París: cuna y tumba de la sociedad burguesa
El 26 de marzo de 1871 pendía sobre la cabeza de la burguesía de Francia la espada de Damocles. A la suerte de aquella poética caída sólo se aferraba un estrecho hilo rojo, que cedió con furia ante un destino que parecía inevitable desde 1848. El filo de la espada abrió brecha en el curso de la lógica de reproducción del nuevo sistema incapaz de cumplir la libertad prometida, e hizo temblar en todas partes del mundo los pilares de la burguesía: se hizo historia. Aunque el filo de la espada quedó clavado en el Hôtel de Ville e intimidó en Francia al poder de las clases poseedoras, las relaciones de todo el mundo cosificado no quedaron exentas. Instituciones como el Estado, la Iglesia y la propiedad privada sufrieron un corte histórico, con la toma heroica de las riendas de su vida por el proletariado parisino. Según Karl Marx, la Comuna de París dio a la historia un momento de importancia universal, no como si una ley en el seno de la sociedad llegara al mundo, sino como una ruptura de un ciclo ciego. Por primera vez se rompieron las leyes propias del capitalismo, llevando hasta el último extremo la contradicción entre el trabajo y el Capital. Si en 1848 el proletariado actuó como clase con cierta independencia política pero sin programa revolucionario diferenciado, en 1871 la Comuna se convirtió en un grito que expresaba la negación del obrero y de la sociedad capitalista. Impulsados por el afán de justicia y libertad, dispararon simbólicamente a los relojes para ilustrar que con el gobierno del proletariado había quedado abolida la sustancia del Capital.
Por eso, la Comuna se caracteriza por ser una de las experiencias revolucionarias autoconscientes bajo la dirección del proletariado, la cual marcó un hito en la historia de los dominados de la formación burguesa. Fruto de las fisuras y de la pasión emancipadora del poder burgués francés, la coyuntura histórica llevó al proletariado inexperto en organización independiente a ejercer el poder de clase de un día para otro, encontrándose con los límites del paradigma y los cañones del enemigo de clase. La identificación crítica de los condicionamientos propios del momento histórico determinaría la forma del movimiento revolucionario del siglo XX, encarnando la teoría socialista del poder y del Estado. El sujeto histórico que transitaba por la infancia económica y la fase embrionaria política tendría que vivir amargas experiencias y sacar lecciones de ella antes de recurrir a la definición de la estrategia revolucionaria propicia para llegar al poder. La de 1871 sería la primera parada de este largo viaje.
La identificación crítica de los condicionamientos propios del momento histórico determinaría la forma del movimiento revolucionario del siglo XX, encarnando la teoría socialista del poder y del Estado
HIJA DE SU ERA
La Comuna de París y sus años anteriores fueron momentos de profunda intensidad de lucha de clases, a nivel internacional, en el Estado francés y en el seno del Ejecutivo de Napoleón III que estaba en el gobierno. En cuanto a la escala internacional, se enfrentaban dos potencias imperiales: el Segundo Imperio Francés y Prusia. Ambos luchaban por la hegemonía continental a nivel europeo, y en un momento dado, cuando las placas tectónicas geopolíticas comenzaron a desgastarse, el equilibrio de poder entre ellas sufrió una fisura; provocando un terremoto. Así, la guerra franco-prusiana estalló en 1870, tan pronto como Alemania apostó por unir sus reinos bajo la dirección de Prusia y convertirlos en una nación-estado moderna. Como esta maniobra amenazaba directamente la hegemonía de Francia, las potencias trasladaron al frente sus antagonismos. La guerra duró tan sólo un año y la victoria fue de Prusia. La batalla de Sedán resolvió definitivamente la suerte bélica del imperio, y con ella, el fin de la dinastía Napoleón. El resultado inmediato de esto fue la ocupación militar de Francia por parte de Prusia, creando las brasas que encenderían la llama de la Comuna de París.
Observando más de cerca los antagonismos de la época, se pueden observar las consecuencias del paradigma insurreccional que se extendió en el seno del Estado francés a partir de 1789, en intensa efervescencia revolucionaria. Socialistas, anarquistas y republicanos radicales constituían un peligro interno directo para el inestable nuevo orden burgués, parapetado detrás de Napoleón III. La política de la capital estaba condicionada por los radicales, con la amenaza constante de estallar una guerra civil. De hecho, algunos años antes, en 1848, el proletariado y la pequeña burguesía radicalizada habían efectuado el levantamiento que dio pie a la Segunda República. «Las inundaciones son como las revoluciones, hay que llevar tanto a una como a otra en su dirección para que no salga más de ella», advirtió el emperador en 1856, con motivo de los daños producidos durante las inundaciones del Ródano (1). En este sentido, era clara la actitud de la clase dirigente en lo que respecta a la revolución: sirvió para desmantelar el antiguo régimen y las relaciones de producción feudales para llevar a la burguesía al poder. Toda tentativa emancipadora que fuera más allá sería violentamente reprimida. Las libertades de propaganda, de imprenta o de asociación del proletariado, por ejemplo, eran constantemente atacadas a finales del Segundo Imperio. Sin embargo, la represión no evitó que la conciencia propia de la nueva clase oprimida diera sus primeros frutos en el ámbito organizativo. El 28 de septiembre de 1864 se constituyó la Primera Internacional, y la alianza internacional de los expropiados extendió a los cuatro vientos la proclama: «La emancipación de los trabajadores debe ser cuestión de los obreros» (2). Aunque los que reclamaban transformaciones radicales estaban aún plegados en círculos minoritarios, poco a poco irían echando raíces en el movimiento obrero. En 1866 se celebró en Ginebra (Suiza) el primer Congreso General con el apoyo de sindicatos y organizaciones obreras de varios países, entre ellos Francia.
En este sentido, era clara la actitud de la clase dirigente en lo que respecta a la revolución: sirvió para desmantelar el antiguo régimen y las relaciones de producción feudales para llevar a la burguesía al poder. Toda tentativa emancipadora que fuera más allá sería violentamente reprimida
Además de la sección parisina de la Primera Internacional, en la ciudad de las luces florecieron otras muchas instituciones proletarias independientes a la burguesía, como sindicatos, cooperativas y clubes de trabajadores. Las armas de fuego estaban, además, también en manos de las clases bajas, encuadradas en las populares milicias de la Guardia Nacional. El Cuarto Estado se convirtió, pues, en una fuerza determinante en la Francia de 1871. Así las cosas, más adelante buscaremos todo el sentido a las palabras de Friedrich Engels: «Thiers, el nuevo jefe de gobierno, se dio cuenta de que mientras las armas estaban en manos de los obreros de París la dominación de las clases poseedoras estaba en peligro constante. Lo primero que hizo fue desarmarlos»(3).
