Era un régimen híbrido creado por un camarilla militar, después de un golpe de estado y una guerra civil, al lograr que un partido fascista débil –con elementos afascistas y carlistas– llegara al poder. Fue un régimen que duró hasta bastante después de la Guerra Mundial y que tenía oportunismo político, la capacidad de amoldarse, una represión interna severa y una gran «tolerancia» por parte de la ciudadanía aunque, paradójicamente, poca movilización de masas a favor. Por ese motivo, el modo en el que se entiende la relación entre ese régimen y el fascismo –entendido este como ideología o una cuestión del ámbito de la ontología de las ideas– ha generado gran debate historiográfico. En este breve artículo estudiaremos esa relación, sobre todo cómo se «cohesionaron» los elementos anteriores al franquismo que posteriormente constituyeron aquel régimen y la simbiosis que tuvieron dichos elementos.
No podré desarrollar tema como me gustaría por falta de espacio. Por lo que mencionaré algunas claves sobre el tema y expondré –o al menos lo intentaré– los debates y las posiciones entorno a ellos que existen en cada ámbito para que sea más fácil para quien lo lea. Como se trata de un tema que salpica en debates actuales, quisiera dar algunas indicaciones. Este articulo habría que entenderlo, de alguna manera, como una «introducción», es decir, se le ofrecerán algunas pautas a quien tenga más interés sobre el tema.
INTRODUCCIÓN: CARACTERÍSTICAS DESCRIPTIVAS PRINCIPALES DEL FASCISMO
El debate sobre el carácter y la evolución del fascismo siempre ha sido extenso. Y, de cierto modo, eso crea dificultades a la hora de historizar el fascismo, ya que esta ideología tomó el poder nada más instituirse, sin tener definido el corpus ideológico. Por ejemplo, en Italia llegó al poder en 1922 cuando el partido se creo en 1919. Epistemológicamente, este hecho dificulta distinguir de una manera clara su «propia ideología» y sus «circunstancias».
Lo primero que debemos hacer cuando hablamos del fascismo como fenómeno histórico es dejar de denominarlo como «mera crueldad». El imperialismo del siglo XIX, los versalleses que reprimieron la Comuna de París, el Ejército Blanco de Rusia o el Al Qaeda de hoy en día podían ser o pueden ser muy crueles, pero eso no los convierte en fascistas. Lo mismo pasa con muchas dictaduras autoritarias de entreguerras del siglo XX (justamente vamos a analizar si el franquismo lo era o no). El fascismo es crueldad, pero «algo más» también.
Lo primero que debemos hacer cuando hablamos del fascismo como fenómeno histórico es dejar de denominarlo como «mera crueldad». […] El fascismo es crueldad, pero «algo más» también
Ha habido dos escuelas principales entorno al fascismo. La escuela liberal, por un lado, ha descrito el fascismo de manera superficial como simple «totalitarismo». A la cabeza de esta escuela se encuentra la célebre Hannah Arendt[1]. Su descripción fue sobre todo ad hoc, es decir, comparó los totalitarismos de la Guerra Fría y los antagonizó con la «democracia» (liberal y burguesa). Aunque esta definición del «ser» o de la «naturaleza» del fascismo describa algunas de sus características –el abuso de la autoridad, la transformación, el ultranacionalismo, el ultraestatismo, el populismo y la movilización, entre otras– elude otras explicaciones como las del «quién», «por qué», «para qué» y «cuándo», que además de ser políticamente manipulables, son antihistóricas. Sin embargo, no expone cuál fue el sujeto principal impulsó el fascismo ni en qué contexto llegó al poder, ni qué le allanó el camino. Se trata de un análisis que deja intencionadamente de lado la dialéctica de las clases sociales.
Por otro lado, la segunda escuela es la marxista, que, tal vez partió de las conocidas formulaciones de Clara Zetkin (1923) y Georgi Dimitrov (1935). Zetkin escribió en 1923 su obra El fascismo[2] y algunos de los elementos que ella expuso posteriormente han sido repetidos por otros investigadores: («¿por qué?») el fascismo es una herramienta de la burguesía que se crea («¿cuándo?») en periodo de crisis, y que se trata de algo más que del Terror Blanco, y que, por lo tanto, propuso una nueva manera de distinguir el fascismo y otros autoritarismos. Según Zetkin, aunque el fascismo esté «a manos de reaccionarios», emplea la demagogia y el populismo, «componentes que aparentan ser arriesgados para la burguesía». Por consiguiente, menciona la mezcla entre el «orden» y la «insurrección» de las dos almas. Ella constata que el fascismo es una especie de coalición entre la burguesía (y su orden) y los «afligidos» (por la derrota de la socialdemocracia). Más adelante, coincidirá con la misma línea que seguiría Poulantzas: el fascismo se engendra en periodo de crisis, y no, en cambio, en épocas de «riesgo de repunte de revolución», sino que era algo que llegaba en cuanto ese riesgo pasara, es decir, podría tratarse de un castigo hacia la clase trabajadora. De cualquier manera, lo más sorprendente del artículo de Zetkin tal vez sea el hecho de que no mencionara la relación de entre el fascismo y el nacionalismo. No lo mencionó como características del fascismo.
Zetkin escribió en 1923 su obra El fascismo y algunos de los elementos que ella expuso posteriormente han sido repetidos por otros investigadores: («¿por qué?») el fascismo es una herramienta de la burguesía que se crea («¿cuándo?») en periodo de crisis, y que se trata de algo más que del Terror Blanco
En el quinto Congreso Nacional de la III Internacional en 1935, el búlgaro Georgi Dimitrov también se mencionó el fascismo[3]. En aquella época se sentía el riesgo una nueva guerra, por lo que él agregó como característica del fascismo el nacionalismo ofensivo. Además, hablaba de la capacidad de movilización del fascismo, es decir, para él un régimen fascista no lo era simplemente por el hecho de ser retrógrado. Igualmente, además de mencionar el populismo, examinó las técnicas para llegar al poder del fascismo, como las coaliciones realizadas con distintas agrupaciones de la democracia burguesa (trataremos este punto más a fondo más adelante), y otro tipo de características como la economía corporativista y el deseo de hacer desaparecer la lucha de clases.
Dimitrov […] además de mencionar el populismo, examinó las técnicas para llegar al poder del fascismo, como las coaliciones realizadas con distintas agrupaciones de la democracia burguesa, y otro tipo de características como la economía corporativista y el deseo de hacer desaparecer la lucha de clases
Los marxistas han perfilado a posteriori los trabajos de Zetkin y Dimitrov, entre los que se encuentra Nikos Poulantzas[4]. Él era estructuralista y partía del análisis de los algunos de los aparatos ideológicos del Estado. Por consiguiente, analizó la actuación del fascismo antes de conseguir el Estado y después de «conquistarlo», es decir, al actuar como herramienta del Estado pero al mismo tiempo «queriendo transformar» ese mismo Estado burgués. Dicho de otra manera, para que el fascismo llegue al poder, Poulantzas no descarta en algunas fases la posibilidad de hacer coaliciones con ostros sectores de derechas. Esto es importante, ya que algunos historiadores utilizarán ese «carácter de coalición de derechas» para negar que fuera, en el caso del franquismo, algo fascista. Igualmente, como afirma Poulantzas, el fascismo no alcanzó el poder cuando el peligro de revolución parecía inminente sino que justo después. Justamente la burguesía aprovechó para hacer desaparecer los progresos sociales y económicos del proletariado que habían prevalecido, por ejemplo, en 1922 en Italia (hay que tener en cuenta que el «Bienio Rojo» acabó en 1921), como en 1933 en Alemania (cuando en 1923 finalizó el período de levantamientos).
La escuela marxista responde incluso mejor a alguna de esas preguntas como: «quién» o «quienes» que sería la pequeña burguesía movilizada por la burguesía; «cuándo» en época de crisis política –esto habría que matizarlo más–; «cómo» mediante una gran movilización de masa, y, sobre todo, «por qué» y «para qué». El fascismo emplea el período de crisis política y social como carta para salvar el orden burgués a fin de, según la tesis de Jenö Varga, amedrentar el «peligro revolucionario» y, por otro, para que se diera una rápida modernización, la burguesía de Italia y Alemania «dejó atrás» una modalidad ofensiva de estado capitalista, cuando llegó la crisis causada por la Primera Guerra Mundial. Esta escuela cuenta con algunas virtudes; en este caso, relacionar el fascismo con sujetos históricos (como si hubiera sido fecundado por la burguesía), analizar las fases y la técnicas para llegar al poder y exponer las razones. Sin embargo, tiene igualmente ciertas carencias que ha podido suplir de mejor o peor manera: tiene la tendencia de aminorar la autonomía histórica del fascismo, la tendencia de presentarlo como si fuera una marioneta que está en manos de «el Otro» superior, como si nunca nadie más hubiera pensado en un proyecto ideológico similar, como si un proyecto ideológico así no fuera a tener desarrollo propio. Dicho de otra manera, responde a la pregunta «quién» fijándose en las clases sociales, pero no siempre teniendo el movimiento fascista como sujeto. Si dejáramos el sujeto de lado, caeríamos en el error indicado por Zetkin y confundiríamos el fascismo y el Terror Blanco.
Algunos lo vinculan con la época, es decir, con la pregunta «cuándo», como por ejemplo, Karl Polanyi. Según él, el fascismo sería un programa de aggiornamento posterior a la guerra de la burguesía. Este punto de vista, bastante cercano al del también húngaro Varga, tiene mérito, ya que describe la relación que tuvo el fascismo con una época histórica y con las circunstancias del momento, y eso nos brinda la oportunidad de historizarlo. La debilidad más grande de este último punto de vista era tener que denominar una gama entera de las década 20 y 30 «fascista». No obstante, también tiene un lado bueno, y es que lo relaciona con la época, al igual que el precoz Nolte hizo, antes de caer en el revisionismo. Polanyi admitía de alguna manera las aportaciones de la escuela marxista, así como decir –al igual que Varga– que el fascismo era una reacción al bolchevismo y que respondía a un reto de modernización de la burguesía. Al mismo tiempo, de acuerdo con Poulantzas, expuso que el auge del fascismo no era necesariamente un intento de cortar el apogeo de la revolución, sino que creía que se trataba de una manera para eliminar los avances de los trabajadores una vez hubiera pasado el peligro de revolución. Ahora bien, el error más grade de Polanyi es, como ya hemos mencionado antes, identificar cualquier régimen autoritario como fascista, y, como veremos, se queda corto a la hora de poner en tela de juicio un régimen «preservador» como el franquista[5].
Nolte repite más o menos el mismo error y en su libro fue muestra de ello, y arremete contra el grupo Action Française de Charles Maurras. Además según él «el fascismo fue quien definió la época», por lo que existía un relación entre el fascismo y las fuerzas de alrededor, es decir, el fascismo actuaba como polo de atracción[6]. Aunque más tarde Nolte tendiera hacia la política en pro del fascismo, sus trabajos fueron muy importantes, ya que explicaba cómo bascular hacia el fascismo las derechas de aquella época. De hecho, como veremos más adelante, muchos marxistas hacían referencia a la «época», como por ejemplo el historiador E. J. Hobsbawm. Él coincidía con Poulantzas al decir que no era tan contrario al «peligro soviético», el cual en los años 20 no se enmarcaba dentro de una estrategia de expansión de la revolución, sino que contrario a «el movimiento obrero interno del país». La cantidad de democracias en Europa descendió a 6 entre los años 1918 y 1941[7]. Así que para entender el fascismo además de preguntarnos «qué» y «para qué» si nos centráramos en la pregunta «cuándo», nos encontraremos con un periodo embrollado de entreguerras. Es difícil comprender el fascismo fuera de esa época, y no solo porque aquel contexto facilitaba una respuesta severa de las burguesías, sino que también las tendencias estéticas y culturales de aquel entonces influenciaron en la derecha. Ejemplo de ello son las vanguardias, que además de impulsar el vitalismo y el voluntarismo, elementos importantes para el fascismo, potenciaban «pesimismo» hacia la modernidad. Así, aunque la modernidad liberal hubiera fracasado, la derecha se encontró ante la necesidad de buscar una modernidad alternativa, y esto fue tal que la diferenció de la derecha tradicionalista, ya que esta negaba todas las modernidades, incluso la de la derecha autoritaria, que no quería inventarse una nueva modernidad alternativa[8].
También tenemos otro punto de vista que responde a la pregunta «¿con quién?», la que explica cómo ha sido la relación entre el fascismo y el Estado, como de sus instituciones conservadoras (Ejército, Iglesia, instituciones de previsión, policía y las instituciones de acciones corporativas). Esta relación está modelada por la doble naturaleza del fascismo respecto al estado: por un lado, es el defensor más violento del Estado –recordemos que en 1921 en Italia los fascistas destacaron por su violencia contra los socialistas–, por otro lado, insurreccional; «custodio» y «transformador»; al mismo tiempo contrario a la modernidad (contrario al «decadente» siglo XIX) pero, también, moderno: el movimiento que quería proyectar las glorias del pasado en el futuro. Según Roger Griffin, el fascismo se vertebra «en la palingenesia nacional»: en la regeneración o en el reinicio, no en el restablecimiento puro, esto es, se trataría de un proyecto político que mezclase el ultranacionalismo, la movilización populista y la refundación nacional; que tiene como herramienta el Estado, pero, así mismo, tiene que conquistarlo. Dicho de otra manera, el fascismo lo tenemos al mismo tiempo como defensor del Estado y, de la misma forma, «refundador», haciendo confluir el Estado y la «nación». Y, simultáneamente, lo tenemos como elitista (quiere fundar una nueva élite), y como anti elitista (quiere derribar las viejas élites sociopolíticas, históricamente más subyugar que derribar). Por lo tanto, para el fascismo el Estado es presa conquistable y refugio, que «protege» las instituciones del Estado del proletariado, pero pretende convertirlo en el lugar de una nueva masa, de las masas nacionales. Eso le lleva a ser, al mismo tiempo, insurreccional y conservador. La respuesta a la pregunta «con quién» del fascismo puede ser «con el Estado» –con las élites e instituciones del Estado–, pero no «de acuerdo con él».
Según Roger Griffin, el fascismo se vertebra «en la palingenesia nacional»: en la regeneración o en el reinicio, no en el restablecimiento puro, esto es, se trataría de un proyecto político que mezclase el ultranacionalismo, la movilización populista y la refundación nacional
Como hemos mencionado anteriormente, el fascismo es una ideología llena de ambigüedades. Aún más en algunos casos, si llega al poder mezclada con otras ideologías, como en el caso de España[9]. Las características del régimen franquista, y sobre todo de sus relaciones respecto al fascismo (no solo relaciones «materiales» o «físicas», es decir, no solo las relaciones tenidas con las potencias fascistas; sino que las ideológicas y filosóficas también, tenidas como ideología respecto al fascismo) tiene un largo recorrido entre los historiadores, y no sólo en el Estado Español, sino que internacionalmente también. Se han establecido varias razones para negar o afirmar que el franquismo era fascista y, en algunos casos, se han entremezclado con la discusión política; por ejemplo, por un lado, en las publicaciones divulgativas, sobre todo, se ha solido identificar al franquismo con el fascismo para denunciar su esencia «verdaderamente despiadada», y, por otro lado, algunos han negado el conjunto fascista de sus características para hacerlo más aceptable. El caso más notorio fue el del académico Juan José Linz. Linz fue de los primeros en definir el franquismo «como autoritario, pero no totalitario». Linz fue un investigador que hizo carrera en los Estados Unidos de América y era cercano a Manuel Fraga. En la guerra fría, en EEUU la tendencia geopolítica establecía una diferencia entre las dictaduras militares «autoritarias» que eran aliadas de EEUU y las «dictaduras comunistas totalitarias», él estaba de acuerdo con esto[10]. En el esquema de Linz, para negar la esencia totalitaria del franquismo, es clave que ese régimen no lo hubiera creado una sola fuerza, sino que fuera creada por una coalición de fuerzas de derechas; según él, el franquismo estaba formado por una «diversidad limitada», por lo tanto, no podía ser un régimen totalitario.
Aun así, aparte de Linz, otros cuantos también han matizado la relación entre el franquismo y el fascismo. Uno de esos fue Javier Tusell. Según él, que en el franquismo haya distintas fuerzas que sean complementarias plantea la dificultad de definir al franquismo como fascista[11]. Por otro lado, Glicerio Sánchez Recio también hizo una crítica a Linz; según él, el franquismo lo formó una «coalición reaccionaria», supuestamente por ser un término más correcto. Sánchez Recio hace críticas adecuadas a Linz; por ejemplo, habiendo investigado el poder local del franquismo, examinó la correlación y las luchas de distintos grupos, sin encontrar por otro lado «la diversidad». Por otra parte, Sánchez Recio afirma que la pluralidad del régimen es más «de origen» que por lo que hicieron en tiempos del régimen, es decir, eso no quiere decir que no hubieran varias «facciones organizadas» dentro del régimen, aunque los uniera una diversidad original[12]. Por último, según Roger Griffin, el régimen franquista fue un «parafascismo»; pues, según él, el franquismo «usó» al fascismo, utilizó formas fascistas, pero el núcleo no era fascista, no se quería «refundar» la nación, no era un “nacionalismo palingenésico»[13]. La teoría de Griffin, que trae el matrimonio entre el fascismo y otras formas reaccionarias, es interesante; aun así, como luego veremos, se puede matizar mucho.
Tanto Linz como Tusell negaban que el franquismo fuese fascista por el «qué». De todas formas, según otros, el giro que hubo en el franquismo en sus últimas décadas se debió a factores externos, no por el proyecto del régimen. Por lo tanto, ese «qué» del franquismo lo tenemos que buscar en las décadas iniciales, esto es, cuando podía explicar su propio proyecto de la forma más «pura». La dirección o facción del franquismo que encarnaron el carácter o los elementos fascistas dominó esa primera etapa del franquismo. En ese caso no hay dudas: instauró una dictadura de partido único que hacía suya la ideología fascista, instauró el régimen corporativista disolviendo las organizaciones sindicales obreras, impuso el culto al líder, llevó a cabo la movilización litúrgico-política de las masas, etc. Una concepción que comparten, por ejemplo, Manuel Tuñón de Lara y Josep Fontana[14]. Julián Casanova, por otro lado, hacía referencia a otro factor que hemos mencionado antes: en el franquismo participaron distintas fuerzas, pero eso no niega que no fuese una dictadura fascista, pues los regímenes fascistas «puros» también tuvieron sus fases de coaliciones[15].
Pero, por otro lado, también hay que tener en cuenta otros factores. El régimen franquista fue en Europa, junto al de Portugal, el que más tiempo duró entre este tipo de regímenes. Eso quiere decir que consiguió durar «fuera de la época de los fascismos». ¿Cómo? Podemos tomarlo como una maniobra oportunista del occidente anticomunista, y es legítimo, porque ese régimen tuvo elementos para hacerse un hueco «en un contexto no fascista», y porque tenía elementos para la adaptación.
El régimen franquista fue en Europa, junto al de Portugal, el que más tiempo duró entre este tipo de regímenes. Eso quiere decir que consiguió durar «fuera de la época de los fascismos». ¿Cómo? Podemos tomarlo como una maniobra oportunista del occidente anticomunista
Si reparamos en ese «para qué», el franquismo, al menos su génesis, entraría sin duda alguna dentro de la categoría del fascismo: pues fue la solución de la burguesía en el poder, y, en gran medida, de carácter masivo, pues hubo ciudadanos que se sumaron al golpe de estado ante «el peligro revolucionario». De acuerdo al esquema de Nikos Poulantzas[16], el franquismo fue el proyecto impuesto por la burguesía en el poder para detener el peligro revolucionario. En la línea de Poulantzas, es decir, si se tiene en cuenta el «para qué», no cabe duda de que el régimen franquista fue muy parecido al fascismo y además, en el momento de tomar el poder es muchísimo más sanguinario que el de Italia o Alemania.
