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ARTEKA. Guerras por delegación

Ya no hay territorio que se le resista al Capital

25 enero 2023
in ARTÍCULOS
ARTEKA. Guerras por delegación

Imagen: Itsasne Ezkerro

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Guerras por delegación

Han pasado ocho décadas desde la última Guerra Mundial reconocida como tal, pero en el mundo no ha habido ni un solo minuto sin guerra desde entonces, por mucho que eufemismos maniqueos hayan caracterizado muchas de ellas como conflictos regionales, ajenos a la mundialización objetiva del Capital. Unas más silenciosas que otras, otras completamente silenciadas; la guerra sigue siendo un recurso impepinable de la política capitalista –es esa misma política realizada por medio de la guerra–, que no está determinada por decisiones personales o de gobierno, sino que por la necesidad objetiva del Capital de superar sus propios límites.

Unas más silenciosas que otras, otras completamente silenciadas; la guerra sigue siendo un recurso impepinable de la política capitalista, que no está determinada por decisiones personales o de gobierno, sino que por la necesidad objetiva del Capital de superar sus propios límites

La guerra sigue, pero cambian sus estrategias, y también su percepción. A día de hoy, en lugar del conflicto abierto y directo entre las grandes potencias imperialistas, parece más adecuada a los intereses capitalistas, por la evidencia de su actualidad, la guerra por delegación, el conflicto bélico entre potencias imperialistas mediante representantes vernáculos, velado por falsas apariencias autóctonas que lo hacen culturalmente incomprensible a los ojos del observador occidental, que no duda en sentenciar que es producto de un mundo no civilizado y de una cultura no europea y atrasada.

De ese modo, las guerras por delegación han permitido fortalecer la ideología y cultura capitalista en el centro imperialista, pues esta última, en gran parte, se desarrolla como elemento diferenciador con respecto a una supuesta falta de civismo que representarían los países subdesarrollados, que se oponen a las directrices de la fracción dominante del Capital mundial. Esa dimensión de la guerra es muchas veces obviada, pero es crucial para comprender que una guerra en la periferia del centro imperialista es también una toma de posición del imperialismo y una guerra contra el proletariado mundial, que se desarrolla también en la dimensión cultural.

Las guerras por delegación han permitido fortalecer la ideología y cultura capitalista en el centro imperialista

Son muchas las razones que se alegan para justificar la no procedencia de un conflicto abierto entre las grandes potencias imperialistas. Entre ellas, la más sonada quizás sea la que hace referencia al poder destructivo alcanzado, que actúa como freno y coerción mutua ante una posible catástrofe humanitaria. Parece como si el Capital, lejos de ser una potencia que arrasa con todo, hubiera tomado conciencia de lo que él mismo no es, algo así como percepción de su humanidad en un sentido moral, sin sospechar siquiera estar negándose a sí mismo como fuerza ciega que no encuentra otro límite que los suyos propios. Nada más lejos de la realidad; antes destruye el Capital las condiciones de su existencia –la humanidad al completo–, que negarse a sí mismo como fuerza viva y poder social. Es más, si pudiéramos hablar de esa capacidad de contenerse a sí mismo, ya no estaríamos hablando del Capital.

Pero tampoco la posibilidad de destrucción masiva en lo concerniente a la riqueza material producida actúa coercitivamente sobre los capitalistas. Primero porque quien va a la guerra, lo hace para ganar. Segundo, porque lo productivo de la guerra, en su amplio sentido, es su capacidad destructiva. Tercero, porque el Capital invertido en la guerra aumenta la capacidad de subordinar a millones de proletarios en la producción de beneficios que, en nombre de la defensa nacional, justifican mayor intensidad y prolongación del trabajo, así como reducciones salariales. Y cuarto, porque eso último es lo que realmente concierne al Capital como Capital: subordinar al proletariado, ejercer poder, más que amasar material inerte, con fecha de caducidad.