El Estado Mayor del Segundo Imperio Francés era también una olla a presión que hervía por dentro, pues el aventurerismo imperialista había acarreado sucesivas derrotas militares. La beligerancia de los generales nacionalistas y la necesidad de conquistar territorios a toda costa les llevó con frecuencia a hacer un cálculo inadecuado de las fuerzas y a embarcarse en campañas estériles, como es habitual en imperios en fase de decadencia. Durante la segunda expedición mexicana, que se prolongó desde 1861 hasta 1867, se buscó, por ejemplo, evitar que la influencia de Estados Unidos se extendiera a América y consolidar la preeminencia francesa. El resultado fue adverso, ya que los republicanos mexicanos se enfrentaron a la invasión con tácticas guerrilleras. A medida que se prolongó la campaña, el control de México perdió interés para Napoleón III y lo único que consiguieron fue llegar debilitados a la batalla contra Prusia.
HONOR Y AGONÍA
La derrota en la guerra provocó un vacío de poder en la configuración de la burguesía nacional. En los primeros días de septiembre de 1870 cayó el imperio y se proclamó la República bajo la dirección de Adolphe Thiers. Mientras tanto, el ejército prusiano de Otto Von Bismarck sitiaba la capital desde los suburbios. En medio de este estado de excepción, los parisienses aceptaron que el viejo aparato legislativo formara un gobierno provisional para la Defensa Nacional, que se fortificaría en Versalles. Eso sí, las masas que querían evitar la entrada de prusianos a toda costa se alistaron en la Guardia Nacional y tomaron las armas. En consecuencia, miles de obreros vestidos de uniforme se convirtieron en la única fuerza armada eficaz de París. A la burguesía no le hizo ninguna gracia que el monopolio de la fuerza estuviera a cargo de su clase hostil. Además, el Gobierno de Defensa Nacional no era capaz de resistir la invasión, ya que las fuerzas ocupantes apretaban cada vez más las defensas, perjudicando a las clases más bajas. La realidad desmentía la protección prometida por Thiers y compañía desde sus castillos, la única razón que daba nombre y legitimidad al Gobierno de Defensa Nacional. Esta frágil situación no duró demasiado y la incompetencia del defraudador ejecutivo empujó al armado proletariado a tomar el timón. El 31 de octubre de 1870 batallones de obreros tomaron el Hôtel de Ville y detuvieron a varios miembros del gobierno. La única razón para no castigarlos fue evitar la guerra civil.
El 28 de enero de 1871 los prusianos derribaron las últimas defensas de París. La Guardia Nacional firmó un alto el fuego con los ocupantes, aceptando la pérdida de los territorios de Alsacia y Lorena y concediendo la indemnización. No obstante, las tropas no entraron hasta el corazón de la capital por si acaso. Los alemanes no tomaron más que fortificaciones del norte y del este, y la fuerza armada que vigilaba era la parisina del proletariado. Como se ha dicho más adelante, el gobierno burgués cobarde de Francia no veía con buenos ojos perder el control sobre la capital, y haciendo honor a su carácter, la madrugada del 18 de marzo de 1871 se emitió desde Versalles la orden de robar los cañones públicos pagados con sudor y sangre de los proletarios parisienses; para que la única garantía que tuvieran los milicianos de la Guardia Nacional para resistir heroicamente la ofensiva de los prusianos cayera en las garras de los incapaces. Entonces sí, al proletariado no le tembló el pulso: para la mañana siguiente anuló la intriga de las fuerzas armadas reaccionarias y declaró la guerra al Gobierno Francés. En consecuencia, la Comuna, dictadura del proletariado, se instauró inmediatamente después de que aquel Gobierno de Defensa Nacional, solo con capacidad de defenderse a sí mismo, dilapidara la poca popularidad que le quedaba en París.
Fue proclamado el 28 de marzo, dos días después de culminar el proceso constituyente. Los trabajadores se hicieron con el poder, nombraron a los responsables y se pusieron a elaborar la ley revolucionaria por decreto. Como órgano central de gobernanza de la Comuna, se constituyó un Consejo Comunitario compuesto por 92 miembros, con la participación de artesanos de diversos sectores, oficios liberalizados, pequeñoburgueses y políticos revolucionarios. Todos ellos, además, reunían a miembros de diversas corrientes. Había republicanos radicales, socialistas proudhonistas, comunistas, anarquistas, blanquistas… El enredo ideológico dificultaba frecuentemente la unidad de acción, y las discusiones para la definición de la estrategia podían tardar en darse en medio de las situaciones más complicadas. Sin embargo, impulsando una organización eficaz para el sostenimiento de los servicios públicos básicos (4), acertaron de alguna manera en definir un programa de mínimos y a sistematizar la división del trabajo necesaria para ello (5).
Los trabajadores se hicieron con el poder, nombraron a los responsables y se pusieron a elaborar la ley revolucionaria por decreto
Antes de nada, el Comité central de la Guardia Nacional, que hasta entonces había ejercido el poder real, se disolvió abrazando a la Comuna. Al mismo tiempo, los comuneros abolieron el servicio militar obligatorio y el ejército permanente el 30 de marzo, y en su lugar se constituyó la Guardia Nacional de Milicianos. También se resolvieron medidas económicas urgentes el mismo día, como la condonación de alquileres de viviendas o la suspensión de la venta de objetos embargados a los trabajadores. Al día siguiente, se fijó el salario máximo de los funcionarios. El 2 de abril llevaron a cabo la separación entre la Iglesia y el Estado, retirando todas las subvenciones a la institución religiosa, arrancándole su influencia en el ámbito educativo y nacionalizando todos sus bienes en propiedad. El día 6 la guillotina fue quemada delante del pueblo, con el fin de representar la decadencia del terror burgués. Más adelante, el 16 de abril, hicieron un censo de todas las fábricas abandonadas por la burguesía para restablecer la actividad productiva bajo las órdenes de los obreros. También expusieron su intención de organizar la unión entre estas cooperativas de la administración proletaria, aunque después quedaría por materializar. El 20 de abril se dispuso el trabajo nocturno de los panaderos y la abolición de las oficinas de empleo, asignando la cuestión del empleo a los gobiernos municipales de los distritos de la Comuna. A finales de este mes se decretó el cierre de las casas de embargo alegando que «están en competencia con el derecho a promover la explotación privada de los trabajadores y su derecho a poseer créditos e instrumentos de trabajo» (6). Además de las instituciones, relaciones sociales y formas jurídicas retrógradas, los comuneros destruyeron varios monumentos físicos construidos por mandato de la burguesía y la aristocracia, como la Columna napoleónica del Triunfo de la Plaza de Vendôme, la capilla de Luis XVI o la casa de Thiers.
A medida que estaban sitiados y bajo los bombardeos del gobierno francés desde el 2 de abril, la situación en el frente condicionó directamente el desarrollo de los decretos y el rumbo de las decisiones políticas. En este sentido, la Comuna tendría que dirigir la mayor parte de sus fuerzas a enfrentarse al ejército reforzado por el Gobierno de Versalles a partir de mayo. Aunque en abril lograron repeler varias ofensivas de los de Versalles, Prusia devolvió a Thiers a los prisioneros de guerra capturados en las batallas de Sedan y Metz para que éste los enviara a aplastar La Comuna. Con la complicidad del supuesto adversario, las fuerzas republicanas ganarían notable gallardía militar. Desde entonces, viendo que la correlación de fuerzas militar en el frente se había puesto de su parte, Thiers rechazó las negociaciones. El ensayo más conocido fue el del intercambio de varios clérigos presos por los comuneros por el líder revolucionario Auguste Blanqui, pero Versalles declinó la oferta (7). Enviarían las fuerzas de la reacción en busca de la victoria total.