Sin embargo, esto supone un problema; efectivamente, marginar el supuesto «quién» si el fascismo es un simple «para qué», esto es, tomar el propio fascismo como si fuera algo sin autonomía histórica. Siguiendo con esto, con quedarnos con el simple «para qué», es decir, con borrar el sujeto del fascismo, borraríamos la diferencia entre el fascismo y el régimen burgués represivo no fascista[17]. ¿Quién tenía que imponer el fascismo en España? Para algunos investigadores, incluso para algunos publicistas que se dedican a la divulgación, la razón principal para descartar al franquismo como «fascismo» es que el partido fascista oficial que estaba en el régimen, Falange Española, era muy débil. En efecto, este partido en las elecciones de febrero de 1936 no consiguió ni un solo diputado (los dos partidos fascistas más paradigmáticos de Europa, los de Italia y Alemania, fueron partidos de masas antes de volver al poder; y en otros lugares, por ejemplo en Rumanía y Hungría, también hubo partidos de masas fascistas). Si se convirtió en un partido de poder (y partido de masas), fue porque el representante principal de la casta militar (el dictador) lo convirtió en el «partido de sus manos», esto es, le quitó su autonomía, y nunca pudo perder esa posición de dependencia.
Todo esto, aunque sea cierto, solo es una parte de la historia. Efectivamente, no explica por qué esa «casta militar» (al menos en la primera década) creó un régimen tan parecido al fascismo; es decir, por qué eligió el fascismo como objetivo principal. Una razón pudo ser que los regímenes que ayudaron a Franco en la guerra fueran fascistas, y, por eso (no tanto por la presión, sino por «tomarlos como modelos»), que los franquistas o los militares que llevaron a cabo el golpe de estado quisieran imitar a esos regímenes. Pudo ser, en cambio, que, en esa época en Europa, entre la opinión pública de la derecha, el fascismo fuera «la referencia ideológica». De hecho, en la década de 1930, muchos estados burgueses dejaron de ser democráticos o dejaron de llevar el disfraz de la democracia. Pero estos dos factores, por sí solos, no son suficientes para explicar que las fuerzas económicas, sociales y políticas internas de España hubieran elegido como realización de su proyecto el fascismo –como se ha dicho, al menos en las primeras décadas–, o «algo inspirado en el fascismo». Si los fascistas eran tan débiles, ¿por qué los militares no impusieron una dictadura autoritaria convencional? ¿Por qué se convirtió la Falange en «el pequeño niño» de Franco, con autonomía delimitada pero tan poderosa?
Una de las respuestas de esto fue la siguiente: contagió en la década de 1930 a otras fuerzas de derechas que en sí no eran fascistas (CEDA o la derecha católica; Renovación Española o la derecha monárquica; y carlismo o la derecha tradicionalista). Esto es, el fenómeno del fascismo ya no era «un asunto de los fascistas o de los fascistas de entonces». El fascismo era una referencia, pero no sólo una referencia europea o de hacer mirar a Europa, sino que también era una referencia «de casa para dentro». Es decir, la derecha del régimen o que apoyó al régimen se fascistó o fascisistó (impulsados por un proceso de «fascistización» o «fascismo»). Este concepto, además, como dice el profesor Ismael Saz, tiene otra ventaja: los sujetos de fascistización no serían sólo los fascistas históricos «de primera hora», es decir, el resto de la derecha también sería sujeto. O sea, dentro del régimen franquista, en la primera etapa, no es necesario tomar en consideración históricamente a una Falange fuerte y autónoma para entender la hegemonización de los rasgos fascistas; el resto de fuerzas pudieron ser sujeto de ese proceso[18]. Esto es, superó la teoría de Roger Griffin que anteriormente mencionamos (quien creía que la derecha autoritaria no fascista toma «formas fascistas»); pues, en vez de ser la relación entre las dos unilateral –que unas usen a otras–, establece una influencia recíproca. Por otro lado, a través de este concepto, es posible abrir las puertas a la época y a la codeterminación de los factores externos e internos; es decir, unirlo al contexto político de aquella época –como explicaron Nolte y Polanyi–. Según Ismael Saz, tenemos que tener en cuenta que el término «fascistización» lo usaban tanto los propios fascistas como los comunistas; por ejemplo, Dimitrov decía que el fascismo antes de conseguir el poder tenía que pasar un la fase de «la fascistización de la democracia», y que hablaban de «regímenes fascistizados» para denunciar la deriva hacia el autoritarismo de la democracia[19].
Dimitrov decía que el fascismo antes de conseguir el poder tenía que pasar un la fase de «la fascistización de la democracia», y que hablaban de «regímenes fascistizados» para denunciar la deriva hacia el autoritarismo de la democracia
Ese concepto sobre la fasicistización ha tenido bastante éxito en la historiografía. Aun así, eso nos crea otras preguntas: ¿de qué nivel fue la fascistización del franquismo? ¿Fue suficiente para considerar como fascista este régimen? ¿Quién impulsó las fascistización, los militares y los golpes estado que ellos dieron, o la derecha «política» que estaba en ese proceso desde antes?
Según varios investigadores, este concepto de fascistización explica de forma correcta la influencia que ha tenido en la derecha española en la época de los regímenes fascistas –tanto en distintos ideólogos como en el régimen–[20]; precisamente, lleva a entenderlo como un «proceso» de ida y venida, escalonado, que presenta una tensión según la correlación de fuerzas[21]; pues puede llevar a entender la capacidad adaptativa del franquismo en las dos direcciones, tanto a un fascismo sin un partido fascista hegemónico, como empezando desde un mayor grado de fascismo hacia la dirección contraria.
Según algunos investigadores, el fascismo español, aunque no llegara nivel del de Italia o Alemania, entraría dentro del grupo de fascismos[22]. Sin embargo, según otros investigadores, por ejemplo según Barrington Moore, un peligro que implica el concepto de fascistización es el considerar por «fascista» cualquier régimen que tenga rasgo fascista, y esa es la crítica que se le puede hacer a Karl Polanyi[23]. Por otro lado, los investigadores como Joan Maria Thomàs también dicen que el nivel de fascistización interna del régimen está relacionada con el contexto externo; después de que el fascismo perdiera la 2ª Guerra Mundial en España, el lugar donde resistió, veía muy difícil cumplir el proyecto fascista o avanzar en esa dirección[24]. Ismael Saz, además, teniendo en cuenta que los fascistas eran muy débiles en España, niega que esa fascistización acabase en simple fascismo (la evolución después de la 2ª Guerra Mundial, sin grandes traumas internos, es ejemplo). Aunque sea cierto que en los regímenes fascistas «puros» –en Italia y Alemania– también hubo coaliciones, y aunque esto desmienta el argumento que destaca que el franquismo era «una coalición de derechas» para negar que fuera un régimen fascista –la escuela de Linz–, es cierto que la presencia de elementos no fascistas o afascistas ayudaron en la evolución del régimen, pues para estos sectores «fascistas», cuando el fascismo no era útil, fueron capaces de reducir su fuerza, la fuerza «que le venía de fuera»[25].
Habiendo explicado esto, nos encontramos ante la necesidad de explicar el proceso de fascistización que tuvo la derecha en España antes de que dieron el golpe de estado.
FASCISTIZACIÓN DE LA DERECHA ENTRE 1934 Y 1936
Si bien es cierto que los grandes sectores sociales de la derecha nunca reconocieron la República como tal, las posiciones contrarias se hicieron aún más fuertes después de 1934. Dicho de otra manera, a partir de entonces, las voces a favor de la continuidad del régimen democrático-burgués dentro de la derecha se hicieron totalmente minoritarias. A partir de ese momento, la derecha española quería avanzar hacia un régimen autoritario. Claro que eso no quiere decir que hubiera unanimidad entre ellos ni que todos entendieran lo mismo con el concepto de «régimen autoritario», por lo que no quiere decir que tuvieran el mismo objetivo, o que necesitasen ese régimen autoritario para lo mismo, es decir, difícilmente se puede decir que en 1936 la dictadura militar de 40 años entre las derechas españolas fuera un programa mayoritario. Pero sí podemos decir que el régimen burgués-democrático y la República que lo representaba ya no tenían amparo alguno entre el sector de la derecha, ni ideológica ni metodológicamente. Digo ideológicamente porque la mayoría de la derecha renunció a la democracia y al liberalismo. Y digo metodológicamente, porque «los partidarios republicanos del orden», «constitucionalistas» y otros como grupos de militares liderados por Mola o simpatizantes de Lerroux, más allá de las elecciones, estaban dispuestos a utilizar la fuerza para derrocar al Frente Popular y «reafirmar el orden constitucional»; en un ambiente de violencia y «falta de orden» entre febrero y julio de 1936 la responsabilidad de la derecha golpista no fue pequeña.
Principalmente, las dos grandes instituciones de la derecha se unieron para legitimar el golpe militar: la Iglesia y el Ejército. Estas dos instituciones fueron las que más representaron a la derecha sociológica, y la derecha las tenía como pilares de España. Aunque la Iglesia apenas intervino en la preparación del golpe, es cierto que desempeñó un papel importante en la legitimación de los golpistas y, más aún, en la deslegitimación del régimen democrático durante la República. Las cabezas eclesiásticas, como el arzobispo de Toledo, Pedro Segura, o su sucesor, Isidro Gomá, legitimaron las soluciones violentas y deslegitimaron a la República, no sólo «de hecho», sino también «de origen». En aquella época, en el seno de la Iglesia, obras como Derecho a la rebeldía de teólogos como Aniceto de Castro Albarrán tuvieron un gran éxito, que tendían claramente al golpe de Estado.
Podríamos entender la cuestión militar desde dos puntos de vista. Hay que tener en cuenta que, por diversas razones, a los altos militares no les gustaba en absoluto el gobierno del Frente Popular. Podemos encontrar dos razones para ello: por un lado, la presencia de los viejos militares monárquicos y, por otro, que los militares siempre creyeron tener derecho a intervenir en la política española. Entre 1808 y 1936 hubo 60-70 golpes o intentos de golpe de Estado en España[26]. Es decir, entre los militares existía una cierta tradición de «participación política» que fue reforzada precisamente en tiempos de Miguel Primo de Rivera. Además, entre 1931 y 1933 las reformas puestas en marcha por el gobierno de Azaña debilitaron algunos círculos políticos militares, por ejemplo, las Juntas de Defensa Militares creadas en 1917. Muchos militares conservadores (incluidos los republicanos) interiorizaron la desconfianza en la izquierda. Hay que tener en cuenta que la coalición de derechas que asumió el poder en 1934, sobre todo la de Gil Robles como Ministro de la Guerra, se dedicó a encumbrar a los militares conservadores en los altos puestos del Ejército, formando una fortaleza de derechas en las redes de influencia entre el Ejército y el gobierno. Y hay que tener en cuenta, por otra parte, que quien aplastó la revolución de 1934 fue, sobre todo, el Ejército. Esto generó una gran armadafilia en la derecha española, y ejemplo de ello son las palabra de Calvo Sotelo: «para mí el Ejército no es en momentos culminantes para la vida de la Patria un mero brazo, es la columna vertebral».
Y hay que tener en cuenta, por otra parte, que quien aplastó la revolución de 1934 fue, sobre todo, el Ejército. Esto generó una gran armadafilia en la derecha española, y ejemplo de ello son las palabra de Calvo Sotelo: «para mí el Ejército no es en momentos culminantes para la vida de la Patria un mero brazo, es la columna vertebral»
Sin embargo, la intervención del Ejército no significa fascismo en sí misma, no es «condición suficiente» para que se imponga el fascismo. ¿Cómo se fascistizaron el resto de fuerzas? Otras fuerzas de derecha vivieron un cierto proceso de fascistización a medida que avanzaba la polarización social. Hay que tener en cuenta que esta polarización tuvo dos consecuencias en los derechistas: por un lado, los radicalizó y, por otro, abrió el camino hacia su unión; de la atomización a la unidad.
El nuevo partido Falange Española, creado en octubre de 1933, tuvo una gran importancia en la evolución del resto de las fuerzas de derechas. Aunque este partido fue el único partido propiamente fascista de España, no fue el único que miró con buenos ojos al fascismo. En el ámbito de la derecha monárquica hubo una división entre 1932 y 1933 –CEDA y Renovación Española– y este último, monárquico, se acercó a las posiciones de Falange. Hay que tener en cuenta que, en este caso, fue bastante habitual la movilidad de un partido a otro, ya que muchos de los miembros de Renovación Española, partido que en realidad giraba en torno a los oligarcas monárquicos, se dedicaron a financiar el nuevo partido.
Este partido, la «derecha monárquica», era en realidad un partido monárquico «alfonsino» proveniente de la tradición del Estado liberal español, del régimen de 1876. Ocupó posiciones muy duras ante la República de 1931. Al ser un partido formado por miembros de la élite socioeconómica, no tenía la capacidad de movilización de Falange o del resto de partidos fascistas europeos. Sin embargo, en otras cuestiones estaba cerca de ellos; sobre todo, en la sacralización de la «patria», con la intención de librar a esa patria de los «enemigos» (socialismo, revolución, separatismo o «democracia»), en defensa de la economía corporativa y en el uso de la violencia. Sin embargo, a diferencia de la Falange, Renovación Española no apostaba por la violencia callejera, sino directamente por la fuerza militar, es decir, por el «golpe de la élite». Hay que tener en cuenta que Renovación Española fue el partido que mantuvo relaciones con Italia en los meses previos al golpe de 1936, y no la Falange. El líder de Renovación Española, José Calvo Sotelo, se declaró «fascista» en 1936, lo que explica el proceso de fascistización de los conservadores españoles. Según algunos autores, Renovación Española es el sector de la derecha prefranquista que mejor resume la duración de cuarenta años del régimen de Franco.
Dos eran las principales diferencias entre este partido y la CEDA, la «derecha católica». El partido CEDA de José María Gil Robles, surgido de grupos afines a la Iglesia Católica, era un partido de masas, a diferencia de Renovación. Por otra parte, al principio, a diferencia de Renovación Española, consideraba también posible que el sistema «católico y corporativo» se llevara a cabo dentro de las formas de la República, aunque según Renovación, el único sistema legítimo era la monarquía. Aunque al principio aceptaban una especie de reticencia democrática, poco a poco fueron marchando por caminos opuestos a la República y a la democracia. CEDA también tuvo su proceso de fascistización, sobre todo desde que entre 1933 y 1934 comenzó a defender lo que sería el «nuevo Estado», católico y corporativo, que se opondría al «igualitarismo» de la democracia. Hay que tener en cuenta que el jefe de las Juventudes de la CEDA, Ramón Serrano Suñer, pasó a Falange en 1936 y posteriormente fue ministro del régimen de Franco. La CEDA, aunque desconfiara del totalitarismo total del fascismo y de la estadolatría, asumió a partir de 1934 el modelo austríaco (donde pasaron de un régimen democrático a un régimen fascista, con el primer ministro Döllfuss), mostrando su «camino hacia el Estado corporativo».
Además, tenemos derechas tradicionalistas o carlistas. Hay que tener en cuenta que este partido, a diferencia de CEDA y Renovación, tenía una tradición en la dinámica de la violencia de masas. A partir de 1931 comenzó a organizar requetés con sus propias milicias, pero se reforzó en 1934; los agentes de Mussolini regresaron entrenados en Italia. Aunque su implantación territorial era limitada, con una milicia ya preparada para intervenir y capaz de combatir el «monopolio de la fuerza» al Estado republicano en algunos lugares, era un grupo muy atractivo para quienes preparaban el golpe de 1936.
Por último, no podemos olvidar un grupo que fue sociológicamente fuerte, el Partido Radical de Alejandro Lerroux. Este partido salió con fuerza de las elecciones de 1931 y 1933, tras las cuales formó gobierno con la CEDA. Su alianza antisocialista con la derecha política, a pesar de la caída del partido en las elecciones de 1936 por la corrupción de su líder, Lerroux, supuso el paso de un gran sector a la derecha sociológica. El sector de los «republicanos ordenados», representado por este grupo, apoyó en general el golpe de Estado.
En 1936, pocos estaban dispuestos a aceptar la democracia en la derecha. Igualmente, hay que tener en cuenta que las nuevas dinámicas movilizadoras aumentaron el prestigio y el atractivo del fascismo.
En 1936, pocos estaban dispuestos a aceptar la democracia en la derecha. Igualmente, hay que tener en cuenta que las nuevas dinámicas movilizadoras aumentaron el prestigio y el atractivo del fascismo
DE GOLPE MILITAR CLÁSICO A UN ÚNICO PARTIDO
El elemento característico del franquismo fue la represión, tanto mediante la guerra como en los años de posguerra. La represión, aparte del «disciplinamiento» el enemigo, también tuvo otra consecuencia: la fidelización, es decir, la consolidación de la «comunidad partidaria», o de simpatizantes, diferenciando quienes estuvieran a favor y los enemigos, e incluso fortaleciendo unos mínimos entre los partidarios (dicho de otra manera, la construcción de la «comunidad», hacer el Estado). Aun así, por cuestiones de espacio, no tenemos la oportunidad de profundizar en la represión fascista (según los historiadores, causó entre 150.000 y 200.000 muertes, entre la Guerra Civil y la posguerra inmediata), ya que es otro el objetivo del presente artículo. No obstante, señalaremos dos puntos: la represión como mecanismo que destruye al enemigo y elimina la República e impulsa la solidaridad entre los de derechas, es decir, como mecanismo que aúna el «grupo partidario».
Dicho esto, en este momento lo que nos interesa es si el único partido y la «unión de la derecha» contribuyó a la fascistización o no. Como hemos dicho, por lo que se refiere a las razones, la mentalidad y los objetivos de las fuerzas que dieron el golpe de estado, estos partían, en parte, de la «diversidad» que fue aunada por la contrariedad hacia el Frente Popular. Dentro de esa «diversidad» los falangistas no eran la primera fuerza: su líder lo tenían preso los republicanos –y lo ejecutaron el 20 de noviembre de 1936– y tenían las fuerzas totalmente dispersas. ¿Cómo llegaron o llegó a convertirse en la columna vertebral del nuevo régimen?
Es indiscutible que el núcleo del nuevo régimen no fue el partido fascista, sino el grupo de los militares conspiradores. Estos, en general, fueron hombres de poca teorización y gran instinto conservador, aferrados en ideas conservadoras típicas como la monarquía, la propiedad privada, la religión y el orden. Al principio, la mayoría no era falangista –a excepción de algún que otro caso como Yagüe– ni carlista –a excepción de Varela y quizás Sanjurgo, que murió a pocos días en un accidente aéreo–; es más, incluso había entre ellos algunos republicanos veteranos como Emilio Mola, Queipo de Llano o Cabanellas, que en algunos casos fueron los más sangrientos entre los golpistas. El mismo Francisco Franco era parte de este núcleo de este régimen más o menos fascista, y no formaba parte del partido fascista. ¿Cómo se combinaron ambos factores?
Es indiscutible que el núcleo del nuevo régimen no fue el partido fascista, sino el grupo de los militares conspiradores. Estos, en general, fueron hombres de poca teorización y gran instinto conservador, aferrados en ideas conservadoras típicas como la monarquía, la propiedad privada, la religión y el orden
Lo primero fue la obtención de un mando unificado. Esto ocurrió unos meses tras el golpe; los militares se juntaron entre el 30 de septiembre y el 1 de octubre. Además, junto con esto, los militares empezaron a construir su «Estado», es decir, lo que en aquel entonces conformaba «un orden provisional» empezó a dar sus primeros pasos para convertirse en «orden permanente». Hasta entonces su labor se había limitado a la represión y las destituciones, es decir, al trabajo destructor, y con este nuevo órgano, aún sin dejar aparte dicha destrucción, empezó su labor constructora –el nuevo Estado totalitario y sus leyes–. Por otra parte, se situaron por encima de los poderes locales de los núcleos de los sublevados, y en esa reunión de poder solo participaron militares, un dato a tener un cuenta. Una de las decisiones más importantes que se tomó en esta reunión fue la elección de Francisco Franco Bahamonde como jefe de los militares, que más tarde se convertiría en dictador. Él tenía a su favor diferentes factores para convertirse en la mayor autoridad de los golpistas: por una parte, no era demasiado mayor, y por otra, representaba «el múltiplo común mínimo» de las ideas del grupo golpista (era conservador, se guiaba por el instinto más que por una ideología elaborada, era monárquico pero tomaba la monarquía tanto «un peaje obligatorio» entre la mayoría de los conservadores; no era falangista ni carlista ni de la «orden republicana», como Mola o Queipo de Llano) y venía de conseguir algunas victorias militares, tras haber llevado a la armada golpista de Andalucía al sur de Madrid. Además, cuando los alemanes que contactaron con él decidieron ofrecer su mano a España (en julio de 1936, y no antes como había hecho Italia) sus armadas se hicieron también con ayuda de los alemanes (entre ellos la legión anfibia Cóndor). Por lo tanto, con este primer paso, los militares consolidaron por una parte su núcleo de poder, establecieron un poder vertical, y por otra parte dieron su primer paso hacia una dictadura personal.
