Los apóstoles del «capitalismo con rostro humano», es decir, un término acuñado por los que pregonan un capitalismo bueno, que tenga en cuenta derechos de los trabajadores y que vaya limando las desigualdades sociales con una sonrisa , con reformas pacíficas y sin cuestionar la esencia propia del sistema, van a tener complicado digerir que a la pobreza y la crisis hay que añadir que la energía no sea un bien social y público. Las empresas privadas hacen su particular enero subiendo costes para obtener pingües beneficios (en sus Consejos de Administración abundan ex políticos PSOEPP).
La llamada «pobreza energética» confirma que el gobierno más «progresista de la historia» no puede/no quiere/no le dejan nacionalizar algo tan básico como la electricidad. Un sistema que hace negocio con la salud, la educación, el agua, la luz, debería ser sustituido porque nos conduce a la barbarie y el exterminio.
Encender cualquier aparato eléctrico tendrá un coste muy elevado. Es más, si se hace entre las 11.00 y las 12.00 horas, o entre las 20.00 y las 22.00 horas de mañana, los consumidores llegarán a pagar hasta 114 euros por megavatio/hora. En euros contantes y sonantes implica que su factura se dispara estos días casi un 30% con respecto a lo que costaba encender la luz hace apenas una semana, cuando comenzaba el año 2021.
Este incremento en el precio de la luz coincide con la ola de frío que asola prácticamente a toda la Península Ibérica por la borrasca ‘Filomena’. Es decir, con muchos ciudadanos recluidos en sus casas para abrigarse del frío, y otros tantos con la movilidad restringida en sus comunidades autónomas por las restricciones del coronavirus.
Para explicar la subida del coste del gas, el sacrosanto mercado lo explica por la alta demanda. Y se quedan tan panchos.