A medida que estaban sitiados y bajo los bombardeos del gobierno francés desde el 2 de abril, la situación en el frente condicionó directamente el desarrollo de los decretos y el rumbo de las decisiones políticas
Los hombres de Thiers comenzaron a avanzar por el frente sur en los primeros días de mayo, neutralizando las fortalezas estratégicas. Por el oeste fueron conquistando poco a poco edificios y aldeas, hasta que llegaron a la altura de las murallas. El 21 de mayo consiguieron romper la puerta y acceder al casco urbano. Allí, los vecinos de los barrios ricos del oeste recibieron a los soldados republicanos con los brazos abiertos. A medida que avanzaban, se encontraron con una fuerte resistencia en los barrios proletarios. Eso sí, la respuesta militar fue totalmente caótica e improvisada, ya que no respondía a ningún plan estratégico ni a una disciplina determinada. Según Olivier Lissagaray, la defensa fue «como la caldera de una máquina en la que el vapor escapa por cien agujeros» (8). Mientras tanto, el ejército permanente, dotado de comunicaciones, organización y suministros adecuados, ganaba en todos los frentes. Los prusianos que ocupaban tanto las fortalezas del norte como las del este dejaron entrar por el norte a las tropas de Versalles, rompiendo lo firmado en la tregua con la Guardia Nacional. Aquella maniobra del enemigo había sorprendido a la Comuna que confió en la palabra de Prusia y no preparó las defensas. Una vez derribadas las últimas trincheras del proletariado, el terror burgués se hizo dueño en París. La represión dejó miles de muertos; el ejército republicano cometió una terrible matanza contra mujeres, hombres y niños desarmados. Los que lograron escapar de la muerte tuvieron que exiliarse. Otros muchos que no cayeron bajo las balas fueron interceptados por el enemigo y encerrados.
La respuesta militar fue totalmente caótica e improvisada, ya que no respondía a ningún plan estratégico ni a una disciplina determinada
FORMA POLÍTICA, OBJETIVOS
Pese a los fracasos, aquella experiencia llenó de contenido práctico la vieja idea revolucionaria de la dictadura del proletariado proclamada en 1848. Si ya se sabía que el sujeto histórico proletario debía basar su emancipación en la dictadura contra la burguesía, en 1871 se concretó, perdiendo en gran parte su carácter abstracto.
En efecto, la formación de la Comuna respondió a la forma de emancipación del proletariado. En primer lugar, porque el proletariado ya no debía tomar simplemente la vieja maquinaria del Estado, sino destruirla, junto con el ejército permanente, la policía y la burocracia. En su lugar se estableció el armamento general del pueblo y la corporación del trabajo de los delegados elegidos por sufragio universal, donde si los encargados no respondían a sus obligaciones, sus cargos podían ser revocados en cualquier momento. Según Marx, La Comuna no tenía nada que ver con el organismo parlamentario, que era la corporación del trabajo de carácter tanto ejecutivo como legislativo. La política, que es una esfera autónoma en el marco de comprensión de la sociedad burguesa, se disolvió. En lugar de esto, las funciones de la Comuna se limitaron a la administración y distribución ordinaria de la producción, que es realmente política para el proletariado. Por ello, se mostró la voluntad de arrinconar la ley del valor y reforzar la gestión del valor de uso, alternativa para construir una planificación de la producción adaptada a las necesidades sociales.
El armamento general del pueblo y la corporación del trabajo de los delegados elegidos por sufragio universal, donde si los encargados no respondían a sus obligaciones, sus cargos podían ser revocados en cualquier momento
Contrariamente a lo que muchos pensadores revolucionarios han creído, la Comuna no era un Estado al uso, como si los órganos locales fueran meros apéndices de un aparato central burocrático. En la Francia revolucionaria de 1871, el objetivo era extender el régimen comunal a todo el territorio y permitir la autoorganización de los productores (9), con sus limitaciones objetivas y sus debilidades estratégicas. Eso sí, no lo entendían como una absoluta federación o descentralización anárquica. Respetando la autonomía relativa de cada Comuna, en mayor o menor medida, su objetivo común era garantizar la asociación de todos y organizar la producción de acuerdo con la planificación consensuada. El régimen comunal no era, pues, el único organismo de representantes, es decir, sólo la Gran Comuna que incluiría a Francia (y al mundo entero después), sino que se interpretaba más bien como la forma política que adoptarían hasta las aldeas más pequeñas del territorio, o al menos así lo propuso el proletariado revolucionario de París. La Comuna sería el territorio de las asociaciones, con órganos supracomunitarios de representación que ejercerían políticamente esa asociación, por decirlo de alguna manera. He aquí una sencilla descripción de las claves políticas que el viejo espíritu comunero aprovechó para comprender la dictadura del proletariado.
CONCLUSIONES
La Comuna ha dejado al menos dos lecciones principales que merecen la atención tanto de los revolucionarios de los siglos actuales como de los venideros. Por un lado, que la lucha de clases no puede disfrazarse como una lucha nacional, porque la guerra que lleva el trabajo contra el Capital es internacional. En segundo lugar, nos ha mostrado también el medio exacto de emancipación del trabajo, a saber, que determinadas medidas revolucionarias pueden ser instrumentos adecuados para la abolición del régimen del trabajo asalariado.
Los soldados radicalizados de la Guardia Nacional y los operarios de París, con la proclamación de la Comuna, se pusieron manos a la obra para construir una nueva sociedad. Mientras tanto, toda la clase dirigente de la vieja Europa se unió en la Santa Alianza contra el cuerpo vivo del comunismo que formaba la amenaza directa. Porque el fantasma del comunismo ya no era una simple palabra que aparecía en los manifiestos, sino una realidad material organizada que se vertebraba en los rincones de las calles. Así, bajo la dirección del proletariado parisino, la capital francesa dejó de ser cuna de la sociedad burguesa y se convirtió en su tumba. La burguesía, por su parte, abandonó sus conflictos internos y se unificó contra el proletariado con puños de acero. Francia y Prusia, potencias enemistadas en aquel momento, cerraron sus filas en torno al objetivo común: había que destruir aquella República del Trabajo. La Comuna ya no era una amenaza particular para Francia, sino un peligro general para todas las clases poseedoras del mundo. Así encarnaron Bismarck y Thiers el alma de la burguesía, después de haberse fijado en la defensa de los intereses históricos de esa clase y resuelto que su principal objetivo era subyugar al proletariado, en lugar de hundirse en la rivalidad entorno a Alsacia y Lorena.