Otro de los inconvenientes fue la neutralización de grupos políticos insurreccionales. Estos grupos, falangistas y carlistas –sobre todo falangistas–, que fueron los más débiles dentro de la derecha de la II República, en una dinámica como de guerra civil, su carácter violento y movilizador los situó en una posición favorecedora frente a las demás fuerzas de derecha, y de alguna manera, podían crear una balanza con los militares. En contra de lo que se suele pensar, este proceso no empezó con la «unión imprescindible» del 1937, sino unos meses antes, a finales de 1936. La «militarización de las milicias», es decir, el proceso de dominar bajo el Ejército y sus manos las milicias de distintos partidos, ocurrió el 25 de diciembre, lo cual implica la pérdida de su autonomía. Esto creo una distorsión respecto al modelo clásico fascista, en el que «el partido había superado al Estado», quedando claro en este caso que ocurría justo al revés. Sin embargo, paradójicamente, en aquel diciembre de 1936, los mayores perjudicados fueron los carlistas. Precisamente, porque los espacios de poder situados sobre todo en las zonas conquistadas de Euskal Herria –el poder paralelo creado mediante las Juntas Carlistas de Guerra– quedaron disueltos y porque su líder Manuel Fal Conde fue expatriado a Portugal. Aun así, la armada dio los primeros pasos para establecer un poder político absoluto (y entre otros fines, para afianzar el poder del jefe de la armada, Franco). Por otra parte, limitó íntegramente la autonomía del partido fascista. Aunque sus milicias no fueron disueltas, quedaron bajo el dominio del Ejército, a saber, ocurrió lo contrario a lo que sucedió en Italia y Alemania (en estos países los que gobernaron sobre la jerarquía del ejército fueron los cuadros derivados del partido o sus milicias). Este fue el primer paso para dejar atrás la Falange, que ocurrió sin que esta rechistara.
El segundo fue la unificación como un único partido. Esta unificación ocurrió en Salamanca, y como resultado, se obtuvo un partido fascista-tradicionalista controlado totalmente por Franco: la Falange Española Tradicionalista. Aun así, aquí, ante el revisionismo practicado por los periodistas actuales tanto de una como de la otra parte, cabe decir que la suma de este partido no fue invención de Franco. En efecto, al llegar a Salamanca, la Falange ya había sido dividida, mas no tanto por el asunto de la “Unión”, sino por cuestiones de jerarquía (tras la muerte de Primo de Rivera, no aceptaban a Manuel Hedilla[27] como nuevo líder). Ambas facciones –también la liderada por Manuel Hedilla, qué más tarde se vería como la «disidente»– veían favorable la unión con los carlistas, es más, ambas quisieron aprovecharse de la intervención de Franco y los militares para apartar a los contrarios. Sobre esto, hay que aclarar dos cosas. La primera, que las intenciones por unir toda las fuerzas de derechas en un solo poder se hallaba dentro de ambos partidos –y también dentro de los demás partidos de derechas–, entre otras porque eran conscientes de su propia debilidad. En febrero y marzo de 1937, aparte de los militares también se reunieron los falangistas con los carlistas, con poco éxito; claro está, ambos querían que esta unión se produjera bajo su liderazgo. La unión de FET-JONS fue un triunfo de Franco, puesto que en cierta medida fue una «imposición» suya, como ocurrió en abril de 1937, pero esta dinámica no fue ni creada ni puesta en marcha por Franco.
Otro de los pilares de esta jugada fueron los italianos. Sus consejeros aconsejaron la creación del partido unificado y fueron los italianos quienes con más ímpetu quisieron convencer a Franco sobre esta «necesidad». Aun así, curiosamente, el modelo de partido únificado propuesto por los italianos era más «autoritario-técnico» que basado totalmente en el adoctrinamiento. Los italianos veían una mayor conveniencia en la geopolítica (el triunfo de la parte que garantizaría sus intereses y los pasos para garantizar ese triunfo) que en la política (la doctrina fascista); les importaba más tener un partido unificado y un mando fuerte que la pureza doctrinal de los falangistas extremos. Dicho de otra manera, los italianos, en la práctica, jugaron en este asunto a favor de Franco y en contra de «fascistas puros». No obstante, su «legitimidad fascista» era suficiente para convencer a muchos españoles fascistas.
Curiosamente, el modelo de partido unificado propuesto por los italianos para era más «autoritario-técnico» que basado totalmente en el adoctrinamiento. Los italianos veían una mayor conveniencia en la geopolítica que en la política (la doctrina fascista)
Sin embargo, hay que reconocer que en ese momento Franco corría mucha prisa por unificar el partido. ¿Por qué? Porque en aquel momento entre los golpistas rondaba la idea de que Madrid iba a ser ocupado rápidamente y el núcleo militar quería tener el tema político zanjado para cuando llegara el momento. Si las distintas facciones guardaban una mínima autonomía cuando los golpistas pasaran al lado de Madrid, seguramente Franco, para configurar el nuevo gobierno, contaría con ellos y tendría que «buscar un consenso»; si zanjaba el tema antes y sin tener gran «consenso», el poder vertical quedaría bajo su dominio. Por otra parte, en febrero-marzo de 1947, debía neutralizar el debate que habían emprendido los falangistas y los carlistas en febrero-marzo de 1937; si se realizaba esta unificación, no sería «autónoma».
La unificación política se produjo entre el 18 y el 22 de abril de 1937. Hubo algunos incidentes, entre falangistas –no entre falangistas y carlistas– que Franco utilizó, naturalmente, para arrinconar algunas figuras y reforzar algunas otras. Pero prácticamente todos los falangistas estuvieron de acuerdo en el momento de crear una gran fuerza unitaria bajo el Estado, y también en el momento de buscar ayuda militar, tanto contra los otros partidos como contra los adversarios dentro de la Falange. Este conflicto interno entre fascistas debilitó aún más a estos mismos frente a los militares y redujo la «autonomía» del nuevo partido unificado, pero poco cambió: la unificación se daría, y la urgencia de esta se debió sobre todo a la debilidad que venía de antes.
Entre el 18 y el 19 de abril un congreso falangista renombró a Manuel Hedilla como su dirigente, precisamente para que se diera la unificación con los carlistas. El propio Hedilla apareció con Franco dando el «Discurso de unificación» de FET-JONS. La dimisión del «disidente» Hedilla y su posterior arresto no se produjo en ese momento, sino cuatro días más tarde, el 22 de abril. Y no tenía nada que ver con la unificación con los carlistas –como hemos visto Hedilla fue uno de los principales partidarios de la unificación– sino con el nombramiento unilateral por parte de Franco de la dirección del nuevo partido, lo cual se traducía perder toda la autonomía del partido. El hombre que apareció con Franco hasta ese momento, se ausentó por un asunto de jerarquía. Pero como hemos visto, estaba de acuerdo con los pilares del proyecto, tanto él como la mayoría de los falangistas, que poco después se instalaron muy cómodamente en el aparato del nuevo Estado.
Sin embargo, si bien el único partido FET-JONS se ha interpretado a menudo como un único partido de unión entre «falangistas y carlistas», debemos tener en cuenta que en el régimen existía otro sector más importante que estos dos (tanto dentro como fuera del partido, es decir, en esa gran masa de «partidarios no movilizados», que obtuvo cargos políticos, beneficios personales, seguridad, etc. a cambio de contribuir a la consolidación del régimen). Nos referimos a la masa «no alineada» de la derecha, en otras palabras aquella que, sin identificarse con una facción concreta, se identificaba con el régimen y con el bando golpista de la Guerra Civil, que en la mayoría de los casos se mostraba, más que afín a una razón ideológica concreta o a la doctrina oficial del régimen, como «contrario a los rojos», y por tanto, compartía unos mínimos (propiedad, religión, «orden»). Este conservador «corriente» socializado en y por la Guerra Civil se convirtió en el mayor pilar social del régimen, tanto fuera de FET-JONS, como dentro del partido y, de esta manera, en el principal obstáculo para que se produjera una fascistización completa[28]. En la práctica, este nuevo partido fue el resultado de dos fenómenos paralelos: el fascismo como idea, o sea, la impregnación de la derecha española en cuanto a propaganda y movilización, pero también el de la debilidad política de quienes de por sí eran fascistas [29].
En la práctica, a pesar de las interpretaciones que se han hecho posteriormente, Franco consiguió que la unión entre falangistas y carlistas –que, dicho sea de paso, se encontraba bajo su poder– se hiciera sin demasiado ruido, independientemente de lo que se ha dicho después. Tanto en el bando falangista como carlista, muchos seguidores de estas corrientes –incluso los «históricos de primera hora»– obtuvieron importantes cargos políticos. Aunque intentaron reforzar su proyecto político, su lealtad pertenecía prioritariamente al régimen y a su «caudillo». En general, el régimen de Franco jugó un doble papel con respecto a los fascistas (entiéndase respecto a la gente que buscaba desde el principio una «revolución» fascista): por un lado les permitió gobernar, convirtió a su partido en la columna vertebral de un partido de masas y de un régimen y llevó a los fascistas a los altos puestos, sobre todo en los primeros años, en lo que se refiere al aparato propagandístico, que sería difícil o imposible conseguir de otra manera. Sin embargo, por otra parte deshizo su autonomía política: los límites de la fastiscización serían impuestas por él y sus militares y no por el partido fascista. Los fascistas jugaron un papel subordinado dentro del régimen franquista, un régimen cuyo núcleo, independientemente de su grado de fascistización, no lo formaron los fascistas.
Los límites de la fastiscización serían impuestas por los militares y no por el partido fascista. Los fascistas jugaron un papel subordinado dentro del régimen franquista, un régimen cuyo núcleo, independientemente de su grado de fascistización, no lo formaron los fascistas
LAS BASES SOCIALES DEL RÉGIMEN DE FRANCO Y LA POLÍTICA DE CLASE
Por falta de espacio, nos resulta bastante difícil esbozar en este momento una fotografía completa del régimen de Franco, sobre todo el aspecto más oscuro del régimen, teniendo en cuenta que en cuestión de represión este régimen fue quizá el régimen más violento de Europa en los «tiempos de paz», aparte de la violencia de la II Guerra Mundial. En este artículo, analizando la ideología del régimen, queremos alcanzar las bases ideológicas y cómo fue a grandes rasgos la proyección de las bases sociales que representaban esas bases ideológicas.
A la hora de investigar las políticas posteriores al triunfo del régimen de Franco, la historiografía ha recurrido sobre todo a dos líneas. Primero, qué composición social han adoptado las élites de la época de Franco y según qué lógica han subido al poder. Según los términos que utiliza la historiografía, se dio en ella una dialéctica entre dos «lógicas triunfales», es decir, dos «caminos» diferentes (solapados y superpuestos) para ascender a los puestos de poder. Por un lado, el franquismo como régimen conservador representaba los intereses de las élites puestas en peligro por la República; el franquismo se puede leer como el «retorno» de esas élites. A esto se le llamaba «lógica del triunfo social», la cual consiste en que las élites anteriores «recuperen el lugar que les correspondía a ellos, arrebatado por la República». Pero, por otro lado, el franquismo era también la victoria de los grupos políticos insurreccionales (de derechas, pero insurreccionales) que se habían alzado contra la República, es decir, la hegemonía de estos grupos políticos (y los veteranos de estos grupos), la victoria de los grupos que representaba la liturgia franquista –falangistas y carlistas–. Esto se llama «lógica del triunfo político», es decir, el «ascensor» político de estas élites fue la participaron en la guerra y en las estructuras políticas apropiadas por el régimen. En él se veían las tensiones de un régimen que era simultáneamente «restauracionista» e «innovador». El franquismo tuvo ambos aspectos, tanto ideológicos como según la configuración del poder. Esto ha suscitado un profundo debate entre los historiadores hasta nuestros días, y así encontramos por una parte los partidarios de que en el franquismo prime uno u otro aspecto de la configuración de poder, y por la otra parte los que describen de forma diferente la relación y la alimentación mutua entre dos «dinámicas de ascenso». Sin embargo, la colaboración y la mutua alimentación entre estas dos lógicas (y los grupos sociales que yacían detrás de cada una) nos da una pista en torno a los mínimos del franquismo: el rechazo de la República y de todo lo que esta representaba –democracia, racionalidad política, progreso social y diversidad interna de España en sus diferentes formas y grados– y el carácter de punto de partida del golpe de Estado de julio de 1936.
Sin embargo, la existencia de este tipo de controversias nos señala una cosa: el doble carácter del franquismo, surgido de la coalición entre la «antigua derecha» (las antiguas élites y las soluciones autoritarias propuestas por estas) y la «nueva derecha» (el fascismo), cada cual con su deseo de proyectar su propia agenda en la época posterior a la victoria de la guerra.
Por otra parte, podríamos hablar de las políticas fácticas, de los hechos del régimen franquista, los cuales dejan a la luz el carácter de clase del franquismo. La política franquista estuvo totalmente del lado de los sectores de más alto nivel. En las primeras medidas emplearon la excusa de la «falta de legitimidad del Frente Popular», es decir, se asociaban al abandono de las reformas llevadas a cabo por este gobierno; por ejemplo, el régimen otorgó a los empresarios el derecho a expulsar a los trabajadores que fueron contratados en esa época o a suspender las mejoras logradas por los sindicatos en esos tiempos. Pero aún más duro fue lo ocurrido en la agricultura, en la cual, según el Servicio de Recuperación Agraria creado en 1938, las tierras distribuidas mediante las reformas llevadas a cabo por la República debían ser devueltas a los antiguos propietarios (grandes terratenientes). En la práctica 6,3 millones de hectáreas fueron devueltas por esta «contra-reforma»[30].
Pero no solo el «desmantelamiento de las reformas» del Frente Popular, sino que fue precisamente la política a largo plazo la que impulsó el principio de desequilibrio de clases. Como bien ha descrito el profesor Antonio Cazorla Sánchez, España vivió en los primeros años del franquismo un gran retroceso económico y social, tanto comparado con otros pueblos como por el aumento de la distancia entre clases. En 1945, el poder adquisitivo de los trabajadores del Estado español fue la mitad que en 1935[31]. Hay que tener en cuenta que, según la Ley del Contrato de Trabajo de 1944, el Estado (con el «asesoramiento» de los Sindicatos Verticales de cada rama económica, controlados por empresarios) era el único que podía fijar salarios, y los incrementos salariales siempre eran inferiores a los de los precios. El régimen franquista también adoptó medidas contra los trabajadores respecto a horas de trabajo: en 1939 el gobierno franquista prorrogó oficialmente la jornada laboral, sustituyendo 48 horas por 40 horas. Sin embargo, teniendo en cuenta las horas extras necesarias, los trabajadores podían practicar 10 u 11 horas diarias superando con creces esas 48 horas[32]. Además, todos los trabajadores debían disponer de una «cartilla profesional» en la que figuraban las empresas en las que habían trabajado y las anotaciones de las mismas, lo que facilitaba la proliferación de las listas negras.
Por otro lado, la economía también experimentó un retroceso, ya que en la década de 1940, debido al hambre y la falta de acceso a la alimentación, se produjo un proceso de «desindustrialización», ejemplo de ello es que el porcentaje de población agrícola aumentara del 45 % al 55 %[33]. En cuanto a la producción, las cifras de 1929 no se recuperaron hasta la década de 1950, cuando España fue el país que menos creció en toda Europa[34]. Según los franquistas, esto fue «consecuencia de la destrucción provocada por la guerra», pero eso no se sostiene teniendo en cuenta que la mayoría de los países europeos recibieron una destrucción mayor en la II Guerra Mundial. También el historiador José María Lorenzo Espinosa afirma que las fuentes franquistas de la época no consideraban que la destrucción hubiese sido total[35]. Comparativamente, en el Este de Europa, durante la II Guerra Mundial los países fueron aún más devastados, y sin embargo, el crecimiento fue mayor. Por ejemplo, en las tierras que formarían parte de la República Democrática Alemana a partir de 1949. Allí, en 1946 la producción era de un tercio de la de 1929, y sin embargo, en 1950 ya superaba esta cifra, siendo igualada por España[36].
Igualmente, se han mencionado la «inversión pública» y el «intervencionalismo». No nos extenderemos ahora aquí, pero debemos dejar claro una cosa: el intervencionismo no tiene por qué significar favorecer el bienestar de los trabajadores. En este caso, la intervención tenía por objeto proteger la propiedad privada[37]. En cuanto al intervencionalismo de España, por ejemplo, este presentaba un límite: los bancos privados. Los bancos privados nunca han vivido mejor que con el franquismo. Tenían, entre otros, el derecho para pignorar automáticamente su deuda mediante el Banco de España[38]. Uno de los resultados fue el aumento de las rentas bursátiles. Esto se refleja claramente, por ejemplo, en la contratación de rentas fijas: si establecemos la cifra del 100 % en 1936 –a efectos comparativos–, en 1944 era de un 3.107,8 %[39]. A ello hay que añadir la presión fiscal regresiva; entre los Estados de Europa Occidental después de la guerra, España era el país que tenía la menor parte recaudada por impuestos de su renta, solo el 14 %[40]. Por otro lado, el economista Fuentes Quintana indicó en 1961 que el sistema fiscal franquista estaba «obsoleto», porque no era realmente «un sistema para gravar la renta»[41]. Además, al ser un sistema similar al sistema fiscal «plano» (flat tax), y con él, al haber abundantes moratorias y bonificaciones, este sistema constituía «un sistema favorable a la clase alta»[42]. Según el historiador Borja De Riquer, la España bajo el franquismo era un «paraíso fiscal». Resumiendo, según el historiador Miguel Ángel Aparicio, el franquismo y el fascismo, en España, cumplieron el sueño de los liberales del siglo XIX: liberar el Capital de todo obstáculo interno[44].
Los bancos privados nunca han vivido mejor que con el franquismo. Tenían, entre otros, el derecho para pignorar automáticamente su deuda mediante el Banco de España. Uno de los resultados fue el aumento de las rentas bursátiles. Esto se refleja claramente, por ejemplo, en la contratación de rentas fijas
Según el historiador Miguel Ángel Aparicio, el franquismo y el fascismo, en España, cumplieron el sueño de los liberales del siglo XIX: liberar el Capital de todo obstáculo interno
Evidentemente, una consecuencia de esta política fue el drama social, dado que en los primeros años se tuvo que pasar mucha hambre (teniendo en cuenta que en el aumento de las presiones predominaba otro factor: el mercado negro, donde participaban gran cantidad de altos cargos del régimen). Debido al hambre, algunas enfermedades empeoraron. Por ejemplo, en 1941 hubo una epidemia de tifus, o la tuberculosis: entre 1946 y 1950 el 10 % de los hombres y el 6 % de las mujeres fallecieron de tuberculosis[45]. Según algunas estimaciones, el consumo alimentario de 1945 fue, de media, la mitad que en 1936[46]. Aunque no dispongamos de espacio suficiente para extendernos más en este punto, sí podríamos mencionar, entre otros, que entre 1940 y 1945 la esperanza de vida media de los hombres era de 47 años y de las mujeres de 53 años[47]. Cazorla considera que el hambre y las políticas a favor del capital fueron dos aspectos unidos por el franquismo[48]. Según Michael Richard, el hambre fue un arma que utilizó el régimen para evitar que las clases inferiores mostraran políticamente su malestar[49].
En resumen, la estabilización de la «comunidad de los partidarios» instaurada por la guerra civil por una parte (con la represión posbélica como parte de este proceso), la despolitización provocada por el miedo y el hambre por otra parte, así como el trato a favor hacia ciertas clases sociales dieron forma a las bases sociales del franquismo; aunque estos regímenes sociales adeptos eran en general similares a los regímenes fascistas clásicos, discrepaban en la manera de interactuar con el régimen (tanto a nivel de actividad y movilización, como a nivel ideológico). Este fue uno de los factores, aunque no el único, que de alguna manera ayudó al régimen a aumentar su capacidad de adaptación.
