Con las organizaciones políticas desmanteladas en número de afiliados y militantes, las RR.SS y, sobre todo, la televisión, se encargan de popularizar políticos para que los electores luego metan la papeleta con su nombre en la urna. Los platós ejercen las veces de asambleas y direcciones ejecutivas de partidos entregados a la causa mediática. El axioma publicitario de «si no sales en TV, no existes» fue asumido con velocidad por quien, a partir de ese momento, vieron en el aparato (televisivo) la única forma de proyectarse entre las masas para sacar diputados y senadores. El asunto pasaba a ser cómo entrar en los programas, cómo ser invitado por empresas que tienen dueños privados e ideología definida: servir a la clase dominante. Las concesiones de canales a allegados y el porcentaje de uso de la pública, se manejó como elementos fundamentales para ser visibles saliendo en la panatalla. Hay organizaciones políticas que sin la presencia de sus líderes en determinados programas no hubieran sido posibles. «Prefiero un minuto de televisión que cien mil militantes», dijo en su día Alfonso Guerra para que quedase claro el devenir (también ideológico) que tendría su partido.
El todavía ministro de sanidad, no es un dotado de simpatía pero su presencia constante en TV por la pandemia, lo ha hecho conocido y votable para determinado grupo de electores que lo que necesitan es un famoso en la papeleta. Si la que se presentara fuera Belén Esteban o Sergio Ramos también habría votos para ellos, el divorcio con la política es un ejercicio que practican millones. Así las cosas, el ministro Illa será el candidato del PSC a presidir la Generalitat, intentará arrastrar el voto españolista que deja C´s y juntarlos luego con los de ERC para ahondar en el autonomismo (todo sea por la causa «progresista»), alejado todo lo posible de repúblicas que ponen nerviosos a los Borbones y a los prebostes del régimen.