En el lado del proletariado, los comuneros también actuaron como clase internacional, designando al frente del gobierno de la Comuna a sendos obreros de Alemania y Polonia. La Comuna mostró su verdadero rostro como gobierno internacional del proletariado; Francia dejó atrás su orgullo nacional y su chovinismo para dar pie a la plataforma de la República Internacional del Trabajo. Si la Comuna supuso la unión nacional real de Francia, fue porque concentró al proletariado de todo el Estado en un gobierno que defendía sus verdaderos intereses; y con ello, también los intereses del proletariado de todo el mundo. Derribadas las fronteras nacionales, al menos en el sentido histórico, el proletariado francés comprendió que sus intereses eran los mismos que los del proletariado de todas las naciones. En consecuencia, arrió la bandera nacional de la barbarie y alzó al cielo francés la bandera roja del comunismo. La alianza criminal de la burguesía y la solidaridad revolucionaria del proletariado nos aclararon que la lucha de clases en la sociedad moderna se desarrolla a escala internacional, en un duelo a vida o muerte entre las clases productoras y las clases poseedoras de todos los países.
La alianza criminal de la burguesía y la solidaridad revolucionaria del proletariado nos aclararon que la lucha de clases en la sociedad moderna se desarrolla a escala internacional
De cara a las críticas que se han hecho desde la tradición marxista a la guerra revolucionaria de 1871, tres son los elementos más destacados: la decisión de no intervenir en el Banco de Francia, el concepto de organización de la autonomía y el de dictadura antiburguesa. En cuanto a la primera, con la resolución política de no tocar el principal banco del país y su reserva, se ha hablado de que al proletariado se le había negado la posibilidad de jugar una carta propicia para frenar la ofensiva de los versalleses. Engels, por ejemplo, afirmó: «Habría llevado a toda la burguesía francesa a presionar a Versalles para firmar la paz con la Comuna» (10). Sin embargo, los responsables políticos no se atrevieron a tomar aquella decisión. Al hilo del concepto de autonomía, se le ha atribuido, entre otros errores estratégicos, el fomento de la atomización y descentralización estratégica de la fuerza organizada del proletariado. Lissagaray criticó con un ejemplo concreto aquella tendencia que estaba inserta en la cultura política: «Ya se prohíbe intervenir en la autonomía del vecino en nombre de la autonomía santa, el comité ejecutivo se negó a armar a las Comunas dependientes de París que pedían permiso para recurrir a Versalles. Ni Thiers mismo haría nada mejor para aislar París» (11). En tercer lugar, se ha mencionado con frecuencia si la Comuna no fue demasiado tibia en la aplicación de la dictadura revolucionaria contra la burguesía. En efecto, autorizó la actividad de los periódicos burgueses, no acertó a evitar la deserción de las fuerzas armadas que después se reorganizarían para la contraofensiva, ni a intuir ataques contra Versalles. Se ha solido decir que en los momentos en los que tuvieron la capacidad de protegerse prefirieron actuar con indulgencia con la burguesía, pero evidentemente, la burguesía nunca perdona.
Aun así, la experiencia de la Comuna de París hace aflorar la dignidad del proletariado organizado con la determinación de derribar el viejo mundo. La burguesía, en cambio, sólo muestra ante la historia que es capaz de venderse y hundirse en los lodos de la hipocresía. Los comuneros no se centraron en hacerse con el triunfo de ninguna guerra, y quizá ese espíritu demasiado humano expuesto con los enemigos fue uno de sus punto débiles. Pero sobre todo, el sangriento fracaso dejó una lección que debería ser inolvidable para el proletariado: cuando la lucha de clases se lleva hasta las últimas consecuencias, la sociedad burguesa civilizada pacifista muestra su máxima crudeza. El contrato social, los derechos humanos, la libertad, la justicia y la fraternidad se convierten en una caricatura desagradable.
REFERENCIAS
[1] La Comuna de París, H. Prosper- Olivier Elissagaray, Txalaparta (2019), pg 23-24.
[2] Ibídem, pg 27.
[3] La Comuna de París, Marx-Engels-Lenin, Akal (2010), pg 84.
[4] La Comuna de París, H. Prosper- Olivier Elissagaray, Txalaparta (2019), pg119-120.
[5] Ibídem, pg 207-221.
[6] La Comuna de París, Marx-Engels-Lenin, Akal (2010), pg 86.
[7] La Comuna de París, H. Prosper- Olivier Elissagaray, Txalaparta (2019), pg 214-216.
[8] Ibídem, pg 206.
[9] Ibídem, pg 194-195.
[10] La Comuna de París, Marx-Engels-Lenin, Akal (2010), pg 90.
[11] La Comuna de París, H. Prosper- Olivier Elissagaray, Txalaparta (2019), pg 195.
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Paris: gizarte burgesaren sehaska eta hilobi
1871ko martxoaren 26an Frantziako burgesiaren buru gainean zintzilik zegoen Damoklesen ezpata. Erorialdi poetiko horren zoriari hari gorri mehar batek baino ez zion eusten, zeinak amorruz eman zuen amore 1848tik saihestezina zirudien patuaren aurrean. Ezpataren ahoak arrakala ireki zuen hitz emandako askatasuna betetzeko gai ez zen sistema berriaren erreprodukzio-logikaren ibileran, eta munduko leku guztietan jarri zituen dardarka burgesiaren zimenduak: historia egin zen. Ezpataren zorrotza Hôtel de Ville-n iltzatuta geratu eta Frantzian klase jabedunen boterea kikildu bazuen ere, mundu kosifikatu osoaren harremanak ez ziren salbuetsita egon. Estatua, Eliza eta jabetza pribatua bezalako instituzioek ebaki historikoa jasan zuten, proletalgo paristarrak bere bizitzaren agintea heroikoki hartzearekin batera. Karl Marxen arabera, garrantzia unibertsaleko unea eman zion Parisko Komunak historiari, ez gizartearen baitan zegoen lege bat mundura iritsi balitz bezala, ziklo itsu bateko haustura gisa baizik. Estreinako aldiz, kapitalismoari berezkoak zaizkion legeak hautsi ziren, lanaren eta Kapitalaren arteko kontraesana azken muturreraino eramanez. 1848an proletalgoa klase gisa nolabaiteko independentzia politikoz baina programa iraultzaile bereizirik gabe aritu bazen, 1871n langileriaren eta gizarte kapitalistaren ukazioa adierazten zuen oihu bilakatu zen Komuna. Justizia eta askatasun grinak bultzatuta, erlojuei tiro egin zieten sinbolikoki, proletalgoaren gobernuarekin Kapitalaren substantzia ezeztatuta geratu zela irudikatzeko.