REFERENCIAS Y NOTAS
1 ARENDT, Hannah: Los orígenes del totalitarismo. Entre los marxistas que criticó a Arendt se encuentra el italiano Domenico Losurdo, según el cual, si se define el fascimo simplemente por el «totalitarismo» y si se compara con «otros totalitarismos» (en este caso con la URSS, enemiga en la Guerra Fría liberal), hay que tener en cuenta que a menudo el fascismo tomó técnicas de gobierno de regímenes liberales. LOSURDO, Domenico: Stalin. Historia y crítica de una leyenda negra. El Viejo Topo: Barcelona, 2008.
2 ZETKIN, Klara: «Der Faschismus». 1923.
3. DIMITROV, Georgi: Escritos sobre el fascismo. Akal: Madrid, 1976. Este libro es una recopilación de escritos de Dimitrov.
4. POULANTZAS, Nikos: Fascismo y dictadura. 1976.
5. POLANYI, Karl: La gran transformación. Este trabajo ha conocido más de una edición.
6. NOLTE, Ernst: Fascism in its Epoch. 1963.
7. HOBSBAWM, Eric: Historia del siglo XX. 1994.
8. GRIFFIN, Roger: Fascismo y modernismo. 2007. Según Griffin, el «modernismo alternativo» del fascismo buscaba un nuevo hombre y reinventar la nación, la palingenesis.
9. Sin embargo, no debemos pensar que solo en España llegaron los fascistas al poder sin la colaboración de otras fuerzas. Los primeros gobiernos de Mussolini, al igual que el de Hitler, fueron de coalición, y en algunos casos como en el de Italia absorbieron algunos partidos (la Asociación Nacionalista de Italia, en este caso). Aun y todo, se trataba de un paso hacia estados unilaterales, siendo los fascistas el «partido de peso de las coaliciones». En España, sin embargo, fueron «la parte débil de la coalición».
10. LINZ, J. J.: «Una teoría del régimen autoritario. El caso de España», in PAYNE, Stanley (dir.): Política y sociedad en la España del siglo XX. Editorial Akal. Madrid, 1978, págs. 205-263 orr.
11. Tusell definió el franquismo como una «pluralidad limitada. TUSELL, Javier: La dictadura de Franco. Altaya, Madrid, 1996.
12. SANCHEZ RECIO, Glicerio. Los cuadros intermedios del régimen franquista, 1936-1959. 1996. Instituto Juan Gil Albert. Alicante, 1996.
13. GRIFFIN, Roger. Fascismo y modernismo. 2007. Palingenesia, según Griffin, es una característica básica del fascismo, como ya hemos mencionado antes.
14. TUÑÓN DE LARA, Manuel: «Algunas propuestas para el análisis del franquismo» Ideología y sociedad en la España contemporánea. Por Un análisis del franquismo, Cuadernos para el diálogo, páginas 89-102. Madrid, 1977; y FONTANA, Josep: «Introducción: Reflexiones sobre la naturaleza y las consecuencias del franquismo», in FONTANA, Josep (dir.): España bajo el franquismo (pág. 9-38). Crítica: Barcelona, 1996.
15. CASANOVA, Julian: «La sombra del franquismo: ignorar la historia y huir del pasado» in CASANOVA, Julian. El pasado oculto. Fascismo y violencia en Aragón (1936-1939). Siglo XXI. Madrid, 1992.
16. Ahora bien, debemos destacar una diferencia: según Poulantzas, el auge del fascismo en Italia y en Alemania se produjo cuando el «peligro revolucionario» se encontraba en decadencia, por el contrario, en España ocurrió eso después de que el Frente Popular hubiera ganado las elecciones. Es sabido que el Frente Popular no pondría en marcha la revolución socialista, pero el golpe de estado ocurrió cuando las fuerzas de izquierdas se encontraban en alza.
17. En este sentido, por ejemplo, Antonio Elorza Domínguez y Manuel Pérez Ledesma han criticado que el hecho de tomar como casi único elemento para considerar el franquismo fascista sea la represión brutal. Pero esta crítica parece más moral que histórica, ya que supondría identificar, como ya hemos mencionado, el fascismo con la «mera crueldad». ELORZA, Antonio: «Mitos y simbología de una dictadura» in Bulletin d’Historie Contemporaine de Espagne, núm. 34, págs. 47-68, 1996; y PEREZ LEDESMA, Manuel: «Una dictadura por la gracia de Dios» in Historia Social, núm. 20, págs. 173-193, 1994.
18. SAZ CAMPOS, Ismael: Fascismo y franquismo. Universidad de Valencia. Valencia, 2004, págs. 155-160.
19. Ibidem, 83 eta 152 or.
20. Ibidem, 152 or.
21. Según el profesor Ismael Saz una de las ventajas de concebir la fascistación justamente como el resultado de un proceso y de la correlación de fuerzas entre los fascistas y los que en sí no eran fascistas, residía en la capacidad de tomar en cuenta los factores internos de la evolución del régimen franquista, así evitando que dicha evolución se entendiera como «dictada desde fuera» (al estilo de Fontana o Tuñón de Lara). SAZ CAMPOS, Ismael: Fascismo y franquismo. Universidad de Valencia. Valencia, 2004, págs. 83, 89-90 y 163-164.
22. Por ejemplo, uno es estos es Luciano Casali. CASALI, Luciano: Franchismo. Sui caracteri del fascismo spagnolo. Clueb. Bolonia, 1990.
23. MOORE, Barrington: Los orígenes sociales de la dictadura y la democracia. Crítica. Barcelona, 1973.
24. THOMÀS, Joan Maria: La Falange de Franco. Fascismo y fascistización en el régimen franquista (1937-1945). Plaza&Janés. Barcelona, 2001.
25. SAZ CAMPOS, Ismael: Fascismo y franquismo. Universidad de Valencia. Valencia, 2004, págs. 88 y 253.
26. ITURRALDE, Juan: La guerra de Franco, los vascos y la Iglesia (Tomo I: Quiénes y por qué prepararon la guerra y cómo comenzó). Clero Vasco. Donostia, 1978.
27. Esta es la opinión del autor que mejor ha analizado este hecho, el profesor Ismael Saz. En este capítulo, me he basado sobre todo en su interpretación. SAZ CAMPOS, Ismael: Fascismo y franquismo. Universidad de Valencia. Valencia, 2004, capítulo 5, págs. 125-150.
28. El círculo político cercano de Franco era muy consciente de esto, como se indica escrito en un documento enviado a los italianos en marzo de 1937. Este documento se conserva en el Archivo de Asuntos Exteriores de Italia. Es un documento no firmado, según Saz era un documento escrito por Franco o por algún cercano. Este documento recomendaba «la creación de un partido que tuviera como base las características de la Falange» que aglutinara a «todos los españoles partidarios de ideales nacionales», es decir, a todos los franquistas a favor del golpe de Estado, el que después sería el Partido Único. SAZ CAMPOS, Ismael: Fascismo y franquismo. Universidad de Valencia. Valencia, 2004, págs. 137-140.
29. Según Ismael Saz, la dictadura impuesta por Franco –y el papel que jugó en ella el nuevo partido no fue banal– fue «muy parecida a la dictadura soñada por los derechistas que vivieron el proceso de fascistización en la época de la II República». SAZ CAMPOS, Ismael: Fascismo y franquismo. Universidad de Valencia. Valencia, 2004, pág. 139.
30. BARCIELA, Carlos; LOPEZ, María Inmaculada; MELGAREJO, Joaquín y MIRANDA, José Antonio: La España de Franco (1939-1975). Economía. Síntesis. Madrid, 2001, pág. 98. Sin embargo, muchas «devoluciones» ocurrieron «por la fuerza» que por medio de este servicio, es decir, a medida que el ejército golpista iba conquistando los distintos pueblos, hacía que su distribución de la tierra volviera al estado anterior, circunstancia que este servicio confirmó. El jefe de este servicio, Ángel Zorrilla Dorronsoro, también tuvo que admitir que «la mayoría de las devoluciones se realizaron de forma ilegal». Según el equipo de Barciela, «de las 6,3 millones de hectáreas reembolsadas solo medio millón fueron devueltos en formas legales».
31. Según el economista franquista Higinio París Eguílaz, la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores entre 1936 y 1948 osciló entre el 20 % y 35 %, teniendo en cuenta, eso sí, París Eguilaz tiene en cuenta los pluses que se establecieron en algunas empresas (legalizadas solo en 1948, pero en algunos casos «indirectamente concedidas»). París Eguílaz reconoce que de no haber este plus, que el poder adquisitivo de los obreros podía reducirse a la mitad. FONTANA, Josep: «Introducción: Reflexiones sobre la naturaleza del franquismo» in FONTANA, Josep (ed.): España bajo el franquismo (págs. 9-38). Crítica. Barcelona, 1986, pág.
34.; y PARIS EGUILAZ, Higinio: Diez años de política económica en España, 1939-1949. Sin edición, Madrid, 1949, págs. 175-191.
32. DE RIQUER I PERMANYER, Borja: La dictadura de Franco. Editoriales Crítica y Marcial Pons. Sabadell (Barcelona), 2010, págs. 278-279.
33. CAZORLA SÁNCHEZ, Antonio: Miedo y progreso. Los españoles de a pie bajo el franquismo 1939-1975. Editorial Alianza. Madrid, 2016, págs. 30-31.
34. LORENZO ESPINOSA, José María: Dictadura y dividendo. El discreto negocio de la burguesía vasca. (1937-1950). Universidad de Deusto. Bilbao, 1989, págs. 27-29.
35. Ibidem, págs. 64-65.
36. GARCÍA DELGADO, José Luis: «Estancamiento industrial e intervencionismo económico en el primer franquismo» in FONTANA, Josep (ed.): España bajo el franquismo (págs. 170-191). Editorial Crítica. Barcelona, 1986, págs. 174-175. Hay que tener en cuenta dos cosas: en 1929, el desarrollo de la Alemania Oriental era mayor al de España, y por lo tanto, a la RDA le era más difícil que a España superar la barrera de 1950. Por otra parte, el descenso en la producción a causa de la guerra fue mucho menor en España: Albert Carreras calcula un descenso en la producción del 14 % y Leandro Prados de la Escosura un descenso del 20 %.
37. LORENZO ESPINOSA, José María: Dictadura y dividendo. El discreto negocio de la burguesía vasca. (1937-1950). Universidad de Deusto. Bilbao, 1989, págs. 59. y 71-72.
38. BARCIELA, Carlos; LOPEZ, María Inmaculada; MELGAREJO, Joaquín y MIRANDA, José Antonio.: La España de Franco (1939-1975). Economía. Síntesis. Madrid, 2001; y LORENZO ESPINOSA, José María: Dictadura y dividendo. El discreto negocio de la burguesía vasca. (1937-1950). Universidad de Deusto. Bilbao, pág. 41, 1989.
39. GONZÁLEZ PORTILLA, Manuel y GARMENDIA, José María: La posguerra en el País Vasco: Política, acumulación, miseria. Kriselu. Donostia, 1988, págs. 16-27 y 106-117.; y CAZORLA SÁNCHEZ, Antonio: Las políticas de la victoria. Marcial Pons. Madrid, 2000, pág. 73.
40. En comparación, Italia fue el 21 % y Reino Unido 33 %. BARCIELA, Carlos; LOPEZ, María Inmaculada; MELGAREJO, Joaquín eta MIRANDA, José Antonio: La España de Franco (1939-1975). Economía. Síntesis. Madrid, 2001, pág. 59.
41. FUENTES QUINTANA, E.: «Los principios de reparto de la carga tributaria en España» in Revista de Derecho Financiero y de Hacienda Pública, nº41. (Pág. 161-298.), 1961; in BARCIELA, Carlos; LOPEZ, Maria Inmaculada; MELGAREJO, Joaquin eta MIRANDA, Jose Antonio: La España de Franco (1939-1975). Economía. Sintesis. Madrid, 2001, págs. 60-61.
42. BARCIELA, Carlos; LOPEZ, Maria Inmaculada; MELGAREJO, Joaquin y MIRANDA, Jose Antonio: La España de Franco (1939-1975). Economía. Sintesis. Madrid, 2001, pág. 62-63.
43. DE RIQUER I PERMANYER, Borja: La dictadura de Franco. Editoriales Crítica y Marcial Pons. Sabadell (Bartzelona), 2010, pág. 259.
44. APARICIO, Miguel Angel: “Sobre los comienzos del sindicalismo franquista, 1939-1945” in FONTANA, Josep (ed.): España bajo el franquismo. (Págs. 78-99.). Editorial Crítica. Barcelona, 1986, pág. 83.
45. DE RIQUER I PERMANYER, Borja: La dictadura de Franco. Editoriales Crítica eta Marcial Pons. Sabadell (Barcelona), 2010, pág. 282.
46. VARIOS AUTORES: “Evolución económica i condicions de vida i treball” in VARIOS AUTORES: Franquisme. Sobre resistència i consens a Catalunya (1938-1959) (págs. 53-121). Editorial Crítica. Barcelona, 1990, págs. 110-111.
47. DE RIQUER I PERMANYER, Borja: La dictadura de Franco. Editoriales Crítica eta Marcial Pons. Sabadell (Barcelona), 2010, pág. 284.
48. CAZORLA SANCHEZ, Antonio: Miedo y progreso. Los españoles de a pie bajo el franquismo 1939-1975. Editorial Alianza. Madrid, 2016, pág. 114.
49. RICHARDS, Michael: Un tiempo de silencio. Critica. Barcelona, 1999.
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Frankismoa, faxismoa eta faxistatzea
Kamarilla militar batek, estatu kolpe bat eta guda zibil bat tarteko, alderdi faxista ahul bat boterera eramanda –eta hori elementu afaxistekin eta karlistekin batuta– sortutako erregimen hibrido bat izan zen, Munduko Gerraz haraindi iraun zuena, oportunismo politikoa, egokitzeko gaitasuna, barne errepresio bortitza, aldeko masa mobilizazio txikia baina –errepresioaz paradoxikoki–, herritarren aldetik «tolerantzia» oso handia izan zituena. Hori dela eta, erregimen horren eta faxismoaren arteko harremana (faxismoa ideologia bezala edo ideien ontologiaren esparruko zerbait gisa hartuta) kokatzeko moduak eztabaida historiografiko handiak piztu izan ditu. Idatzi labur honetan harreman horretaz arituko gara, batez ere, frankismoaren aurreko garaian gerora erregimen hori osatu zuten elementuen «kohesionatzeaz» eta horiek faxismoarekin izan zuten sinbiosiaz.
Espazio falta dela eta, ezin izango dut gaia nahi nuen moduan garatu. Hainbat gairen inguruko gakoak emango ditut, alor bakoitzean dauden eztabaidak eta posizio ezberdinak aurkeztuz (edo behintzat saiatuz), irakurleak hurbiltze-tresna gehiago izan ditzan. Eztabaida politiko gaurkotar edo gaurkotiarrek askotan zikintzen duten gai bat izanik, argibide batzuk eman nahi ditut. Beraz, artikulu hau, nolabait, «sarrera» moduan ulertu beharko da; hau da, interesa duen irakurleari sakontzeko aukera eta nolabaiteko gida-lerroak emango dizkiogu.
SARRERA: FAXISMOAREN EZAUGARRI DESKRIBATZAILE NAGUSIAK
Faxismoren izaeraren eta eboluzioaren gaineko eztabaida luzea izan da beti. Hein batean, eztabaida hori faxismoa historizatzeko zailtasunak ekartzen du, ideologia horrek sortu berritan hartu baitzuen boterea (1922an Italian, eta alderdi bezala 1919an sortu zen), oraindik corpus ideologikoa definitu gabe zuenean. Horrek zaila egiten du, epistemologikoki, «ideologia berezkoa» eta «haren zirkunstantziak» modu garbi batean bereiztea.
Faxismoaz fenomeno historiko bezala ari garenean, lehendabizi egin behar duguna da «ankerkeria huts» bezala definitzeari uztea. XIX. mendeko inperialismoak, Parisko Komuna zapaldu zuten versallestarrak, Errusiako Armada Zuria edo egungo Al-Qaeda oso ankerrak izan zitezkeen/daitezke, baina horrek ez ditu faxista bihurtzen. Berdina gertatzen da XX. mendeko guden arteko diktadura autoritario askorekin (frankismoa hala ote zen hemen aztertuko dugu). Faxismoa bada ankerkeria, baina «beste zerbait» ere bada.
Faxismoaz fenomeno historiko bezala ari garenean, lehenbizi egin behar duguna, «ankerkeria huts» bezala definitzeari uztea da. (…) Faxismoa ankerkeria da, baina «beste zerbait» ere bada
Faxismoari buruzko bi eskola nagusi izan dira. Batek, eskola liberalak, faxismoa azaletik deskribatu du, «totalitarismo» hutsa baitzen. Eskola horretako buru Hannah Arendt ezaguna dugu[1]. Hori, batez ere, ad hoc deskribapen bat zen; Gerra Hotzekoa, «totalitarismoak» erkatzea eta horixe «demokraziarekiko» (liberala, burgesa) antagonismoan jartzea. Definizio horrek faxismoaren zenbait ezaugarri –agintekeria, eraldaketa, ultranazionalismoa, ultraestatismoa, populismoa, mobilizazioa– deskribatzen baditu ere (faxismoaren «izatea» edo «zer» delakoa), hain zuzen ere, beste galdera batzuei txiri egitean –«nork», «zergatik», «zertarako», «noiz»– azalpena, politikoki manipulagarria izateaz gain, antihistorikoa ere bada. Ez du azaltzen faxismoa eragin zuen subjektu nagusia ez eta zein testuinguru sozialetan iritsi zen boterera; zerk erraztu zion bidea. Klase sozialen dialektika berariaz at uzten duen analisi bat da.
Eskola marxista dugu bigarren eskola, agian, Clara Zetkinen (1923) eta Georgi Dimitroven (1935) formulazio ezagunetatik abiatutakoa. Zetkinek faxismoaren zenbait ezaugarri bildu zituen 1923an idatzi zuen Faxismoa[2] lanean, gerora ikerlari guztiek errepikatu zituztenak: faxismoa burgesiaren tresna bat da («zergatik?»), krisi garaietan («noiz?») sortzen dena, eta Izu Zuria baino zerbait gehiago dena. Beraz, faxismoa eta bestelako autoritarismoak bereizteko modua eskaini zuen. Zetkinen arabera, faxismoak demagogia eta populismoa –«ordena burgesarentzat arriskutsuak diruditen elementuak»– erabiltzen ditu, nahiz eta «atzerakoien kontrol pean» izan. Hortaz, faxismoaren «ordenako» eta «intsurrekziozko» bi arimen arteko nahasketa aipatzen du. Zetkinen esanetan, faxismoa burgesiaren (ordenaren) eta «atsekabetuen» (hau da, sozialdemokraziaren porrotaz atsekabetutakoen) arteko koalizio moduko bat da. Beraz, horretan, gero Poulantzasek jarraituko zuen ildoarekin bat egingo du: krisi momentuan ernaltzen da faxismoa, baina ez «arrisku iraultzailearen gorakada» momentuetan, baizik eta hori «pasatutakoan»; hots, langileriari zetorkion zigorra litzateke. Zetkinen artikuluan harrigarriena, dena den, faxismoaren eta nazionalismoaren arteko loturez hitzik ez egitea izan zen, agian. Hura ez zuen aipatu faxismoaren ezaugarri gisa.
Zetkinek faxismoaren zenbait ezaugarri bildu zituen 1923an idatzi zuen Faxismoa lanean, gerora ikerlari guztiek errepikatu zituztenak: faxismoa burgesiaren tresna bat da («zergatik?»), krisi garaietan («noiz?») sortzen dena, eta Izu Zuria baino zerbait gehiago dena
1935ean, III. Internazionalaren bosgarren Biltzar Nagusian, Georgi Dimitrov bulgariarrak ere aipatu zuen faxismoa[3]. Garai horretan, gerra berri baten arriskua nabaria zen, beraz, Dimitrovek nazionalismo oldarkorra gehitu zuen faxismoaren ezaugarri gisa. Faxismoaren mobilizazio gaitasuna aipatu zuen hark ere, hau da, edozein erregimen atzerakoi ez zela faxista halabeharrez. Bestetik, populismoa aipatzeaz gain, faxismoaren boterera igotzeko teknikak aztertu zituen, hau da, demokrazia burgesaren talde ezberdinekin egindako koalizioak (adi puntu honi aurrerantzean), baita bestelako ezaugarriak ere; adibidez, ekonomia korporatibista eta klase borroka suntsitu nahi izatea.
