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KARLA PISANO. Rupturas y continuidades

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KARLA PISANO. Rupturas y continuidades

Al rededor del VIII Congreso de IAS (Euskal Herriko Ikasle Antolakunde Sozialista) primero, y de la manifestación organizada por EHKS en Durango con motivo del aniversario de la Constitución española después, han surgido varios debates y polémicas que han sacudido las redes sociales en Euskal Herria. Entre falsas argumentaciones, desplantes y mucho barro, asomaba un debate real y necesario sobre la cuestión nacional y la estrategia revolucionaria. Lo que nos sucede a los miembros del Movimiento Socialista al enfrentarnos a este tipo de debates es que debemos realizar una doble labor: no sólo debemos defender nuestra propia posición, sino que debemos reconstruir, racionalizar y presentar de forma sistematizada la estrategia del adversario político. La Izquierda Abertzale no acude a nosotros con la intención de oponer su estrategia reformista a una estrategia revolucionaria, sino con la tarea de generar confusión en sus sectores más radicales, alejándolos  de nosotros con difamaciones y acercándolos a sus filas con relatos y discursos que poco tienen que ver con la Izquierda Abertzale actual. Así, poco a poco, se va reforzando una perspectiva política cada vez más irracional. De vez en cuando, en el debate, hace su aparición un verdadero, convencido y desvergonzado reformista, el cual defiende el valor de los pequeños logros de su coalición. Cuando esta rara avis aparece en escena, nosotros poco podemos reprocharle más allá de su declarado reformismo. Pero la especie endémica no es esta, sino el militante/liberado cuya función es embarrar y arengar las pasiones de quienes aún guardan la esperanza de un cambio social radical con el recuerdo de lo que fue el Movimiento de Liberación Nacional Vasco.

Así, lo que debería ser un debate estratégico sobre cómo podríamos, bajo las condiciones actuales, mantener la hipótesis revolucionaria –o desde el punto de vista de nuestro interlocutor, abrir una vía hacía la independencia– se nos presenta como una trifulca bochornosa por apropiarse del capital simbólico de lo que fue el MLNV. Ikama, la organización estudiantil de la Izquierda Abertzale, reprocha a IAS haber roto con la doctrina y se reivindica verdadera continuadora de la tradición abertzale. Lo cierto es que ambas son, en cierto grado, ruptura y al mismo tiempo continuación de lo que fue el MLNV. IAS rompe con la estrategia nacionalista del mismo modo en el que Ikama abandona el socialismo. Lo interesante aquí es analizar por qué, con qué objetivos y qué resultados. Reflexionando sobre las rupturas y las continuidades, lo que vengo a defender en las siguientes líneas es lo siguiente: el Movimiento Socialista rompe con los planteamientos estratégicos del MLNV porque mantiene la necesidad de la hipótesis revolucionaria que este movimiento –y otros– representó en cierto momento, mientras que la Izquierda Abertzale renueva los planteamientos estratégicos precisamente porque desecha la necesidad de la hipótesis revolucionaria.

Durante la Transición, con la desintegración formal de la dictadura franquista, en este país la izquierda radical se enfrentó a un gran reto, que resolvió de dos formas diferentes: por un lado, algunos grupos analizaron la situación y llegaron a la conclusión, a grandes rasgos, de que se estaba cerrando un ciclo revolucionario y que su papel debía ser el de salvaguardar las condiciones políticas para futuros escenarios. Esta reflexión, aunque era certera en el análisis, tuvo como consecuencia la integración de muchas de esas fuerzas políticas en el nuevo sistema parlamentario o, en el mejor de los casos, la irrelevancia política y la desaparición. Por otro lado, la izquierda de ámbito nacional, aunque con un análisis más alejado de la realidad, llegó a una formulación política que dio mejores resultados. No estaban ante el fin de un ciclo revolucionario, sino ante la primavera de los pueblos oprimidos, y no había Transición democrática alguna, sino total continuidad entre un régimen y otro.