Horregatik, proletalgoaren gidaritzapeko lehen esperientzia iraultzaile autokontzienteen artean kokatu izan da Komuna, formazio sozial modernoko menperatuen historian mugarri bat ezarri zuena. Frantziako botere burgesaren pitzaduren eta grina emantzipatzailearen ondorioz, antolakuntza independentean eskarmentu handirik gabeko proletalgoa egun batetik bestera klase boterea egikaritzera eraman zuen koiuntura historikoak, paradigmaren mugekin eta klase-etsaiaren kanoiekin topo eginez. Une historikoari berezkoak zitzaizkion baldintzapenen identifikazio kritikoak XX. mendeko mugimendu iraultzailearen forma determinatuko zuen, boterearen eta Estatuaren teoria sozialista gorpuztuz. Haurtzaro ekonomikotik eta fase enbrionario politikotik igarotzen ari zen subjektu historikoak esperientzia mingotsak bizi eta handik ikaspenak atera beharko zituen boterera heltzeko estrategia iraultzaile aproposaren zehaztapenera jo aurretik. 1871koa izango zen bidaia luze horren lehen geltokia.
Une historikoari berezkoak zitzaizkion baldintzapenen identifikazio kritikoak XX. mendeko mugimendu iraultzailearen forma determinatuko zuen, boterearen eta Estatuaren teoria sozialista gorpuztuz
GARAIAREN ALABA
Parisko Komuna eta horren aurreko urteak klase borrokaren intentsitate biziko uneak izan ziren, nazioartean, Frantzian zein gobernuan zegoen Napoleon III.aren exekutiboaren barruan. Nazioarteko mailari dagokionez, bi potentzia inperial zeuden aurrez aurre: Frantziako II. Inperioa eta Prusia. Bi-biak ari ziren Europa mailako hegemonia kontinentala lortzeko borrokan, eta une jakin batean, plaka tektoniko geopolitikoak higatzen hasi zirenean, euren arteko botere-orekak pitzadura jasan zuen, lurrikara eraginez. Hala, gerra franko-prusiarrak eztanda egin zuen 1870ean, Alemaniak Prusiaren gidaritzapean bere erreinuak batu eta nazio-estatu moderno bilakatzeko apustua egin bezain pronto. Maniobra horrek Frantziaren nagusitasuna zuzenean mehatxatzen zuenez, potentziek frontera eraman zituzten euren antagonismoak. Gudak urtebete baino ez zuen iraun, eta Prusiarena izan zen garaipen bizkorra. Sedango batailak behin betiko ebatzi zuen inperioaren zori belikoa, eta horrekin batera, Napoleon dinastiaren amaiera. Horren berehalako emaitza Prusiak Frantzia militarki okupatzea izan zen, Parisko Komunaren garra pizteko txingarrak utziz.
Garaiko antagonismoei gertuagotik erreparatuz gero, ikus daitezke Frantzian 1789tik aurrera zabaldu zen matxidana-paradigmaren ondorioak, eferbeszentzia iraultzaile bizian. Sozialistak, anarkistak eta errepublikazale erradikalak barne-arrisku zuzena ziren Napoleon III.aren atzean gordeta zegoen ordena burges berri ezegonkorrarentzat. Hiriburuko politika erradikalek baldintzatzen zuten, gerra zibila pizteko mehatxu etengabearekin. Izatez, urte batzuk lehenago, 1848an, proletalgoak eta burgesia txiki erradikalizatuak II. Errepublikari oin emango zion altxamendua bultzatu zuten. «Uholdeak iraultzak bezalakoak dira, bata zein bestea bere norabidera eraman behar dira, handik gehiago irten ez daitezen», ohartarazi zuen enperadoreak 1856an, Rodano ibaiaren uholdeetan izan ziren kalteen harira (1). Zentzu horretan, argia zen klase agintariaren jarrera iraultzari zegokionez: erregimen zaharra eta ekoizpen harreman feudalak desegiteko balio izan zuen, burgesia boterera eramateko, funtsean. Harago zihoan saiakera emantzipatzaile oro bortizki zapaldua izango zen. Propagandarako, inprimatzeko nahiz elkartzeko proletalgoaren askatasunak, adibidez, etengabe erasotuak ziren II. Inperioaren ilunabarrean. Hala ere, errepresioak ez zuen ekidin klase zapaldu berriaren kontzientzia propioak antolakuntzaren esparruan lehen fruituak ematea. 1864ko irailaren 28an Lehen Internazionala osatu zen, eta desjabetuen nazioarteko aliantzak ondoko aldarrikapena zabaldu zuen lau haizetara: «Langileen emantzipazioak langileen afera behar du izan» (2). Erroko eraldaketak aldarrikatzen zituztenak oraindik zirkulu minoritarioetan tolestuta zeuden arren, apurka-apurka langile mugimenduan sustraiak botatzen hasiko ziren. 1866an Genevan (Suitza) egin zuten lehen Kongresu Orokorra, hainbat herrialdetako sindikatuen zein langile antolakundeen babesarekin, horien artean, Frantziakoak.
Zentzu horretan, argia zen klase agintariaren jarrera iraultzari zegokionez: erregimen zaharra eta ekoizpen harreman feudalak desegiteko balio izan zuen, burgesia boterera eramateko, funtsean. Harago zihoan saiakera emantzipatzaile oro bortizki zapaldua izango zen
Lehen Internazionalaren atal paristarraz gain, burgesiarekiko independenteak ziren beste hainbat instituzio proletario ere loratu ziren argien hirian, hala nola, sindikatuak, kooperatibak eta langileen klubak. Suzko armak, gainera, behe-klaseen eskuetan ere bazeuden, Guardia Nazionaleko milizia herrikoietan sartuta. Laugarren Estatua, beraz, indar determinante bilakatu zen 1871ko Frantzian. Gauzak horrela, zentzu osoa bilatuko diegu aurrerago Friedrich Engelsen hitzoi: «Thiers, gobernuburu berria, armak Parisko langileen eskuetan zeuden bitartean, klase jabedunen dominazioa etengabeko arriskuan zegoela konturatu zen. Haiek armagabetzea izan zen egin zuen lehen gauza» (3).
Frantziako II. Inperioaren Estatu Nagusia ere barrutik irakiten zegoen presio-eltze bat zen, abenturazaletasun inperialistak porrot militarrak ekarri baitzituen, bata bestearen atzetik. Jeneral nazionalisten gerrazalekeriak eta kosta ahala kosta lurraldeak konkistatzeko beharrak indarren kalkulu desegokia egitera eta kanpaina antzuetan murgiltzera eraman zituen maiz, dekadentzia fasean dauden inperioetan ohikoa den bezala. 1861etik 1867raino luzatu zen Mexikoko bigarren espedizioan, adibidez, AEBen eragina ertamerikara zabaldu zedin ekiditea eta Frantziaren gailentasuna sendotzea izan zuten helburu. Emaitza kontrakoa izan zen, ordea, errepublikazale mexikarrek gerrilla taktiken bidez gogor aurre egin baitzioten inbasioari. Kanpaina luzatu ahala, Mexikoren gaineko kontrolak interesa galdu zuen Napoleon III.arentzat, eta lortu zuten bakarra Prusiaren aurkako gudura ahulduta heltzea izan zen.