Dimitrovek […] populismoa aipatzeaz gain, faxismoaren boterera igotzeko teknikak aztertu zituen, hau da, demokrazia burgesaren talde ezberdinekin egindako koalizioak, baita bestelako ezaugarriak ere; adibidez, ekonomia korporatibista eta klase borroka suntsitu nahi izatea
Gerora, Zetkinen eta Dimitroven lanak findu dituzte marxistek. Horietako bat da Nikos Poulantzas[4]. Estrukturalista zen Poulantzas, eta Estatuaren hainbat aparatu ideologikoren azterketatik abiatzen zen. Beraz, faxismoak Estatua lortu aurretik eta Estatua «konkistatu» ostean (hau da, era berean estatu burgesaren tresna bezala jokatzean, baina baita ere Estatu burges hori «eraldatu nahi» izatean) nola jokatu zuen aztertu zuen. Hau da, faxismoa egon dadin, boterera iristeko fase batzuetan, ez du eskuineko beste sektoreekin koalizioak sortzeko aukera baztertzen. Garrantzitsua da hori, gero, frankismoari dagokionez, historiagile batzuek frankismoaren «eskuindarren arteko koalizio izaera» hori faxista izan zela ukatzeko erabiliko baitute. Beste alde batetik, Poulantzasen arabera, faxismoa ez zen boterera iritsi arrisku iraultzailea puntu gorenean zegoen garaian, baizik eta horren ostean. Burgesiak, hain zuzen, politikoki gailendua izan zen proletalgoaren aurrerapen sozial edota ekonomikoak ezabatzeko erabili zuen, Italian 1922an (kontuan izan 1921ean bukatu zela «Biurteko Gorria») eta Alemanian 1933an (1923an bukatu zen altxamenduen aroa).
Eskola marxistak zenbait galdera ezinbestekori erantzuten die: «nork» edo «nortzuk», hau da, burgesiak burgesia ttipia mobilizatuta; «noiz», krisi politiko baten garaian –hemen ñabardura batzuk baditugu-; «nola», masa mobilizazio handi baten bidez; eta batez ere, «zergatik» eta «zertarako». Krisi politiko eta soziala ematen den garaian burgesiaren ordena salbatzeko karta bezala erabiltzen du faxismoak, «arrisku iraultzailea» ohiltzeko; bestetik, Lehen Mundu Gerrak ekarri zuen krisiaren garaian, Estatu-kapitalismoaren modalitate oldarkor bat izan zen «atzean geratu» ziren burgesientzat –Italiakoa zein Alemaniakoa–, modernizazio azkarra eman zedin (Jenö Vargaren tesia). Eskola horrek hainbat bertute ditu; kasu honetan, faxismoa subjektu historikoekin harremanetan jartzea (burgesiak ernaldutako kume moduan), horren botererako urratsak eta teknikak aztertzea eta zergatiak azaltzea. Hala ere, eskola horrek badu nolabaiteko hutsune bat, zori hobearekin edo okerragoarekin bete duena: faxismoaren autonomia historikoa beheititzeko joera dauka –hau da, hura «Beste» goren baten esku dagoen txotxongilo huts gisa aurkezteko joera–, inork inoiz bere kabuz halako proiektu ideologiko batean pentsatu ez balu bezala; halako proiektu ideologiko batek berezko eboluziorik izango ez balu bezala. Hots, «nork» galderari ondo erantzuten dio klase sozialei so eginda, baina ez beti mugimendu faxistari berari subjektu bezala so eginda; subjektua alde batera utziz gero, Zetkinek salatutako akatsean eror gaitezke, hau da, «faxismoa» eta «Izu Zuria» nahasteko akatsean.
Zenbaitek «garaiarekin» –«noiz» galdera– lotzen dute, adibidez, Karl Polanyik. Haren arabera, faxismoa gerra osteko burgesiaren aggiornamento programa bat litzateke. Ikuspuntu hori, zeina hungariar ere den Vargarenarekiko nahiko hurre dagoen, merituzkoa da; izan ere, faxismoak garai historiko batekin eta horren inguruabarrekin izan zuen harremana deskribatzen du, hau da, hura historizatzeko aukera ematen digu. Azken ikuspuntu horren ahuldaderik handiena, 20ko eta 30eko hamarkadetako eskuineko erregimenen gama oso bat «faxista» izendatzean zetzan. Baina baditu bere bertuteak ere, adibidez, «garaiarekin» lotzen baita; gerora, Nolte goiztiarrak errebisionismoan erori aurretik egin zuen moduan. Polanyik aitortzen zituen marxismoaren eskolaren nolabaiteko ekarpenak, esaterako, faxismoa boltxebismoarekiko erreakzio bat zela esanez, eta, Vargak zioen moduan, burgesiaren modernizazio erronka bati erantzuten ziola esanez. Gainera, Poulantzasekin bat eginda, faxismoaren gorakadak ez zuela ezinbestean iraultzaren goranzko momentua mozteko ahalegina izan behar esan zuen; aitzitik, iraultzaren arriskua iragan ostean langileen aurrerapenak ezabatzeko modu bat izan zitekeela iritzi zion. Hala ere, Polanyiren akats nagusia, esan bezala, eskuin autoritarioko edozein erregimen faxismo gisa identifikatzea izan zen. Hain zuzen, ikusiko dugun moduan, frankismoa bezalako erregimen «iraunarazle» bat auzitan jartzeko hankamotz geratzen da Polanyi[5].
Noltek, gutxi gorabehera, akats berdina errepikatzen du; izan ere, bere liburuan, erakusleetako bat dena, Charles Maurrasen Action Française taldea jotzen du. Nolteren arabera, faxismoak «garai historikoan» aurkitu zuen bere adierazbidea. Baina ez hori bakarrik; haren esanetan, faxismoak «garaia definitu zuen». Beraz, Noltek zioen bezala, faxismoaren eta inguruko indarren artean harremana izan zen, hau da, polo erakargarri gisa jokatu zuen faxismoak[6]. Nahiz eta Noltek gerora faxismoaren aldeko politikara jo, bere lan horiek oso garrantzitsuak izan ziren, orduko eskuinak faxismorantz nola baskulatu zezakeen azaltzen zuelako. Izan ere, ikusiko dugun moduan, marxista askok «garaiari» egin zioten erreferentzia, adibidez, E. J. Hobsbawm historiagileak. Hobsbawmek bat egin Poulantzasekin esanez faxismoa ez zela hainbeste «sobietar arriskuaren» –zeina 30eko hamarkadan ez zegoen munduan zehar iraultza hedatzeko estrategian– aurkakoa, baizik eta «barne langile mugimenduaren aurkakoa», eta adierazten du 1918 eta 1941 urteen artean demokrazien kopurua seira jaitsi zela Europa osoan[7]. Beraz, «zer» eta «zertarako» galdetzeaz gain, «noiz» bati erreparatzen badiogu faxismoa ulertzeko, gerren arteko aro nahaspilatsu bat ikusiko dugu. Garai horietatik at zaila da faxismoa ulertzea, eta ez bakarrik garai horrek burgesien erantzun bortitz bat errazten zuelako, baizik eta, horretaz gain, orduko joera estetiko eta kulturalek (abangoardiek adibidez, zeintzuek faxismoaren osagai garrantzitsuak ziren bitalismoa eta boluntarismoa bultzatu zituzten, modernitatearekiko «ezkortasun» bat bultzatzeaz gain) garai hartako eskuinean eragin zutelako: modernitate liberalak pott egin bazuen, modernitate alternatibo bat bilatzeko beharra topatu zuen eskuinak eta hark ezberdindu zuen, akaso, eskuin tradizionalistarengandik, zeinak modernitate oro errefusatzen zuen, bai eta eskuin autoritarioarengandik ere, zeinak ez zuen modernitate alternatibo bat asmatu nahi[8].
Beste ikuspuntu bat ere badugu, «norekin» galderari erantzuten diona. Hau da, faxismoaren eta Estatuaren nahiz haren instituzio kontserbadoreen (Armada, Eliza, prebisio-instituzioak, Polizia, ekintza korporatiboko instituzioak) arteko harremana nolakoa izan zen azaltzen duena. Harreman hori faxismoaren Estatuarekiko izaera bikoitzak moldatutakoa da: alde batetik, Estatuaren defendatzailerik bortitzena –gogora dezagun 1921ean Italian faxistak nabarmendu zirela sozialisten kontrako bortizkerian, jabetza pribatuaren defentsan–, beste alde batetik, intsurrekzionala; alde batetik, «gordetzailea» eta, bestetik, «eraldatzailea»; aldi berean modernitatearen kontrakoa (XIX. mende «dekadentearen» kontrakoa) baina, bestetik, modernoa, iraganeko loriak etorkizunean proiektatu nahi zituen mugimendua. Roger Griffinen arabera, «nazio palingenesian» –birsortzean edo berriz hastean, ez berrezartze hutsean– zutarritzen da faxismoa, hau da, ultranazionalismoa, mobilizazio populista eta nazioaren birfundatzea nahasiko lituzkeen proiektu politiko bat izango litzateke; Estatua tresna bezala duena, baina, aldi berean, konkistatu beharra daukana. Hau da, faxismoa Estatuaren defendatzaile eta «birfundatzaile» dugu aldi berean, Estatuak eta «nazioak» bat egiten dutelarik. Eta elitista (elite berri bat fundatu nahi du) eta antielitista (elite soziopolitiko zaharrak uzkaili edo azpiratu, historikoki gehiago azpiratu uzkaili baino, nahi ditu) dugu aldi berean. Beraz, faxismoarentzat Estatua harrapakin konkistagai eta gotorleku dugu, Estatuaren instituzioak «defendatu» egiten ditu proletarioarengandik, baina masa berri baten –masa nazionalen– toki bilakatu nahi ditu. Horrek eramaten du aldi berean intsurrekzional eta kontserbadore izatera. Faxismoaren «norekin» galderaren erantzuna «Estatuarekin» –Estatuaren instituzio eta eliteekin– izan daiteke, baina ez «horrekin bat».
Roger Griffinen arabera, «nazio palingenesian» –birsortzean edo berriz hastean, ez berrezartze hutsean– zutarritzen da faxismoa, hau da, ultranazionalismoa, mobilizazio populista eta nazioaren birfundatzea nahasiko lituzkeen proiektu politiko bat izango litzateke
Esan bezala, faxismoa anbiguetatez blai dagoen ideologia bat da. Are gehiago kasu batzuetan, beste ideologia batzuekin nahastuta boterera iristen bada, Espainian kasu[9]. Erregimen frankistaren izaeraren, eta batez ere faxismoarekiko harremanen (harreman ez soilik «materialak» edo «fisikoak», hau da, potentzia faxistekin izandako harremanak; baizik eta ideologikoak edo filosofikoak ere bai, faxismoarekiko ideologia gisa izandakoak) soka luzea du historiagileen artean, eta ez soilik Espainiako Estatuan, baizik eta nazioartean ere bai. Frankismoa faxista zela ukatzeko zein baieztatzeko hainbat arrazoi ezarri izan dira eta, kasu batzuetan, eztabaida politikoarekin nahastu izan dira; adibidez, alde batetik, batez ere argitalpen dibulgatiboetan, frankismoa faxismo gisa identifikatu izan da horren izaera «benetan ankerra» salatzeko, eta, beste batetik, batzuek ukatu egin dute horren ezaugarri-multzo faxista, onargarriago egin ahal izateko. Horren kasurik nabarmenena Juan Jose Linz akademikoa izan zen. Linz izan zen frankismoa «autoritariotzat, baina ez totalitariotzat» jo zuen lehenengoetakoa. Linz Amerikako Estatu Batuetan karrera egin zuen ikerlari bat izan zen, Manuel Fragaren hurbilekoa zena. Gerra Hotzean, AEBen joera geopolitikoarekin, zeinak AEBen aliatu ziren diktadura militar «autoritarioen» eta «diktadura komunista totalitarioen» arteko bereizketa bat ezartzen zuen, bat zetorren[10]. Linzen eskeman, frankismoaren izaera totalitarioa ukatzeko, erregimen hori indar batek soilik ez, baizik eta eskuineko indarren koalizio batek osatu izana gakoa da; bere ustez, frankismoa «aniztasun mugatu» batek osatzen zuen, beraz, ezin zatekeen erregimen totalitario bat izan.
Hala ere, Linzez gain, beste zenbaitek ere ñabartu dute frankismoaren eta faxismoaren arteko harremana. Horietako bat izan zen Javier Tusell. Haren arabera, frankismoan hainbat indar ezberdin osagarriak izateak dakar frankismoa faxista gisa definitzeko zailtasuna[11]. Bestetik, Glicerio Sanchez Reciok ere Linzi kritika egin zion; bere ustez frankismoa «koalizio atzerakoi» batek sortu zuen, Linzen «aniztasun mugatua» baino termino zuzenagoa delakoan. Sanchez Reciok Linzi kritika egokiak egiten dizkio; adibidez, frankismoaren tokiko boterea ikertuta, talde ezberdinen arteko borrokak eta korrelazioa aztertu zituen, «aniztasuna» bestetik eman gabe. Bestetik, Sanchez Reciok dioenez, erregimenaren pluraltasuna gehiago da «jatorrizkoa» erregimenaren garaian egin zutenagatik baino, hau da, horrek ez du esan nahi erregimenaren baitan hainbat «fakzio antolatu» zeudenik, nahiz eta jatorrian aniztasun moduko bat existitu[12]. Azkenik, Roger Griffinen arabera, erregimen frankista «parafaxismo» bat izan zen; izan ere, haren arabera, frankismoak faxismoa «erabili» egin zuen, modu faxistak erabili zituen, baina nukleoa ez zen faxista, ez zuen «nazioa birfundatu nahi», ez zen «nazionalismo palingenetiko» bat[13]. Griffinen teoria, zeinak faxismoa eta bestelako elementu atzerakoien ezkontza dakarren, interesagarria da; hala ere, gero ikusiko dugun moduan, asko ñabartu daiteke.
Bai Linzek bai Tusellek frankismoa «zer» zelako ukatzen zuten faxista zenik. Hala ere, beste batzuen arabera, frankismoaren azken hamarkadetan izan zen biraketa kanpoko faktoreen araberakoa izan zen, ez erregimenaren proiektua. Beraz, frankismoaren «zer» hori hasierako hamarkadetan bilatu behar dugu, hau da, bere berezko proiektua modurik «garbienean» azaldu zezakeenean. Frankismoaren izaera faxista edo elementu faxistek gorpuztu zuten norabide edo fakzioa nagusi izan zen frankismoaren lehen etapa horretan. Ez dago zalantzarik kasu horretan: ideologia faxista bere egiten zuen alderdi bakarreko diktadura ezarri zuen, erregimen korporatibista ezarri zuen langile erakunde sindikalak deseginez, liderrari kultua ezarri zuen, masen mobilizazio liturgiko-politikoa gauzatu zuen, eta abar. Ikuskera horrekin bat egiten dute, adibidez, Manuel Tuñon de Larak eta Josep Fontanak[14]. Julian Casanovak, bestalde, jada aipatu dugun eta aipatuko dugun beste alderdi bati egiten zion erreferentzia: frankismoan indar ezberdinek hartu zuten parte, baina horrek ez du ezeztatzen diktadura faxista bat zenik, erregimen faxista «puruek» ere euren koalizio faseak izan zituzten eta[15].
Baina, beste alde batetik, kontuan izan behar dira beste faktore batzuk ere. Europan erregimen frankista izan zen, Portugalekoarekin batera, halako tankerako erregimenen artean luzaroen iraun zuena. Horrek esan nahi du «faxismoaren garaiaz kanpo» irautea lortu zuela. Nolatan? Mendebalde antikomunistaren maniobra oportunistatzat jo dezakegu, eta zilegi da, baina hori gertatu zen erregimen horrek «testuinguru ez faxista» batean tokia egiteko elementuak izan zituelako, baita egokitzapena egiteko elementuak zituelako ere.
Europan erregimen frankista izan zen, Portugalekoarekin batera, halako tankerako erregimenen artean luzaroen iraun zuena. Horrek esan nahi du «faxismoaren garaiaz kanpo» irautea lortu zuela. Nolatan? Mendebalde antikomunistaren maniobra oportunistatzat jo dezakegu
«Zertarako» horri erreparatzen badiogu, frankismoa, behintzat haren genesia, faxismoaren kategoriaren barruan sartuko litzateke dudarik gabe: burgesiaren indarrezko –eta, hein batean, baita masazko izaeraduna ere, han izan baitziren estatu kolpearekin bat egin zuten herritarrak– konponbidea izan zen «arrisku iraultzailearen» aurrean. Nikos Poulantzasen eskemaren arabera[16], frankismoa arrisku iraultzailea geratzeko ezarritako burgesiaren indarrezko proiektua izan zen. Esan bezala, «zertarako» hori kontuan hartuz gero, erregimen frankista faxismoaren oso antzekoa izan zen dudarik gabe –eta boterea hartzeko momentuan, gainera, Italiakoa eta Alemaniakoa baino askoz ere odoltsuagoa–.
Hala ere, horrek badu arazo bat; hain zuzen, faxismoa «zertarako» huts bat baldin bada, «nork» delako hori zokoratzea, hau da, faxismoa bera autonomia historikorik gabeko zerbait bailitzan hartzea. Horrekin jarraituta, «zertarako» hutsean geratzearekin, hau da, faxismoaren subjektua ezabatzearekin, faxismoaren eta erregimen burges ez-faxista errepresibo baten arteko ezberdintasuna ezabatuko genuke[17]. Nork ezarri behar zuen faxismoa Espainian? Zenbait ikerlarirentzat, baita dibulgazioan aritzen diren zenbait publizistarentzat ere, frankismoa «faxismo» modura baztertzeko arrazoi nagusia da erregimenean zegoen alderdi faxista ofiziala, hau da, Falange Española, berez oso ahula zela. Izan ere, alderdi horrek 1936ko otsaileko hauteskundeetan ez zuen diputatu bat bera ere lortu (Europako bi alderdi faxista paradigmatikoenak, Italiakoa eta Alemaniakoa, masa alderdiak izan ziren boterera itzuli aurretik; eta beste toki batzuetan, adibidez Errumanian eta Hungarian, masa alderdi faxistak ere bazeuden). Botere alderdi (eta masa-alderdi) bihurtu baldin bazen, kasta militarraren ordezkari nagusiak (diktadoreak) bere «besoetako alderdi» –hau da, autonomia kenduta– bihurtu zuelako gertatu zen, eta mendeko posizio hori ez zuen sekula gaindituko.
Hori guztia, egia izanagatik ere, historiaren parte bat besterik ez da. Izan ere, ez du azaltzen zergatik eraiki zuen «kasta militar» horrek (behintzat lehenengo hamarkadan) faxismoaren hain antzekoa zen erregimen bat; hau da, zergatik aukeratu zuen faxismoa helburu gisa. Arrazoi bat izan zitekeen Francori gerran lagundu zioten erregimenak faxistak izatea eta, horregatik (ez hainbeste presioagatik, baizik eta «eredu gisa hartzeagatik»), frankistek edota estatu kolpea egin zuten militarrek erregimen horiek imitatu nahi izatea. Izan zitekeen, bestalde, garai hartan Europan, eskuineko iritzi publikoaren artean, faxismoa izatea «erreferentziazko ideologia». Horrela, 1930eko hamarkadan, estatu burges askok utzi zioten demokratikoak izateari edo demokraziaren mozorroa erabiltzeari. Baina bi faktore horiek, berez, ez dira nahikoa Espainia barruko indar politiko, sozial eta ekonomikoek euren proiektuaren gauzapen gisa faxismoa –esan bezala, behintzat lehen hamarkadetan– edo «faxismoan inspiratutako zerbait» haiena egin izana azaltzeko. Faxistak hain ahulak baldin baziren, zergatik ez zuten diktadura autoritario konbentzional bat ezarri militarrek? Zergatik bihurtu zen Falangea Francoren «haur besoetakoa», autonomia murritzekoa baina hain boteretsua?
