Federico García Lorca no militó en partido alguno, pero esto no es necesario, no nos hace falta para llegar a la conclusión de que su ideología fue comunista. El anticapitalismo rebosa en muchas de sus obras, y su simpatía hacia la Unión Soviética la exteriorizó de varias maneras.
Cuando el poeta granadino fue asesinado por los franquistas, estos subrayaron su homosexualidad para intentar ocultar el carácter político de su asesinato. Federico García Lorca había dejado clara en numerosas ocasiones su ideología, y esta chocaba frontalmente con el fascismo. Por eso lo asesinaron.
En 1939, derrotado el gobierno de la Segunda República, tras cruenta guerra, se instauró el régimen franquista. Después, en 1978, se actualizó el mismo régimen disfrazándose de democracia. Pero, en esencia, el del 39 y el del 78 son el mismo, ya que no hubo ruptura democrática y las estructuras del Estado (franquistas) quedaron intactas.
En todos estos años, en el gobierno de este engendro que llamamos España se han alternado los herederos políticos del franquismo (el PP) y el PSOE, cuyo secretario general actual y hoy presidente del gobierno, Pedro Sánchez, nos dice que vivimos en “democracia plena”; un mal chiste, sin duda.
Lo cierto es que 89 años después de su asesinato, el cadáver de Federico García Lorca aún continúa enterrado en alguna cuneta o sitio similar (fosa común) como otros miles de personas igualmente asesinadas.
Acerca del carácter político del poeta granadino, les dejamos el fragmento de un texto de Arturo del Villar, que se apoya en testimonios de Ian Gibson.
Lo cierto históricamente demostrado es que Federico García Lorca sí era político, lo mismo que sus compañeros del grupo poético del 27. Actuaron unidos como un grupo compacto defensor de una lírica renovada desde la recuperación del pasado. La guerra iniciada por los militares monárquicos sublevados hizo imposible la convivencia entre las dos españas enfrentadas, en las que también se dividían las ideologías de los poetas. Siete de los supervivientes del grupo se refugiaron en países acogedores, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Emilio Prados, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre y Juan Larrea. En la España vencida solamente quedaron Dámaso Alonso y Gerardo Diego por su involucramiento con la dictadura, y Vicente Aleixandre a causa de su enfermedad crónica que le obligaba a guardar reposo continuado.
Todos se interesaron por las cuestiones políticas, como era obligado en unos intelectuales, incluido Alonso, que se dejó tentar por un demonio monárquico para loar a su rey Alfonso XIII. Todos intervinieron de alguna forma en la contienda, especialmente con poemas laudatorios de acciones bélicas de su interés en uno u otro bando. Eso es lo que no pudo hacer Lorca, detenido el 16 de agosto en el Gobierno Civil de Granada, del que lo sacaron para darle muerte el 19. Podemos deducir de los manifiestos firmados en años anteriores que hubiera compuesto poemas a los soldados leales de haber tenido tiempo, pero los militares sublevados no se lo dieron.
Claro que era político Lorca, aunque no se afiliara a ningún partido. No es imprescindible apuntarse a una organización y abonar una cuota para compartir sus creencias. En el caso de Lorca se aprecia con mayor motivo, dada la variedad de sus intereses, como poeta, dramaturgo, conferenciante, músico y dibujante, incapaz de someterse a una disciplina, y ni siquiera de llegar a tiempo a las citas. Su carácter resultaba individualista, aunque se encontrara a gusto entre los parias de la sociedad, los gitanos en España y los negros en los Estados Unidos.
Era un político popular, en su sentido de perteneciente al pueblo (aunque esta palabra se halla desprestigiada por habérsela apropiado un partido clasista antipopular). Lo resaltó su mejor conocedor, Ian Gibson, en su ensayo El asesinato de Federico García Lorca (Barcelona, Bruguera, 1981), ampliación de trabajos anteriores. La abundante documentación aportada en los apéndices impide cualquier duda acerca del compromiso político del poeta con la izquierda, así como del sentimiento de odio que levantó en la derecha, hasta consumarlo con su asesinato.
Se comprueba al examinar los manifiestos políticos que firmó en este período. Puesto que en su mayor parte los recopiló Ian Gibson en el libro citado, no hace falta copiarlos. Basta con recordar las motivaciones de sus textos, para acallar a quienes pretendían sostener que el poeta careció de inquietudes políticas, y por lo mismo su asesinato no tuvo esa motivación.
