En Valdái 2025, el encuadre fue nítido: el ciclo unipolar toca techo y la pretensión de mando total se agota. “El poder de Estados Unidos y sus aliados alcanzó su apogeo a finales del siglo XX, pero no hay fuerza, ni la habrá jamás, capaz de gobernar el mundo dictando a todos qué hacer”. No es un gesto retórico: conecta con un orden financiero-militar que, para sostenerse, necesita fabricar consenso de guerra, blindar presupuestos y trasladar costes a la población.
La OTAN aparece como el dispositivo que administra ese consenso: “¿De veras creen en lo que dicen, que Rusia se prepara para atacar a la OTAN?” La pregunta desarma el guion del miedo que justifica rearmes, excepciones fiscales y censura. Más aún cuando se reconoce que “todos los países de la OTAN están en guerra con nosotros”, revelando la fusión entre economía y conflicto: déficit militar como palanca de disciplina social y garantía de rentas para el complejo militar-financiero.
Ucrania es el laboratorio de esa estrategia. “Si no hubieran convertido a Ucrania en un instrumento destructivo en manos de otros…”, la guerra era evitable. Décadas de inyección de ultranacionalismo y tutelaje atlántico producen un frente de desgaste útil para el bloque occidental, que trata a la sociedad ucraniana como “material de consumo”. El mensaje no es moral, es mecánico: convertir una frontera en sumidero de recursos y excusa de subordinación europea.
El alarmismo tecnológico cumple la misma función. Las “llegadas de drones” en Europa se presentan como prueba de una amenaza ubicua; sin embargo, se ironiza: no hay “objetivos” en Lisboa. Anuncios de Tomahawk para Kiev “no cambiarán la correlación de fuerzas”, pero sí el marco político interno: más gasto militar, menos control ciudadano, normalización de la excepcionalidad. En paralelo, la disuasión (“tenemos confianza en nuestro escudo nuclear”) fija un límite material a la coacción, recordando que el chantaje estratégico no compra obediencia ilimitada.
La lectura que conviene extraer es operativa: el bloque occidental necesita un enemigo para sostener un modelo en crisis; la periferia europea (y su propio pueblo en represión y derechos) paga el precio; y la salida no es la obediencia al rearme, sino disputar el relato que naturaliza guerra y recorte.
Comprender: guerra y economía son un mismo proceso en la lógica occidentalista que necesita un enemigo para sostener un modelo en crisis y desplaza su coste a la periferia europea. Disputar: presupuestos, censura y subordinación atlántica que convierten el rearme en destino.
Fuentes:
https://esrt.press/actualidad/567229-citas-clave-discurso-putin
https://insurgente.org/dualectica-la-degradacion-de-la-situacion-internacional-y-6-ideas-para-enfrentarla/