Erantzunetako honakoa izan daiteke: berez, faxistak ez ziren beste indar eskuindarrak (CEDA edo eskuin katolikoa; Renovacion Española edo eskuin monarkikoa; eta karlismoa edo eskuin tradizionalista) «faxismoak kutsatu» zituen 1930eko hamarkadan. Hau da, faxismoaren fenomenoa jada ez zen «lehen orduko faxisten kontu bat» soilik. Faxismoa erreferentzia bat zen, baina ez soilik Europako erreferentzia edo Europari begira so egitekoa, baizik eta baita «etxe barruko» erreferentzia ere. Hau da, erregimena nahiz erregimena sostengatu zuen eskuina faxistatu edo faxistizatu (hau da, «faxistizazio» edo «faxistatze» prozesu bat eduki) egin ziren. Kontzeptu horrek, gainera, Ismael Saz irakasleak dioen moduan, beste abantaila bat ere badu: faxistizazioaren subjektuak ez lirateke soilik «lehen orduko» faxista historikoak izango, hau da, bestelako eskuina ere izango litzateke subjektu. Hots, erregimen frankistaren barruan, lehen etapan, ezaugarri faxisten nagusitzea ulertzeko ez da beharrezkoa Falange indartsu eta autonomo bat historikoki aintzatestea; beste indarrak ere izan zitezkeen prozesu horren subjektu[18]. Hau da, lehen aipatu dugun Roger Griffinen teoria (eskuin autoritario ez faxistak «forma faxistak» hartzen dituela uste zuena) gainditzen du; izan ere, bien arteko harremana aldebakarrekoa izan ordez–batzuek besteak, faxistek eskuindar «klasikoak», erabiltzea, kasu–, elkarrekiko eraginean ezartzen du. Bestetik, kontzeptu horren bidez, posible da garaiari eta kanpo eta barne faktoreen kodeterminazioari ateak zabaltzea ere; hau da, garai hartako testuinguru politikoarekin bat egitea –Noltek eta Polanyik azaldu bezala–. Ismael Sazen arabera, kontuan izan behar dugu «faxistizazio» kontzeptua faxistek eurek zein komunistek erabiltzen zutela; adibidez, Dimitrovek esana zuen faxismoak boterea lortu aurretik «demokraziaren faxistizazio» fasetik iragan behar zela, eta «erregimen faxistatuez» hitz egiten zuten garaiko demokraziaren autoritarismoranzko joera salatzeko[19].
Dimitrovek esana zuen faxismoak boterea lortu aurretik «demokraziaren faxistizazio» fasetik iragan behar zela, eta «erregimen faxistatuez» hitz egiten zuten garaiko demokraziaren autoritarismoranzko joera salatzeko
Faxistizazioaren kontzeptu horrek nahikoa arrakasta izan du historiografian. Hala ere, horrek beste galdera batzuk zabaltzen ditu: zein mailakoa izan zen frankismoaren faxistizazioa? Nahikoa izan zen erregimen hau faxistatzat hartzeko? Nork eragin zuen faxistizazioa, militarrek eta haiek emandako estatu kolpeak, edo prozesu horretan zegoen aurretik eskuin «politikoak»?
Zenbaiten ustez, faxistizazioaren kontzeptu horrek erregimen faxisten aroan Espainiako eskuinarengan –bai ideologo ezberdinengan bai erregimenarengan– izan duen eragina modu egokian azaltzen du[20]; hain zuzen ere, «prozesu» gisa –joan-etorrikoa, mailakatua, indar korrelazioaren araberako tirabira bat aurkezten duena[21]– ulertzera ematen du, frankismoaren moldatzeko gaitasuna bi norabideetan –alderdi faxista hegemonikorik gabeko faxismorantz, zein faxismo gradu handiago batetik abiatuta kontrako norabidean– ulertzera eman dezake eta.
Ikerlari batzuen arabera, Espainiako faxismoa, nahiz eta Italiakoaren edo Alemaniakoaren mailara ez heldu, faxismoen multzoan sartuko litzateke[22]. Hala ere, beste ikerlari batzuen arabera, Barrington Moore-n arabera, adibidez, faxistizatzearen kontzeptuak dakarren arrisku bat da ezaugarri faxistaren bat duen erregimen oro «faxistatzat» hartzea, Karl Polanyiren ikuskerari egin dakiokeen kritika gogorarazten digu honek[23]. Bestetik, Joan Maria Thomàs bezalako ikerlariek erregimenaren barne faxistizazio maila kanpo-testuinguruari lotuta dagoela ere esaten dute; faxismoak II. Mundu Gerra galdu ostean Espainian, iraun zuen tokian, proiektu faxista betetzea edo norabide horretan aurrera egitea oso zail ikusten zuen[24]. Ismael Sazek, gainera, kontuan izanda faxistak Espainian nahiko ahulak zirela, faxistizatze horrek faxismo hutsa izaten bukatu zuela ukatzen du (II. Mundu Gerraren osteko eboluzioa, barne-trauma handirik gabekoa, lekuko). Egia baldin bada ere erregimen faxista «puruak» –Italian eta Alemanian– ere koalizioak izan zirela, eta horrek ezeztatu egiten badu ere frankismoa erregimen faxista bat zela ukatzeko «eskuineko koalizio bat» zela nabarmentzen duen argudioa –Linzen eskolarena–, egia da frankismoan presente egon ziren elementu ez-faxisten edo a-faxisten presentziak erregimenaren eboluzioa lagundu zutela, sektore «faxistizatu» horientzat faxismoa baliagarria ez zenean horren indarra, «kanpotik zetorkion» indarra, murrizteko gai izan baitziren[25].
Hau azalduta, Espainian eskuinak estatu kolpea eman aurretik izan zuen faxistizazio prozesua azaldu beharrean gaude.
ESKUINAREN FAXISTATZEA 1934 ETA 1936 ARTEAN
Egia baldin bada ere eskuinaren sektore sozial handiek ez zutela sekula Errepublika bere horretan onartu, kontrako jarrerak are indartsuago egin ziren 1934. urtearen ostean. Hau da, handik aurrera, eskuinaren barruan erregimen demokratiko-burgesarekin jarraitzearen aldeko ahotsak erabat minoritarioak bihurtu ziren. Momentu horretatik aurrera, Espainiako eskuinak erregimen autoritario baterako bidea egin nahi zuen. Noski, horrek ez du esan nahi erabateko adostasuna zegoenik euren artean ez eta «erregimen autoritario» kontzeptuarekin denek gauza bera ulertzen zutenik ere –beraz, horrek ez du esan nahi helburu berdina zutenik, edo erregimen autoritario hori gauza berdinetarako behar zutenik-; hau da, nekez esan daiteke 1936an Espainiako eskuindarren artean 40 urteko diktadura militarra gehiengoaren programa zenik. Baina bai esan dezakegu erregimen burges-demokratikoak eta hura ordezkatzen zuen Errepublikak ez zutela inolako itzalik jada eskuineko sektorean, ez ideologikoki, ez metodologikoki. Ideologikoki diot, eskuindar gehienek demokraziari eta liberalismoari uko egin zietelako. Eta metodologikoki diot, «ordenaren zale errepublikanoak», «konstituzionalistak» eta beste batzuen artean Mola buru zuten militarren taldeak edo Lerrouxen jarraitzaileak, hauteskundeez harago, indarra erabiltzeko prest zeudelako Fronte Popularra gobernutik botatzeko eta «ordena konstituzionala berresteko» (1936ko otsailetik uztailera bitartean giroan egon zen bortizkerian eta «ordena faltan» eskuin kolpistak izan zuen ardura ez zen txikia izan).
Nagusiki, eskuinaren bi instituzio handiek egin zuten bat kolpe militarra legitimatzeko: Elizak eta Armadak. Bi instituzio horiek izan ziren eskuin soziologikoa gehien ordezkatu zutenak, eta eskuinak horiek zituen Espainiaren zutarritzat. Nahiz eta kolpea prestatzeko asmoetan Elizak ez zuen ia parte hartu, egia da eginkizun garrantzitsua bete zuela kolpistak legitimatzerakoan, eta are gehiago, Errepublika garaian erregimen demokratikoari zilegitasuna kentzean. Elizako goiburuek, adibidez Toledoko artzapezpiku Pedro Segurak edota haren ondorengo Isidro Gomak, konponbide bortitzak legitimatu zituzten, eta zilegitasuna kendu zioten Errepublikari; ez soilik «egitez», baizik eta «jatorriz» ere bai. Garai hartan, Elizaren barruan Aniceto Castro Albarran bezalako teologoen Derecho a la rebeldía (Matxinatzeko eskubidea) bezalako lanek arrakasta handia izan zuten, zeintzuek argi eta garbi jotzen zuten estatu kolpera.
Militarren auzia bi ikuspuntutatik uler genezake. Kontuan izan behar dugu, hainbat arrazoi zirela-eta, militar gorenek ez zutela Fronte Popularraren gobernua batere maite. Hala ere, horretarako bi arrazoi aurki genitzake: alde batetik, militar monarkiko zaharren presentzia eta, bestetik, militarrek beti uste izan zutela Espainiako politikan esku hartzeko eskubidea zutela. 1808tik 1936ra bitartean, 60-70 estatu kolpe edo estatu kolpe saiakera izan ziren Espainian[26]. Hau da, militarren artean bazegoen «politikan parte hartzeko» nolabaiteko tradizio bat, eta hain zuzen ere, indartu egin zen tradizio hori Miguel Primo de Riveraren garaian. Gainera, 1931 eta 1933 urteen artean Azañaren gobernuak martxan jarritako erreformek ahuldu egin zituen militarren zenbait zirkulu politiko (adibidez, 1917an sortutako Defentsa Batzorde Militarrak). Militar kontserbadore askok (baita errepublikanoek ere) barneratu egin zuten ezkerrarekiko mesfidantza. Kontuan izan behar da 1934an boterea hartu zuen eskuineko koalizioak, batez ere Gil Robles gerra ministro zuenak, Armadaren goi-postuetan militar kontserbadoreak goratzeari ekin ziola, Armadaren eta gobernuaren arteko eragin-sareetan eskuineko gotorleku bat eratuz. Eta kontuan izan behar dugu, bestalde, 1934ko iraultza zapaldu zuena, batez ere, Armada izan zela. Horrek armadafilia handia sortu zuen Espainiako eskuinean, adibidez, Calvo Sotelok esan zuen moduan, «Armada ez da Aberriaren beso bat, Aberriaren bizkarrezurra da».
Kontuan izan behar dugu, bestalde, 1934ko iraultza zapaldu zuena, batez ere, Armada izan zela. Horrek armadafilia handia sortu zuen Espainiako eskuinean, adibidez, Calvo Sotelok esan zuen moduan, «Armada ez da Aberriaren beso bat, Aberriaren bizkarrezurra da»
Hala ere, Armadaren esku-hartzeak ez du berez faxismoa esan nahi; ez da «nahikoa baldintza» faxismoa ezar dadin. Nola gertatu zen gainontzeko indarren faxistatzea? Eskuineko beste indarrek nolabaiteko faxistizazio prozesu bat bizi izan zuten, polarizazio sozialak aurrera egin ahala. Kontuan izan behar da polarizazio horrek bi ondorio izan zituela eskuindarrengan: alde batetik, erradikalizatu egin zituen, eta beste alde batetik, euren arteko batasunerako bidea ireki zuen; atomizaziotik batasunerako bidea egin zuten.
1933ko urrian sortu zen Falange Española alderdi berria, eta horrek sekulako garrantzia izan zuen gainontzeko indar eskuindarren eboluzioan. Alderdi hori Espainiako alderdi faxista huts bakarra izan baldin bazen ere, ez zen izan faxismoari begi onez begiratu zion bakarra. Eskuin monarkikoaren esparruan zatiketa bat izan zen 1932 eta 1933 artean –CEDA eta Renovacion Española–, eta Falangeren posizioetara hurbildu zen Renovacion Española monarkikoen alderdia. Kontuan izan behar da, kasu horretan, nahiko ohikoa izan zela alderdi batetik bestera mugitzea; izan ere, Renovacion Españolako –berez monarkiaren inguruko oligarkak bitzen zituen alderdia– kide askok ekin zioten alderdi berria finantzatzeari.
Alderdi hori, «eskuin monarkikoa», Espainiako Estatu liberalaren –1876ko erregimenaren– tradiziotik zetorren alderdi monarkiko «alfontsotarra» zen berez. 1931ko Errepublikaren aurrean oso posizio gogorrak hartu zituen. Elite sozioekonomikoko kideek osatutako alderdi bat izanda, ez zeukan Falangek edo Europako gainontzeko alderdi faxistek zeukaten mobilizazio gaitasuna. Hala ere, beste zenbait kontutan haiengandik hurbil zegoen; batez ere, «Aberriaren» sakralizazioan, Aberri hori barne «etsaietatik» (sozialismoa, iraultza, separatismoa nahiz «demokrazia») libratzeko nahian, ekonomia korporatiboaren defentsan eta biolentziaren erabileran –hala ere, Falangek ez bezala, Renovacion Españolak ez zuen kale-bortizkeriaren alde egiten, bazik eta zuzenean militarren, hau da, «elitearen indarrezko kolpea» bilatzen zuen, ez «intsurrekzioa»–. Kontuan izan behar dugu Renovacion Española (eta ez Falange) izan zela 1936ko kolpea baino lehenagoko hilabeteetan Italiarekin harremanak izan zituen alderdia. Alderdi horretako buru Jose Calvo Sotelok «faxistatzat» jo zuen bere burua 1936an; Espainiako kontserbadoreen faxistizazio prozesua zenbaterainokoa izan zen azaltzen du horrek. Zenbait egileren arabera, Renovacion Española da Francoren erregimenaren berrogei urteko iraupena ondoen laburbiltzen duen eskuin aurrefrankistako sektorea.
Bi ziren alderdi horren eta CEDAren, «eskuin katolikoaren», arteko ezberdintasun nagusiak. Jose Maria Gil Roblesen CEDA alderdia, Eliza Katolikoaren inguruko taldeetatik sortutakoa, masa alderdi bat zen, Renovacion ez bezala. Bestetik, hasieran, Renovacion Españolak ez bezala, sistema «katoliko eta korporatiboa» Errepublikaren formen barruan gauzatzea ere posible zela uste zuen –Renovacionen arabera, monarkia ez beste sistemak ez ziren zilegi–. Hasieran nolabaiteko erretolika demokratikoa onartzen baldin bazuten ere, pixkanaka, Errepublikaren eta demokraziaren kontrako bideetatik joan ziren. CEDAk ere bere faxistizazio prozesua izan zuen, batez ere 1933 eta 1934 artean «estatu berria» –katolikoa eta korporatiboa– izango zena defendatzen hasi zenetik, zeina demokraziaren «igualitarismoaren» kontra agertuko zen. Kontuan izan behar dugu CEDAren gazterietako burua, Ramon Serrano Suñer, Falangera igaro zela 1936an, eta Francoren erregimeneko ministro izan zela gero. CEDAk, nahiz eta oso mesfidatia zen faxismoaren erabateko totalitarismoarekiko eta estatulatriarekiko, 1934tik aurrera bere egin zuen Austriako eredua (non erregimen demokratiko batetik erregimen faxista bat izatera igaro ziren, Döllfuss lehen ministroarekin), bere «Estatu korporatiborako bidea» erakutsiz.
Gainera, eskuin tradizionalista edo karlistak ditugu. Kontuan izan behar dugu alderdi horrek, CEDAk eta Renovacionek ez bezala, bazuela masa bortizkeriaren dinamikan aritzeko tradizio bat. 1931tik aurrera, erreketeak antolatzeari ekin zion bere milizia propioak, baina 1934an indartu zen; Mussoliniren agenteek Italian entrenatuta itzuli ziren hainbat. Nahiz eta beren lurralde ezarpena mugatua izan, esku hartzeko dagoeneko prest zegoen milizia bat izanda eta zenbait tokitan estatu errepublikanoari «indarraren monopolioa» borrokatzeko gai izanda, oso talde erakargarria zen 1936ko kolpea prestatzen ari zirenentzat.
Azkenik, ezin dugu ahaztu aurretik soziologikoki indartsua izandako talde bat: Alejandro Lerroux-en Alderdi Erradikala. Alderdi hori indartsu atera zen 1931ko eta 1933ko hauteskundeetatik, eta horien ostean, CEDArekin gobernua osatu zuen. Beren lider Lerrouxen ustelkeria zela-eta 1936ko hauteskundeetan alderdia hustuta agertu arren, eskuin politikoarekin egin zuen aliantza antisozialistak ekarri zuen sektore handi bat eskuin soziologikora igarotzea. Talde horrek ordezkatzen zuen «errepublikano ordenazaleen» sektoreak, oro har, estatu kolpea babestu zuen.
1936an, inor gutxi zegoen eskuinean demokrazia onesteko prest. Gainera, kontuan izan behar da dinamika mobilizatzaile berriek handitu egin zutela faxismoaren sona eta erakargarritasuna.
1936an, inor gutxi zegoen eskuinean demokrazia onesteko prest. Gainera, kontuan izan behar da dinamika mobilizatzaile berriek handitu egin zutela faxismoaren sona eta erakargarritasuna
KOLPE MILITAR KLASIKO BATETIK ALDERDI BAKARRERANTZ
Frankismoaren elementurik bereizgarrienetakoa izan zen errepresioa, bai gerran zehar bai gerraosteko urteetan. Errepresioak, etsaia «diziplinatzeaz» gain, beste ondorio bat izan zuen: fidelizazioa, hau da, «aldeko komunitatea» trinkotzea, aldekoak eta etsaiak banatuta, eta aldekoen artean ere gutxieneko batzuen inguruan adostasun hori gotortzea, hau da, «komunitatea» egitea, Estatua egitea. Hala ere, espazio kontuak medio, ezin dugu errepresio frankistan sakondu (historiagileen arabera, 150.000 eta 200.000 hildako artean eragin zituen, gerra zibila zein gerraoste berehalakoa kontuan hartuta), artikulu honen helburua beste bat baita. Hala ere, bi puntu aipatuko ditugu: errepresioa hasieratik izan zen kontrakoa txikitzeko nahiz Errepublika ezabatzeko eta eskuindarren arteko elkartasuna bultzatzeko balio izan zuen mekanismo bat, beste modu batera esanda «aldeko taldea» trinkotzeko.
Hori esanda, momentu honetan, beste auzi bat interesatzen zaigu: alderdi bakarrak eta «eskuindarren batasunak» faxistizazioa erraztu zuen edo ez. Esan bezala, estatu kolpea eman zuten indarrak, euren arrazoi, mentalitate nahiz helburuei zegokienez, Fronte Popularrarekiko kontrakotasunak batutako «aniztasunetik» (hein batean) abiatzen ziren. «Aniztasun» horretan falangistak ez ziren indartsuenak; euren liderra errepublikanoek zuten atxilotuta (1936ko azaroaren 20an exekutatu zuten) eta euren indarrak erabat sakabanatuta zeuden. Nola bihurtu ziren edo bihurtu zuten erregimen berriaren bizkarrezur?
Eztabaidaezina da erregimen berriaren nukleoa ez zela alderdi faxista izan, militar konspiratzaileen taldea baizik. Horiek, oro har, teorizazio gutxiko eta instintu kontserbadore handiko gizonak ziren, ideia kontserbadore tipikoei lotutakoak: monarkia, jabetza pribatua, erlijioa, ordena. Hasieran, gehienak ez ziren falangistak –Yagüe bezalako kasuren bat kenduta–, ez eta karlistak –Varela eta agian Sanjurjo kenduta, azken hau kolpea gertatu eta egun gutxira, hegazkin istripu baten ostean hil zen–. Are, errepublikano beterano batzuk zeuden euren artean –Emilio Mola, Queipo de Llano edo Cabanellas, hainbat kasutan kolpisten artean odoltsuenak izan zirenak–. Francisco Franco bera, erregimen faxista-antzeko horren burua, nukleo horren parte zen, ez alderdi faxistaren parte. Nola erkatu ziren bi faktoreak?