Destacan entre los manifiestos el de adhesión a la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, firmado en abril de 1933; contra las detenciones de escritores en la Alemania nazi, 1 de mayo de 1933; contra el proceso a Manuel Azaña, acusado de conspirador por el Gobierno de Lerroux, 14 de noviembre de 1934; contra la ultraderechista Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), 30 de octubre de 1935; en apoyo del pueblo de Etiopía contra la agresión italiana fascista, 6 de noviembre de 1935; adhesión al homenaje a Antonio Espina, acusado por el embajador de la Alemania nazi, 17 de noviembre de 1935; adhesión al manifiesto de la Unión Internacional por la Paz, 4 de febrero de 1936; por la libertad del revolucionario brasileño Luis Carlos Prestes y contra la represión imperialista en Puerto Rico, marzo de 1936; adhesión al Grupo de de Amigos de América Latina en apoyo de los luchadores antiimperialistas, abril de 1936; se integra en el Comité de Amigos de Portugal contra la dictadura fascista, mayo de 1936; firma la convocatoria del homenaje a Lenormand, Malraux y Cassou, enviados del Frente Popular francés, mayo de 1936, y la protesta por la muerte en presidio de patriotas portugueses, 1 de julio de 1936.
No relaciona Gibson que Lorca también firmó la protesta contra el proceso a Louis Aragon, incoado en París el 16 de enero de 1932, lo que demuestra por un lado su prestigio internacional, y por otro su identificación con la ideología del poeta francés, miembro del Partido Comunista que llegaría a formar parte de su Comité Central. Se debió a la publicación del poema que iba a hacerse famosísimo, y que motivó su ruptura con el grupo superrealista, “Front Rouge”, en el que animaba a la revolución y a dar muerte a algunos políticos citados. Un juez pidió para él cinco años de cárcel, lo que obligó a los superrealistas franceses a movilizarse contra el proceso, solicitando firmas de apoyo a los escritores y artistas más prestigiosos en aquellos años. No faltaron las de Picasso y Lorca. La protesta surtió efecto, y el juicio no llegó a celebrarse.
De manera que, aunque Lorca no se afilió a ningún partido político, su ideología es muy clara, al observar su simpatía por la Unión Soviética y por los escritores y activistas comunistas. No llegó a componer poemas en alabanza a los logros revolucionarios, como hicieron otros compañeros, porque su escritura no estaba capacitada para la épica. Pero sí se solidarizó con los oprimidos, los gitanos, los jornaleros del campo andaluz, los perseguidos por los guardias civiles al servicio de los terratenientes.
Se acentuó su izquierdismo todavía más durante su estancia en los Estados Unidos de Norteamérica en 1929 y 1930. Lo que comprobó por sí mismo le obligó a censurar y despreciar a la sociedad capitalista por excelencia: prueba de ello es su libro Poeta en Nueva York, una reiterada denuncia de la opresión a los negros, de la deificación del dólar, de la deshumanización de la vida gringa. Bien claro lo dijo en el poema «New York. Oficina y denuncia», en el que escupía en la cara de los estadounidenses en general-
Asimismo, en otros poemas se repiten las acusaciones contra esa sociedad deshumanizada, como en «Oda al rey de Harlem», “Iglesia abandonada (Balada de la Gran Guerra)”, «Grito hacia Roma (Desde la torre del Chrysler Building)», y varios más. Su poemario forma parte de los textos comentados en los departamentos de español en las universidades gringas, sin que anime a los alumnos a actuar para corregir esa situación social inhumana que aún se perpetúa. De modo que si no perteneció a ningún partido político, sí estuvo con los pobres que padecen la opresión capitalista. Fue bastante motivo para que los militares sublevados ordenaran su fusilamiento al mes de la rebelión. Se ha investigado quiénes fueron los verdugos ejecutores del asesinato, pero los responsables son los instigadores.
Este crimen inflamó a la mayor parte de sus compañeros integrantes del grupo poético del 27. Desde entonces el grupo se rompió, debido a la muerte violenta de uno de sus componentes, y porque los restantes adoptaron posiciones encontradas con relación a los criminales. Se enfrentaban las dos españas, representadas también en el grupo poético. El 18 de agosto de 1936 fue asesinado Lorca, y quedó disuelto el grupo del 27. Es un dato importante para la historia literaria, aunque intrascendente para la catástrofe organizada por los militares monárquicos sublevados. Entre tantos asesinatos como se perpetraron, durante la guerra y la posguerra, el del poeta resulta insignificante. A nadie se ha juzgado por ellos.