OHOREA ETA AGONIA
Gerrako porrotak botere hutsunea eragin zuen burgesia nazionalaren konfigurazioan. 1870eko irailaren lehen egunetan inperioa jausi eta Adolphe Thiersen gidaritzapeko Errepublika aldarrikatu zen. Bien bitartean, Otto Von Bismarcken gudaroste prusiarrak hiriburua setiatzen zuen aldirietatik. Salbuespeneko egoera horren erdian, aparatu legegile zaharrak Defentsa Nazionalerako behin-behineko gobernua osatzea onartu zuten paristarrek, Versallesen gotortuko zena. Hori bai, prusiarren sarrera kosta ahala kosta saihestu nahi zuten masek Guardia Nazionalean izena eman eta armak hartu zituzten, zer gerta ere. Ondorioz, uniformez jantzitako milaka langile bihurtu ziren Parisko indar armatu eraginkor bakarra. Burgesiak ez zuen atsegin indarraren monopolioa bere klase etsaiaren ardurapean egotea. Gainera, Defentsa Nazionalerako Gobernua ez zen inbasioari aurre egiteko gai, indar okupatzaileek gero eta gehiago estutzen baitzituzten defentsak, klase baxuenak kaltetuz. Errealitateak gezurtatu egiten zuen Thiers eta enparauek euren gazteluetatik promestutako babesa, Defentsa Nazionalerako Gobernuari izena eta zilegitasuna ematen zizkion arrazoi bakarra, alegia. Egoera hauskor horrek ez zuen gehiegi iraun, eta exekutibo iruzurtiaren gaitasun ezak proletalgo armatua lema hartzera bultzatu zuen. 1870eko urriaren 31n langilez osatutako batailoiek Hôtel de Ville hartu eta gobernuko hainbat kide atxilotu zituzten. Gerra zibila ekiditea izan zen horiek ez zigortzeko arrazoi bakarra.
1871ko urtarrilaren 28an eraitsi zituzten prusiarrek Parisko azken defentsak. Guardia Nazionalak su-etena sinatu zuen okupatzaileekin, Alsazia eta Lorenako lurraldeak galtzea eta kalte-ordainak ematea onartuz. Dena den, tropak ez ziren hiriburuaren bihotzeraino sartu, badaezpada ere. Alemaniarrek iparraldeko zein ekialdeko fortifikazioak baino ez zituzten hartu, eta zelatan zegoen indar armatua proletalgo paristarra zen. Atzerago esan bezala, Frantziako gobernu burges oilobustiak ez zuen begi onez ikusten hiriburuaren gaineko kontrola galtzea, eta bere izaerari ohore eginez, 1871ko martxoaren 18ko ordu txikietan proletalgo paristarrak bere izerdi-odolez ordaindutako kanoi publikoak lapurtzeko agindua igorri zen Versallestik; Guardia Nazionaleko milizianoek prusiarren 131 eguneko erasoaldiari heroikoki eusteko izan zuten berme bakarra ezgaien atzaparretan jausi zedin. Orduan bai, proletalgoari ez zion dardara egin pultsuak: goizerako, indar armatu erreakzionarioen azpijokoa deuseztatu eta gerra deklaratu zion Frantziako Gobernuari. Ondorioz, soilik bere burua defendatzeko gai zen Defentsa Nazionalerako Gobernu hark Parisen geratzen zitzaion ospe apurra xahutu, eta berehala ezarri zen Komuna, proletalgoaren diktadura.
Martxoaren 28an aldarrikatu zuten, prozesu eratzailea gauzatu eta bi egunera. Boterea eskuratu, arduradunak izendatu eta lege iraultzailea dekretuz dekretu osatzeari ekin zioten beharginek. Komunaren gobernantzarako organo zentral gisa, 92 kidez osatutako Kontseilu Komunala eratu zen, hainbat sektoretako eskulangileen, ogibide liberaldunen, burges txikien eta politikari iraultzaileen parte-hartzearekin. Horiek guztiek, gainera, korronte anitzetako kideak biltzen zituzten. Baziren errepublikazale erradikalak, sozialista proudhonzaleak, komunistak, anarkistak, blankistak… Nahaspila ideologikoak ekintza batasuna zailtzen zuen maiz, eta estrategiaren zehaztapenerako eztabaidek luze jo zezaketen egoera korapilatsuenen erdian. Dena den, oinarrizko zerbitzu publikoei eusteko antolakuntza eraginkorra bultzatzen (4), minimoen programa bat zehazten eta horretarako beharrezkoa zen lanaren banaketa sistematizatzen (5) asmatu zuten nolabait.
Boterea eskuratu, arduradunak izendatu eta lege iraultzailea dekretuz dekretu osatzeari ekin zioten beharginek
Ezer baino lehen, ordura arte botere erreala egikaritu zuen Guardia Nazionaleko Batzorde Zentrala Komuna besarkatuz desegin zen. Aldi berean, komuneroek derrigorrezko zerbitzu militarra eta armada iraunkorra abolitu zituzten martxoaren 30ean, eta horren ordez, milizianoen Guardia Nazionala eratu zen. Egun berean premiazko neurri ekonomikoak hartzea ere ebatzi zuten, hala nola, etxebizitzen alokairuen kostuak barkatzea edota langileei bahitutako objektuen salmenta etetea. Hurrengo egunean, berriz, funtzionarioen gehienezko soldata finkatu zuten. Apirilaren 2an Eliza eta Estatuaren arteko banaketa gauzatu zuten, erakunde erlijiosoari diru-laguntza guztiak kenduta, hezkuntza esparruan zuen eragina erauzita eta jabetzan zituen ondasun guztiak nazionalizatuta. Hilaren 6an herriaren aurrean erre zuten gillotina, izu burgesaren gainbehera irudikatu asmoz. Aurrerago, apirilaren 16an, burgesiak abandonatutako lantegi guztien errolda egin zuten, ekoizpen-jarduera langileen agindupean berrezartzeko. Administrazio proletarioko kooperatiba horien arteko batasuna antolatzeko asmoa ere azaldu zuten, ondoren gauzatzeke geratuko zen arren. Okinen gaueko lana eta enplegu-bulegoen abolizioa xedatu zuten apirilaren 20an, enpleguaren afera Komunaren barrutietako udal gobernuei esleituta. Hilaren amaieran bahitura-etxeen itxiera agindu zuten, «langileen esplotazio pribatua sustatu eta horiek kreditu zein lan-tresnen jabe izateko duten eskubidearekin lehian daudela» (6) argudiatuta. Instituzio, harreman sozial zein forma juridiko atzerakoiak ez ezik, burgesiaren eta aristokraziaren aginduz eraikiak izan ziren hainbat monumentu fisikoki ere suntsitu zituzten komuneroek, Vendôme plazako Garaipenaren Zutabe napoleonikoa, Luis XVI.aren kapera edota Thiersen etxea kasu.
