argelia, que declinó la petición de la resistencia de votar No y se abstuvo.
En el caso de China, decir que cuestionó la ambigüedad del plan respecto a la gobernanza de Gaza, la solución de dos Estados, así como la fuerza multinacional. Sin embargo, a pesar del importante desacuerdo y la posibilidad del veto, optó por la abstención.
En cuanto a Rusia se refiere, su embajador expresó acerca del plan que teme sea “una excusa para que Estados Unidos lleve a cabo experimentos descontrolados en Israel, en el territorio palestino ocupado”. Y añadió: “Esto podría afianzar la separación de la Franja de Gaza de Cisjordania. Recuerda a las prácticas coloniales”. Pero, al igual que China, y también con tan importante desacuerdo, lejos de vetar la resolución se abstuvo.
El comportamiento de China Y Rusia fue incongruente, cuando menos, y quizás también un tanto hipócrita y cínico. A día de hoy, al menos, Palestina no puede ofrecerles nada, mientras que con Israel mantienen una importante actividad comercial, sobre todo China. Quizás por eso se solidarizan de palabra con la víctima (Palestina), pero con sus hechos apuntalan los intereses del verdugo (y los suyos), el Estado sionista y genocida de Israel.
José Martí dijo que “la mejor manera de decir es hacer”. En relación al plan de Trump para Gaza, China y Rusia mostraron su desacuerdo o desconfianza (dijeron), pero no hicieron nada por pararlo o, al menos, para tratar de cambiar los aspectos del plan con los que no estaban de acuerdo. El comportamiento de China y Rusia en este caso sólo tiene una traducción posible: velaron por sus intereses, dieron la espalda al pueblo de Palestina.
(Baraguá / @maceobaragua)
