Hace unos días, la organización juvenil Ernai (juventudes de Sortu -EH Bildu-) hizo unas pintadas en la sede del PP de Bilbo. Como cabía esperar, los partidos institucionales exigieron a EH Bildu una condena.
El secretario general de Sortu, Arkaitz Rodríguez, fue preguntado al respecto en Radio Euskadi. Su respuesta fue tan evasiva como ridícula; es lo que tiene querer estar con Dios y con el Diablo o, simplemente, intentar no incordiar a quienes deciden que formaciones políticas tienen cabida dentro del sistema (capitalista), un sistema del que la Izquierda Abertzale forma parte desde hace ya unos cuantos años: “Esta iniciativa no la hizo Ernai, la hizo Ernai Bilbo”. Como si Ernai Bilbo y la de otras comarcas no pertenecieran a Ernai”. En definitiva, lejos de apoyar a sus juventudes las ninguneó o descalificó, de alguna manera.
También en otro programa de Radio Euskadi, el portavoz de EH Bildu en el parlamento vasco, Peio Otxandiano, fue preguntado por las acciones de Ernai, incluida la de la Junta de Gernika. Y aquí, más de lo mismo, o peor todavía. Dijo Otxandiano: “Son mayores de edad, tienen que responder por sus actos; nosotros hemos criticado una de las acciones de Ernai”.
A todo esto, dentro de la Izquierda Abertzale existen individuos que siempre justifican lo injustificable, que de autocrítica nada de nada. Uno de ellos es Eneko Compains. Dijo al respecto:
“Sobre la campaña de Ernai: con aciertos y errores, Ernai hace lo que tiene que hacer y EHBildu dice lo que tiene que decir. Y quien vomita rencor por ello, lo hace desde su impotencia política, porque sabe que la estrategia independentista funciona”.
Las palabras de Eneko Compains fueron respondidas por Peio Ormazabal de esta manera:
¿Cómo va a ser parte de la misma estrategia por construir hegemonía quitar y quemar una bandera española mientras tienes una en todos tus ayuntamientos? ¿O marcar una sede del PP en respuesta a un personaje fascista y sionista como Ayuso y, al mismo tiempo, condenar el marcaje?
Las diferencias que estamos viendo estos últimos días entre EHBildu y Ernai no son parte complementaria de una estrategia sin fisuras. Al contrario, muestran las tensiones internas que crea la apuesta electoralista, sobre todo en sectores de la juventud más militante.
Es comprensible que una parte de los chavales que se acercan a Ernai con intención de cambiar las cosas no vea con buenos ojos la política de Bildu: blanqueamiento de la policía, legitimar al PP, alianza con el PSOE, apuesta por las macroeólicas, autonomismo descarado…
Además, que exista una organización juvenil revolucionaria como GKS, operativa y con un alcance de masas bastante mayor que la propia Ernai, les demuestra constantemente que es posible una política radical sin renunciar a una perspectiva hegemónica.
Es por lo tanto normal que parte de la base de Ernai intente hacer una apuesta por radicalizarse, igualando por el momento radicalismo con medios de lucha más contundentes.
Sin embargo, el reformismo de Bildu no radica en sus formas de lucha, sino en su apuesta estratégica.
En la apuesta interclasista llevada al extremo: insertarse en el juego electoral estatal para condicionar la política en Madrid y obtener más competencias autonómicas; e intentar gobernar los parlamentos autonómicos, disputando el electorado de centro al PNV.
Y esto no es compatible con ninguna tentativa mínimamente radical, ni en su forma ni en su contenido. Por eso, los portavoces de Bildu no han dudado un segundo en vender a Ernai ante las cámaras. Antes por lo menos, la ropa sucia se limpiaba dentro de casa.