Desde luego, no parece adecuado categorizar la guerra por delegación como la vía menos catastrófica, tanto en el sentido material como en el humano, para el Capital imperialista; como el único medio material y humanamente posible para que las grandes potencias puedan seguir disputándose el mundo. Acaso lo que es totalmente inhumano –por no decir racista, xenófobo y supremacista– es tal argumento, pues obvia que quienes sufren en los conflictos de guerra por delegación son humanos proletarios, y que sus vidas no valen menos que las nuestras. Tampoco ese coste humano puede ser determinado según las necesidades del Capital, pues este es ciego e incapaz de concebir la fuente de su existencia, cuando de lo que se trata no es de la renovación de sus manantiales, sino que de apoderarse del mayor beneficio posible -en detrimento de sus competidores y de la ganancia futura-, accesible mediante la guerra.

Por lo tanto, nada indica que una Guerra Imperialista abierta y directa entre las potencias capitalistas sea una posibilidad nula, ni siquiera la última opción, pues el desarrollo de esta no está condicionado por una moral limitante que da prioridad al coste humano, ni por el miedo a la destrucción total, sino que por la propia existencia del Capital, que no es otra cosa que las necesidades de su acumulación y las cambiantes condiciones objetivas de su realización. Si es beneficiosa para el Capital, y urgente, esa guerra se realizará, por muchas que sean las posibles víctimas de la misma y el alcance de la destrucción.

Entre las cambiantes condiciones de realización del Capital, su ser concreto y su despliegue efectivo, se hallan no solo el estado actual de la división internacional del trabajo y las cadenas de valor en el mercado mundial, que determinan la viabilidad económica de diversas formas de conquistar y organizar un territorio, sino que también el desarrollo político alcanzado por la nación en disputa, que convierte en caducas y costosas ciertas formas de dominación política. Al menos mientras que esas naciones y sus condiciones no sean degradadas hasta tal punto que haga deseable y justificable una ocupación militar, en nombre de la civilización, como ha ocurrido muchas veces.

Las guerras por delegación no son, por tanto, un residuo de la guerra imperialista ya agotada por un supuesto desarrollo civilizatorio que la hace no deseable y no compatible a una moral superior alcanzada, sino que cumplen la función del imperialismo actualizada al desarrollo objetivo del sistema capitalista. Más allá de los beneficios inmediatos de la guerra como guerra, citados anteriormente, las guerras por delegación son el medio más efectivo que encuentra el Capital para seguir ejerciendo su dominación sobre el proletariado a escala planetaria. Estas permiten no solo el control efectivo sobre el territorio, ejecutado por gobiernos títeres comprados mediante la deuda generada por el conflicto bélico y la posterior reconstrucción industrial, sino que además consiguen abatir la resistencia interna que tiende a desarrollarse en contra de la ocupación extranjera. Esa resistencia ha posibilitado en conflictos previos la pérdida de mercado para las potencias imperialistas y en cierto sentido la constitución de un bloque de acumulación de capital dispuesto a disputar la hegemonía al bloque dirigente.

Más allá de los beneficios inmediatos de la guerra como guerra, citados anteriormente, las guerras por delegación son el medio más efectivo que encuentra el Capital para seguir ejerciendo su dominación sobre el proletariado a escala planetaria

Ya no es rentable el control directo sobre un territorio, y es mucho más barato ejercerlo mediante gobiernos nacionales y la subordinación económica de los mismos. De esa manera no solo se extiende el Mercado Mundial, sino que además se generan condiciones favorables para la explotación aumentada del trabajo por medio de la salarización expansiva unida a la acumulación intensiva del Capital.

Las guerras por delegación significan la apertura de un nuevo paradigma de la dominación mundial y globalización del Capital que busca extender sus límites a territorios hasta ahora subordinados al proceso de producción de plusvalor en la metrópoli, pero no sujetos a una acumulación de capital independiente. Ya no hay territorio que se le resista al Capital.

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Delegaziozko gerrak

Zortzi hamarkada igaro dira azken Mundu Gerraz geroztik, baina munduan ez da gerrarik gabeko minutu bakar bat ere egon ordutik, nahiz eta eufemismo manikeo desberdinek gerra horietako asko eskualde-gatazka giza ezaugarritu dituzten, Kapitalaren mundializazio objektiboarekin zerikusirik ez dutenak. Batzuk besteak baino isilagoak, beste batzuk erabat isilduak; gerrak politika kapitalistaren baliabide ukaezina izaten jarraitzen du –politika hori bera da gerra bidez gauzatua–, ez dutena erabaki pertsonalek edo gobernu-erabakiek determinatzen, Kapitalak bere muga propioak gainditzeko duen beharrak baizik.

