Si las finanzas quisieran tener al virus bajo control lo harían. No es el virus lo que hay que tener bajo control, sino a la fuerza de trabajo, a través del gobierno racional de la crisis sanitaria. Racional desde el punto de vista capitalista de la acumulación de poder privado.
Es decir, desde el punto de vista del avance y la expansión del poder del estado capitalista con respecto a las poblaciones, desde el punto de vista de la expansión de los negocios, del abaratamiento del salario en todos los niveles, y de garantizar el orden social y la sumisión.
Si las finanzas quisieran tener al virus bajo control, invertirían en ello. Pero suprimir del todo esa amenaza no es ningún negocio, sino un gasto contraproducente. El negocio está en tumbar el salario global con la excusa, en reorganizar la producción con impunidad, y aumentar el poder del estado sobre la fuerza de trabajo. El negocio está en tener poder permanente sobre la libertad de movimientos de la población, en organizar el ocio mediante decretazos, en prohibir las condiciones de lucha de los trabajadores, o en recortes obligatorios del gasto público, en suprimir todas las ramas improductivas (obsoletas e innecesarias) de la producción con despidos gratuitos y con centralización forzada de capitales, en los programas de rescate y endeudamiento de urgencia, y un largo etcétera, para lo cual un virus descontrolado por oleadas es la gallina de los huevos de oro. La burguesía no gasta, invierte. Controlar el virus es un gasto. Canalizarlo para avanzar posiciones de poder: una inversión. Si quisieran protegernos lo harían e invertirían en ello, harían políticas eficaces de prevención, y no este chiste.
¿Pero por qué iban a hacerlo, si son ellos quienes tienen la sartén del estado por el mango, y la sartén cada vez es más grande? Un estado socialista, que reuniese bajo el poder de la clase universal toda la tecnología disponible, tendría totalmente bajo control la pandemia sin afectar a los derechos básicos de la población. Aislamiento efectivo de los casos, corte de las cadenas de transmisión del virus, supresión de los contextos de contagio, inversión en garantizar a la vez la seguridad y la libertad de todos, y no una a costa de la otra.
Tratamiento universal con las mejores garantías para todos, un sistema sanitario poderoso y desahogado. Sin condenar a la enfermedad, a la muerte, a la pobreza, y al aislamiento a la gente. Existen las condiciones materiales para ello, pero la forma social y política sigue siendo la que responde a los intereses de una pequeña parte de la sociedad: producción empresarial privada y partidos políticos con intereses particulares. Vendrán horrores mucho mayores que esta pandemia, está en nuestras manos actualizar y articular de nuevo el proceso revolucionario.