Uno de los periodistas (vamos a llmarlo así) de referencia de la extrema derecha es Jiménez Losantos. Desde hace tiempo en la COPE y luego en es.radio y libertaddigital vomita su odio de clase con la impunidad que le da saber que está protegido. En las últimas horas, en un ejemplo ianudito de paranoia dijo que Sánchez apoya a Sendero Luminoso (organización armada marxista leninsta que accionó en Perú).
Ríanse o indígnense, este es su mensaje a sus huestes fascistas:
El Gobierno social-comunista de Pedro Sánchez, alineado con el Cártel de Puebla o la Komintern de Sao Paulo en política iberoamericana, ha negado al Gobierno democrático de Perú la venta de armas para la policía nacional. Desde el fallido golpe de Estado de Pedro Castillo, la rehecha estructura de Sendero Luminoso ha desencadenado una serie de acciones criminales para desestabilizar el régimen y forzar la dimisión de una débil Dina Boluarte, al cabo la vicepresidenta del comunista Castillo, aunque, de momento, resiste. Y España, en vez de apoyar a la democracia peruana, le ha dado la espalda.
La movilización violentísima de la extrema izquierda no se ha limitado a las zonas tradicionalmente dominadas por Sendero, dirigido desde la cárcel por Elena Iparaguirre, viuda de Abimael Guzmán, sino que cambiando algo la tradicional estrategia de cerco de las ciudades desde el campo, se ha centrado en las comunicaciones que dan acceso a las capitales. Así se han tomado aeropuertos, con saldo de varios muertos, las calles céntricas de Lima, propicias a encerronas de la policía por los manifestantes, y otros lugares en los que la policía se defiende mal, por falta de recursos y los terroristas, como siempre, buscan que el Ejército asuma la represión, para repetir el esquema de guerra civil revolucionaria, de Mao y de Sendero.
El gobierno ha querido comprar armamento policial en España. Y Sánchez se lo ha negado. España se suma así al apoyo que a Castillo y sus terroristas brindan los regímenes y gobiernos del Cartel de Puebla, con México y Colombia al frente, que no han vacilado en inmiscuirse en los asuntos internos peruanos, y no para ayudar a un régimen democrático sitiado por los golpistas.
(…)
Que una pandilla como la que anida en las organizaciones llamadas de Derechos Humanos tenga más credibilidad para el Gobierno que un país soberano, democrática y tan unido a España, es una fechoría digna del rojerío de Podemos, que es quien realmente dirige la política exterior española.