Bajo esta perspectiva, y en constante tensión interna entre varios sectores, se reforzó la estrategia nacionalista e interclasista de oposición al Estado. Su formulación nacionalista y su hoja de ruta interclasista relegaban la construcción del socialismo a una segunda etapa sin definir. Sin embargo, su forma –la confrontación con el Estado– y su contenido –el inasumible derecho a la autodeterminación– fueron claves a la hora de mantener viva la llama del antifranquismo y radicalizar la sociedad vasca tanto en términos nacionales como sociales. Esta apuesta por la ruptura política con el régimen que se estaba instaurando, fue denominada por muchos coetáneos de la izquierda radical como “puro voluntarismo”. Es decir, se le reprochaba al MLNV en ciernes no conocer bien las condiciones objetivas para el desarrollo del conflicto y creer que la voluntad y la acción propia podría abrir nuevos escenarios. Para sorpresa de muchos ellos, eso es exactamente lo que ocurrió. Mientras unos hablaban de falta de condiciones objetivas y se integraban en el nuevo régimen, otros tomaron la determinación de aprovechar las condiciones políticas del antifranquismo y aumentar la brecha. Nosotros, como muchos otros hoy en Euskal Herria, somos herederos y deudores de las condiciones políticas favorables que ese ciclo de lucha trajo a nuestro país. Condiciones que, en ningún caso son permanentes.

Años después, la derrota de la estrategia militar trajo consigo una derrota en el plano ideológico y estratégico: los sectores más radicales del MLNV, hacia el cambio de milenio e incapaces de producir una nueva vía estratégica, se resguardaron en la táctica de confrontación. Cuando ésta terminó, el único sujeto político capaz de dotar de un nuevo sentido estratégico al movimiento fueron los sectores más reformistas que apostaban por la vía institucional. En gran parte por ello, muchos de los debates que surgieron en torno al periodo de cambio de ciclo, se limitaban a refrendar la nueva estrategia, sumando algunas consideraciones sobre los “métodos de lucha”, que pronto caerían en saco roto. La Izquierda Abertzale iniciaba así su camino hacia la normalización institucional, cuyo peaje era, ante todo, político.

Ante la derrota militar y política del MLNV, y frente a unas nuevas circunstancias –crisis económica, auge reaccionario, autoritarismo de los estados, profundización del imperialismo y aumento de las tensiones bélicas, ausencia completa de un sujeto obrero internacional y progresiva desmovilización en las calles– el espacio político de izquierdas en Euskal Herria responde de tres maneras: en primer lugar, la reacción dogmática; el reproche a la traición y el repliegue a las fórmulas quintoasambleistas. En segundo lugar, y mayoritariamente, la liquidación completa de la posibilidad revolucionaria –algo que en el ciclo anterior se contenía difusamente en el la fórmula “independencia y socialismo”– y la supremacía completa de la vía institucional. De esta forma, la política deja de ser una herramienta para transformar la sociedad y se convierte en una plataforma para representar a la mayor parte posible de la sociedad sobre sus mismas bases. Es importante entender que la liquidación de la hipótesis revolucionaria precede a la institucionalización; es decir, que la imposibilidad de la revolución no es una consecuencia lógica de lo que llaman “pragmatismo político”, sino la premisa de la que deciden partir. Una vez insertos en este bucle vicioso, a no ser que otro se encargue, nunca se producirán las condiciones necesarias para plantear una hipótesis revolucionaria. Y en tercer lugar, estaría el Movimiento Socialista.

En su creación, el movimiento analiza las condiciones de posibilidad del ciclo anterior y trata de sacar conclusiones de su derrota. La fórmula nacionalista funcionó como factor radicalizador de la sociedad vasca en términos de izquierdas, pero lo hizo bajo ciertas premisas: un contexto marcado por procesos de descolonización que se inspiraban en grados diferentes en el socialismo; un contexto en el que la clase trabajadora aparecía con fuerza en el panorama internacional, aunque fragmentadamente; un contexto en el que existía la URSS; un momento de cierta estabilidad económica en el centro imperialista en el que la cuestión nacional podía ser un catalizador más potente que otras cuestiones de índole económica… Ninguna de esas condiciones se dan hoy. No hay sujeto revolucionario, se avecina un proceso de proletarización de las clases medias en Europa y el panorama internacional se mueve hacia la derecha. Bajo estas condiciones debemos resolver la hipótesis revolucionaria, así como la cuestión nacional. La Izquierda Abertzale abandona ambas y las sustituye por reformismo y autonomismo. No hay una propuesta por su parte que haga efectivo el derecho a la autodeterminación, porque su único fundamento de poder es el interclasismo y la burguesía vasca tiene poco o nulo interés en emprender ese camino. Nosotros, por contra, resolvemos la hipótesis revolucionaria y la cuestión nacional de la siguiente manera: la correlación de fuerzas necesaria para la ofensiva de clase, hoy en día, se asemeja a la correlación de fuerzas necesaria para que el derecho a la autodeterminación se haga efectivo en términos positivos para el proletariado. Es decir, debemos tratar de construir dicha correlación de fuerzas no con la burguesía nacional, sino con el proletariado internacional. Debemos reconstruir el Partido de la clase trabajadora para determinar el campo político general, para poder revertir la ofensiva política y económica contra el proletariado, para poder poner un contrapeso real a la reacción.