Batzuk besteak baino isilagoak, beste batzuk erabat isilduak; gerrak politika kapitalistaren baliabide ukaezina izaten jarraitzen du, ez dutena erabaki pertsonalek edo gobernu-erabakiek determinatzen, Kapitalak bere muga propioak gainditzeko duen beharrak baizik

Gerrak aurrera jarraitzen du, baina bere estrategiak aldatu egiten dira, baita bere pertzepzioa ere. Gaur egun, potentzia inperialista handien arteko gatazka ireki eta zuzenaren ordez, egokiagoa dirudi interes kapitalistentzat, bere gaurkotasunaren ebidentziagatik, delegaziozko gerra, herri-ordezkarien bidezko botere inperialisten arteko gatazka. Gerra hori, itxura faltsu autoktonoek estalia, kulturalki ulertezina da mendebaldeko behatzailearen begietara, zeinak zibilizatu gabeko mundu baten eta kultura ez europar eta atzeratu baten emaitza dela ondorioztatzen duen.

Modu horretan, delegazioz egindako gerrek ideologia eta kultura kapitalista indartzea ahalbidetu dute erdigune inperialistan; izan ere, hori, kultura kapitalista, hein handi batean, mundu mailako Kapitalaren frakzio agintariaren gidalerroen aurka dauden herrialde azpigaratuek ordezkatuko luketen ustezko zibismo faltarekiko elementu bereizle gisa garatzen da. Gerraren dimentsio hori askotan alde batera uzten da, baina funtsezkoa da ulertzeko zentro inperialistaren periferiako gerra bat inperialismoaren posizio-hartzea eta munduko proletalgoaren aurkako gerra bat ere badela, dimentsio kulturalean ere garatzen dena.

Delegazioz egindako gerrek ideologia eta kultura kapitalista indartzea ahalbidetu dute erdigune inperialistan

Asko dira potentzia inperialista handien arteko gatazka ireki bat bidezkoa ez dela justifikatzeko ematen diren arrazoiak. Horien artean sonatuena, beharbada, garatu den botere suntsitzaileari erreferentzia egiten diona da, zeinak, balizko hondamendi humanitario baten aurrean, galga eta elkarrenganako hertsadura gisa funtzionatzen baitu. Badirudi Kapitala, guztia suntsitzen duen indarra izatetik urrun, ez denarekiko kontzientzia hartu duela, bere gizatasunarekiko pertzepzio moduko bat, zentzu moral batean; bere burua, bereak beste mugarik aurkitzen ez duen indar itsu gisa, ukatzen ari dela susmatu ere egin gabe. Errealitatetik oso urrun; lehenago suntsitzen ditu Kapitalak bere existentziaren baldintzak –gizateria osoa–, bere burua indar bizi eta botere sozial gisa ukatzea baino. Are gehiago, bere burua geldiarazteko gaitasunaz hitz egin ahal izango bagenu, ez ginateke Kapitalaz hitz egiten ariko.

Baina sortutako aberastasun materialaren suntsiketa masiboaren aukerak ere ez du hertsadurarik eragiten kapitalistengan. Lehenik, gerrara joaten dena irabaztera joaten delako. Bigarrenik, gerraren alde produktiboa, zentzu zabalean, haren gaitasun suntsitzailea delako. Hirugarrenik, gerran inbertitutako Kapitalak milioika proletario etekinen ekoizpenean menderatzeko gaitasuna handitzen duelako; etekin horiek, defentsa nazionalaren izenean, lanaren intentsitate eta luzapen handiagoa justifikatzen dute, baita soldaten murrizketak ere. Eta laugarrenik, azken hori baita Kapitalari Kapital gisa benetan axola zaiona: proletalgoa menderatzea, boterea gauzatzea, iraungitze data duen material bizigabea metatzea baino.

Egia esan, ez dirudi egokia denik delegaziozko gerra Kapital inperialistarentzat, zentzu material nola humanoan ere, kalte gutxien sortzen duen bide gisa kategorizatzea, potentzia handiek mundua eskuratzeko lehian jarraitzeko bitarteko material eta humano posible bakar gisa. Agian guztiz ankerra dena –arrazista, xenofoboa eta supremazista ez esateagatik– argudio hori da; izan ere, delegaziozko gerra-gatazketan sufritzen dutenak gizaki proletarioak direla ahazten da, eta haien bizitzek ez dutela gureek baino gutxiago balio. Giza kostu hori ere ezin da Kapitalaren premien arabera determinatu, hura itsua eta bere existentziaren iturria ulertzeko ezgauza baita, auzia ez denean bere iturburuen eraberritzea, baizik eta gerraren bidez eskuragarri den ahalik eta mozkin handienaz jabetzea, bere lehiakideen eta etorkizuneko irabazien kaltetan.