Setiatuta eta apirilaren 2tik Frantziako gobernuaren bonbardaketen eraginpean zeudenez, fronteko egoerak zuzenean baldintzatu zuen dekretuen garapena eta erabaki politikoen norabidea. Zentzu horretan, Komunak Versallesko gobernuak berrindartutako gudarosteari aurre egitera bideratu behar izan zituen indar gehienak maiatzetik aurrera. Apirilean versallestarren hainbat ofentsiba uxatzea lortu zuten arren, Prusiak Sedan eta Metzeko guduetan atzemandako gerrako presoak itzuli zizkion Thiersi, hark Komuna zapaltzera bidal zitzan. Ustezko arerioaren konplizitatearekin, indar errepublikarrek gailentasun militar nabarmena irabazi zuten. Ordutik, fronteko indar-korrelazio militarra bere alde jarri zela ikusita, Thiersek uko egin zien negoziazioei. Saiakera ezagunena komuneroek preso zituzten hainbat elizgizon Auguste Blanqui buruzagi iraultzailearengatik trukatzearena izan zen, baina Versallesek uko egin zion eskaintzari (7). Erabateko garaipenaren bila bidaliko zituzten erreakzioaren indarrak.
Setiatuta eta apirilaren 2tik Frantziako gobernuaren bonbardaketen eraginpean zeudenez, fronteko egoerak zuzenean baldintzatu zuen dekretuen garapena eta erabaki politikoen norabidea
Thiersek gidatutako gizonak hegoaldeko frontetik hasi ziren aurrera egiten maiatzeko lehen egunetan, gotorleku estrategikoak neutralizatuz. Mendebaldetik, berriz, eraikinak eta herrixkak konkistatu zituzten apurka-apurka, harresien parera iritsi ziren arte. Maiatzaren 21ean lortu zuten atea haustea eta hirigunera sartzea. Mendebaldeko auzo aberatsetako bizilagunek besoak zabalik jaso zituzten soldadu errepublikarrak. Aurrera egin ahala, erresistentzia gogorrarekin egin zuten topo auzo proletarioetan. Hori bai, erantzun militarra erabat kaotikoa eta inprobisatua izan zen, ez baitzion plan estrategiko bati erantzuten, ez eta diziplina jakin bati. Olivier Lissagarayren arabera, «lurrunak ehun zulotik ihes egiten duen makina baten galdara bezalakoa» izan zen defentsa (8). Bien bitartean, komunikazio, antolakuntza zein hornidura egokiak zituen gudaroste iraunkorra hegal guztietatik ari zen irabazten. Ipar zein ekialdeko gotorlekuak okupatzen zituzten prusiarrek iparraldetik sartzen utzi zieten Versallesko tropei, Guardia Nazionalarekin su-etenean sinatutakoa hautsita. Etsaiaren maniobra horrek ustekabean harrapatu zuen Komuna, Prusiaren hitzaz fidatuta, eta defentsak prestatu gabe zituela. Behin proletalgoaren azken lubakiak eraitsita, izu burgesa egin zen Parisen jabe. Errepresioak milaka hildako utzi zituen; emakume, gizon zein haur armagabetuen aurkako sarraski itzela egin zuen armada errepublikarrak. Heriotzetik ihes egitea lortu zutenek erbestera jo behar izan zuten. Balen azpian erori ez ziren beste asko, aldiz, etsaiak atzeman eta giltzapetu zituen.
Erantzun militarra erabat kaotikoa eta inprobisatua izan zen, ez baitzion plan estrategiko bati erantzuten, ez eta diziplina jakin bati
FORMA POLITIKOA, HELBURUAK
Porrotak porrot, esperientzia horrek eduki praktikoz bete zuen 1848an aldarrikatutako proletalgoaren diktaduraren ideia iraultzaile zaharra. Subjektu historiko proletarioak bere emantzipazioa burgesiaren aurkako diktaduran oinarritu behar zuela lehendik baldin bazekien, 1871n zehaztu egin zen, hein handi batean, bere izaera abstraktua galduta.
Izan ere, Komunaren eraketak proletalgoaren emantzipazio-formari erantzun zion. Lehenik eta behin, proletalgoak jada ez baitzuen Estatuaren makineria zaharra besterik gabe hartu behar, berau suntsitu baizik, behin betiko armadarekin, poliziarekin zein burokraziarekin batera. Horren ordez, herriaren armamentu orokorra eta sufragio unibertsal bidez hautaturiko ordezkarien lanaren korporazioa ezarri ziren. Arduradunek haien betebeharrei erantzuten ez bazieten, uneoro ezezta zitezkeen euren karguak. Karl Marxen arabera, Komunak ez zuen zerikusirik parlamentu-organismoarekin, izaera exekutibo nahiz legegilea zuen lanaren korporazioa baitzen. Politika, gizarte burgesaren ulermen-markoan esfera autonomoa dena, desegin egin zen. Horren ordez, Komunaren funtzioak ekoizpenaren administrazio zein banaketa arruntera mugatu ziren; proletalgoarentzat benetan politikoa den horretara, alegia. Horregatik, balioaren legea zokoratzeko eta erabilera balioaren kudeaketa indartzeko borondatea azaldu zen, behar sozialen arabera egokitutako ekoizpenaren planifikazioa eraikitzeko alternatiba.
Herriaren armamentu orokorra eta sufragio unibertsal bidez hautaturiko ordezkarien lanaren korporazioa ezarri ziren. Arduradunek haien betebeharrei erantzuten ez bazieten, uneoro ezezta zitezkeen euren karguak
Pentsalari iraultzaile askok uste izan dutenaren kontra, Komuna ez zen nolanahiko Estatua, lekuko organoak aparatu zentral burokratiko baten apendize hutsak bailiran. 1871ko Frantzia iraultzailean, helburua erregimen komunala lurralde osora zabaltzea eta ekoizleen autoantolakuntza baimentzea zen (9), muga objektiboekin zein ahulgune estrategikoekin. Hori bai, hori ez zuten erabateko federazio edo deszentralizazio anarkiko modura ulertzen. Komuna bakoitzaren autonomia erlatiboa errespetatuta, neurri handiagoan ala txikiagoan, guztien elkarketa bermatzea eta ekoizpena planifikazio adostuaren arabera antolatzea ziren euren xede amankomunak. Erregimen komunala, beraz, ez zen ordezkarien organismo bakarra, hau da, Frantzia barne hartuko lukeen Komuna Handia soilik (eta mundu osoa, ostean), baizik eta, areago, lurraldeko herrixka txikienek ere hartuko luketen forma politiko modura interpretatzen zen, edo hala proposatu zuen Parisko proletalgo iraultzaileak, behintzat. Komuna elkartuen lurraldea litzateke, elkarketa hori politikoki gauzatzen duten eta Komunaz gaindikoak diren ordezkaritza-organoekin, nolabait esatearren. Horra espiritu komunero zaharrak proletalgoaren diktadura ulertzeko baliatu zituen gako politikoen deskribapen xume bat.
ONDORIOAK
Komunak bi irakasgai nagusi utzi ditu gutxienez, egungo zein hurrengo gizaldietako iraultzaileen arreta merezi dutenak. Batetik, klase borroka ezin dela borroka nazionala bailitzan mozorrotu, lanak Kapitalaren kontra daraman gerra nazioartekoa delako. Bigarrenik, lanaren emantzipaziorako bide zehatza ere erakutsi digu, hots, neurri iraultzaile jakin batzuk tresna egokiak izan daitezkeela soldatapeko erregimenaren aboliziorako.