Y este proceso de construcción del Partido Comunista, no es contrario a los procesos de autodeterminación. Podemos y debemos trabajar por la construcción del partido comunista internacional mientras reivindicamos el Estado Socialista Vasco, mientras defendemos la amnistía y mientras trabajamos a diario por el fomento y la extensión de la lengua y cultura propias. Ni auguramos ni deseamos el fin de las culturas nacionales, y nuestro compromiso para con el derecho a la autodeterminación de la clase trabajadora es firme y sincero.

Cuando nació el Movimiento Socialista en Euskal Herria, muchos quisieron ponerle la etiqueta de “disidencia clásica”; etiqueta de la que siempre hemos renegado porque considerábamos que el Movimiento nacía partiendo de una crítica de raíz a la estrategia etapista e interclasista. Una disidencia clásica es aquella que se reivindica como verdadera continuadora de la estrategia que considera traicionada por el sector oficial. Y aunque la Izquierda Abertzale haya cambiado notablemente de estrategia, el momento de crítica que dio a luz al Movimiento Socialista no se quedó en un señalamiento impotente a la “traición”, sino que produjo una nueva síntesis estratégica. Ruptura estratégica sí, pero, aun y todo, IAS declaraba en su VIII Congreso querer ser continuadora de una voluntad luchadora y revolucionaria. ¿Por qué? ¿A qué se refería? ¿Es acaso simple oportunismo, como algunos se han apresurado en señalar? Con tradición luchadora y revolucionaria hacemos referencia a una voluntad que existió por mantener la hipótesis revolucionaria pese y sobre las condiciones particulares. Más aún, la voluntad de un sujeto colectivo que no utilizó el análisis de las condiciones objetivas para negar la posibilidad revolucionaria, sino que se hizo cargo de las tareas inmediatas necesarias para cambiar la correlación de fuerzas política, presente y futura.

Cuando miembros de la Izquierda Abertzale pretenden debatir con nosotros y defender su estrategia actual, no lo hacen uniendo la línea de puntos entre su apuesta estratégica y un posible cambio radical de la sociedad, sino negando la posibilidad misma de un cambio en términos revolucionarios. No existen las condiciones y por lo tanto, debemos practicar el reformismo desvergonzado. No existen las condiciones, por lo que debemos abrazar la apuesta institucional, incluso si esta apuesta empeora aún más esas mismas condiciones políticas. No se dan cuenta, pero hacen lo que ya en los setenta hicieron otros que hoy han acabado en el PSOE: negar las tareas revolucionarias actuales argumentando que no hay condiciones objetivas para ello. Quieren convencernos de que la única vía posible en este escenario es la suya y que el resto es todo marginalidad política y sectarismo inocuo. Por ello la existencia misma del Movimiento Socialista les incomoda, porque es la prueba de que la suya no era la única vía. Ver que los comunistas tienen implantación, sobre todo entre la juventud, y ver cómo un agente político tan radical puede, desde su posición, afectar en el tablero político general, les incomoda en sumo grado. Por poner un ejemplo simple, la lucha en solidaridad con el pueblo palestino. La apuesta institucional de EHBildu lo obligaba a moderar esta causa para colaborar con el PSOE, mientras la Plataforma Palestinarekin Elkartasuna demostraba que podían sacarse miles de personas a la calle con el objetivo de desplazar aún más a la izquierda el sentido común. Lo que algunos llaman “pensamiento mágico” –es decir, la supuesta desconexión del Movimiento Socialista entre las condiciones objetivas y su estrategia– resulta que mágicamente está teniendo consecuencias reales. Hay lugar para la política revolucionaria, siempre lo hay, pero para ello hay que siquiera planteárselo, y hacerse cargo de las tareas que ello impone.

(Diario Socialista)

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