Beraz, ez du ezerk adierazten potentzia kapitalisten arteko gerra inperialista ireki eta zuzena aukera deuseza denik, ezta azken aukera denik ere; izan ere, horren garapena ez du baldintzatzen giza kostuari lehentasuna ematen dion moral mugatzaile batek, ez eta erabateko suntsipenaren beldurrak ere, Kapitalaren existentziak berak baizik, zeina bere metaketa beharren eta horren gauzapenerako baldintza objektibo aldakorren emaitza besterik ez baita. Kapitalarentzat onuragarria eta premiazkoa bada, gerra hori egingo da, biktima posibleak eta suntsipenaren irismena edozein izanda ere.

Kapitalaren gauzapenerako baldintza aldakorren artean, bere izate zehatza eta benetako hedapena, ez daude soilik lanaren nazioarteko banaketa eta mundu mailako balio-kateen egungo egoera, lurralde bat konkistatzeko eta antolatzeko modu desberdinen bideragarritasun ekonomikoa determinatzen dutenak, baizik eta baita jomugan dagoen nazioak lortutako garapen politikoa ere, menderatze politikorako zenbait modu zaharkitu eta garesti bihurtzen dituena. Behinik behin, nazio horiek eta haien baldintzak hainbeste degradatzen ez diren bitartean, non okupazio militarra desiragarri eta justifikagarri bihurtzen den, zibilizazioaren izenean, askotan gertatu den bezala.

Delegaziozko gerrak, beraz, ez dira desiragaitz eta erdietsitako moral goren batekiko bateragaitz egiten duen ustezko garapen zibilizatorio batek agortu duen gerra inperialistaren soberakina, baizik eta sistema kapitalistaren garapen objektibora eguneratutako inperialismoaren funtzioa betetzen dute. Gerrak gerra gisa ematen dituen berehalako etekinez harago, lehen aipatuak, delegaziozko gerrak dira Kapitalak planeta mailako proletalgoaren gainean bere nagusitasuna gauzatzen jarraitzeko aurkitzen duen bitartekorik eraginkorrena. Horiek lurraldearen gaineko kontrol eraginkorra ahalbidetzeaz gain, gatazka belikoak eta ondorengo berreraikuntza industrialak sortutako zorraren bidez erositako gobernu txotxongiloek gauzatua, atzerriko okupazioaren aurka garatzeko joera duen barne­-erresistentzia zapuztea lortzen dute. Erresistentzia hori dela eta, potentzia inperialistek merkatua galdu dute aurreko gatazketan, eta, zentzu batean, kapital metaketa bloke bat eratu da, bloke agintariari nagusitasuna borrokatzeko prest.

Gerrak gerra gisa ematen dituen berehalako etekinez harago, lehen aipatuak, delegaziozko gerrak dira Kapitalak planeta mailako proletalgoaren gainean bere nagusitasuna gauzatzen jarraitzeko aurkitzen duen bitartekorik eraginkorrena

Dagoeneko ez da errentagarria lurralde baten gaineko zuzeneko kontrola, eta askoz merkeagoa da gobernu nazionalen eta haien subordinazio ekonomikoaren bidez kontrolatzea. Horrela, Mundu Mailako Merkatua hedatzeaz gain, lanaren ustiapen areagotuaren aldeko baldintzak sortzen dira, salarizazio hedakorraren eta Kapitalaren metaketa intentsiboaren bidez.

Delegaziozko gerrek mundu mailako menderatzearen eta Kapitalaren globalizazioaren paradigma berri baten irekiera dakarte, zeinak orain arte metropolian gainbalioa sortzeko prozesuaren mende, baina kapital metaketa independenterik gabe, zeuden lurraldeetara zabaltzea duen helburu. Jada ez dago Kapitalari aurka egingo dion lurralderik.

 

(Arteka-Gedar)

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