Eztabaidaezina da erregimen berriaren nukleoa ez zela alderdi faxista izan, militar konspiratzaileen taldea baizik. Horiek, oro har, teorizazio gutxiko eta instintu kontserbadore handiko gizonak ziren, ideia kontserbadore tipikoei lotutakoak: monarkia, jabetza pribatua, erlijioa, ordena
Lehenengo gauza, aginte bateratua lortzea izan zen. Hori kolpea eman eta hilabete batzuetara izan zen: 1936ko irailaren 30aren eta urriaren 1aren artean elkartu ziren militarrak. Horrekin batera, militarrak euren «Estatua» eraikitzen hasi ziren; alegia, «behin-behineko ordena» zena «ordena iraunkorra» bihurtzeko lehen pausoak ematen hasi ziren. Ordura arte errepresiora eta kargugabetzeetara, hau da, suntsitze lanera mugatu baziren, orain organo berriak eta botere bertikal berria sortuz, suntsitzea alde batera utzi gabe, euren eraikitze lanari –Estatu totalitario berria eta horren legeak– ekin zioten. Beste alde batetik, altxatuen nukleoetako tokiko botereen gainetik, militarrak bakarrik izan ziren botere bilera horretan, eta datu hori kontutan hartzekoa da. Bilera horretan hartu zuten erabaki garrantzitsu bat militarren buru zein izango litzatekeen aukeratzea izan zen, hau da, gerora diktadorea izango zena: Francisco Franco Bahamonde. Hark kolpisten agintari nagusi izateko zenbait faktore alde izan zituen: alde batetik, garai hartan ez zela oso zaharra, eta bestetik, jeneral kolpisten taldearen «gutxieneko multiplo amankomuna» ziren ideiak ordezkatzen zituela (kontserbadorea, gehiago aritzen zena instintuz ideologia landu baten emaitza bezala baino, monarkikoa baina ez hainbeste, baizik eta kontserbadore gehienen «beharrezko bidesari» moduan, ez zen ez falangista, ez zen karlista eta ez zen «ordenako errepublikanoa» Mola edo Queipo de Llano moduan) eta garaipen militar batzuk lortu berri zituela, Andaluziatik Madrilgo hegoaldera eraman baitzuen Armada kolpista. Gainera, berekin harremanetan jarri ziren alemaniarrek Espainiari laguntza ematea erabaki zutenean (1936ko uztailean, ez lehenago Italiak egin moduan), alemaniarren laguntza zuten bere erregimentu eta dibisioek (tartean, Condor Legio anfibioarena). Beraz, lehen pauso horren bidez, militarrek, alde batetik, euren botere-nukleoa sendotu zuten eta botere bertikal bat ezarri zuten, eta beste alde batetik, diktadura pertsonalerako lehen urratsa egin zuten.
Beste arazo bat izan zen talde politiko intsurgenteen neutralizatzea. Talde horien kasuan –karlistak eta batez ere falangistak, II. Errepublikaren garaian eskuinaren barruan ahulenak izan zirenak–, gerra zibila bezalako dinamika batean, euren izaera bortitz eta mobilizatzailea zela-eta, indarrezko posizio batean geratu ziren eskuineko beste indarrekiko, eta nolabait, militarrekiko balantza bat osatzeko aukera izan zuten. Normalean uste denaren kontra, prozesu hori ez zen 1937an hasi «beharrezko bateratzearekin», baizik eta hilabete batzuk lehenago, 1936 bukaeran. Abenduaren 25ean izan zen «milizien militarizazioa»; hau da, zenbait alderditako miliziak Armadaren eta horko agintarien menpe jartzeko prozesua; alegia, haien autonomia galtzea. Horrek eredu faxista klasikoekiko distortsio bat sortu zuen, horietan «alderdiak gaina hartzen baitzion Estatuari»; kasu horretan, baina, alderantziz gertatzen ari zen. Baina, paradoxikoki, 1936ko abenduan, kaltetu nagusiak karlistak izan ziren. Hain zuzen ere, zenbait tokitan, batez ere Euskal Herriko zonalde konkistatuetan, zeuzkaten botere-guneak –Gerra Junta Karlisten bidez eratutako botere paraleloa– deseginda geratu ziren, eta beren lider Manuel Fal Conde Portugalera kanporatu zuten. Hala ere, Armadak lehen pausoa eman zuen botere politiko absolutua finkatzeko (eta tartean, Armadako buruaren, Francoren, boterea finkatzeko). Beste alde batetik, alderdi faxistaren autonomia erabat mugatu zuten; beren miliziak desegin ez bazituzten ere, Armadaren menpe geratu ziren, hau da, Italian eta Alemanian gertatu zenaren kontrakoa gertatu zen (han alderditik edo haren milizietatik zetozen koadroek agindu zuten Armadaren hierarkiaren gainetik). Hori izan zen Falange gibeleratzeko lehen pausoa, hark protesta egin gabe gertatu zena. Bigarren gauza, esan bezala, alderdi bakarra bateratzea izan zen. Bateratze hori Salamancan gertatu zen, 1937ko apirilean, eta Francok erabat kontrolatutako alderdi faxista-tradizionalista hibridoa izan zen emaitza: Falange Española Tradicionalista. Hala ere, puntu honetan, gaur egun batzuen zein besteen alde dauden kazetariek egiten duten errebisionismoaren aurrean, esan beharra dago alderdi horren batuketa ez zela soilik Francoren asmakuntza izan. Egia esan, Salamancara iristean, banatuta zegoen Falange. Baina ez hainbeste «batasunaren» inguruko aferarengatik, baizik eta hierarkiari lotutako kontuengatik (Primo de Rivera hil ostean, zenbaitek ez zuten onartzen Manuel Hedilla lider berria)[27]. Bi fakzioek –baita Manuel Hedilla orduko buruzagiarenak ere, gerora «disidente» bezala ezarritakoa– egoki ikusten zuten karlistekin bat egitea eta, are gehiago, biek Franco eta militarren esku-hartzea profitatu nahi izan zuten kontrakoak baztertzeko. Horri dagokionez, kontuan izan behar da bi alderdien barruan –baita eskuineko beste alderdien barruan ere– zeudela eskuindar guztiak indar bakar batean bateratzeko asmoak, beste arrazoi batzuen artean, guztiak zirelako euren ahuldade propioaren jakitun. 1937ko otsailean eta martxoan, falangisten eta karlisten arteko bilerak gertatu ziren militarrez aparte, baina porrot egin zuten –noski, biek nahi zuten bateratze hori beren menpekoa izatea–. FET-JONSen bateratzea Francoren garaipena izan zen, 1937ko apirilean egin zen moduan, hein batean, Francoren «inposaketa» izan baitzen. Dena den, dinamika hori ez zuen Francok asmatu ez eta martxan jarri.
Jokaldi horren beste zutarri bat izan ziren italiarrak, haien aholkulariak alderdi bateratu bat sortzea aholkatu baitzuten. Italiarrak izan ziren Francori «beharrizan» hori gehien ikusarazi ziotenak. Dena den, bitxia baldin bada ere, italiarrek Espainiarako proposatutako alderdi bakarra gehiago izan zen «autoritario-teknikoa», erabat doktrinatutakoa baino. Italiarrek beharrezkoagoa ikusten zuten geopolitika (euren interesak bermatuko zituen aldearen garaipena eta hori bermatuko zuten urratsak) politika bera (doktrina faxista) baino; gehiago axola zitzaien alderdi bateratua eta aginte sendoa, falangista muturrekoen araztasun doktrinala baino. Hau da, italiarrek, praktikan, Francoren alde eta «faxista puruen» kontra jokatu zuten auzi horretan; hala ere, euren «zilegitasun faxista» nahikoa izan zen Espainiako faxista asko konbentzitzeko.
Italiarrek Espainiarako proposatutako alderdi bakarra gehiago izan zen «autoritario-teknikoa», erabat doktrinatutakoa baino. Italiarrek beharrezkoagoa ikusten zuten geopolitika politika bera (doktrina faxista) baino
Hala ere, egia da momentu horretan Francok presa handia zuela alderdia bateratzeko. Zergatik? Momentu hartan, Madril laster hartuko zutela uste zutelako kolpista askok, eta nukleo militarrak arlo politikoa ondo itxita izan nahi zuelako hori gertatzen zenerako. Fakzioek gutxieneko autonomia bat baldin bazuten Madril kolpisten aldera pasatzen zenerako, orduan, ziurrenik, gobernu berria osatzeko, Francok haiek aintzat izan beharko zituen eta haiekin «ados» jarri beharko zuen. Aldez aurretik eta «adostasun» handirik gabe ixten bazuen alderdiaren bateratzearen kapitulua, ordea, botere bertikala bere menpe izango zuen. Bestalde, 1937ko otsail eta martxo inguruan, falangistek eta karlistek abiatutako elkarrizketak neutralizatu behar zituen: bateratzerik izango bazen, ez zen «autonomoa» izango.
Bateratze politikoa 1937ko apirilaren 18aren eta 22aren artean izan zen. Istilu batzuk izan ziren falangisten artean –ez falangisten eta karlisten artean–, eta Francok erabili egin zituen horiek, jakina, figura batzuk zokoratzeko eta beste batzuk indartzeko. Baina, egiaz, falangista guztiak ados zeuden Estatuaren menpeko indar bateratu handi bat sortzearekin, baita militarren laguntza bilatzearekin ere (bai beste alderdien aurka, bai Falangeren barneko arerioen aurka). Faxisten arteko barne-gatazka horrek ekarri zuen haiek militarren aurrean –are gehiago– ahultzea eta alderdi bateratu berriaren «autonomia» murriztea, baina ezer gutxi aldatu zen: bateratzea izan izango zen, eta horren urgentzia, batez ere, aurretik zetorren ahuldadeak ekarri zuen.
Apirilaren 18aren eta 19aren artean, falangisten kongresu batek Manuel Hedilla izendatu zuen buru berriro, hain zuzen ere, karlistekin bateratzea eman zedin. Hedilla bera Francorekin agertu zen FET-JONSen «Batasunaren hitzaldia» ematen. Hedilla «disidentearen» dimisioa –eta geroagoko atxiloketa– ez zen une horretan izan, lau egun beranduago baizik; apirilaren 22an. Eta ez zuen zerikusirik izan karlistekin bateratzearekin –ikusi dugun bezala, Hedilla izan zen bateratzearen alde gehien agertu zenetako bat– baizik eta alderdi berriaren zuzendaritza Francok aldebakarrez izendatzearekin, hots, alderdiaren autonomia osoa galtzearekin. Momentu horretara arte Francorekin agertu zen gizona, momentu horretan, hierarkia kasu bategatik lekutu zuten. Baina, ikusi dugun bezala, proiektuaren zutarriekin ados zegoen, bai bera bai falangista gehienak. Erregimen frankistan zehar, oso eroso kokatu ziren falangista gehienak Estatu berriaren aparatuan.
FET-JONS alderdi bakarra askotan «falangisten eta karlisten» arteko batasun bezala ulertu izan bada ere, kontuan izan behar dugu bi sektore horiek baino garrantzitsuagoa zen beste sektore bat egon bazegoela erregimenean (alderdi barruan zein alderditik kanpo, hau da, «aldeko ez mobilizatu» masa handi horretan; zeinak kargu politikoak, onura pertsonalak, segurtasuna eta abar lortu zituen erregimena zutarritzen laguntzearen truke). Eskuineko masa «ez lerrokatuaz» ari gara, hau da, fakzio konkretu batekin identifikatu gabe, erregimenarekin eta Guda Zibileko bando kolpistarekin identifikatzen zena –gehienetan, arrazoi ideologiko zehatz baten edo erregimenaren doktrina ofizialaren alde baino, «gorrien kontra», eta beraz, minimoen (jabetzak, erlijioa, «ordena») alde agertzen zena–. Gerra Zibilean eta Gerra Zibilak «sozializatutako» kontserbadore «arrunt» hori bihurtu zen erregimenaren zutarri sozialik handiena, bai FET-JONS alderditik kanpo, baina baita alderdiaren barruan ere, eta modu horretan, faxistizatze oso bat gertatzeko oztopo nagusia zen[28]. Egiatan, alderdi berri hori bi fenomeno paraleloren emaitza izan zen: faxismoak, ideia bezala (bai propagandari bai mobilizazioari dagokionez), Espainiako eskuina busti izanarena, baina baita, berez faxistak zirenen ahultasun politikoarena[29].
Praktikan, Francok falangisten eta karlisten arteko –bere menpeko– batasuna, gerora egin izan diren interpretazioak gorabehera, zarata handirik gabe egitea lortu zuen. Bai falangisten bai karlisten aldean, korronte horietako jarraitzaile askok –baita «lehen orduko historikoek» ere– kargu politiko garrantzitsuak lortu zituzten. Euren proiektu politikoa indartzen saiatu baziren ere, euren leialtasun nagusia erregimenarekiko eta haren «kaudilloarekiko» zen. Oro har, Francoren erregimenak funtzio bikoitza izan zuen faxistekiko (uler bedi, hasieratik «iraultza» faxista bat bilatzen ari zen jendearekiko): alde batetik, agintzeko aukera eman zien, euren alderdia masa-alderdi eta erregimen baten bizkarrezur bihurtu zuen eta faxistak goi-postuetara bultzatu zituen, batez ere lehen urteetan, propagandaren aparatuari dagokionez –beste era batera lortzea zail edo ezinezko izango zuten–. Baina, bestetik, euren autonomia politikoa desegin zuen: faxistizatze mailaren mugak militarrek jarriko zituzten, ez alderdi faxistak. Faxistek erregimen frankistan izan zuten papera menpekoa edo gibeleratutakoa izan zen, erregimen horren faxismoaren gradua gorabehera, erregimenaren nukleoa ez baitzuten faxistek osatu.
Faxistizatze mailaren mugak militarrek jarriko zituzten, ez alderdi faxistak. Faxistek erregimen frankistan izan zuten papera menpekoa edo gibeleratutakoa izan zen, erregimen horren faxismoaren gradua gorabehera, erregimenaren nukleoa ez baitzuten faxistek osatu
FRANCOREN ERREGIMENAREN OINARRI SOZIALAK ETA KLASE POLITIKA
Espazio faltagatik, nahiko zaila zaigu momentu honetan Francoren erregimenaren argazki oso bat ateratzea, batez ere erregimenaren aspekturik ilunena, hau da, errepresioa argitzeko. Kontuan izan behar da «bake garaietan», hau da, II. Mundu Gerrako biolentzia kenduta, erregimen hau izan zela, agian, Europako erregimenik biolentoena. Artikulu honetan, erregimenaren ideologia aztertuta, oinarri ideologikoak eta, gutxi gorabehera, oinarri ideologiko horiek ordezkatzen zituzten oinarri sozialen proiekzioa nolakoa izan zen aztertuko dugu.
Francoren erregimenaren garaipenaren ondoko politikak ikertzerakoan, historiografiak, batez ere, bi ildotatik jo izan du. Lehenik, Francoren garaiko eliteek zer nolako konposizio soziala hartu izan duten aztertu du, eta zein logikaren arabera igo izan diren boterera. Historiografiak erabiltzen dituen terminoen arabera, bi «garaipen logiken» arteko dialektika eman zen han, hau da, botere postuetara igotzeko bi «bide» ezberdin egon ziren, eta bide horien arteko teilakatze edo kontrajartzea izan zen. Alde batetik, frankismoak, erregimen kontserbadore gisa, Errepublikak arriskuan jarritako eliteen interesak ordezkatzen zituen, eta frankismoa elite horien «itzulera» moduan irakur daiteke. Horri «garaipen sozialaren logika» deitzen zitzaion; hau da, aurreko eliteek «beraiei zegokien tokia, Errepublikak erasandakoa, berreskuratzean» datzana. Baina, beste alde batetik, frankismoa Errepublikaren kontra altxatu ziren talde politiko matxinoen (eskuindarrak, baina matxinoak) garaipena ere bazen, hau da, talde politiko horien –eta talde horietako beteranoen– nagusigoa, frankismoaren liturgiak ordezkatzen zituen taldeen –falangisten eta karlisten– garaipena. Horri «garaipen politikoaren logika» deritzo, hau da, elite horien «igogailua» politikoa gerrako parte-hartzea edota erregimenak bere egindako egitura politikoetan parte hartzea izan zen. Aldi berean «berrezartzailea» eta «berritzailea» zen erregimen baten tentsioak ikusten ziren bertan. Bi aspektuak izan zituen frankismoak, bai ideologikoki bai boterearen konfigurazioari dagokionez. Horrek historiagileen arteko eztabaida sakona piztu du gaur egunera arte: frankismoaz ari garenean botere-konfigurazioaren aspektu bat ala bestea lehenestearen aldekoak topatzen ditugu, eta bestetik bi «igoera-dinamiken» arteko harremana eta elkar elikatzea modu ezberdinean deskribatzen dituztenak ere badaude. Hala ere, bi logika horien (eta bakoitzaren atzean zetzan talde sozialen) arteko kolaborazioak eta elkar elikatzeak frankismoaren minimoen inguruko aztarna bat ematen digu: Errepublikaren eta horrek ordezkatzen zuen ororen –demokrazia, arrazionaltasun politikoa, aurrerapen soziala eta Espainiaren barne aniztasuna (forma eta gradu ezberdinetan)– arbuioa eta 1936ko uztaileko estatu kolpearen abiapuntu-izaera.
Hala ere, halako eztabaiden existentziak gauza bat agerian uzten du: frankismoaren izaera bikoitza, «eskuin zaharraren» (elite zaharrak eta horiek proposatutako soluzio autoritarioak) eta «eskuin berriaren» (faxismoa) arteko koaliziotik sortua. Bakoitzak bere agenda propioa gerraren garaipenaren ostean proiektatu nahi izan zuen.
Beste alde batetik, erregimen frankistaren politika faktikoez, egitateez mintza gintezke; horrek frankismoaren klase izaera argitara ateratzen du. Frankismoaren politika erabatekoa izan zen goi-mailako sektoreen aldekoa. Lehen neurriekin, hain zuzen ere, «Fronte Popularraren zilegitasun falta» hartu zuten aitzakiatzat, hau da, gobernu horrek egindako erreformak bertan behera utzi zituzten; adibidez, garai horretan kontratatutako langileak kaleratu zituzten edo garai horietan sindikatuek lortutako igoerak bertan behera uzteko eskubidea eman zien erregimenak enpresariei. Baina are gogorragoa izan zen nekazaritzan gertatutakoa, 1938an sortutako Nekazal Berreskurapen Zerbitzuaren arabera, Errepublikak egindako erreformen bidez banatutako lurrak lehengo jabeei (lurjabe handiei) itzuli behar baitzitzaizkien. Praktikan 6,3 milioi hektarea itzularazi zituen «kontraerreforma» horrek[30].
Baina ez zen soilik Fronte Popularraren «erreformen desegitea» izan, baizik eta epe luzerako politika izan zen, hain zuzen ere, klase desoreka printzipioaz bultzatutakoa. Antonio Cazorla Sanchez irakasleak ondo deskribatu izan duen bezala, frankismoaren lehen urteetan atzerakada ekonomiko eta sozial handi batean bizi izan zen Espainia, bai beste herriekin alderatuta, bai klaseen arteko distantzia handitu zelako. 1945ean, Espainiako Estatuko langileen erosmen ahalmena 1935ekoaren erdia izan zen[31]. Kontuan izan behar da, 1944tik aurrera ateratako Lan Kontratuen Legearen arabera, Estatua zela (ekonomia adar bakoitzeko Sindikatu Bertikalen «aholkularitza» onartuta; sindikatu horiek enpresariek kontrolatzen zituzten) soldatak finkatu ahal zituen bakarra, eta soldaten igoerak beti egon ziren salneurrien igoeren azpitik. Lan-orduetan ere langileen kontrako neurriak hartu zituen erregimen frankistak: 1939an gobernu frankistak ofizialki luzatu zuen lan-astea, 48 ordukoa ezarri baitzuen 40 ordukoaren ordez. Hala ere, beharrezko ordu estrak kontuan izanda, langileek egunean hamar edo 11 ordu egin zitzaketen praktikan, 48 ordu horiek aise gaindituta[32]. Gainera, langile guztiek «liburuxka profesionala» izan behar zuten; horretan lan egin zuten enpresen zerrenda eta horien oharrak agertzen ziren, eta horrek zerrenda beltzak areagotzea errazten zuen.