Guardia Nazionaleko soldadu erradikalizatuek eta Parisko beharginek, Komuna aldarrikatzearekin batera, jendarte berria eraikitzeko lanari ekin zioten. Bien bitartean, Europa zaharreko klase agintari osoa Aliantza Santuan elkartu zen mehatxu zuzena osatzen zuen komunismoaren gorputz biziaren aurka. Komunismoaren mamua jada ez baitzen manifestuetan agertzen zen hitz soil bat, kale bazterretan hezurmamitzen zen errealitate material antolatu bat baizik. Hala, proletalgo paristarraren gidaritzapean, Frantziako hiriburuak gizarte burgesaren sehaska izateari utzi zion, eta haren hilobi bilakatu zen. Burgesiak, berriz, bere barne-gatazkak alboratu eta proletalgoaren kontrako baterajotzea egin zuen altzairuzko ukabilez. Frantziak eta Prusiak, une hartan etsaituta zeuden potentziek, helburu amankomun bati lotuta itxi zituzten euren ilarak: Lanaren Errepublika hura suntsitu beharra zegoen. Komuna jada ez zen Frantziarentzako mehatxu partikular bat, munduko klase jabedun guztientzako arrisku orokorra baizik. Halaxe gorpuztu zuten Bismarckek eta Thiersek burgesiaren arima, klase horren interes historikoen defentsari erreparatu eta proletalgoa azpiratzea helburu nagusi zutela ebatzitakoan, Alsazia eta Lorenaren gaineko lehian hondoratu beharrean.
Proletalgoaren aldean, komuneroek ere klase internazional gisa jokatu zuten, Komunaren gobernuaren buruan Alemaniako eta Poloniako langile bana izendatuta. Komunak proletalgoaren gobernu internazional gisa erakutsi zuen bere zinezko aurpegia; Frantziak atzean utzi zituen bere harrotasun nazionala eta chauvinismoa, Lanaren Errepublika Internazioanalaren plataformari bide emateko. Komunak Frantziako batasun nazional erreala ekarri bazuen, estatu osoko proletalgoa bere benetako interesak defendatzen zituen gobernu batean kontzentratu zituelako izan zen; eta horrekin batera, baita mundu osoko proletalgoaren interesak ere. Muga nazionalak gaindituta, zentzu historikoan behinik behin, Frantziako proletalgoak bere interesak eta nazio guztietako proletalgoarenak berberak zirela ulertu zuen. Ondorioz, basakeriaren bandera nazionala jaitsi eta komunismoaren bandera gorria igo zen Frantziako zerura. Burgesiaren aliantza kriminalak eta proletalgoaren elkartasun iraultzaileak gizarte modernoko klase borroka nazioarteko mailan garatzen dela argitu zuten, herrialde guztietako klase ekoizleen eta klase jabedunen arteko hil ala biziko dueluan.
Burgesiaren aliantza kriminalak eta proletalgoaren elkartasun iraultzaileak gizarte modernoko klase borroka nazioarteko mailan garatzen dela argitu zuten
Tradizio marxistatik 1871ko gerra iraultzaileari egin izan zaizkion kritikei begira, hiru dira elementu aipagarrienak: Frantziako Bankuan ez esku hartzeko erabakia, autonomiaren antolaketa kontzeptuarena eta burgesiaren kontrako diktadurarena. Lehendabizikoari dagokionez, aipatu izan da proletalgoak versallestarren ofentsiba geldiarazteko karta aproposa jokatzeko aukera galdu zuela herrialdeko banku nagusia eta hango erreserba ez ukitzeko erabaki politikoa hartuta. Engelsek, adibidez, honakoa baieztatu zuen: «Frantziako burgesia osoa eramango zukeen Versalles Komunarekin bakea sinatzeko presionatzera» (10). Arduradun politikoak, ordea, ez ziren erabaki hori hartzera ausartu. Autonomiaren kontzeptuaren harira, proletalgoaren indar antolatuaren atomizazioa eta deszentralizazio estrategikoa sustatzea egotzi izan zaio, beste zenbait akats estrategikoren artean. Lissagarayk adibide konkretu batekin kritikatu zuen kultura politikoan txertatuta zegoen joera hori: «Dagoeneko, bizilagunaren autonomian esku hartzea debekatzen da autonomia santuaren izenean, batzorde exekutiboak uko egin zion Versallesen aurka jotzeko baimena eskatzen zuten Parisen menpeko komunak armatzeari. Thiersek berak ere ez luke ezer hoberik egingo Paris isolatzeko» (11). Hirugarrenik, maiz aipatu izan da Komuna ez ote zen epelegi aritu burgesiaren kontrako diktadura iraultzailea ezartzerakoan. Izan ere, egunkari burgesen jarduera baimendu zuen, ez zuen asmatu ondoren kontraofentsibarako berrantolatuko ziren indar armatuen desertzioa ekiditen, ezta Versallesen aurkako erasorik begiesten ere. Euren burua babesteko gaitasuna izan zuten uneetan burgesiarekin barkaberatasunez jokatu zutela esan izan da, baina bistan denez, burgesiak ez du inoiz barkatzen.
Hala eta guztiz ere, Parisko Komunaren esperientziak azaleratzen du proletalgoa mundu zaharra eraisteko determinazioarekin antolatzen denean erakusteko gai den duintasuna. Burgesiak, aldiz, bere burua saltzeko eta hipokrisiaren lohietan hondoratzeko gai dela besterik ez du erakusten historiaren aitzinean. Komuneroak ez ziren ezein gerren garaipena eskuratzean zentratu, eta agian, etsaiekin azaldutako izpiritu gizatiarregi hori izan zen euren ahulguneetako bat. Baina, batez ere, proletalgoarentzako ahaztezina behar lukeen lezioa utzi zuen porrot odoltsuak: klase borroka azken ondorioetaraino eramaten denean, gizarte burges zibilizatu bakezaleak bere gordintasun gorena erakusten du. Kontratu soziala, giza eskubideak, askatasuna, justizia eta anaitasuna karikatura desatsegin bihurtzen dira.
ERREFERENTZIAK
[1] La Comuna de París, H. Prosper- Olivier Elissagaray, Txalaparta (2019), 23-24. orr.
[2] Ibídem, 27.orr.
[3] La Comuna de París, Marx-Engels-Lenin, Akal (2010), 84. orr.
[4] La Comuna de París, H. Prosper- Olivier Elissagaray, Txalaparta (2019), 119-120. orr.
[5] Ibídem, 207-221. orr.
[6] La Comuna de París, Marx-Engels-Lenin, Akal (2010), 86. orr.
[7] La Comuna de París, H. Prosper- Olivier Elissagaray, Txalaparta (2019), 214-216. orr.
[8] Ibídem, 206. orr.
[9] Ibídem,194-195. Orr.
[10] La Comuna de París, Marx-Engels-Lenin, Akal (2010), 90. orr.
[11] La Comuna de París, H. Prosper- Olivier Elissagaray, Txalaparta (2019), 195. orr.