Ya basta de ver cómo algunos que se formaron en Cuba, con profesores cubanos, en hospitales cubanos, con libros cubanos, hoy se dedican a insultar la medicina que los hizo médicos. No es crítica: es ingratitud. No es testimonio: es traición.
La medicina cubana no es perfecta, pero es digna. Es humana. Es solidaria. Es la que ha salvado millones de vidas con lo mínimo. Es la que ha formado profesionales que hoy ejercen en Europa, en África, en América Latina. Es la que enseñó a curar con ciencia y con corazón.
¿Faltan recursos? Sí.
¿Hay cansancio? Sí.
¿Hay cosas que mejorar? Por supuesto.
Pero eso no borra el hecho de que el médico cubano se forma con excelencia, con ética, con vocación. Y eso no lo puede negar ni el más resentido.
¿Ahora resulta que la bata blanca es símbolo de esclavitud? No.
La bata blanca en Cuba es símbolo de resistencia.
Es el médico que camina kilómetros para atender a un paciente.
Es el que opera con lo que tiene.
Es el que no abandona.
Emigrar es legítimo. Pero usar tu libertad para escupir sobre lo que te formó es miserable.
No todos los que se quedan son cómplices.
No todos los que se van son valientes.
La verdadera valentía es seguir curando con dignidad, sin odio, sin rencor.
La medicina cubana no necesita propaganda.
Se defiende sola con cada vida salvada, con cada brigada enviada, con cada estudiante que se gradúa sabiendo que su deber es con el ser humano, no con el mercado.
A quienes hoy la denigran, les decimos:
No se destruye lo que te dio las herramientas para ser quién eres. Se honra. Se transforma. Pero no se pisotea.
La medicina cubana es faro. Y los faros no se apagan por el veneno de quienes olvidaron de dónde vienen.
(Ministerio de Salud Pública de Cuba, MINSAP)