Bestetik, atzerakada bat izan zen ekonomian ere. 1940ko hamarkadan, gosea eta elikadura lortzeko falta zirela-eta, «desindustrializatze» prozesu bat izan zen, horren adibide da nekazal populazioaren ehunekoa % 45etik % 55era igo izana[33]. Ekoizpenari dagokionez, 1929ko zifrak ez ziren 1950eko hamarkadara arte berreskuratu; Espainia izan zen orduan Europa osoan gutxien hazi zen herrialdea[34]. Frankisten arabera, «gerrak ekarritako suntsipenaren ondorio» izan zen hori, baina argudio hori ez da sostengatzen kontuan hartzen baldin badugu Europako herrialde gehienek suntsipen handiagoa jasan zutela II. Mundu Gudan. Jose Maria Lorenzo Espinosa historiagileak ere badio garaiko iturri frankistek ez zutela suntsipena erabatekotzat jotzen[35]. Alderatuz gero, Europako Ekialdean are gehiago suntsitu zituzten herrialdeak II. Mundu Gudan, eta hala ere, hazkundea handiagoa zen: adibidez, 1949tik aurrera Alemaniako Errepublika Demokratikoaren parte izango ziren lurretan, 1929koaren herena zen ekoizpena 1946an, eta hala eta guztiz ere, 1950ean jada gainditu egin zuen ekoizpen hori. Espainiak berdindu egin zuen[36].
Bestalde, «inbertsio publikoa» eta «interbentzionismoa» ere aipatu izan dira. Ez gara orain hemen luzatuko, baina argi utzi behar dugu gauza bat: interbentzionismoak ez du derrigorrez esan nahi langileen ongizatearen alde egitea. Kasu honetan, adibidez, esku-hartzeak jabetza pribatua babestea zuen helburu[37]. Adibidez, Espainiako interbentzionismoari dagokionez, muga bat zuen: banketxe pribatuak. Banketxe pribatuak sekula ez ziren frankismoarekin bezain ondo bizi izan, adibidez, euren zorra Espainiako Banketxearen bidez automatikoki pignoratzeko eskubidea zuten[38]. Horren emaitzetako bat izan zen burtsaren errenten igoera, argi azaltzen zaigu, esaterako, errenta finkoen kontratazioa, 1936ko kopurua % 100ean ezartzen badugu –konparatze aldera–, 1944an % 3.107,8koa zen[39]. Horri gehitu behar diogu presio fiskal erregresiboa; gerraren osteko Mendebaldeko Europako estatuen artean, Espainia zen bere errentaren zerga bidez bildutako zatirik txikiena zuena, soilik % 14[40]. Bestetik, Fuentes Quintana bezalako ekonomista batek, 1961ean esan zuen zerga sistema frankista «zaharkitua» zela, «ez baitzen benetan errentak zergapetzeko sistema bat»[41]. Bestetik, zerga sistema «lauaren» (flat tax) antzeko sistema bat izanda, eta horrekin batera luzamenduak eta hobariak ugariak izanda, «goi-klaseen aldeko sistema bat» osatzen zuen sistema horrek[42]. Borja De Riquer historiagilearen arabera, frankismoaren menpeko Espainia «paradisu fiskal» bat zen[43]. Laburtzearren, Miguel Angel Aparicio historiagilearen esanetan, frankismoak eta faxismoak, Espainian, XIX. mendeko liberalen ametsa bete zuten: Kapitala barne oztopo guztietatik askatzea[44].
Banketxe pribatuak sekula ez ziren frankismoarekin bezain ondo bizi izan, adibidez, euren zorra Espainiako Banketxearen bidez automatikoki pignoratzeko eskubidea zuten. Horren emaitzetako bat izan zen burtsaren errenten igoera
Laburtzearren, Miguel Angel Aparicio historiagilearen esanetan, frankismoak eta faxismoak, Espainian, XIX. mendeko liberalen ametsa bete zuten: Kapitala barne oztopo guztietatik askatzea
Jakina, politika horren ondorio bat izan zen drama soziala, lehen urteetan gose handia pairatu behar izan baitzen (kontuan izanda prezioen igoeran beste faktore batek funtzionatzen zuela: merkatu beltzak, zeinetan erregimenaren kargu altu askok parte hartzen zuen). Goseak, gainera, gaixotasun batzuen okertzea ekarri zuen; adibidez, 1941ean tifus izurrite bat izan zen, baita tuberkulosia ere: 1946 eta 1950 artean hildako gizonen % 10 eta emakumeen % 6 tuberkulosiak jota hil ziren[45]. Kalkulu batzuen arabera, 1945eko elikadura kontsumoa, batez beste, 1936an izan zenaren erdia izan zen[46]. Berez ez dugu horretan gehiago sakontzeko espaziorik, baina aipa genezake, adibidez, 1940 eta 1945 artean gizonezkoen batez besteko bizi-itxaropena 47 urtekoa zela eta emakumezkoena 53 urtekoa[47]. Gosearen eta Kapitalaren aldeko politika frankismoak lotu zituen bi aspektu izan ziren, Cazorlaren ustez[48]. Michael Richards-en arabera, gosea erregimenak erabili zuen arma bat izan zen, beheko klaseen ezinegona politikoki adieraz ez zedin[49].
Oro har, Gerra Zibilak ezarritako «aldekoen komunitatearen» trinkotzeak, batetik, (gerraren osteko errepresioa prozesu horren parte da), beldurrak eta goseak eragindako despolitizazioak, bestetik, eta zenbait klase soziali emandako aldeko tratuak, azkenik, frankismoaren oinarri sozialak taxutu zituen. Erregimenaren aldeko klase sozial horiek, oro har, erregimen faxista klasikoen aldekoen antzekoak baldin baziren ere, erregimenarekin elkar eragiteko modua ezberdina izanda (bai jarduera mailan, bai mobilizazio mailan, baita ideologizazio mailan ere), hori, nolabait, erregimenaren moldatze-gaitasuna handitzen lagundu zuen faktoreetako bat –ez bakarra– izan zen.
ERREFERENTZIAK ETA OHARRAK
1. ARENDT, Hannah: Los orígenes del totalitarismo. Arendti kritika zorrotza egin zioten marxisten artean Domenico Losurdo italiarra dugu. Losurdoren arabera, faxismoa «totalitarismo» huts batek definitzen badu eta horrekin, «beste totalitarismoekiko» –hau da, Guda Hotzean liberalen etsai zen SESBrekiko- erkatze bat egin nahi bada, kontuan izan beharko da faxismoak bere gobernu-teknikak askotan erregimen liberalengandik hartu zituela. LOSURDO, Domenico: Stalin. Historia y crítica de una leyenda negra. El Viejo Topo. Bartzelona, 2008.
2. ZETKIN, Klara: «Der Faschismus». 1923.
3. DIMITROV, Georgi: Escritos sobre el fascismo, Akal. Madril, 1976. Dimitrovek bere bizitzan zehar idatzitako idazki ezberdinen bilduma.
4. POULANTZAS, Nikos: Fascismo y dictadura. 1976.
5. POLANYI, Karl: La gran transformación. Hainbat edizio izan ditu lan honek.
6. NOLTE, Ernst. Fascism in its Epoch. 1963.
7. HOBSBAWM, Eric: Historia del siglo XX. 1994.
8. GRIFFIN, Roger: Fascismo y modernismo. 2007. Griffinen arabera hau da eskuin ezberdinen arteko ezberdintasun nagusia, faxismoaren «modernismo alternatiboak» gizaki berri bat eta honekin batera nazioaren berrasmaketa, palingnesia, bilatzen zituen. Honekin batera, Griffinen arabera, faxismoaren arabera nazioa materiatik existentzia fisikotik at zegoen traszendentziazko izate bat zen.
9. Hala ere, ez dugu pentsatu behar Espainian edo beste tokietan faxistek boterea haiek bakarrik lortu zutenik edo beste indarren kolaborazioari uko egin ziotenik. Mussolini zein Hitlerren lehen gobernuak koaliziozkoak izan ziren, eta zenbait kasutan, adibidez Italian, beste partidu batzuk absorbitu zituzten (Italiako Asoziazio Nazionalista). Hala ere, kasu hauetan koalizioa alderdi bakarreko Estaturanzko urrats bat izan zen, faxistak «koalizioko pisuzko alderdia» zirelarik; Espainian ordea «koalizioaren alde ahula» izan ziren.
10. LINZ, J. J.: «Una teoría del régimen autoritario. El caso de España», in PAYNE, Stanley (zuz.): Política y sociedad en la España del siglo XX. Akal argitaletxea. Madril, 1978, 205-263 or.
11. Tusellek frankismoa «pluraltasun mugatu» bezala definitu zuen. TUSELL, Javier: La dictadura de Franco. Altaya, Madril, 1996.
12. SANCHEZ RECIO, Glicerio: Los cuadros intermedios del régimen franquista, 1936-1959. Instituto Juan Gil Albert. Alacant, 1996.
13. GRIFFIN, Roger: Fascismo y modernismo. 2007. Palingenesia, Griffinen arabera, faxismoaren oinarrizko ezaugarri bat da, lehenago ezarri dugun moduan.
14. TUÑÓN DE LARA, Manuel: «Algunas propuestas para el análisis del franquismo» Ideología y sociedad en la España contemporánea. Por Un análisis del franquismo, Cuadernos para el diálogo, 89-102. or., Madril, 1977; eta FONTANA, Josep: «Introducción: Reflexiones sobre la naturaleza y las consecuencias del franquismo», in FONTANA, Josep (zuz.): España bajo el franquismo (9-38. or.). Critica. Bartzelona, 1996.
15. CASANOVA, Julian: «La sombre del franquismo: ignorar la historia y huir del pasado» in CASANOVA, Julian: El pasado oculto. Fascismo y violencia en Aragón (1936-1939). Siglo XXI. Madril, 1992.
16. Hala ere, ezberdintasun bat azpimarratu behar dugu hemen: Poulantzasen arabera, Italian eta Alemanian faxismoaren gorakada «arrisku iraultzailea» itsasbeheran zegoenean igo zen; Espainian, aldiz, Fronte Popularrak 1936an hauteskundeak irabazi eta gero. Jakin badakigu Fronte Popularrak ez zuela iraultza sozialista ezarriko, baina ezkerreko indarren goraldian izan zen estatu kolpea.
17. Ildo honetan, adibidez Antonio Elorza Dominguezek eta Manuel Perez Ledesmak kritikatu dute frankismoa faxista bezala hartzeko errepresio bortitza ia ezaugarri beharrezko bakartzat hartzea, honek kritika historikoa baino moralaren antza, lehen komentatu dugun ildotik faxismoa «ankerkeria hutsarekin» identifikatzea- ekarriko zukeelako. ELORZA, Antonio. «Mitos y simbología de una dictadura» in Bulletin d’Historie Contemporaine de Espagne, 34 zkia., 47-68 or., 1996; eta PEREZ LEDESMA, Manuel. «Una dictadura por la gracia de Dios» in Historia Social, 20 zkia., 173-193 or., 1994.
18. SAZ CAMPOS, Ismael: Fascismo y franquismo. Valentziako Unibertsitatea. Valentzia, 2004, 155-160 or.
19. Ibidem, 83 eta 152 or.
20. Ibidem, 152 or.
21. Ismael Saz irakaslearen arabera, faxistizazioa hain zuzen prozesu baten eta indar faxisten eta berez faxistak ez zirenen arteko indar korrelazioaren emaitza bezala hartzeko abantaila bat, erregimen frankistaren eboluziorako barne faktoreak kontutan hartzeko gaitasunean zetzan, eboluzio hori «kanpotik diktatutako» (Fontana edo Tuñon de Lararen estiloan) gisa soilik hartzea saihestuz. Ibidem 83, 89-90 eta 163-164 or.
22. Adibidez, Luciano Casali da hauetako bat. CASALI, Luciano: Franchismo. Sui caracteri del fascismo spagnolo. Clueb. Bolonia, 1990.
23. MOORE, Barrington: Los orígenes sociales de la dictadura y la democracia. Critica. Bartzelona, 1973.
24. THOMÀS, Joan Maria: La Falange de Franco. Fascismo y fascistización en el régimen franquista (1937-1945). Plaza&Janés. Bartzelona, 2001.
25. SAZ CAMPOS, Ismael: Fascismo y franquismo. Valentziako Unibertsitatea. Valentzia, 2004, 88 eta 253 or.
26. ITURRALDE, Juan: La guerra de Franco, los vascos y la Iglesia (1. bol.: Quiénes y por qué prepararon la guerra y cómo comenzó). Clero Vasco. Donostia, 1978.
27. Hauxe da gertaera hau hoberen aztertu duen egilearen, Ismael Saz irakaslearen iritzia. Kapitulu honetan batez ere Sazek emandako interpretazioa jarraituko dut. SAZ CAMPOS, Ismael: Fascismo y franquismo. Valentizako Unibertsitatea. Valentzia, 2004, 125-150. or.
28. Francoren zirkulu politiko gertukoa honetan oso kontziente zen 1937ko martxoan italiarrei bidalitako dokumentu batean idatzita adierazten den bezala. Dokumentu hori Italiako Kanpo Arazoetako Artxiboan gordetzen da. Sinatu gabeko dokumentu bat da, baina Sazen arabera Francok edo gertuko batek idatzitako dokumentu bat zen. Dokumentu horrek «Falangearen ezaugarriak oinarri izango zituen alderdi bat sortzea» gomendatzen zuen «ideal nazionalen aldeko espainiar guztiak», hau da, estatu kolpearen aldeko frankista guztiak bilduko zituena, eta gerora Alderdi bakarra izango zena). Ibidem, 137-140 or.
29. Ismael Sazen arabera, Francok ezarri zuen diktadura –eta alderdi berriak han ez zuen paper txikia jokatu– «II Errepublika garaian, faxistizatze prozesua bizi zuten eskuindarrek amestutako diktaduraren oso antzekoa izan zen». Ibidem, 139 or.
30. BARCIELA, Carlos; LOPEZ, Maria Inmaculada; MELGAREJO, Joaquin eta MIRANDA, Jose Antonio: La España de Franco (1939-1975). Economía. Sintesis. Madril, 2001, 98 or. Hala ere «berritzultze» asko, zerbitzu honen bidez baino «indarrez» izan ziren, hau da, armada kolpistak lurraren banaketa aurreko egoerara itzularazten zuen herri ezberdinak konkistatu ahala, zerbitzu honek egoera hori berretsi egin zuelarik. Zerbitzu honen buru zen Angel Zorrilla Dorronsorok ere onartu behar izan zuen «berritzultze gehienak legez kanpo» egin zirela. Barcielaren taldearen arabera, «Berritzulitako 6,3 milioi hektareatik soilik milioi erdi berritzuli zituzten legezko formak erabilita».
31. Higinio París Eguilaz ekonomialari frankistaren arabera, 1936 eta 1948 artean, langileen eroste ahalmenaren galera % 20 eta % 35 artekoa izan zen, hori bai, París Eguilazek enpresa batzuetan ezarri ziren plusak (soilik 1948an legeztatuak, baina kasu batzuetan «zeharka emandakoak) kontutan hartzen zituen. Paris Eguilazek onartzen zuen plusik ezean, langileen erosmen-ahalmena erdira jaitsi zitekeela. FONTANA, Josep: «Introducción: Reflexiones sobre la naturaleza del franquismo» in FONTANA, Josep (ed.): España bajo el franquismo (9-38 or.). Critica. Bartzelona, 1986, 34 or.; eta PARIS EGUILAZ, Higinio: Diez años de política económica en España, 1939-1949. Madril, 1949, 175-191 or.
32. DE RIQUER I PERMANYER, Borja: La dictadura de Franco. Crítica eta Marcial Pons argitaletxeak. Sabadell (Bartzelona), 2010, 278-279 or.
33. CAZORLA SANCHEZ, Antonio: Miedo y progreso. Los españoles de a pie bajo el franquismo 1939-1975. Alianza argitaletxea. Madril, 2016, 30-31. or.
34. LORENZO ESPINOSA, Jose Maria: Dictadura y dividendo. El discreto negocio de la burguesía vasca. (1937-1950). Deustuko Unibertsitatea. Bilbo, 1989, 27-29. or.
35. LORENZO ESPINOSA, Jose Maria: Dictadura y dividendo. El discreto negocio de la burguesía vasca. (1937-1950). Deustuko Unibertsitatea. Bilbo, 1989, 64-65. or.
36. GARCIA DELGADO, Jose Luis: «Estancamiento industrial e intervencionismo económico en el primer franquismo» in FONTANA, Josep (ed.): España bajo el franquismo (170-191 or.). Critica. Bartzelona, 1986, 174-175 or. Kontuan izan behar dira bi gauza: 1929ko Alemaniako Ekialdeko garapena Espainiakoa baino handiagoa zen, beraz 1950an langa gainditzea zailagoa zitzaion AEDri Espainiari baino. Bestetik, gudaren ondorioz izandako ekoizpen-jaitsiera Espainian askoz txikiagoa izan zen: Albert Carrerasek % 14ko ekoizpen galera kalkulatzen du eta Leandro Prados de la Escosurak % 20.
37. LORENZO ESPINOSA, Jose Maria: Dictadura y dividendo. El discreto negocio de la burguesía vasca (1937-1950). Deustuko Unibertsitatea. Bilbo, 1989, 59. eta 71-72. or.
38. BARCIELA, Carlos; LOPEZ, Maria Inmaculada; MELGAREJO, Joaquin eta MIRANDA, Jose Antonio: La España de Franco (1939-1975). Economía. Sintesis. Madril, 2001; eta LORENZO ESPINOSA, Jose Maria: Dictadura y dividendo. El discreto negocio de la burguesía vasca (1937-1950). Deustuko Unibertsitatea. Bilbo, 1989, 41. or.
39. GONZALEZ PORTILLA, Manuel eta GARMENDIA, Jose Maria: La posguerra en el País Vasco: Política, acumulación, miseria. Kriselu. Donostia, 1988. 16-27 eta 106-117 or.; eta CAZORLA SÁNCHEZ, Antonio: Las políticas de la victoria. Marcial Pons. Madril, 2000, 73. or.
40. Konparazioz Italian % 21 zen, eta Britainia Handian % 33 zen. BARCIELA, Carlos; LOPEZ, Maria Inmaculada; MELGAREJO, Joaquin eta MIRANDA, Jose Antonio: La España de Franco (1939-1975). Economía. Sintesis. Madril, 2001, 59 or.
41. FUENTES QUINTANA, E.: «Los principios de reparto de la carga tributaria en España» in Revista de Derecho Financiero y de Hacienda Pública, 41 zkia. (161-298 or.), 1961; in BARCIELA, Carlos; LOPEZ, Maria Inmaculada; MELGAREJO, Joaquin eta MIRANDA, Jose Antonio: La España de Franco (1939-1975). Economía. Sintesis. Madril, 2001, 60-61 or.
42. BARCIELA, Carlos; LOPEZ, Maria Inmaculada; MELGAREJO, Joaquin eta MIRANDA, Jose Antonio: La España de Franco (1939-1975). Economía. Sintesis. Madril, 2001, 62-63 or.
43. DE RIQUER I PERMANYER, Borja: La dictadura de Franco. Crítica eta Marcial Pons argitaletxeak. Sabadell (Bartzelona), 2010, 259 or.
44. APARICIO, Miguel Angel: «Sobre los comienzos del sindicalismo franquista, 1939-1945» in FONTANA, Josep (ed.): España bajo el franquismo. (78-99 or.). Critica. Bartzelona, 1986, 83 or.
45. DE RIQUER I PERMANYER, Borja: La dictadura de Franco. Crítica eta Marcial Pons argitaletxeak. Sabadell (Bartzelona), 2010, 282 or.
46. ASKOREN ARTEAN: «Evolución económica i condicions de vida i treball» in ASKOREN ARTEAN: Franquisme. Sobre resistència i consens a Catalunya (1938-1959). (53-121 or.). Critica argitaletxea. Bartzelona, 1990, 110-111 or.
47. DE RIQUER I PERMANYER, Borja: La dictadura de Franco. Crítica eta Marcial Pons argitaletxeak. Sabadell (Bartzelona), 2010, 284 or.
48. CAZORLA SANCHEZ, Antonio: Miedo y progreso. Los españoles de a pie bajo el franquismo 1939-1975. Alianza argitaletxea. Madril, 2016, 114. or.
49. RICHARDS, Michael: Un tiempo de silencio. Critica. Bartzelona, 1999.